lunes, 5 de junio de 2023

EL SUTRATMA


Iván arrea vaquitas, ellas saben que él está viejo y se manejan bien, atienden su silbido con entereza y con correcto temple asumen los gestos que hace con sus manos. Si en ocasiones llega una vaquilla díscola que no sabe atender la sabiduría de su guía, Iván no se agota arrastrando la terquedad de la novicia de ordeños y ataos, enciende un cigarrillo y exhalando el humo sonríe, sabe que le faltan muchas trashumancias para llegar a ser una vaca sagrada; Iván nunca las maltrata, en el primer poste que se encuentra enlaza la soga plateada y espera a que la mamona se aquiete y desde la altura de sus casi ochenta años aguarda, no antepone su afán al de la vaquita, lo importante es hacer el recorrido, no llegar.

Su trabajo es profundo, desde joven ha estado al servicio del ganado, sus herramientas han sido un sombrero aguachento, un perrero y una soga que a fuerza de tensiones y dobleces es resistente y ofrece según la ocasión, unos tonos plateados o dorados. Iván lleva la ropa holgada, las botas de cuero se asoman debajo del doblez de la manga del pantalón, raídas en sus puntas y con el cierre lateral abierto sobre los tobillos, no parece el calzado mas adecuado para su labor, pero cual pulgarcito con sus botas de siete leguas, remonta caminos polvorientos, mangas, potreros y hasta cruza quebradas abriéndose paso para llevar hasta el fin del mundo, si es preciso, sus preciadas encomiendas.

Todo un proceso de crecimiento espiritual ha sido para Iván entablar conversación con las vacas en las largas jornadas de camino. Un martes de feria salió de Támesis rumbo a Jericó arriando él solo cuarenta reses para ir entregándolas en el camino.  Las conversó desde la salida, de un modo en que solo él sabe, las ordenó, dicen que las reza, solo les conversa, no hay mejor persuasión que una buena conversación; salió con ellas y las fue dejando en el recorrido, la primera entrega la hizo en Riofrío, la segunda en el Alto de la Selva, en Estrella Vieja se quedaron otras y siguió para Jericó con las últimas.  

Iban siendo las diez de la noche cuando estaba bajando a Puente de Lata, “la cachirula” una  de las últimas vacas que traía con su atao, le dijo, así no más, viéndolo un poco agotado y como por buscarle conversa - Iván no olvides que  la energía nos llega por dos canales diferentes: uno es el del Sutratma o energía de la vida, viene directamente de la realidad espiritual y ancla en el corazón, y otro es el del Antakarana o hilo de la conciencia, que nos llega directamente de nuestra propia alma y ancla en el cerebro ¿Has pensado qué te tiene agotado justo en este momento? Así como los hilos de la vida se anclan a tu mundo racional y emocional, de idéntica manera la soga con que nos guías en el camino nos va indicando tu estado de ánimo, es importante para nosotras confiar en tu guía, un buen pastor tiende el hilo luminoso y afloja para dejar que el camino sea una experiencia mística -.

Así es el asunto con las vacas cuando ponen tema, Iván acostumbrado a estos viajes, le responde muy avezado - Es cierto, nuestra vida está atravesada por hilos, las experiencias que vamos teniendo en el camino son tejidos, el hilo del espíritu es el mismo del Ego inmortal, soy la individualidad que reencarna una vida tras otra, por eso, es importante estar atento a la urdimbre, los hilos deben facilitar la conexión entre mundos, pero se debe procurar no crear enlaces covalentes y cuidarse mucho de los enlaces covalentes dobles, estos enredan la vida como  la pita de elevar cometas entre el bolsillo de un niño. Así que no estoy agotado, aprovecho el camino para desandar las penas que es muy distinto -.

Hubo un tiempo más próspero, incluso había mucha competencia en el oficio, hoy día, los dueños de las vacas usan otra forma de transporte y ya no se les ve pasar por ahí caminando tranquilas, asistidas por el silbido y el canto de vaquería que la voz de su pastor hace resonar en los potreros ordenando el universo vacuno en su respectiva vía láctea.

Cuando va por los campos arriando sus vaquitas, encuentra “El lugar donde todos sus sueños se hacen realidad”, es su íntima dimensión, el recorrido de un día para él es un instante sin pensamientos, sin intención, libre de proyecciones, es uno solo con la res, conectados por el cordón plateado de su destino, vive consciente en el ahora, para no morir para siempre, entiende que todo es una ilusión, que las percepciones engañan la mayoría de las veces. Desde este sitial, Iván habita su milagro cotidiano, camina, respira, silba y arreando se observa como parte esencial de la naturaleza, es un hombre original que hace de su oficio el extraordinario encuentro con lo divino.

A Iván le queda poco trabajo por hacer, su oficio se ha ido perdiendo, entre los camiones y la vejez se ha ido su labor, en ocasiones le buscan para que arree algún animalito, y recorre jornadas enteras entre carreteras y potreros, por una paga que siempre se queda en deuda. Las vaquitas llegan a su destino y el pobre Iván por más que se mueve, no alcanza a trashumar sus incertidumbres. Es un hombre sabio, le ven por ahí silencioso, pocos saben de sus trascendentales conversaciones, en apariencia solitario pero asistido por un hato de historias.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa


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