lunes, 17 de abril de 2023

SALUDARTE


Saludo y no me contestan, buenos días y el otro voltea el mostacho o se hace el de la vista gorda y si es ella, cambia de andén mirando al suelo o finge mirar la hora o buscar algo entre el bolso; en otros casos veo a Ovidio Nasón bien narigudo indicar un inesperado cambio de ruta, la última vez vi la frente de Teresa, no la de Carranza en cuya frente el cielo empieza, sino la Marquesa tipiti tipitesa, dejando rodar su corona, por el gusto de no corresponder el saludo. Reitero que este pueblo es de gentes nobles y algunos de sangre azul, que no se les nota mucho en el “atisbido”, pero su rancio abolengo tienen, algunos bien asintomático., y cuando no quieren darte el saludo se lo toman en serio, son maestros en el arte del escamoteo.

Lo cierto del enfoque de esta escritura es que los señores y las señoras de un pueblo que conozco tienen una extraña manía de no saludar, Buenos días dice uno y se hace el pendejo el otro, o inventa cualquier pretexto como los que enuncié en el primer párrafo, mismo que escribí con unas ganas infinitas de jugar y despachar al lector amargado que me desprecia el saludo.

Una rutina típica es la que paso a relatar: Salgo de mi casa con el dispositivo de saludar instalado en la cara, pelo mis muelas con tal fluidez que se me ve hasta la “congargalla”, debo aclarar que es una costumbre de las personas del lugar, saludar por el nombre, decir el nombre trae implícito el saludo, además se dice cantado. Y ahí voy saliendo de mi casa y en frente veo a la vecina, -Doña Ceciiiilia -, responde -Hola Andréeees -, y quedamos saludados, ella sigue barriendo la calle y yo sigo el camino con mi satisfacción de haber dado el primer saludo del día con éxito. Tomo aire y me preparo a repartir saludos a todo el que me encuentro en el camino, ese ritual me agrada, y una ñapa del saludo es que el señor de las verduras te diga “precioso” y tú se lo puedas decir, es un triunfo de la cultura del amor y no tuvimos que salir a marchar para ganarnos el derecho, el deleite de lo simple y de lo genuino ocurre porque sí.

Voy saludando, regando con mi sonrisa los buenos deseos y al dar vuelta en la esquina me encuentro a un sujeto digno del saludo y este cambia de andén para esquivar mí sonrisa que ya empezaba a asomar en mi carita redondita como un arcoíris en flor, con los ojos chispeantes de destellos mágicos. Yo transfigurado, siendo en cuerpo y alma el más saludador de los saludadores, soy ignorado y siento como mi flujo cósmico se va al piso y un profundo vacío me invade, las lágrimas no tardan en asomar por el balcón de mi mirada (nótese lo trágico de la situación) y me entrego a contemplar cómo la energía vital de mi voluntad se va por la reja de la alcantarilla más cercana. Resulta que más tarde me encuentro de nuevo con el sujeto que vamos a llamar Óscar (por usar cualquier nombre) y esta vez decido ignorar, cobrar venganza, unirme a la estirpe de escamoteadores de saludos, y ¿cómo es que esta vez sí me lanza un saludo?, un saludo tan amoroso y cordial, me canta el nombre y me encima, - ¿qué hay por tu casa? ¿qué hay por allá? -, me da rabia por lo inoportuno y entonces respondo con un saludo que nace de mis ganas de no saludar, que llega cuando ya no me interesa.

No te lo tomes personal, así somos aquí, pienso que es una manía propia del lugar, una costumbre derivada de los intríngulis sociales, que entrañan discordias, amantes, hijos bastardos y otras cuestiones. Ahora tengo la sospecha de que es un asunto universal, los humanos se repelen, no se soportan y de manera oportunista aprenden a convivir y a socializar, el saludo es una declaración de voluntad y de deseos de bienaventuranza, vine a darte salud (a salud-darte; dice el doctor Gil). En Europa en la edad media, existían los saludadores, personas que salían por las calles a ofrecer salud, una especie de chamanes que con el tiempo fueron desapareciendo y dejaron el hábito del saludo, así nos quedó la costumbre cultural de desearnos salud, no  importa si somos correspondidos o no, se convirtió en una forma protocolaria de dar el buen día, un poco desconectado de la exclamación de júbilo por la existencia del otro, pero de alguna manera es  una celebración constante de la vida, un recordéris que seguimos dando palo. En aras de superar el malestar de los no saludadores, invito a darle la sagrada importancia y saludo a todos mis lectores, en especial a los que hayan abandonado esta columna cuando di vuelta en la esquina.

 

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

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  -No mires con disimulo, mira fijamente - aconseja Gurdjieff a su hija. Desde pequeño escuché decir que los ojos son el espejo del alma, ...