viernes, 30 de abril de 2021

CHUPACOBRE CON DIENTES DE LECHE

 

El pequeño que nos ocupa en este relato, chimuelo, camisa a rayas, con tirantas a la moda chavo del ocho y bien “engominado” para la ocación, quizás es la unica foto en la que se verá peinado el resto de su vida, pues si algo de indio le corre en su genética, se le fue toda al pelo.  El niño en mención tiene por nombre Carlos Andrés Restrepo Espinosa, su mamá le llama niño, su papá artista y las tías caloncho; lo de artista tiene un profundo sentido, resulta que su nacimiento fue un 11 de Mayo y el día de la madre se celebraba al día siguiente, así que vino justo para ser el regalo de día de madres, decidió el padre que a falta de obsequio le pusieran una tarjeta al niñito de esas que se usaban con la poética leyenda: dé, para, así que le fue entregado a la madre un bultico de trapos que contenia un niño con una tarjeta que rezaba: “Del artista, para la mamá”.  Aquel acto posiblemente será el conjuro que acompañará como un sino la vida de este personajito.

La foto fue tomada para la ficha del preescolar el “Hogar Infantil Rondín” donde pasó los peores días de su niñez, la pedagogía infantil no era el fuerte en aquella institución, sin embargo rescata que fue allí donde aprendió la primera canción que lo llevaría al mundo de la música.

El entorno hogareño estaba plagado de música, su padre era un gran melomano, conocedor de música clasica, universal y popular, con una memoria prodigiosa que le permitía un buen banco de datos de compositores, artistas, orquestas y años de las grabaciones; por su lado la mamá gustaba del canto y desde niño su voz estuvo presente desde las nanas  que le entonó en la cuna hasta la complicidad para cantar con él en los coros que de grande formará con amigos del pueblo.

A la edad de cinco años, su mamá lo llevó a participar en un concurso que hacían en la emisora la voz de Antioquia de Medellín, allí en el programa “Todo el año es Navidad” que presentaba y dirigia el Uruguayo Humberto Wilches Vera, el niño Carlos Andrés cantó: “Yo he perdido el do”, le dieron dos premios uno por ser la mejor interpretación  y el segundo por haber viajado desde tan lejos para cantar, en aquel entonces Jericó quedaba a cinco horas de medellín, hoy en día también.

Cuando Carlos Andrés Restrepo crece, se le estiran los pies, el pelo se le chorrea en la frente, se vuelve dientón, tiene que usar lentes para corregir cierta deficiencia visual, ingresa a la Banda de Música, se vuelve un chupacobre con dientes de leche, pero no deja de ser un  niño.

Le provocó ser cura, pero le pudo el mundo, la carne y el demonio, intentó ser periodista pero despues de cinco exámenes de admisión fallidos y de sacarle el cuerpo a todos los que le insistian en que estudiara música, se presentó a la Escuela Popular de Arte de Medellín y pasó el examen desde que entró al lugar y saludó al portero.  Fué en la EPA donde descubrió que ser músico es un apostolado, que esa era su vocación y que no hay fuente de comunicación mas contundente que la música.

El acontecimiento pedagógico en su vida como músico ocurrió en Palenque de San Basilio en la casa de José Valdéz, allí con compañeros de la EPA, tocó para él y su familia pasillos y bambucos y como respuesta a esta ofrenda  fueron manifestándose de la nada, como llega un mago tras la cortina de humo, las Alegres Ambulancias y cantaron sambangolé, la chalupa la gallina y compartieron un juego de velorio: ¿Quien se mea?, la perra…  Y de repente Graciela Salgado se avalanza sobre el gafufo pelo de choza con toda su fuerza a refregar su humanidad con un disonante y lujurioso grito sobre la inocente afinación de 4´40 de aquel novicio que no volvería a ser el mismo después de este encuentro.

Al día siguiente la profesora Angélica Romero, una morenasa que con su contoneo y su tono de voz de bullerenguera llevaba al salón de clase el frenesí de su tierra y al mismo tiempo la mirada pedagógica y la reflexión ante el acto creativo, le convidó a que la acompañara a la casa de Celia Estremol para hacerle una entrevista a esta Cantaora que era una diva de la Región y que a pesar de su avanzada edad gozaba de la fogocidad justa tanto para entonar sus canciones de carácter picaresco: “Aquí, aquí, aquí, ahora, ahora, ahora, los hombres se están muriendo por la cosita de esta señora”, como para saber dar cuenta de un mozuelo de porte atlético, con caderas firmes y sonrisa impecable, que todos creen ser su hijo y ella corrije: es mi machucante.

En aquella aventura academica ademas de las estructuras de los bailes cantados y de la ebriedad provocada en sus ojos por ver por vez primera el mar, se sorprendió de la pobreza de los lugareños y al manifestarlo, la profe Angelica le corrigió diciendo que no habia pobreza cuando se tenía una cultura tan  rica en matices, no puede ser pobre quien tiene un tambor, el sol y el mar, las mejores cosas de la vida son gratis, puede ser mas pobre el que tiene que comprarlo todo en una tienda.

Despues de graduarse en la Escuela Popular de Arte, Carlos Andrés dirigió la Casa de la Cultura de su pueblo Jericó, luego fue invitado a dirigir la escuela de Musica de Jardín, y se permitió renunciar para recorrer otros vericuetos pedagógicos.  De regreso a Medellín  muchos años despues recibe una llamada, es la profesora Angelica y le propone trabajar como asesor de proyectos de grado, su respuesta fue que no estaba preparado, que no sabria que hacer a lo que objetó la profesora, de eso se trata de que empecemos a indagar que hacer con toda la experiencia que le pueda compartir a los alumnos.

De esta manera inicia un mundo de descubrimientos que lo llevará a acompañar como asesor no solo las clases presenciales sino que se extiende al proyecto de Colombia Creativa, donde trabaja con varias cohortes, llegando a ganar un premio a Nivel Nacional con uno de sus proyectos asesorados.

continuará...

MIRAR DE FRENTE

  -No mires con disimulo, mira fijamente - aconseja Gurdjieff a su hija. Desde pequeño escuché decir que los ojos son el espejo del alma, ...