lunes, 30 de marzo de 2020
viernes, 27 de marzo de 2020
domingo, 15 de marzo de 2020
ESCRIBIR PARA QUIEN NO TE LEERÁ
La vida era más sencilla cuando nací, en casa no teníamos televisor así que el mundo entró por mis oídos, la música, las historias, el misterio de tierras exóticas llegaban a mí gracias a la radio en onda corta, AM y FM, el encanto principal estaba en la primera señal, en forma de voces que se mezclaban con sonidos cómo de naves espaciales, chillidos, “scratch” y otros ripios sonoros que de niño cerraba los ojos y viajaba por destellos de luz y rutilantes cascadas, dónde sentía el vacío de la caída, vacío qué ahora de grande me asaltan de vez en cuando en los sueños.
Cuando yo era pequeño pasaba el año con dos pares
de zapatos, si había un par de más seguro era heredado de algún primo que casi
siempre calzaba una talla mayor. Los
domingos me daban veinte pesos de ración y con eso me compraba las cosas más
esenciales para mi subsistencia: un paquete de mecatos surtidos comprados en la
sociedad de cantineros que era un lugar alucinante lleno de estantes con
chocolates, bombones, confituras y todo el azúcar imaginable dispuesto en
envolturas de atractivos colores que chisporrotean cómo las canciones de radio
rebelde sintonizadas en onda corta en la grabadora “Silver”, que tenía la
casetera dañada y era el electrodoméstico más importante de la casa; otras
veces optaba por las colaciones y los cigarrillos de dulce del toldo de Mariela
Macana, quien para mí siempre fue la versión propia de Willy Wonka, de su casa
salían los olores más dulces de la vida, tan dulces qué hoy en día podrían
aliviar de la amargura a más de un niño bribón del pueblo qué ahora funge de
ser grande.
El único afán que tenía era hacer rápido la tarea del colegio para irme al ensayo de la banda de música que dirigía el maestro Rafa, a quien le debo el oficio que ahora me ocupa, mi gratitud eterna por enseñarme la clave de Sol y con ella iluminar mi vida.
Nada me quitaba el sueño, el amor no había llegado a hacer estragos, el amor digo, cómo sí fuera el amor el causante, luego vino la desilusión y empezó el aprendizaje, más tarde apareció la primera mujer y entonces ya dejé de ser un niño.
En casa teníamos lo necesario y aunque éramos pobres cada qué había fiesta comíamos pollo, me tocaban las patas y era feliz, la riqueza estribaba en otra opulencia. Antes de irnos a la cama mi hermana y yo escuchábamos a mi papá leyendo poemas de Juan José Botero o su propia versión de Lejos del nido, cada noche mejorada con los giros que él se inventaba para que no le cogiéramos miedo a los indios; iba al río con los amigos a traer guayabas, tomaba agua de la quebrada de puente sucre, la leche llegaba a casa recién ordeñada, el pan más delicioso del mundo lo hacía Berta Ceballos, las mejores roscas y tortas las hacía su hermana Ofelia, quien también leía el Tarot y vivía en una casa gigante a la qué me dejaba entrar y siempre me regalaba recortes de su parva o roscas quebradas a cambio de traerle mandados de la tienda:- " Vaya dónde don Gerardo y le dice que me mande cinco pesos de manteca y que me los apunte "-, al oír mi razón el tendero abría un tarro cuadrado de lata en el que se leía: manteca de cerdo, y metiendo una cuchara gigante extraía un material blanco cremoso y lo envolvía en un pliego de papel parafinado, le hacía un torniquete a las cuatro puntas y salía el niño corriendo con el mandado que a pesar de lo cerca de la casa, al llegar ya le escurría manteca por los codos.
Había tiempo para todo, no usaba reloj, nadie se moría y si moría pues no dolía y la vida seguía su cauce, la única enfermedad que me acongojaba era el asma y con aceite de tiburón y escarabajos de maní hervidos en leche me sané.
El único afán que tenía era hacer rápido la tarea del colegio para irme al ensayo de la banda de música que dirigía el maestro Rafa, a quien le debo el oficio que ahora me ocupa, mi gratitud eterna por enseñarme la clave de Sol y con ella iluminar mi vida.
Nada me quitaba el sueño, el amor no había llegado a hacer estragos, el amor digo, cómo sí fuera el amor el causante, luego vino la desilusión y empezó el aprendizaje, más tarde apareció la primera mujer y entonces ya dejé de ser un niño.
En casa teníamos lo necesario y aunque éramos pobres cada qué había fiesta comíamos pollo, me tocaban las patas y era feliz, la riqueza estribaba en otra opulencia. Antes de irnos a la cama mi hermana y yo escuchábamos a mi papá leyendo poemas de Juan José Botero o su propia versión de Lejos del nido, cada noche mejorada con los giros que él se inventaba para que no le cogiéramos miedo a los indios; iba al río con los amigos a traer guayabas, tomaba agua de la quebrada de puente sucre, la leche llegaba a casa recién ordeñada, el pan más delicioso del mundo lo hacía Berta Ceballos, las mejores roscas y tortas las hacía su hermana Ofelia, quien también leía el Tarot y vivía en una casa gigante a la qué me dejaba entrar y siempre me regalaba recortes de su parva o roscas quebradas a cambio de traerle mandados de la tienda:- " Vaya dónde don Gerardo y le dice que me mande cinco pesos de manteca y que me los apunte "-, al oír mi razón el tendero abría un tarro cuadrado de lata en el que se leía: manteca de cerdo, y metiendo una cuchara gigante extraía un material blanco cremoso y lo envolvía en un pliego de papel parafinado, le hacía un torniquete a las cuatro puntas y salía el niño corriendo con el mandado que a pesar de lo cerca de la casa, al llegar ya le escurría manteca por los codos.
Había tiempo para todo, no usaba reloj, nadie se moría y si moría pues no dolía y la vida seguía su cauce, la única enfermedad que me acongojaba era el asma y con aceite de tiburón y escarabajos de maní hervidos en leche me sané.
De pronto me hice grande y ahora nada es sencillo,
la vida es la vida pero fui educado para sentirme agobiado y eso que bailo,
canto y escribo y en noche de plenilunio le ladro a los fantasmas, también
viajo y le hago carantoñas a la soledad y eso que soy soltero y no me quedé en
la primera mujer aunque sigo habitando el primer beso, y le coqueteo a las muy feas y en ocasiones me le
hago el pendejo a las dizque muy bellas, para mí salud ignoro a los arrogantes
y vuelvo invisibles a los arribistas, escribo canciones para ofrecer a los
amigos no para ganar premios o presumir aplausos. Y pese a tener el asunto tan
claro el dolor de patria no me deja, ni la valeriana me sirve, ni la flor de
sauco hervida con botón de pino y otras pócimas alegres de las que he sabido
dar cuenta.
No soy un hombre que puede ofrecer dinero o
empleo, ni fijar vallas en la montaña para hacerme notar, tampoco tengo una
doctrina que infundir, solo soy una persona ínfima, fácil de olvidar y proclive
a desaparecer, pero con la convicción de que si no reflexiono entonces no
tendría sentido que me arriesgara a escribir para quien no me leerá, lo único
que puedo hacer es invitar a pensar, para advertir que esto está mal y tiende a volverse peor, que no
ganamos nada con el progreso económico si no tenemos progreso moral, ¿Con qué
cara hablaremos de futuro si no hemos podido convivir en este presente?
La vida era más sencilla cuando nací, ahora que
se complicó me toca el trabajo de hacerla sencilla, está en mis manos la
transformación, me siento obligado a reflexionar de una manera qué antes no era
necesaria, y recordarnos que estamos distanciados, la esencia de las cosas
cambió, requerimos de una nueva fuente de pensamiento qué nos comprometa y
agrupe en la búsqueda del bien común.
Carlos
Andrés Restrepo Espinosa.
lunes, 9 de marzo de 2020
lunes, 2 de marzo de 2020
SOMOS EL OCASO
Estamos acudiendo a nuestro ocaso, nos persigue
la muerte, sorprende a nuestros amigos, los sueños sucumben, el sol rutilante
atraviesa con sus rayos la piel a falta de follajes, el bosque también tiene su
crepúsculo, la montaña llora su ausencia de musgos y líquenes; no lo había
querido asumir, pero es el momento de caer derrotado, de entender que se agotó
el tiempo y no alcanzamos a redimir los actos, pasó la vida y nos volvimos
viejos e inútiles, alcanzamos el Cum laude, pero la intranquilidad carcome el
sueño.
No lo quería asumir pero estamos arribando al fin de una generación, de nada sirvió ser bueno, de nada sirvió la entrega, los acontecimientos que definieron nuestra vida sólo servirán para que un comentarista de mal gusto urda a través de la red social, cómo hábil tarántula, su inexacta opinión de vida y muerte, faranduleando las honras fúnebres qué de estar vivos seguro nos avergonzarían.
No lo quería asumir pero estamos arribando al fin de una generación, de nada sirvió ser bueno, de nada sirvió la entrega, los acontecimientos que definieron nuestra vida sólo servirán para que un comentarista de mal gusto urda a través de la red social, cómo hábil tarántula, su inexacta opinión de vida y muerte, faranduleando las honras fúnebres qué de estar vivos seguro nos avergonzarían.
Es aterrador pero no hicimos nada, a pesar del
engreimiento qué aliena, el que eligió a Dios terminó encorvado, el que se
inclinó por la justicia engañó a todos, el que cantó se quedó sin voz, quien
dijo confíen, traicionó, quien lo dio todo por amor recibió desengaño, quien
nos instruyó en los misterios de la “umwelt” nos pisoteó el verdor de tantas
esperanzas, terminamos el camino y todo quedó igual.
Siempre tendremos el ocaso, la constante pérdida,
el arribo cotidiano de la sinrazón, nos conforta el arte, la literatura, la
ciencia, el abrazo de un amigo, la sopa de fideos de la mamá, el canto de un
cenzontle, la brisa fresca de verano en la montaña, pero cada día trae su noche
y cada cielo su abismo, cada qué un amigo muere morimos con él, ya no sé cuánto
de mí quede vivo. Temo más a no alcanzar a terminar este texto que a morir, me
agobia no poder caminar por mis
montañas, no besar a mi novia, no volar sobre el océano, no improvisar una
canción, no terminar de leer el libro que llevo a la mitad, no llegar a la cita
de las tres, no componer la canción qué me está rondando desde que era niño, me
abruma la idea de no llegar a tiempo al ensayo del coro, dejar que el café se
enfríe, no terminar la conversación con un amigo, no haber iniciado la
conversación con ese amigo.
La buena noticia es que muchas posibilidades
quedan al alcance: el olvido, el esfuerzo constante por borrar lo que nos dio
origen y qué nos avergüenza, nos queda el desdén, la fragilidad, el constante
darnos cuenta de haber vivido para el desencanto, la irremediable fatalidad que
nos mira desde el espejo y nos recuerda que ni con todo el oro del mundo
podremos comprar un día de juventud, un espasmo de virilidad o un segundo de
satisfacción.
Nos queda la decepción, lo pusilánime de nuestra palabra, descubrir que ser ventajosos es más efectivo que ser honestos.
Y sobre todo nos queda la sensación de no tener a quien admirar, mucho menos a quien respetar, y los pocos que teníamos se están yendo, no quería bajar la guardia, pero la derrota me está pisando los talones.
Nos queda la decepción, lo pusilánime de nuestra palabra, descubrir que ser ventajosos es más efectivo que ser honestos.
Y sobre todo nos queda la sensación de no tener a quien admirar, mucho menos a quien respetar, y los pocos que teníamos se están yendo, no quería bajar la guardia, pero la derrota me está pisando los talones.
Queda el instante en que cae una lágrima, la satisfacción íntima que solo deja ganancias en el alma.
Nos queda también la oportunidad de cambiar la narrativa y mejorar el final de manera que logremos la dignidad de tener sólo una muerte.
CODA
Si Adriano el gran emperador romano no podía
sentirse emperador frente a su médico, ¿qué será de nosotros ahora qué ha
muerto el que nos mantenía con vida?
CARLOS
ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA
carloscantante@gmail.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
MIRAR DE FRENTE
-No mires con disimulo, mira fijamente - aconseja Gurdjieff a su hija. Desde pequeño escuché decir que los ojos son el espejo del alma, ...
-
DEL AZUL CAEN AMARILLOS… ELEMENTAL No es maligna la manigua, la semilla crece donde el sol la confía, los hombres en retorno del día son sab...
-
Albeiro trabaja caminando, sube y baja las escalas que conducen al salón del segundo piso llevando en un charol metálico, almuerzos, postres...
-
Iván arrea vaquitas, ellas saben que él está viejo y se manejan bien, atienden su silbido con entereza y con correcto temple asumen los gest...