La foto fue tomada
para la ficha del preescolar el “Hogar Infantil Rondín” donde pasó los peores días
de su niñez, la pedagogía infantil no era el fuerte en aquella institución, sin
embargo rescata que fue allí donde aprendió la primera canción que lo llevaría
al mundo de la música.
El entorno hogareño
estaba plagado de música, su padre era un gran melomano, conocedor de música
clasica, universal y popular, con una memoria prodigiosa que le permitía un
buen banco de datos de compositores, artistas, orquestas y años de las
grabaciones; por su lado la mamá gustaba del canto y desde niño su voz estuvo
presente desde las nanas que le entonó
en la cuna hasta la complicidad para cantar con él en los coros que de grande
formará con amigos del pueblo.
A la edad de cinco años, su mamá lo llevó a
participar en un concurso que hacían en la emisora la voz de Antioquia de
Medellín, allí en el programa “Todo el año es Navidad” que presentaba y dirigia
el Uruguayo Humberto Wilches Vera, el niño Carlos Andrés cantó: “Yo he perdido
el do”, le dieron dos premios uno por ser la mejor interpretación y el segundo por haber viajado desde tan lejos
para cantar, en aquel entonces Jericó quedaba a cinco horas de medellín, hoy en
día también.
Cuando Carlos Andrés Restrepo crece, se le
estiran los pies, el pelo se le chorrea en la frente, se vuelve dientón, tiene
que usar lentes para corregir cierta deficiencia visual, ingresa a la Banda de Música,
se vuelve un chupacobre con dientes de leche, pero no deja de ser un niño.
Le provocó ser cura, pero le pudo el mundo,
la carne y el demonio, intentó ser periodista pero despues de cinco exámenes de
admisión fallidos y de sacarle el cuerpo a todos los que le insistian en que
estudiara música, se presentó a la Escuela Popular de Arte de Medellín y pasó
el examen desde que entró al lugar y saludó al portero. Fué en la EPA donde descubrió que ser músico es
un apostolado, que esa era su vocación y que no hay fuente de comunicación mas
contundente que la música.
El acontecimiento pedagógico en su vida como
músico ocurrió en Palenque de San Basilio en la casa de José Valdéz, allí con
compañeros de la EPA, tocó para él y su familia pasillos y bambucos y como
respuesta a esta ofrenda fueron manifestándose
de la nada, como llega un mago tras la cortina de humo, las Alegres Ambulancias
y cantaron sambangolé, la chalupa la gallina y compartieron un juego de
velorio: ¿Quien se mea?, la perra… Y de
repente Graciela Salgado se avalanza sobre el gafufo pelo de choza con toda su
fuerza a refregar su humanidad con un disonante y lujurioso grito sobre la
inocente afinación de 4´40 de aquel novicio que no volvería a ser el mismo
después de este encuentro.
Al día siguiente la profesora Angélica
Romero, una morenasa que con su contoneo y su tono de voz de bullerenguera llevaba
al salón de clase el frenesí de su tierra y al mismo tiempo la mirada pedagógica
y la reflexión ante el acto creativo, le convidó a que la acompañara a la casa
de Celia Estremol para hacerle una entrevista a esta Cantaora que era una diva
de la Región y que a pesar de su avanzada edad gozaba de la fogocidad justa
tanto para entonar sus canciones de carácter picaresco: “Aquí, aquí, aquí,
ahora, ahora, ahora, los hombres se están muriendo por la cosita de esta
señora”, como para saber dar cuenta de un mozuelo de porte atlético, con
caderas firmes y sonrisa impecable, que todos creen ser su hijo y ella corrije:
es mi machucante.
En aquella aventura academica ademas de las
estructuras de los bailes cantados y de la ebriedad provocada en sus ojos por
ver por vez primera el mar, se sorprendió de la pobreza de los lugareños y al
manifestarlo, la profe Angelica le corrigió diciendo que no habia pobreza
cuando se tenía una cultura tan rica en
matices, no puede ser pobre quien tiene un tambor, el sol y el mar, las mejores
cosas de la vida son gratis, puede ser mas pobre el que tiene que comprarlo
todo en una tienda.
Despues de graduarse en la Escuela Popular
de Arte, Carlos Andrés dirigió la Casa de la Cultura de su pueblo Jericó, luego
fue invitado a dirigir la escuela de Musica de Jardín, y se permitió renunciar
para recorrer otros vericuetos pedagógicos. De regreso a Medellín muchos años despues recibe una llamada, es la
profesora Angelica y le propone trabajar como asesor de proyectos de grado, su
respuesta fue que no estaba preparado, que no sabria que hacer a lo que objetó
la profesora, de eso se trata de que empecemos a indagar que hacer con toda la
experiencia que le pueda compartir a los alumnos.
De esta manera inicia un mundo de
descubrimientos que lo llevará a acompañar como asesor no solo las clases
presenciales sino que se extiende al proyecto de Colombia Creativa, donde
trabaja con varias cohortes, llegando a ganar un premio a Nivel Nacional con
uno de sus proyectos asesorados.
continuará...