lunes, 19 de diciembre de 2022

TIEMPO DE CELEBRAR


Tiempo de celebrar son todos los tiempos, celebramos la vida cantando feliz cumpleaños, como si se tratara de ser felices exclusivamente, al culminar el año deseamos feliz año, el conjuro parece ser la felicidad, pero ¿Somos felices?, ¿Qué ocultamos tras tanto ruido pirotécnico?, tanto jolgorio, tanta lucerna, tanta francachela?, ¿Acaso un poco de insatisfacción por otro año inútil perdido entre el cumplimiento del deber y la lista de proyectos que una vez más quedaron en el papel?

Tiempo de celebrar. El espíritu de la navidad tiene la fuerza suficiente para enajenar o para centrarnos, hay que elegir, yo por ejemplo canto villancicos y me pongo gorrito y convoco coros de colores y me lleno de cantos y de encantos, la última vez canté en la iglesia de Támesis a la salida de misa de doce y ni el cura nos paño en dos tusas (como dicen en otro pueblo cercano, donde tampoco dan ganas ya de cantar, ni de encantar), pero cantamos en medio de la lluvia en las carpas de un bazar y feriamos los villancicos, cada vez me convenzo más de que el espíritu navideño no entra en los templos.

La celebración se volvió un asunto institucional, tanto como la felicidad una necesidad pública, si no eres feliz eres declarado objetivo de la fluoxetina; de diez personas a mi alrededor siete están medicadas, es decir están cumpliendo con la responsabilidad pública de ser felices, porque ha de saberse que estar melancólico o triste no está bien visto, los pensamientos molestos hay que hacerlos desaparecer, así con la lucidez aterida y la conciencia adormecida celebramos la fortuna de vivir en el mejor lugar del mundo: la somnolencia. 

Tiempo de estar en familia, de comer en abundancia, de hacer ruido, de no dormir ni dejar dormir, de entregarnos a los placeres del colesterol, de hacer natilla para regalar la mitad a los vecinos, de olvidar las quejas, de visitar los alumbrados costosísimos que pagaremos el próximo año en las facturas de servicios públicos porque tanta dicha no es al gratín, tiempo de amordazar al Grinch y fingir un poco, porque el que no baila no goza y el que no goza no come.

Tiempo de dichas sin par, tiempo descontado porque diciembre es el mes más corto, el más caro, el más oscuro, el que nos arruina, el que nos aturde, bendito mes en que ser paganos está bien visto hasta por los dueños de la cruz y sus consecuencias.

Tiempo de permitirnos la reflexión así eso nos lleve a descreer, a mitigar tanta ilusión que nos condena a repetirnos, el nuevo año no existe si no hay cierta labor íntima en hacerlo distinto, sin afán de pontificar (aunque parece que eso hago), les deseo a aquellos que por ociosidad o curiosidad me están leyendo, una vislumbre mejor en el calendario que se renovará. Qué el miedo de paso a la dichosa incertidumbre que nos regala la vida, el deleite de no saber si seguiremos vivos, si tendremos trabajo, si llegaremos a ser alguien, si el amor llegará a la puerta, si nos ganaremos ahora si la lotería, les deseo la tranquilidad de entender que el caos es maestro de todo y que el orden no es más que una doctrina que hace creer que el mundo funciona, cuando en realidad lo estamos volviendo pedazos.

Tiempo magnífico para volvernos conscientes de la caída, del vértigo feroz que nos consume, tiempo de expandirnos en la explosión multicolor de luz y fundirnos en la infinita noche y ser de una buena vez, parte total del destino de las estrellas.

CARLOS ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA


MI TAMBOR DE HOJALATA

 Nací un once de mayo, yo no recuerdo nada, lo sé porque me lo dijeron, a lo mejor no he nacido y he vivido todos estos años engañado, muchas de las cosas en las que creo no las he visto, por eso trato de ser discreto. Desde niño me están diciendo que soy un artista y no he podido saber de qué se trata eso, no hallo nada extraordinario en mis actos y sin embargo he recibido en varias ocasiones aplausos, me angustia pensar que tal vez no los merecía, peor aún pretender que los merezco.


Un día quise ser famoso y me empeñe mucho en conseguirlo, no dormía por estar ocupando mis actos en ser notado, llegué a poner sobre mi cabeza una flecha indicando que abajo estaba yo, en las noches utilicé luces reflectivas para que la oscuridad no opacara las ínfulas de mi presencia, para entonces yo no sabía nada, tampoco ahora, pero la ignorancia era más notoria. Tiempo después descubrí que ser famoso no es gran cosa, es una forma de esclavitud y no hubiera resistido un solo día, en cambio disfruto de ser reconocido por mi gente, recibir un saludo desde la distancia con un movimiento de mano, que el señor que me vende las verduras sepa mi nombre, eso sí que es un éxito.

Supe por cuentos de comadres que tuve un parto difícil,  por causa del mal uso del fórceps, me hicieron una herida en la frente que me provocó una parálisis del tercer par craneal, al médico que hizo tal proeza le decían asawín, era lo único que recetaba, tengo la sospecha de que aquel apodo lo inventó mi mamá en venganza por el daño provocado a su primogénito, las madres son como fieras cuidando su cría y la mía no mordía pero si fue y ha sido mordaz.

Cuando estaba en la escuela primaria me cité a una pelea con un compañero, la única que tuve en la vida, la gané y eso que yo era un enclenque, tomé por el cuello al otro, lo estaba ahorcando, tuvieron que intervenir otros niños; conservo en la memoria las pecas de su cara enrojecidas, sus venas brotadas, sus ojos como un vidrio cuando se fragmenta, mi rabia y mi incapacidad de detenerme. Aquel día me marco para siempre, el otro alegó haber ganado la pelea, yo me avergüenzo de que así no hubiera sido.

Ese año despertó el volcán del Nevado del Ruiz, y en una noche borró de tajo a Armero y sufrí a los nueve años la agonía y muerte de Omaira cómo si hubiera sido la propia. Ya de niño y eso sí lo recuerdo, no me lo contaron, era sensible y sentía en carne propia el dolor del mundo, llegué a creer con tanto miedo aprendido que lo del volcán era resultado de mi pelea y busqué al compañero de la pelea y le di un abrazo, desde ese tiempo soy un abrasador compulsivo, hasta en una oportunidad me despedí de abrazo de un señor que me robó en el centro de la ciudad.

Luego fue el disparate de querer llegar a ser alguien, de niño las cosas eran más sencillas, cantaba y elevaba cometas corriendo por las calles, y de pronto llegó la música. El primer instrumento que tuve fue un tambor hecho con un tarro de galletas, Miguel, de quien fui su nieto adoptivo, lo fabricó para mí y de un palo de escoba labró las baquetas, tan ta ta tan, redoblaba por el corredor de la casa, ta que te tan, por mi calle empedrara, cuando era hermosa y bien habitada, tan tara tan tara tan tan tan, y a cada golpe se asomaba un vecino y chistaba: a mi paso se unían otros niños simulando con las manos la trompeta, mi hermana chocando las palmas de las manos cantaba chis chis emulando los platillos y el juego de niños era una fiesta, Gunter Grass se hubiera sido de aquí también habría tenido su tambor de hojalata, las mismas historias ocurren en todos los lugares.

El ruido disminuyó y el tambor terminó de matero junto a una bacinilla de peltre, los vecinos se unieron para demandarle a mis padres me fuera decomisado el ofensivo instrumento, se acercaban las novenas de aguinaldo y no querían soportar más ruido, sólo se aceptaban las panderetas hechas con tapas de gaseosa, tambores no, terminantemente prohibido.

Para compensar la decisión que me dejaba sin instrumento, mi abuelo  se manifestó desde el más allá, lo hizo a través de una dulzaina alemana, los muertos saben cuándo regresar con su misericordia, él supo que ese día llegaría, así que dispuso antes de morir del instrumento de viento para que llegara a mí a través de mi madre que la tuvo en custodia hasta que yo tuviera la edad de merecerlo, seguro para que  cuidara bien de aquel legado, lo más probable es que haya sido para que no perdiera el interés en la música, así que en lugar del tan tan tan, ahora me pasaba los días sonando el do sol sol la sol si do. 

Lo que soy se lo debo a mis muertos, creo en ellos, en lo que me dicen, en sus voces que se erigen en la literatura, la música, en la filosofía, en la oralidad, en el lenguaje cotidiano que nos inventa. Nunca he sido relevante, ni famoso, ni guerrero, ni un artista, tiré abajo la flecha que me señalaba y en su lugar puse un signo gigante de interrogación y de pregunta en pregunta he ido encontrando los respectivos silencios como respuesta.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

martes, 8 de noviembre de 2022

RELATO DE SIMÓN COLORADO


Empireumático, con unas notas de nostalgia al fondo de los ojos, en la boca una presencia dulce que se advierte en sus palabras, pero ¡atención! también tiene un carácter decisivo cuando se requiere, lo que ofrece un fondo cítrico si se detienen el tiempo justo para una conversación.  

No es muy claro qué lo tiene viajando por estas tierras, no sabe la lengua local, a duras penas se expresa en italiano, pero ahí va, conversando con todo el que se encuentra y sembrando su amistad como si de flores y cantos se tratara.

De naturaleza noble y propenso a los abrazos, cree que la buena voluntad de las personas hace posible todo.  De buenas en el amor y de malas al mismo tiempo.

La curiosidad es la fuente de su aprendizaje, se puede arriesgar la hipótesis de que esto es lo que lo tiene de paseo por la vida, es un preguntón; gusta del vino, del queso, el chocolate y las mujeres, se deja llevar, es un apasionado, su corazón es un espejo, nunca se le ha roto pero a veces se empaña y no se ve su propio reflejo.  ¿A quien quiero engañar?, su corazón se le rompió en una caída jugando al malabarista y desde entonces en su lugar hay una radiola girando sin disco en su centro; por eso hace canciones, tonadas, que son la banda sonora de su optimismo que florece cada mañana y en las noches mengua y guarda en un cajón.

Tiene buen sentido del humor, se esmera en sacar sonrisas, está convencido de que algún día, en algún lugar, alguien lo espere con la misma entrega con que el sigue esperando, debe ser por eso que constantemente sale de viaje, porque lo interesante de la espera es la búsqueda no la quietud, y sin embargo suele dejar los remos reposando a los lados de su embarcación y se deja llevar, lo más difícil de ser profeta es la coherencia -dice- y se rasca la cabeza con risa sarcástica. 

Le gusta escribir, pero es consciente de que no es bueno en el oficio, hoy en día todos escriben, todos publican libros, todos son poetas o historiadores y eso le abruma, hace referencia a un cuento de Cortázar llamado “fin del mundo del fin”, donde hay tanto libro que tierra y mar están repletos, mejor cantar o mejor quedarse callado, pero como le importa un ápice ser vehemente con su doctrina, sigue escribiendo y sigue cantando porque no encuentra otra cosa que hacer, igual, la insatisfacción ocurre escriba o no.

Nacido en un pueblo, de padres nacidos en un pueblo, de abuelos nacidos en el mismo pueblo, y estos descendientes; los unos de un libanés y los otros de un comerciante español.

Desde pequeño mostró interés por la música, la literatura y las artes escénicas, actuó en algunas obras de teatro en el grupo de la casa de la cultura de su pueblo, donde también fue monitor de música y dio su primer beso recostado en una guadua que servía de soporte al techo de aquella casa vieja a punto de venirse al suelo.  De grande siguió dando sus primeros besos con la sensación de que algo estaba por venirse encima. 

Los años lo han vuelto silencioso, reservado y desconfiado, sabe cuando le mienten, lo aprendió en sus relaciones amorosas y otras ficciones, muele el café que se va a tomar todas las mañanas, previamente toma agua tibia con limón para anunciarle al estómago que le llegó un nuevo día de placeres, en ocasiones se revela, pero una amiga italiana le regaló una botella de mirto y con un trago todo se soluciona.

Comprometido con él mismo y con ser luz para su camino, constantemente hace las paces con su soledad, no le tiene miedo al invierno, pero si a los rayos, es agnóstico, pero cree como Aquiles Nazoa en muchas cosas, por ejemplo, cree en su familia; en las lágrimas de Otilia, en la nostalgia de Raúl y en la nobleza de Natalia su única hermanita.

Durante este viaje me encontré un par de veces con el y me quedé mirándolo fijamente, esa es otra cualidad, sabe mirar directamente a los ojos y dice lo que siente y piensa, a veces nos desarma con un comentario, es muy ácido, muy concreto, y aunque es impaciente, me sorprende su sumisión en ocasiones con algunas personas que tal vez no merecen su bondad, su buena voluntad, ni su amor; pero así es, es una buena persona en todo el gran sentido que esa palabra puede abarcar y yo me siento privilegiado de parecerme un poquito a él.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa



miércoles, 2 de noviembre de 2022

EL SUEÑO DEL GIGANTE


Estoy debajo de la lengua de un gigante amable, que lame una amanita muscaria. 

Fluctúa la sonrisa de la mariposa sobre la flor que con su espiritrompa acaricia, lame y chupa y dulces libaciones caen de la guitarra de Andréx que multiplica en dos el acorde disminuido que reposará en modo menor...

Viajando desde el fondo de la pared la mancha de humedad se difumina con el humo sagrado que fluctúa en la polirritmia de su danza.

En colibrí estrena su pedal de efectos, en serpiente se desplaza el fraseo sobre el mástil de ébano, en jadeo cadencioso se empecina el coro.  En ebriedad disonante se enciende continuo el bajo.

El glockenspiel demanda brillos y la trompa responde, los toms respiran su altura y saltan al viento su estremecido llamado.

Todo recién envejecido, todo tan naciente. Yo tan todo, tan nada. Tan alto y cayendo.

¿Qué hay aquí?, intuyo una sombra, pero no hay quien responda al fondo del cuarto oscuro.

Sospecho que estoy muerto, así es como se ve la muerte desde adentro,

una cadencia exquisita cuyo motivo lleva al inicio, siempre al inicio,

mientras los que están afuera lloran y rezan yendo al final siempre al final.

 

Carlos Andrés Restrepo Espinosa


martes, 25 de octubre de 2022

EL TUBO DIGESTIVO DE MELINA



Melina abrió la puerta, respiró profundo y de un salto ganó la calle, el día con sus estridencias se abría a su paso, el sol brillaba impasible en los parabrisas de los carros, buscó los lentes negros en su bolso, no los encontró, seguro los dejó olvidados en algún lugar, hizo un breve repaso y recordó la última vez que se los quitó, en la cómoda junto a la cama, -ahí están buenos- se dijo y usando su mano sobre la frente como visera a grandes pasos se sumergió en la multitud, disolviéndose con sus preocupaciones en el batiburrillo de personas que circulan a diario afanadas sin destinos ciertos.

Melina tiene un nombre muy bonito, su madre se lo puso por la canción de Camilo Sexto, no por Melina MerKoúri de quien no tiene la menor idea quien es, es una privilegiada, pues en los contactos de sus amigos su nombre es único y no requiere de apodos o indicaciones extras para recordarla, Melina y ya sabes quién es.

Pese a lo especial de su nombre, a su belleza y a los encantos de su personalidad, ella es una mujer triste, le duele el pecho justo al lado del corazón, y los ojos se le nublan cuando ciertas emociones le llenan la mente de ideas oscuras, perdió las ganas de amar y todos los días para disminuir el inmenso caos que lleva en su interior sale a la calle con la esperanza de que el ruido del mundo haga ver insignificante su dosis personal de frustración

Un nudo en el estómago siente Melina al despertar y recordar que está viva y que la espera un nuevo día para enfrentar sus miedos, las tristezas, la ansiedad y los sustos repercuten en su panza, de manera inversamente proporcional a los días en que el amor con sus famosas mariposas aleteaba al unísono y despertar era una fiesta. 

El tubo digestivo de Melina tiene 500 millones de neuronas, 5 veces más neuronas que la medula espinal, el tubo digestivo es el fabricante del 90% de la serotonina, la hormona y neurotransmisor más importante en los estados de calma y de felicidad, el BDNF es una neurotrófina, un factor de crecimiento de nuevas neuronas y conexiones, este nace en el tubo digestivo y llega al cerebro, es básico para que nos reinventemos, para reconocernos, el 80% de defensas del sistema inmune depende del tubo digestivo. Ella lo sabe, se lo dijo un amigo médico, pero esa información es irrelevante, cuando se está mal solo hay tiempo para estar mal.  Melina sabe que ya ha sufrido suficiente, que es adicta al dolor, que le gusta sentir lástima por ella misma y que sus amigos ya se están cansando de motivarla, su actitud alejó paulatinamente toda posibilidad de una nueva relación. 

Melina decide entrar en el silencio, en la meditación, y su tubo digestivo que tiene cerebro propio empieza a mandar mensajes a un sitio especial del encéfalo llamado: Ínsula de Reil y empieza la magia sanadora del cuerpo, su corazón que tiene 40 mil neuronas envía información, a través del ritmo eléctrico, el ritmo electromagnético, el pulso de presión del corazón como un tambor en la selva, envía mensajes directos al cerebro y al tubo digestivo.  

Después de tanto dudar y de escuchar hasta el cansancio las indicaciones de Mario Alonso, su gran influencer, Melina entra en el silencio, y gracias a la meditación, sincroniza el cerebro y su corazón está en armonía. Está alerta, cuando hay amenaza a su fragilidad, esta sincronización desaparece, el corazón se vuelve arrítmico, el tubo digestivo se altera, y los dos hemisferios del cerebro se desincronizan. Melina ahora trabaja procurando mantener los tres órganos latiendo al unísono para sentirse saludable. 

Y en ocasiones, sale a la calle a perderse un poco entre los demás para asumir la irremediable fatalidad del ser.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa


lunes, 3 de octubre de 2022

SANTITOS




“Ser un nuevo santo, es no tener seguidores, ni corrientes, es no tener una filosofía ni ocuparse de teologías de salvación y de eternidad. Los nuevos Santos nos invitan a responsabilizarnos por el día a día, creando como humanos la labor que nos brindará el pan nuestro, porque: ¿de qué sirve la chispa vital que nos asiste si no es menester propio provocar el milagro?”.
Extracto del libro: Los Nuevos Santos y sus Costumbres, de Andrés Restrepo. Pag 96


Santa Matilde de los Huertos y San John Jairo de los Dolientes,

-Protejan nuestros destinos-

Todos somos santos, tenemos la bendición en nuestras manos, el misterio en los ojos y el brillo incandescente en el aura, es nuestro arcano convertir en camino las acciones, servir al mundo, ser uno para todos, sembrar semillas, construir conciencia, abrir mentalidades, no ser serviles sino enseñar el valor en amor y en reciprocidad.

La santidad es un camino que se recorre antes de morir, es una herencia, la santidad es una invención, pero no humana, es creación mística del cosmos, santa es el agua, santo el viento, el fuego y la tierra que nos alberga, son más que elementos, son las formas físicas en que se nos revela el misterio de la vida. Ser santo es tener el poder de seguir habitando la tierra, estremeciendo las hojas en las acrobacias de su muerte, saciando la sed de los venados y quemando de naranjas los crepúsculos con la esperanzadora luz que volverá en la aurora. 

Todos estamos destinados a la santidad, pero no todos elegirán el camino, hay muchos distractores, por eso celebramos el advenimiento de la luz, la epifanía que nos revela el momento en que un santo se nos manifiesta en vida mientras recorre el camino de su santidad sin saberlo, los santos viven una vida mística sin aspavientos, viven coherentes a la libertad que los trajo al mundo, saben dar y enseñan el asombro de la reciprocidad, pero nos confrontan y en ocasiones nos incomoda vernos en su espejo, es más fácil dejarse llevar por la multitud, que escuchar la voz interna cuando nos habla en las palabras de un amigo. Afortunado el que encuentra quien le haga escuchar su propia voz.

Santa Matilde de los Huertos y San John Jairo de los Dolientes, fueron iniciadores de universos en un lugar en que la hostilidad los señaló, en un espacio donde los amigos de la oscuridad han gobernado. En medio de muchas dificultades hicieron su reino, son santos, ascendieron, fueron grandes maestros en vida y ahora en su nueva forma son brillo universal, herencia astral, sin preconizarlo en la tierra fueron místicos contemporáneos, ahora son nuestros nuevos guías espirituales.

Del nuevo día que la existencia nos trae son portadores de milagros, al invocarlos las flores se abren en su esplendor trayendo las semillas de nuevas mieles, los campos se alborotan con sus frutos y las dolencias mayores se vuelven menores y las menores responsabilidad propia de los que saben creer que un abrazo o una broma nos pueden sanar. Podemos pedirles todos sus favores y se harán posibles por nuestros propios medios.

A ellos debemos gratitud y memoria, es la única ofrenda, no son Santos comunes, no necesitan un día festivo, porque ellos son la fiesta inmarcesible, no se manifiestan a través de rezos, lo hacen cuando al hacer el bien los nombramos, habitan la elocuencia de nuestros actos. Encienden en nosotros la esperanza que va más allá de los sueños, la esperanza que vence a la misma muerte y nos iluminan en la creación de nuestro propio camino.

Hijos de un pueblo dónde la poesía ronda las calles para alumbrar a los mortales y donde la oscuridad repta para no dejarles ver hacia arriba, entregaron su vida al prójimo y ahora en su eternidad nos regalan la lucidez de hacer nuestro el camino y sus lóbregas jornadas, en pos de un mejor vivir.  Les antecedió Santa Laura y ella les abre el portal para ascender a un nuevo cielo.

Cuando el viento nos despeine es San John manifestando su presencia, anunciando que estamos vivos y que es menester propio trabajar responsables en forjar nuestros propios milagros, encontrando la sanación en los actos cotidianos, no en las medicaciones. 

En el dulzor de una mandarina, en el frescor del campo, en el movimiento constante de la luz que siembra de colores vivos todo aquello que miramos, siempre estará Santa Matilde invitando a convertir nuestra vida en una estrategia constante, en un proyecto personal, en dar lo mejor y compartir con los demás la sabiduría que vamos recogiendo cada vez que abrimos los ojos. 

Ese es su legado, su santidad nos bendice, se manifiestan a través de nosotros y nos revelan que cuando hacemos el bien a los demás estamos trabajando en nuestro propio bien. Benditos sean ahora y por siempre.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa


viernes, 30 de septiembre de 2022

ME DAN GANITAS

Me dan  ganas de amarte con mis palabras y volverte literatura, me dan muchas ganas de verte y me aguanto no por estoico sino por darle motivos a la melancolía.

Me dan ganas de decirte que te quiero, pero no quiero que lo sepas.

Me dan ganas de salir al bosque y esperar detrás de un árbol a que pases  cantando enfundada en tu buso rojo, y ¡zas!, pero aguardo a que ocurra la feliz coincidencia en el mercado de libros.

Me dan ganas de prometer nada que nos acostumbre, todo aquello que nos reclame, reir un poco de dicha incoherencia y abrazarte en la oscuridad, al lado izquierdo de la cama debajo de la cuál están los cadáveres exquisitos de mis alegrías pasadas.

Me dan ganas de revolver tus cabellos en mi almohada, besar tu boca que me sabe a... boca, pegar mi cuerpo al tuyo una vez más y compartir sudores y otros jugos más heterogéneos, sentir tu pie desnudo jugado al sube y baja en mi pantorrilla.

Me dan ganas de tratarte bien para que me trates mal, me dan ganas de extrañarte para que no me olvides, me dan ganas de olvidarte para que te quedes por siempre en este poema.

Me dan ganas de ponerle tu nombre a estos versos libres que te escribo, pero es tal su libertad que no hace falta, ya tu sabes que es a ti a quien los dedico.

Me dan ganas de amarte con mis palabras y volverte literatura. Pero sólo por hoy  elijo la abstinencia y guardo mi deseo para otras noches.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa


Medellín 20 de septiembre 2022 


lunes, 19 de septiembre de 2022

GIROS




Toda luna, todo año, todo día, todo viento camina y pasa también. 

También toda sangre llega al lugar de su quietud.

Chilam Balam.


A oídas, luego indago y escribo, es mi método. Me gusta andar por ahí “parando la oreja y escucho unas cosas que no se han de imaginar, todas me las creo y después las descreo.  Casi no hago preguntas, las personas suelen andar por el mundo contando su vivir, como si su existencia dependiera de su propia narrativa, alargan su tiempo de vida prolongando las historias, unos son muy creativos, en cambio otros repiten la misma historia cada vez y la cuentan como si fuera la primera, olvidando que el público ya conoce el repertorio, sobre todo le pasa a los más viejos, con el paso de los años nos volvemos monotemáticos, repetimos el cuento por miedo al silencio, al olvido, al abandono y a la misma muerte.

Cuando la narrativa empieza a dar vueltas, entonces pregunto y el narrador se encauza, si mas adelante se desvía, pregunto de nuevo, así logro avanzar en la historia y al final me doy cuenta que me la he pasado dando vueltas, que al pretender linealidad no logro mas que entrar en un bucle del lenguaje, un profesor muy sabio y barbudo que tuve le llamaba dialéctica y decía que era como una espira, yo nunca entendí, pero imaginaba un resorte Slinky, ese que de niño tomaba con ambas manos y se enrollaba de lado a lado sin gracia alguna, pero que en las manos adecuadas ofrecía elegantes acrobacias y hasta lo vi subir y bajar escalas. En fin, como pueden darse cuenta, un texto puede avanzar en sus líneas sin avanzar en su contenido, se pueden llenar páginas, publicar libros, colmar el mundo de palabras, pero eso no indica que haya una unidad narrativa de por medio, o un gran aporte literario y resulta divertido, porque después de todo, toda historia tiene algo de aburrido en el decurso de su existencia, las mejores novelas tienen capítulos sórdidos y pesados que a duras penas los leemos entre bostezos y cabezazos, como la vida misma, por fantástica que esta sea, hay días que provoca no vivirlos y su evocación nos produce malestar.

¿Qué quieres contar realmente? -me digo- y me respondo: -realmente- nada.

Lo que cuento es ficción, es algo que no ha pasado, pero que me está pasando y nunca nadie más sabrá que pasó, salvo que lea esto que escribo y consiga entenderlo, porque he puesto tantas trabas en estos extensos párrafos que ni yo mismo sé ya para donde voy.

Estaba saliendo del Museo de Antropología de Ciudad de México, había sido una larga jornada dedicada especialmente a la sala de Teotihuacán, me detengo al lado de la inmensa fuente dejando que la brisa me acaricie la cara, en una pared al fondo, entre las líneas de agua aparecen las palabras que uso de epígrafe en este texto, las sentí en mi pecho, como si cada palabra no fuera leída, sino tallada en las paredes de mi corazón, se me fue la respiración, sentí un sonido agudo y de repente todo a mi alrededor dio un giro, estaba de cabeza al mundo, cerré los ojos y alargué las manos de manera instintiva para proteger mi cabeza, empecé a caer en el vacío, de repente estaba de pie en lo mas alto de la pirámide del sol en Teotihuacán, divisando la calzada de los muertos, quise entrar en pánico pero una voz dentro de mí me dijo: -salta- y sin tiempo a pensarlo me impulso y ya estoy en la pirámide de la luna, no había una explicación racional, era yo un fluido, no había peso, sabía que tenia cuerpo, no lo veía, ni lo sentía, pero en aquella situación era dueño de mis movimientos.

No espero que me entiendan, pero así era, cuando apenas descendía en la cúspide de la pirámide de la luna, sentí la pulsión y de nuevo doy un salto y regreso a la pirámide del sol.  

Una alegría profunda me invade, y una voz que no es voz, sino un pensamiento dice: soy tu muerte y sonríe, hay que prepararse susurra, morir es un salto, siento como si los pies estuvieran en llamas y me impulso y vuelo,  ahora estoy en el cerro Tonalan, muy lejos de Teotihuacán, pero alcanzo a verme en la punta de la pirámide del sol y en la punta de la pirámide  de la luna, yo soy tres personas y los tres saltamos y nos encontramos en el aire, tres estelas de luz viajando por el valle cayendo o ascendiendo, describiendo formas caleidoscópicas. Mucha seguridad y confianza me asistían, la muerte hablaba y decía: salta, juega, entrena tus pantorrillas, prepara tu corazón, limpia tus pulmones, fortalece tus omoplatos, de allí saldrán las alas que te elevarán en tu vuelo final, pero por ahora juega, salta, diviértete, hasta que sea el momento adecuado no dejes de jugar.

Con un corrientazo frio que me heló la espalda regresé al museo, seguía debajo de la fuente, no solo la brisa me acariciaba la cara, estaba empapado, una mujer a mi lado sonrió, -siga jugando que le luce- y se alejó saltando. Así no más. 

Cierro los ojos para descansar del exceso de luz y al abrirlos de nuevo estoy sentado en una pulquería, sostengo un vaso de pulque de tuna en las manos, a mi lado una mujer con los brazos llenos de tatuajes me extiende su copa y brindamos, cuando chocan los cristales mi mano atraviesa su copa y sigue de largo por su brazo así como cuando se pasa por enfrente de un proyector, retiro rápido mi mano, ella me mira fijamente, mi vaso ahora está vacío, a los pies un perro descansa con su barriga en el piso y me mira, su  lengua es azul y los ojos verdes, miro al perro, el perro mira a la mujer, la mujer me mira, yo recorro con mi mirada a los dos y reparo en mi vaso que ahora está lleno. Al fondo suena Café Tacuba: no me hubieras dejado esa noche, porque esa misma noche encontré un amor...

Las narrativas dan vueltas, la mujer de la pulquería y yo damos vueltas, en una de esas vueltas resultamos en la plaza de mi pueblo conversando y tomando café de esos que cada vez son tan caros que empiezo a extrañar el pulque.  Sigo girando, mi método es atraparlos y mantener su atención para no sentirme solo, por miedo al silencio, al olvido o al abandono, hasta que llegue al lugar de mi quietud.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa


sábado, 17 de septiembre de 2022

FANTASMAS



A las cuatro y media de la mañana, instante en que la noche es más oscura, una sombra inmensa avanza por las calles del pueblo, las personas de bien procuran no estar fuera de sus casas en aquél tétrico momento, lo que menos desean es encontrarse con tal aparición.
La corpulenta sombra avanza trastabillando por el empedrado, de sus manos sale una llamarada que refulge en la oscuridad y le ilumina el camino.  Unas inmensas garras se reflejan en la penumbra como aterradoras tenazas dando la impresión de rasgar los cortinajes de las ventanas, tras las cuales los niños se encogen petrificados entre las cobijas, a los que les sorprende despiertos no les deja otra opción que amanecer helados tras hacerse pipí en la cama.

Algunas personas dizque valientes o borrachos que sorprende la madrugada saliendo de algún lugar de lenocinio, han intentado salirle al paso y enfrentar el espectro, pero éste convierte la llama de fuego en un bastón y con un invisible golpe lo descarga sobre la testa del incauto que despierta patitieso con los primeros rayos del sol, tirado sobre un andén.

Su recorrido siempre es el mismo y en el mismo lapso, esa es una característica esencial de los fantasmas, su puntualidad, bueno hay que reconocer que algunos son mas esquivos, dicen que el bulto sabe a quien le sale, pero este, podría decirse es de los más organizados al respecto, muy democrático, a todos les sale, incluso cuentan que de día también se manifiesta y ¡ay! de aquel que se lo encuentre. 
Imperturbable, ni los rezos, ni las mandas hechas por las señoras de la Legión de María le han hecho desistir de su impecable labor de espantar.
Camilo sale de su casa, el tintineo de su llavero va acompasando sus pasos que se mueven con ligereza en la oscuridad, conoce de memoria el camino a fuerza de toda una vida de  recorrerlo en la oquedad de las cuatro de la mañana, siente tal vacío que suele pensar en que es la única persona en pie sobre la tierra, se detiene un instante para apreciar con detenimiento aquel pensamiento, pero el afán le asalta de nuevo, da un fuerte resoplido que hace eco en las callejas y continúa su monótono camino de las madrugadas.

Al acercarse al templo por la puerta del perdón, toma su llavero del cinto con la misma agilidad que Paul Newman tomaba su arma en el último western que vio en el cinema Santamaria a escondidas del párroco; donde este se dé cuenta de tal impureza Camilo podría perder su puesto de vestir santos. 
Le da tres giros a la cadena, las llaves se van ordenando de mayor a menor entre sus dedos, en una suerte de malabarismo que surte efecto porque lo hace sin pensar, es como si el llavero tuviera memoria y se organizara de tal manera que las puertas del templo se abren con la agilidad de un relámpago, de repente las bisagras seden a un leve empujón y en cuestión de segundos las cuatro puertas de acceso están abiertas de par en par.

Se dirige a la sacristía para poner en orden los ornamentos, dispone las vasijas para la celebración, enciende las velas del altar, cambia el agua de los floreros que empiezan a apestar pese a sus radiantes colores, cuando ya tiene todo en su lugar se dirige al campanario, toma en sus manos los lazos y de un tirón saca del sueño al pueblo avisando que la misa está próxima a empezar.

Cuando suena la última campana anunciando primero para misa ordinaria, en la esquina del café Macondo, hace su aparición una espectral figura, Camilo desde el atrio la ve, en lugar de sentir miedo, sonríe, busca la camándula entre el bolsillo, aprieta con el dedo pulgar el rostro del crucifijo y empieza a rezar el padre nuestro, como si esto molestara a la aparición, la llamarada en sus manos se crece fulgurante, de una zancada atraviesa la plaza y se para enfrente del sacristán, siente la presencia helada y sin moverse de su sitio sigue su rezo imperturbable, las veladoras del templo ofrecen una aura santífica detrás de Camilo, quien sigue su rezo ahora en vos alta.  La figura parece cobrar forma humana, la llama de sus manos se apaga, y de su garganta sale una voz áspera de mujer; pero no por ello menos fantasmal, que se suma al rezo.  Camilo imperturbable termina su oración con un ¡Ave María Purísima! Sin pecado concebida -responde la aparición-.

¿Te has dado cuenta de que los dos nacimos para ser fantasmas? -le dice Camilo a la particular mujer que la aurora, deja entrever ataviada en sus excesivos ropajes como una gitana- 
No creo -responde la mujer- nosotros nacimos para ser historia, los fantasmas son todos los que siguen a esta hora dormidos. 

Camilo gruñe, es su forma de respirar, gira sobre sus talones y regresa al templo, la mujer le sigue en silencio con sus rengos pasos, al interior las veladoras ofrecen un cálido abrigo, un olorcillo a parafina perfuma el ambiente y cada uno se va disipando indiferente en sus umbrosas funciones, están tan convencidos de su oficio que parece que estuvieran vivos.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

domingo, 11 de septiembre de 2022

RONDA DE MADRUGADA


Me decanto a las tres de la mañana, hora en que dicen, se abren los portales de otros mundos y algunos humanos abren los ojos y se desvelan.

Me decanto, me entrego a la disritmia y reorganizo mis progresiones armónicas, vuelvo a la fundamental.  Restituye la primera inversión la agnición de mí humanidad en un nuevo cuerpo.

Me decanto por placer, no por necesidad,  me decanto como hace el vino en caída libre en una copa, me decanto por asuntos físicos, por ajuste de cuentas, por separar mi sangre de sudores y otras mezclas heterogéneas.

Me decanto más por intensidad que por densidad, me decanto a solas, sin ayuda de manos extras, me decanto y me encanto, me asombro y conmuevo, resuelvo lo de santurrón y desnudo reinvento mi canto.

Me decanto a solas, sin testigos, me decanto como hace un beso en caída libre en una boca, me decanto por el místico placer de separar el deber de la necesidad, para volver a conciliar el sueño y despertar en otra cama decantado en otro cuerpo y así alcanzar el olvido.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa


sábado, 3 de septiembre de 2022

TE INVENTO

Todo lo que digo es mentira, -tu dirás- falsario corazón urde sus hilos. 

Yo digo que es invención y es muy distante a la mentira, el que miente engaña, el que inventa abre compuertas de otras dimensiones.  -Pura carreta- dirás de nuevo, pero, -si me la pones así-, diré que eres mi mejor invento y no te miento, porque no soy capaz de serle deshonesto a la razón.

Miento en todo lo que digo, pero debes tener en cuenta que hablan por mí las flores negras de ese pasillo que de mí no quieres saber, y el arcoíris de Louis Armstrong que sembré en tu cenit y rechazas tanto como a los duendes que habitan tus ojos. 

Y, sin embargo; danzas y sueltas tu cabello con tu exquisito escepticismo. Me dejas solo la alternativa de mentir, para que te des cuenta de que en verdad eres el motivo de mi canción. 

Carlos Andrés Restrepo Espinosa


jueves, 18 de agosto de 2022

OTTO EL INDÍGENA


Otto vive en la calle Lilienthal, un tocayo suyo también alemán que se le adelantó a los hermanos Wright en el sueño de volar, Otto se declara a sí mismo indígena y sostiene con vehemente actitud que en alemán no hay una palabra para definir a las personas que son naturales o natas del lugar, así que usa indígena, le sugiero probar con nativo, ancestral, primitivo, originario, pero con un no tajante que sonó a nai, como el nanai cucas de mi mamá para negar un  permiso, queda zanjado el asunto,  así que Otto es un indígena alemán que vive en una casa normal, de un pueblo llamado Köngen, junto a una hecha con códigos de la antroposofía y que me llevó a ver para que notara que no usan ángulos de 90 grados, yo vi una casa normal con las ventanas a punto de venirse abajo, ese debe ser el misterio de la dichosa ciencia.  A unos cincuenta pasos, yo los conté, tiene un jardín, con una casita en la que cabe un mueble, una chimenea, una estantería con herramientas de trabajo de campo y una mesita en la que reposan un candelabro y una tabla para partir el pan y dos pocillos de peltre pelados en sus bases, como las bacinicas de la casa de una amiga, en la que ahora de repente estoy pensado.

Köngen, para los alemanes es un nombre especial para una ciudad, suena un poco a Congo - en alemán escrito Kongo, pero esa no es la raíz etimológica, Kongario era el nombre de este lugar en tiempos del imperio Romano. También la pronunciación es especial "Kö ng en", según las reglas de pronunciación ng se pronuncia como "King" también Bin go, Ri ng, singen... pero "Kön G en" como "G uest", se entusiasma Otto al explicar cuando le pregunto por el nombre de su pueblo y continúa: mi madre nació aquí, mi padre nació en Plochingen, al lado de Wernau.  Cuando era niño veníamos a visitar a nuestros abuelos a Köngen que para entonces se llamaba "Dorf", incluso Bauerndorf.

Plochingen era un Stadt (ciudad), estaba orgulloso de crecer en un Stadt y no en un Dorf (pueblo) como Köngen, sin mierda de vaca en el camino, sin estúpidos granjeros de un "Kuhnest" (nido de vacas) Unos años más tarde con la industria en crecimiento y las personas que ganaban mucho dinero y necesitaban espacio para construir bonitas casas con grandes jardines, muchos de los "Bauernlümmel" de repente se volvieron muy ricos y vendieron muy rápido sus campos a otros más ricos a precios muy altos.

Todavía hoy Köngen tiene una cultura y tradición agrícola mucho más fuerte que Plochingen. Hace una pausa, se queda mirando en dirección a su Jardín, me pide que le ayude con una tarea de campo, lo acompaño, me entrega guantes de trabajo, movemos objetos de un lugar a otro, apilamos unas piezas de metal al pie de un barranco, le cambiamos de lugar a unos leños, transportamos un larguero en una carretilla por el prado, en fin; una sucesión de tareas en apariencia innecesarias, después me di cuenta que lo que quería era compartir conmigo lo que hacía un granjero cotidianamente en su jardín.  Con las tareas a medio hacer nos fuimos a tomar el té y luego dimos un paseo en su vespa.

Otto vive solo, está solo desde que puso su vida en el campo por encima del amor, de la compañía, de sus propiedades en París, de la riqueza y el bienestar que estaba teniendo al lado de Irina su compañera.

Terminó su relación, dividió sus bienes y huyó, sin más motivos que la fobia a la ciudad y el amor por su jardín, que no es más que un terreno inocuo lleno de proyectos que nunca consuma, porque, ¿qué gracia es realizarlos?, el sentido está en levantarse todos los días y pensar en todo lo que tiene por hacer.

Los radicales pueden ser dueños de sus decisiones, pero suelen tener unas vidas solitarias y se les ve por ahí, desandando nostalgias y aprovechando cualquier momento para la conversación con personas advenedizas, porque es lo único que nos queda después de la terquedad, reconocer, aunque sea tarde que el otro es necesario y que quizás un poco de mediación, puede facilitarnos la vida, después de todo, nada es para siempre, pero que grato es poder vivir la brevedad, en la eternidad de un abrazo.

Para ser un schwäbisch (suabo), este alemán del sur tiene un carácter más parecido a mi tío Hernán, dueño de la finca La Amapola ubicada en estrella vieja, vereda del municipio de Jericó en el suroeste de Antioquia en Colombia; la finca después quedó en poder de su hermano y de su mal gusto, quien le cambió el nombre por finca Andrómeda. Otto es recio mas no cerrero y es crítico de su país y de su identidad, pero ama la tierra en que nació y a la gente que se encuentra les dice pueblos, hay muchos pueblos haciendo fila, vamos a otro lugar, hay mucho pueblo en esa cafetería mejor no entremos, ¿porque no les dices gente o personas? -le pregunto- y me responde que en alemán para todo hay una palabra exacta, pero para las personas no hay una sola clasificación, así que todos son la sumatoria de todos, son pueblos andantes, no tuve que más argumentarle.

Regresamos al pueblo, la vespa que nunca superó la velocidad de veinte kilómetros por hora inicia su ascenso hacia la calle Lilienthal, al fondo se puede ver la entrada de la casa de Otto llena de botellas de aceite de oliva y frascos con aceitunas de variados colores, por estos días tiene de huésped a una familia griega y se nota desde la portada de su casa la influencia de la cultura helenista en estos pagos del sur.

Pero también existe una “dama mágica", es de Polonia, a veces pasa, linda sensación para Otto, quizás y probablemente mejor la ilusión que la realidad, me dice en voz baja, -algún día la invitare a tomar algo a mi jardín, esta eventualidad es suficiente para inspirarme para más actividades, debo aprender a ser modesto a mi edad.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

 

jueves, 4 de agosto de 2022

EL DUENDE DE LAS SEMILLAS


A mi primo hermano Francisco.

Me conocí con un señor Bernardo Echavarría por intermedio de Corantioquia. Empezó encargándome semillas de los montes nativos de Jericó para su vivero, con lista en mano de las especies, me adentraba en los montes y ellos me fueron enseñando, aprendí a conversar con los duendes para que no me envolataran, el monte me fue revelando sus secretos, sus criaturas y divinidades se volvieron mis amigas y en sagrado respeto me fui volviendo uno con ellos, ya no era un advenedizo visitante, por mi espalda se deslizaban las serpientes  “juetiadoras”, mis pasos entre la hojarasca ocurrían como el canturreo de las mirlas, el aleteo de aves silentes o el siseo del cusumbo que olisquea entre las raíces los hongos mágicos que enlazan con el micelio, infinitas conexiones neuronales del subsuelo, tanto como los místicos viajes de la nave Discovery en su último viaje a las estrellas.

El vivero “Tierra negra” investigó sobre mi procedimiento en las montañas, supo de mis saberes y me invitaron a trabajar para ellos recolectando semillas, lo hice por un tiempo hasta que un día decidí no ser su jornalero, desde entonces yo mismo siembro las semillas y vendo los árboles.

Al conocimiento ofrecido por la naturaleza misma, vino el de los libros, llegaron enciclopedias, documentos, manuales y manuscritos en los que aprendí de botánica y así relacioné mi conocimiento empírico con datos científicos, producto de investigaciones y de aportes hechos por profesores de universidades que me buscaban para que les sirviera de guía en sus salidas de campo con grupos de estudiantes.

Este pueblo es uno de los más ricos en montecillos, en sotobosque, donde están perfiladas las últimas especies endémicas, en cualquier rinconcito hay un universo de vida en floración y yo conozco todas esas trochas donde habitan la Calatola, los Yolombos panopsis (extremadamente escasos, casi que en peligro de extinción), los cedros, los magnolios, los cominos, el gallinazo, los guanábanos de monte; de los cuales en nuestro contorno montañoso apenas quedan cuatro o cinco árboles, los viejos acabaron con el monte, además de maderables, los árboles son de control biológico, atractores de aves, de especies y animales silvestres, pero eso no le importa a nadie, hay mucha indolencia y cada día el monte se muere sin remedio.

En ocasiones yo soy un árbol, conectado a la tierra mi savia me advierte de los ciclos, sé cuándo estoy en floración, en que época mis semillas salen a danzar con el viento o se esparcen en los picos de las aves, en muchas ocasiones mis caminadas por las diferentes montañas las hago en la quietud de mis pensamientos, recuerdo muy bien el día en que fui un Roble, estuve contemplando cómo una familia de loros festejaba entre mis frondas el nacimiento de sus polluelos, otra vez fui un Yarumo y conversaba con la sabiduría de mis cabellos de plata, con las gotas de agua atrapadas entre mis grietas.

En el patio de mi casa, que es muy particular, tengo trescientos Cominos creciendo, paciente espero para hacer la recolección dentro de dos años de las próximas semillas, porque cada cuatro años es su floración.

En las glaciaciones fuimos bosques montañosos, donde habitaron todo tipo de animales silvestres, ellos fueron los promotores de esparcir las semillas y crear el fecundo sotobosque, hasta que un día llegaron los hombres y talaron, sacaron los árboles transformados en maderos y convirtieron el monte en potreros.  Quedaron muy pocos montecillos en las partes altas, donde se esconden los mecafis, el Garrapato cargadero, el Carga agua, el Barcino negro, la Cedrela montana una especie botánica de fanerógama de la familia de las meliáceas y también su pariente la Cedrela odorata.  Por eso hay que caminar, hacer grandes recorridos para poder encontrarlos y esa es mi labor, desde muy niño he recorrido las montañas inicialmente de manera recreativa y con el paso del tiempo con mirada científica.

La gente cuando visita el monte no sabe mirar, no reconoce los árboles, no mira el piso donde la hojarasca esconde las semillas, pasan arrasando, quebrando ramas, cortando con machete para abrirse camino, ignorando que las plantas trepadoras se ocupan de atraer la luz para que las plantas crezcan rápido en los bosques oscuros dónde hay mucho conjunto de vegetación. Cuando se corta un bejuco repercute en un daño terrible, porque un bejuco hace un gran recorrido y con su ausencia se seca una parte considerable del bosque, además son promotores de mucha agua, los canasteros fueron personas muy dañinas, pero las artesanías son un buen negocio, imagine por un momento un solo canasto cuanto daño ambiental implicó.

Los duendes me ayudan con la recolección de semillas, me hice amigo de ellos, no entro al monte con machete, les llevo bocadillo de guayaba, se los dejo engarzado en las ramas y ellos me tiran semillas y me ayudan a sacudir, se ríen, conversan entre sí, yo los escucho, pero no se dejan ver, se saben mi nombre, pero como somos tan familiares me dicen ciiissssco.

Volcán colorado es uno de los montes más ricos en especies, es un campo santuario y está habitado por duendes.  Además de recolectar semillas, bajo costales llenos de basura que la gente deja en sus paseos o los soldados a su glorioso paso, no me gusta ver basura en la montaña, ese creo que es el oficio más importante que yo hago.

Entre el Retiro y la Tenería una vez me encontré un esqueleto humano, con un “huequecillo minúsculo en las sienes”, por el que asomaba una amanita muscaria, pero esa es otra historia y me reservaré el derecho de contarla.

Por ahora no he vuelto al monte, la vida me aquietó, añoro volver a mis largas caminadas por las montañas de mi amado pueblo. Por lo pronto imagino. No estoy muy seguro si soy un hombre soñando que es un árbol o un árbol que sueña ser un hombre, sé que en mi silencio se posan las aves y un rumor de semillas sacude mi memoria, sonrío y se estremecen las ramas de mi abrazo.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

 

 

 

viernes, 10 de junio de 2022

EL ILUSTRE VISITANTE

Al dar vuelta en la esquina de las callejas iniciaron el ascenso hacia el sector de San Francisco. 

En la casa de Antonio Espinosa esperaban con ansiedad, Otilia la menor del primer matrimonio de esta numerosa familia, asomó por la ventana “chiquita” de la pieza de los muchachos, su cabeza, para divisar cuando la visita viniera y así dar aviso al resto de la familia que revoloteaba por la casa ultimando detalles, en una algazara que jamás se había visto.

Primero apareció el sombrero, luego la nariz, lentamente la corbata de flores apretando un cuello robusto y rubicundo de gamonal político, y al lado su primo de Jericó honesto y no tan humilde, pero si trabajador, también engalanado con un elegante traje estilo sastre azul rey, los dos iban apareciendo en escena como si un ascensor los estuviera transportando hasta aparecer completos en el andén, a la altura de la casa de los hijos del padre Cardona.

Cuando las dos figuras se materializaron por completo ante los ojos de la pequeña, esta entró a la casa gritando: ahí vienen, ahí vienen. Y luego se dispuso en la formación junto al resto de la familia.

La calle ofrecía un particular aroma dulce, mezcla de azúcar, vainilla y coco quemado que manaba de la casa de las macanas donde justo a esa hora preparaban los gauchos y colaciones para vender el domingo en la plaza. 

En la casa, se abrió la puerta principal que daba a la carrera tercera, solo se hacía cuando había un acto especial, de ordinario se usaba la puerta lateral, la que daba a la calle novena en dirección a la iglesia de la “pollita”, la casa contaba con tres accesos a saber, la puerta principal, la puerta del medio y el portón, por el portón entraban las mulas, por tanto este regio personaje no podría ser digno de atravesar este lugar, la puerta del medio era para las visitas comunes y domésticas,  así que el honorable representante del estado, ministro de fomento y único primo reconocido de Antonio, entró por la puerta principal en cuyo dintel colgaron guirnaldas, flores y serpentinas.

En los jardines del frontispicio las azucenas coqueteaban con los novios y el amarillo de las siemprevivas les hacía ver como el dibujo de una casita de las que había en la cartilla de coquito.  La luz entraba muy campante por la puerta principal llenando la sala de un resplandor tal, que le daba al viejo mobiliario un aspecto renovado y fino y las colchas y gobelinos traídos por los turcos, daban un aspecto de elegancia y distinción que en la Casa de Nariño se quisieran.  

La familia esperaba engalanada, Alicia su segunda esposa lucía un elegante vestido de muselina comprado en el almacén de los Ojalvo y los dieciséis hijos de los dos matrimonios del anfitrión, dispuestos en orden de mayor a menor (no por edad, si por estatura, porque la armonía estética se había fijado en todos los detalles para aquella visita), lucían también sus trajes de gala confeccionados por los mejores sastres y modistas del pueblo con telas turcas encargadas para la ocasión. 

En cuanto puso el pie en la sala de la casa, la familia dio un fuerte aplauso al visitante, este les lanzó una mirada condescendiente y le ofreció a cada uno un protocolario apretón de manos, pero su interés se centró en el cuadro de Doloritas Espinosa, la abuela de Antonio, que entronizada en la pared central de la sala parecía mirar con desconfianza al invitado de honor.

La visita fue breve, no pasó de la sala, no recibió el almuerzo que se le había preparado con las mejores gallinas traídas de “La Amapola” una de las fincas de Antonio, solo recibió un tinto hecho con café requeme, el que dejó a la mitad y se despidió alegando afán en su agenda y llevándose bajo el brazo, en una cálida modalidad de secuestro, el cuadro de la abuela Doloritas.

De la visita quedaron algunos recuerdos. Otilia la menor, cuenta que José Espinosa (del mismo apellido, pero de otra familia y a quien los tíos le pusieron el remoquete de “Culepito”), el esposo de su hermana Fabiola fue el único beneficiado de esta visita, días después fue colocado en Almadelco S. A en Medellín, dónde inició su vida como empleado público dejando atrás el campo y los menesteres de ordeño, siembra, cosecha y pelea con gansos, perros y gallos.

El Ministerio de fomento  fue creado en 1951 por el presidente Laureano Gómez Castro tras disolver el  Ministerio de Comercio e Industria y el Ministerio de Minas y Petróleos, para reemplazarlos por el nuevo Ministerio, y fue disuelto en 1968, siendo reemplazado por el Ministerio de Desarrollo Económico.  Aníbal Vallejo Álvarez estuvo en el cargo entre el 23 de abril de 1963 y el 17 de diciembre de 1964, durante el Gobierno de Guillermo León Valencia.

Aníbal Vallejo era el único primo reconocido del abuelo Antonio o por lo menos el insuperable del que siempre hablaba, pese a que posiblemente otros de menor raigambre existieran, pero el pelambre no les daba para una recordación tan importante.  

Los otros parientes del abuelo eran simples campesinos que trabajaban a diario para construir una vida, mientras que el primo Vallejo ya había hecho lo posible para que fuera el país el que se encargará de hacerlo por él, cuentan que también tuvo unos hijos bastante reconocidos, algunos de importancia internacional, de los cuales no haré mención en estas líneas para no incurrir en agravios, no vaya y se den cuenta que tienen en la vereda estrella vieja una parentela de campesinos que de puro desmemoriados saben recordar.

Además, para mi sigue siendo un misterio como se pueden ser primos dos personas que se apellidan Espinosa Meza con Vallejo Álvarez, misterios tiene la iglesia, aunque explica un poco la vergüenza de los hijos naturales y esos intríngulis familiares que hacen parientes a Tangarifes y Bedoyas, tanto como a Giraldos y Restrepos (por usar cualquier apellido) así se nieguen el parentesco, la sangre va por dentro.

Estas letras no gozan de la suculenta distinción de la gramática del Caro y Cuervo, pero son mi riesgo personal de dejar constancia de las conversaciones que se tienen en la familia y sobre todo una forma de homenaje a Otilia, mi mamá, y a la tía Fabiola, quienes tienen la costumbre de hallar parientes por doquier.  Fabiola hija del primer matrimonio, nunca tuvo hermanos medios todos eran enteros, porque su corazón era tan grande que abarcaba más allá de un apellido o de una estirpe o de una morrocota de oro, tenía un corazón inmenso de esos que ya en las literaturas colombianas no se hayan, la tía en toda conversación buscaba los vericuetos y enlaces posibles hasta dar con la parentela, para ella todos en Jericó éramos de la misma familia.

El abuelo Antonio, el primo Aníbal, Alicia, la tía Fabiola, los presidentes Laureano y Guillermo murieron, de esta narrativa quedamos Otilia y yo que también vamos a morir. Que alivio.  ¿Se imaginan la responsabilidad de seguir buscando parientes por todas partes, sobre todo en un pueblo donde ya no quedan desmemoriados con recuerdos, sino memoriosos con ínfulas de historiadores?

Con el sombrero en la mano y el cuadro bajo el brazo, el primo Aníbal deshizo los pasos, el abuelo lo acompañó. En la casa quedó la familia en “grima”, sin los ropajes de ocasión se fueron todos al comedor a dar cuenta del suculento sudado que dio hasta para convidar a los vecinos, cerraron la puerta principal, la penumbra volvió a habitar la sala, en la pared quedó un clavo solitario y un recuadro marcado por el polvo y las telarañas recordando la ausencia definitiva de la abuela, nunca mas en su muerte se le volvió a ver.

La calle ya no tenía el olor dulce de momentos anteriores, ahora olía a orín de mulas y cagajón, los dos primos se fueron desvaneciendo en la distancia, no ante los ojos de la pequeña que antes asomaba su cabeza por una diminuta ventana, sino ante los ojos de su hijo, que el tiempo inventaría para que narrara este suceso.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa.


 

domingo, 5 de junio de 2022

MAYO




El día en que yo nací oficialmente es el 13 de mayo, el mismo en que la virgen bajó de los cielos a Cova de Iría, ave, ave, ave maría...

En mayo también se celebra el día de la madre, la fecha es un tanto irregular porque en los pueblos se cambia de acuerdo con las necesidades de desplazamiento de los hijos que viven en otras ciudades o porque al dueño de la fiesta no le da la agenda, porque suelen haber otras cosas más importantes que hacer.  Según el calendario de días internacionales es el 1 de mayo, día en que también se celebra el día internacional del trabajo, supongo que está asociado al día de las madres, (el trabajo que los hijos le dan a sus madres) y ese mismo día se celebra el día mundial del amor y para que nos muramos de la risa, también se celebra el día mundial de la risa.

Pero volvamos al día en que nací yo, que planeta reinaría, por donde quiera que voy, que mala estrella me guía... Canta imperio Argentina, esa canción la escuchaba de niño, estaba en uno de los casetes preferidos de mi papá, él ha tenido un excelente gusto musical, ahora no hay mucho de donde escoger, por eso sus casetes y acetatos cada vez son más valiosos y cuando escribo, esas canciones me inspiran, muchas de las cosas que sé también las aprendí en los discos, en eso me parezco a Laura Canoura.

Digo que el día en que nacimos es el más importante de todos y que celebrarlo es honrar a nuestras madres, no se necesita de un día especial, esa fiesta es cotidiana, yo tengo un vínculo muy profundo con mi madre y en cada paso, canción o narrativa que me define como sujeto, ella está presente porque en ella confluye de manera concreta y al mismo tiempo simbólica, el gran misterio de la vida, ella es mujer, maga, agua, tierra, alimento, compañía, seguridad, sosiego, una madre es albergue, regocijo, bondad, sanadora. Punto de llegada.

Por eso en nuestra cultura la virgen es tan importante porque de manera sincrética se venera en ella a nuestra madre, a la tierra y a la muerte. Ese es el gran misterio de la Guadalupana que es la versión contemporánea de Tonantzin diosa de la salud, señora de la maternidad y de las hierbas medicinales y por aquí me escabullo para mencionar otra fiesta que ocurre en mayo y es el día de la enfermera, no del enfermero (aunque dicen que los hay, pero no se les festeja, no se preocupen yo los incluyo en el día en que nací yo) también  se celebra el día del maestro@ y el día de la contraseña, el día del lupus, el día del patrimonio africano, el día de las abejas, el de las aves migratorias, para más referencias los invito a que consulten en internet, quien a propósito también tiene su día el 17 de mayo.

Este es un mes cargado de muchas celebraciones y misterios, todavía le tengo pánico a la borrasca de la santa cruz a pesar de que por asuntos intelectuales pasé del fervor al folclor, me inquieta más el desajuste de la madre tierra que la ferocidad de un madero santo, sagrada es la montaña, sagrada el agua, sagrado el bosque donde la “Madremonte” arrulla a sus hijos con cantos cristalinos, líquenes, musgos y espumas de luz entre sus frondas.

Mayo es mi mes y lo amo como a mi madre y al amarlos honro la tierra que me abriga, me honro y celebro que cada nuevo día sea un motivo de gratitud de la vida y una oportunidad para cambiar la mala estrella que nos guía, viviendo en coherencia.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa



miércoles, 25 de mayo de 2022

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS

Al principio fueron las palabras. Las mismas que crearon el mundo. Las que contaron sobre sus miserias y grandezas. Las del navegante, las del guerrero, las del sacerdote, las del arúspice, las del pirata, las del verdugo, las del aedo, las de todos… las palabras, las que siguen siendo una muestra de la inteligencia y la imaginación. Las invencibles. Las eternas.

Reinaldo Spitaletta.

 

Por puro antojo de palabroso que soy o me nombro, me aventuro en esta columna, corriendo el riesgo de redundar, pues el que con las palabras se mete entra en el bucle del palabrero donde todo es lo mismo, aunque se presente revelador, quizás novedoso, siempre se tendrá la sensación de haberlo leído, de haberlo vivido, como esa sensación que los franceses decidieron llamar: “déjà vu” y que se pronuncia (deyaví) porque algunas palabras tienen esa curiosa potestad, no se nombran como se escriben, pero se meten en todas las hablas con su brillo tan campante y olvidamos su origen aunque las usemos como si fueran propias: chofer, carriel, sticker, voucher, yogurt…

El epígrafe que uso, lo resume, lo tomé prestado de una entrada del blog de Reinaldo Spitaletta, pensé usar la expresión lo robé del blog, pero opté por el eufemismo de tomar prestado, yo no chicaneo con los amigos, pero a los escritores no se les roba, su columna me inspiró y a él el crédito, el honor y la gloria.

Las palabras propias, impuestas, advenedizas o robadas nos definen, ¿dime con quien hablas? y te diré que sabes, ¿dime que lees? Y te diré quien eres.  Asistimos a un tiempo de caída en picada de las palabras por el desbarrancadero del ostracismo, pierden su uso siendo reemplazadas por caritas amarillas que aparecen haciendo guiños en medio de las conversaciones que ahora se llaman chats, estas caritas se comieron las palabras, en su redondez amarilla (algunas son inclusivas y vienen desde el amarillo en un misterioso desvanecimiento, que pasa por el blanco hueso hasta llegar a un rojo que parece negro), ya no expresamos la alegría con palabras, sino con caritas felices, el deseo con una berenjena y el bienestar con un pulgar enhiesto.

También las palabras son cercenadas, mutiladas sus partes, yuxtapuestas, ignoradas o travestidas, por ahí se les puede ver clamando por ayuda: “bn” (en lugar de bien), “espadadrapo” (en lugar de esparadrapo), apacharrado (en lugar de achaparrado), X2 (en lugar de decir: también me pasa a mi o estoy de acuerdo) 4U (para ti) bss (para besos) xoxo (besos y abrazos). Cierto es que la llamada vida moderna y la tecnología han impuesto sus reglas de juego y con ellas el afán, parece que ya las palabras no merecen el tiempo justo para ser escuchadas, mucho menos para ser escritas con la altura y la anchura, la textura y el espesor que cada una contiene, consumimos palabras sin tuétano.

La poeta estadounidense Muriel Rukeyser, fue quien dijo que el universo estaba hecho de historias, no de átomos, Filón de Alejandría preconizó mucho antes que: “Las palabras crean las cosas” y aquí muy cercano a nosotros, el poeta Tamesíno, Everardo Rendón Colorado, descubrió que su profesora Gilma tenía la boca llena de vocales y de allí saltó como una gotita, su primera “a” de asombro. Las palabras como cosas, las historias como universos, en resumen, definen lo que somos.

En esta edición número cien del periódico el petroglifo viene bien la reflexión, ¿cuántas palabras han surcado estas páginas?, ¿cuáles son nuestras historias?, ¿cuáles las palabras que dan sentido a nuestras vidas?, ¿cuáles las narrativas que ordenan nuestra cotidianidad?, ¿cuál el legado que estamos dejando?, ¿quién pronunciará nuestro nombre cuando ya no estemos, contará o cantará la hazaña de nuestras vidas?, ¿dónde se esconde el juglar, el trovador de nuestros tiempos?...

¿Quién le devolverá el tuétano a las palabras para que nuestra memoria no pierda la sustancia de todo eso que fuimos, somos y esperamos en nombre de las palabras no dejar de ser?

 Carlos Andrés Restrepo Espinosa


Columna Publicada en la edición numero 100 del Periodico Reginal el Petroglifo del Municipio de Tamesis Antioquia. Abril del 2022


 

viernes, 20 de mayo de 2022

RECORDERIS

Soy de buenos modos, costumbres y maneras, soy intenso en ser coherente y cierto es que me contradigo, pero me enmiendo.

Soy tierno por dentro y fiero por fuera, soy un grupetto de semicorcheas corriendo alegres, soy la toma de aire en un décimo compás, soy un cambio repentino de métrica, se que en alguna parte del mundo alguien me entiende, soy un incomprendido por zonas, mis tristezas son un asunto geográfico.

Soy el que cumple años en mayo y celebra tres días, soy el que regala tiempo que es su mayor valía, soy un coleccionista de miradas, el que escribe para los que no leen, un apasionado en el amor, generoso en el placer y experto en la soledad y otros remedios.

Soy el que canta, viste y calza...

Soy Andrés Restrepo y no me quejo.

viernes, 6 de mayo de 2022

DULCES SUEÑOS


 

¡Cómo te parece que aquella se está acostando con aquél!, -la hija de Virgelina ha dormido con muchos hombres-, -El que con niños se acuesta…amanece mojado-. ¡Que sueñes con los angelitos!

 

Inicio con esas frases para introducir un tema que por puro divertimento tuve hace poco con una amiga que solía confiar en mí sus sueños y que, por supuesto yo le confié los míos.  Los homos sapiens, cambiamos el estado de alerta por la confianza, y el refrán de seguro mato a confiado, ya no sirve de mucho, porque suele aparecer cuando ya no se usa, como regalarle a un calvo un champú para la caída del cabello.

Después del amor, se giró sobre su costado derecho y acercó su cuerpo al mío, encajó perfecto y como si faltara un último ajuste resbaló su pantorrilla y con su pie de hobbit buscó contacto con el mío quedando como los de un crucificado.

Mi respiración queda pegada a su cuello y su cabello fastidia de manera grata en mi frente, suele pasar en estos estados que la incomodidad es todo un placer.

 Toma mi mano y me arrastra a un abrazo protector, el antebrazo descansa en su torso y la mano va a reposar justo sobre su pecho cálido y siento el tambor de su corazón ascendiendo y descendiendo, con voz melosa me dice: “Dulces sueños” y se entrega en la confianza absoluta, dejando a mi merced su frágil humanidad.

 No pegué el ojo, me quedé pensando en la responsabilidad que estaba teniendo en ese momento, era yo el guardián del sueño de aquella mujer que se alojaba en cucharita entre el cuenco de mi cuerpo y la vaporosa configuración de alma que me he inventado para sentirme bueno.

 La forma de dormir de las nutrias de mar es, quizás, una de las más bonitas del reino animal. Cuando se van a dormir, los ejemplares de esta especie suelen darse la mano para que mientras duerman no se separen de su compañero y así no amanecer solos. Allí estaba yo como una nutria, pero despierto, pensando en asuntos románticos y evolutivos… evoco a Mario Benedetti, en mi caso los grandes temas se quedan despiertos conmigo mientras ella duerme el sueño que mis temas y yo, no.

Le entregamos la fragilidad al otro al cerrar los ojos en la confianza de que no nos va a devorar mientras estemos dormidos, es la expresión más honesta de amor, ¿cuántas veces hemos deshonrado semejante ritual, entregando nuestro sueño a las hienas o a cualquier ave de rapiña, que sin dudarlo aprovecharía para clavar sus zarpas en la yugular de nuestra existencia?

Las jirafas no alcanzan un sueño profundo mientras duermen. Debido a su gran tamaño y lentitud, suelen dormir tres horas, despertándose varias veces a lo largo de la noche por una cuestión de supervivencia.

El insomnio podría ser cuestión de conservación, algún rezago evolutivo que de repente se activa, pero como ya dormimos en el confort de una habitación y no en la sabana africana, esa energía contenida para escapar se queda confinada en vueltas insustanciales en la cama en procura de que el sueño regrese.

Empiezo a sentir calambre en mi brazo, lentamente lo deslizo a fin de no despertar a mi amiga y me giro y como si fuera una rutina memorizada por los cuerpos, ella me sigue y ahora soy yo quien queda acurrucado bajo su mediano abrazo protector (la abarcadura de sus brazos no cubre la totalidad de mi humanidad).  En aquella posición, cierro los ojos, respiro y me entrego a mis dulces sueños.

Y allí estamos los dos en ese al que decido llamar: “un gran salto de la civilización”, o “una gran estupidez del amor”, los dos dormidos, confiados uno en el otro, sin guardia, sin insomnio, sin contar ovejas, sin sombras moviéndose entre los arbustos, sin jerarquías, sin purezas, habitando la indefensión con un estoicismo tal que dan ganas de aplaudir a la especie humana, pero estamos demasiado dormidos para hacerlo, juntos soñamos que al despertar estaremos ahí para darnos los buenos días.

Dulces sueños nos permiten la buena voluntad del otro, su tranquilidad, su dulzura, su honestidad, dulces sueños porque somos los descendientes de una Lucy en el cielo con diamantes, dulces sueños porque confiamos en que al despertar sigamos siendo civilizados y estemos todavía vivos, entrecruzados en el genuino deseo, con las piernas anudadas, húmedos, ardorosos y baldíos, unciosos y augurales como profetizó el insomne Porfirio, pero sobre todo vivos.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa


CODA

Soñar con los angelitos, es una expresión mexicana y hace referencia a «Los Angelitos», sanguinarios hijos del temido Ángel Guajardo que sembraban el terror en la zona de Chinameca. Por aquel entonces «que sueñes con Los Angelitos» era una de las amenazas más crueles que se podían hacer a una persona, y normalmente el amenazado recibía pocos días después la funesta visita de «Los Angelitos», de los que ni siquiera se ha conservado su verdadero nombre. Sólo después de la revolución encabezada por Pancho Villa, en la que «Los Angelitos» fueron linchados por el pueblo, la expresión comenzó a utilizarse como signo de victoria y como sinónimo de «dulces sueños»: «que sueñes con Los Angelitos (que ahora están muertos)». Del blog Emitologías.

 

 


MIRAR DE FRENTE

  -No mires con disimulo, mira fijamente - aconseja Gurdjieff a su hija. Desde pequeño escuché decir que los ojos son el espejo del alma, ...