jueves, 18 de agosto de 2022

OTTO EL INDÍGENA


Otto vive en la calle Lilienthal, un tocayo suyo también alemán que se le adelantó a los hermanos Wright en el sueño de volar, Otto se declara a sí mismo indígena y sostiene con vehemente actitud que en alemán no hay una palabra para definir a las personas que son naturales o natas del lugar, así que usa indígena, le sugiero probar con nativo, ancestral, primitivo, originario, pero con un no tajante que sonó a nai, como el nanai cucas de mi mamá para negar un  permiso, queda zanjado el asunto,  así que Otto es un indígena alemán que vive en una casa normal, de un pueblo llamado Köngen, junto a una hecha con códigos de la antroposofía y que me llevó a ver para que notara que no usan ángulos de 90 grados, yo vi una casa normal con las ventanas a punto de venirse abajo, ese debe ser el misterio de la dichosa ciencia.  A unos cincuenta pasos, yo los conté, tiene un jardín, con una casita en la que cabe un mueble, una chimenea, una estantería con herramientas de trabajo de campo y una mesita en la que reposan un candelabro y una tabla para partir el pan y dos pocillos de peltre pelados en sus bases, como las bacinicas de la casa de una amiga, en la que ahora de repente estoy pensado.

Köngen, para los alemanes es un nombre especial para una ciudad, suena un poco a Congo - en alemán escrito Kongo, pero esa no es la raíz etimológica, Kongario era el nombre de este lugar en tiempos del imperio Romano. También la pronunciación es especial "Kö ng en", según las reglas de pronunciación ng se pronuncia como "King" también Bin go, Ri ng, singen... pero "Kön G en" como "G uest", se entusiasma Otto al explicar cuando le pregunto por el nombre de su pueblo y continúa: mi madre nació aquí, mi padre nació en Plochingen, al lado de Wernau.  Cuando era niño veníamos a visitar a nuestros abuelos a Köngen que para entonces se llamaba "Dorf", incluso Bauerndorf.

Plochingen era un Stadt (ciudad), estaba orgulloso de crecer en un Stadt y no en un Dorf (pueblo) como Köngen, sin mierda de vaca en el camino, sin estúpidos granjeros de un "Kuhnest" (nido de vacas) Unos años más tarde con la industria en crecimiento y las personas que ganaban mucho dinero y necesitaban espacio para construir bonitas casas con grandes jardines, muchos de los "Bauernlümmel" de repente se volvieron muy ricos y vendieron muy rápido sus campos a otros más ricos a precios muy altos.

Todavía hoy Köngen tiene una cultura y tradición agrícola mucho más fuerte que Plochingen. Hace una pausa, se queda mirando en dirección a su Jardín, me pide que le ayude con una tarea de campo, lo acompaño, me entrega guantes de trabajo, movemos objetos de un lugar a otro, apilamos unas piezas de metal al pie de un barranco, le cambiamos de lugar a unos leños, transportamos un larguero en una carretilla por el prado, en fin; una sucesión de tareas en apariencia innecesarias, después me di cuenta que lo que quería era compartir conmigo lo que hacía un granjero cotidianamente en su jardín.  Con las tareas a medio hacer nos fuimos a tomar el té y luego dimos un paseo en su vespa.

Otto vive solo, está solo desde que puso su vida en el campo por encima del amor, de la compañía, de sus propiedades en París, de la riqueza y el bienestar que estaba teniendo al lado de Irina su compañera.

Terminó su relación, dividió sus bienes y huyó, sin más motivos que la fobia a la ciudad y el amor por su jardín, que no es más que un terreno inocuo lleno de proyectos que nunca consuma, porque, ¿qué gracia es realizarlos?, el sentido está en levantarse todos los días y pensar en todo lo que tiene por hacer.

Los radicales pueden ser dueños de sus decisiones, pero suelen tener unas vidas solitarias y se les ve por ahí, desandando nostalgias y aprovechando cualquier momento para la conversación con personas advenedizas, porque es lo único que nos queda después de la terquedad, reconocer, aunque sea tarde que el otro es necesario y que quizás un poco de mediación, puede facilitarnos la vida, después de todo, nada es para siempre, pero que grato es poder vivir la brevedad, en la eternidad de un abrazo.

Para ser un schwäbisch (suabo), este alemán del sur tiene un carácter más parecido a mi tío Hernán, dueño de la finca La Amapola ubicada en estrella vieja, vereda del municipio de Jericó en el suroeste de Antioquia en Colombia; la finca después quedó en poder de su hermano y de su mal gusto, quien le cambió el nombre por finca Andrómeda. Otto es recio mas no cerrero y es crítico de su país y de su identidad, pero ama la tierra en que nació y a la gente que se encuentra les dice pueblos, hay muchos pueblos haciendo fila, vamos a otro lugar, hay mucho pueblo en esa cafetería mejor no entremos, ¿porque no les dices gente o personas? -le pregunto- y me responde que en alemán para todo hay una palabra exacta, pero para las personas no hay una sola clasificación, así que todos son la sumatoria de todos, son pueblos andantes, no tuve que más argumentarle.

Regresamos al pueblo, la vespa que nunca superó la velocidad de veinte kilómetros por hora inicia su ascenso hacia la calle Lilienthal, al fondo se puede ver la entrada de la casa de Otto llena de botellas de aceite de oliva y frascos con aceitunas de variados colores, por estos días tiene de huésped a una familia griega y se nota desde la portada de su casa la influencia de la cultura helenista en estos pagos del sur.

Pero también existe una “dama mágica", es de Polonia, a veces pasa, linda sensación para Otto, quizás y probablemente mejor la ilusión que la realidad, me dice en voz baja, -algún día la invitare a tomar algo a mi jardín, esta eventualidad es suficiente para inspirarme para más actividades, debo aprender a ser modesto a mi edad.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

 

jueves, 4 de agosto de 2022

EL DUENDE DE LAS SEMILLAS


A mi primo hermano Francisco.

Me conocí con un señor Bernardo Echavarría por intermedio de Corantioquia. Empezó encargándome semillas de los montes nativos de Jericó para su vivero, con lista en mano de las especies, me adentraba en los montes y ellos me fueron enseñando, aprendí a conversar con los duendes para que no me envolataran, el monte me fue revelando sus secretos, sus criaturas y divinidades se volvieron mis amigas y en sagrado respeto me fui volviendo uno con ellos, ya no era un advenedizo visitante, por mi espalda se deslizaban las serpientes  “juetiadoras”, mis pasos entre la hojarasca ocurrían como el canturreo de las mirlas, el aleteo de aves silentes o el siseo del cusumbo que olisquea entre las raíces los hongos mágicos que enlazan con el micelio, infinitas conexiones neuronales del subsuelo, tanto como los místicos viajes de la nave Discovery en su último viaje a las estrellas.

El vivero “Tierra negra” investigó sobre mi procedimiento en las montañas, supo de mis saberes y me invitaron a trabajar para ellos recolectando semillas, lo hice por un tiempo hasta que un día decidí no ser su jornalero, desde entonces yo mismo siembro las semillas y vendo los árboles.

Al conocimiento ofrecido por la naturaleza misma, vino el de los libros, llegaron enciclopedias, documentos, manuales y manuscritos en los que aprendí de botánica y así relacioné mi conocimiento empírico con datos científicos, producto de investigaciones y de aportes hechos por profesores de universidades que me buscaban para que les sirviera de guía en sus salidas de campo con grupos de estudiantes.

Este pueblo es uno de los más ricos en montecillos, en sotobosque, donde están perfiladas las últimas especies endémicas, en cualquier rinconcito hay un universo de vida en floración y yo conozco todas esas trochas donde habitan la Calatola, los Yolombos panopsis (extremadamente escasos, casi que en peligro de extinción), los cedros, los magnolios, los cominos, el gallinazo, los guanábanos de monte; de los cuales en nuestro contorno montañoso apenas quedan cuatro o cinco árboles, los viejos acabaron con el monte, además de maderables, los árboles son de control biológico, atractores de aves, de especies y animales silvestres, pero eso no le importa a nadie, hay mucha indolencia y cada día el monte se muere sin remedio.

En ocasiones yo soy un árbol, conectado a la tierra mi savia me advierte de los ciclos, sé cuándo estoy en floración, en que época mis semillas salen a danzar con el viento o se esparcen en los picos de las aves, en muchas ocasiones mis caminadas por las diferentes montañas las hago en la quietud de mis pensamientos, recuerdo muy bien el día en que fui un Roble, estuve contemplando cómo una familia de loros festejaba entre mis frondas el nacimiento de sus polluelos, otra vez fui un Yarumo y conversaba con la sabiduría de mis cabellos de plata, con las gotas de agua atrapadas entre mis grietas.

En el patio de mi casa, que es muy particular, tengo trescientos Cominos creciendo, paciente espero para hacer la recolección dentro de dos años de las próximas semillas, porque cada cuatro años es su floración.

En las glaciaciones fuimos bosques montañosos, donde habitaron todo tipo de animales silvestres, ellos fueron los promotores de esparcir las semillas y crear el fecundo sotobosque, hasta que un día llegaron los hombres y talaron, sacaron los árboles transformados en maderos y convirtieron el monte en potreros.  Quedaron muy pocos montecillos en las partes altas, donde se esconden los mecafis, el Garrapato cargadero, el Carga agua, el Barcino negro, la Cedrela montana una especie botánica de fanerógama de la familia de las meliáceas y también su pariente la Cedrela odorata.  Por eso hay que caminar, hacer grandes recorridos para poder encontrarlos y esa es mi labor, desde muy niño he recorrido las montañas inicialmente de manera recreativa y con el paso del tiempo con mirada científica.

La gente cuando visita el monte no sabe mirar, no reconoce los árboles, no mira el piso donde la hojarasca esconde las semillas, pasan arrasando, quebrando ramas, cortando con machete para abrirse camino, ignorando que las plantas trepadoras se ocupan de atraer la luz para que las plantas crezcan rápido en los bosques oscuros dónde hay mucho conjunto de vegetación. Cuando se corta un bejuco repercute en un daño terrible, porque un bejuco hace un gran recorrido y con su ausencia se seca una parte considerable del bosque, además son promotores de mucha agua, los canasteros fueron personas muy dañinas, pero las artesanías son un buen negocio, imagine por un momento un solo canasto cuanto daño ambiental implicó.

Los duendes me ayudan con la recolección de semillas, me hice amigo de ellos, no entro al monte con machete, les llevo bocadillo de guayaba, se los dejo engarzado en las ramas y ellos me tiran semillas y me ayudan a sacudir, se ríen, conversan entre sí, yo los escucho, pero no se dejan ver, se saben mi nombre, pero como somos tan familiares me dicen ciiissssco.

Volcán colorado es uno de los montes más ricos en especies, es un campo santuario y está habitado por duendes.  Además de recolectar semillas, bajo costales llenos de basura que la gente deja en sus paseos o los soldados a su glorioso paso, no me gusta ver basura en la montaña, ese creo que es el oficio más importante que yo hago.

Entre el Retiro y la Tenería una vez me encontré un esqueleto humano, con un “huequecillo minúsculo en las sienes”, por el que asomaba una amanita muscaria, pero esa es otra historia y me reservaré el derecho de contarla.

Por ahora no he vuelto al monte, la vida me aquietó, añoro volver a mis largas caminadas por las montañas de mi amado pueblo. Por lo pronto imagino. No estoy muy seguro si soy un hombre soñando que es un árbol o un árbol que sueña ser un hombre, sé que en mi silencio se posan las aves y un rumor de semillas sacude mi memoria, sonrío y se estremecen las ramas de mi abrazo.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

 

 

 

MIRAR DE FRENTE

  -No mires con disimulo, mira fijamente - aconseja Gurdjieff a su hija. Desde pequeño escuché decir que los ojos son el espejo del alma, ...