lunes, 11 de diciembre de 2023

ALQUIMIA


Las cicatrices eran la evidencia de sus aventuras pasadas, los surcos de carne trémula que se extendían a lo largo de su piel trazaban los mapas del territorio que estaba dispuesto a no volver a recorrer. 

El problema con el pasado es que se resiste a permanecer atrás, siempre busca un pretexto en la memoria para regresar. Abiertos los ojos ante aquella triquiñuela, había optado por el silencio con el propósito de que lo dejado a sus espaldas se disolviera en la bruma del olvido y lo había conseguido, estaba viviendo en la coherencia del presente continuo, pero ella resultó ser aficionada a la espeleología y con el primer beso profano lo mas profundo de su caverna y se dio a revelar cada una de las fisuras que ya habían sanado y excavó hasta lo mas profundo desvelando su vitriol y exponiendo a la luz todo aquello que pertenecía a lo más profundo de su abismo.

Lo que había rectificado en su camino ahora volvía a encararlo poniendo de presente una alquimia que ya había transformado su pesadez en vuelo. 

Asumió el desdén sin desconsuelo, regresó al fondo con la esperanza de que la misma energía que lo hundía de idéntica manera lo traería de nuevo a flote. Confiado en su poder personal se entregó a vivir. 


Carlos Andrés Restrepo Espinosa




 

martes, 5 de diciembre de 2023

ROSADO, AZUL Y VERDE

 



El día de la inauguración del primer sistema de semáforos del pueblo la gente se agolpó para ver cómo cambiaba la luz de color, en acto multitudinario se hicieron los respectivos honores, izaron los heraldos, sonó el himno de la comarca por los altavoces y el burgomaestre leyó un discurso en el que prometió que ahora si reinaría el orden. - Con este instrumento que nos trae la modernidad, declaramos que el progreso es ya un hecho, no seremos más un villorrio, desde ahora somos una ciudad pujante digna de ser imitada por los demás pueblos de la región - y  agregó elocuente con voz quebrada, han sido años de oscuridad, pero ahora con la luz de este nuevo habitante del pueblo, que auguramos no sea el primero, se iluminará el camino para que los ancianos, los niños, las mujeres y los honorables hombres de nuestra ahora ciudad, se sientan tranquilos al cruzar las calles, los tiempos en que el motor dominaba, terminaron. Aquí en este memorable momento la historia se parte en dos.

Al terminar su alocución dio una instrucción con voz chillona, como de payaso de circo: ¡Que se encienda la luz!  y al instante los semáforos empezaron a parpadear indecisos guiñando sus tres ojos, hasta estabilizarse, el pueblo estalló en ovaciones, las señoras en los balcones batían pañuelos, algunos sollozaron, era el gran acontecimiento del siglo en aquel pueblo enmarcado en altas colinas, tan altas que el ego de sus habitantes andaba por las nubes y no les dejaba ver lo absurdo de su festejo.

Desde su fundación el pueblo había sido concebido como una aldea, por tanto, su desarrollo urbanístico estuvo pensado para el desplazamiento de semovientes que venían de las veredas cargados de las riquezas que sus campos brotaban, y para los ilustres ciudadanos, que al caminar por las calles empedradas con sus zapatos de carramplón no se lograba diferenciar si el sonido era de los cascos o del calzado de los parroquianos. Eran los tiempos del señor del año 1850, las araucarias y los chaquiros de la plaza apenas eran brotes inocentes que les auguraba una larga vida como guardianes silenciosos de la historia que apenas se vislumbraba en el afán colonizador de su fundador.

No está muy claro si por voluntad o por capricho de las dinámicas propias de la sociedad que allí se fue construyendo, que a pesar de la postura conservadora que se fue gestando, tal vez por la presencia de la doctrina católica, así mismo se manifestó entre algunos habitantes una mirada más libertaria de la vida y entre gamonales y terratenientes, aparecieron escritores, poetas, músicos y otras osadas formas de pensar, con una locura tan exquisita que sentaron un precedente en las generaciones que habrían de marcar el devenir futuro de aquella naciente aldea.


Desarrollo y prosperidad se alcanzaron gracias al trabajo de las primeras familias que llegaron a colonizar, al llegar la energía eléctrica nacieron industrias, tuvieron moneda propia, se volvieron capital de departamento, el campo era una gran despensa de alimentos, la vida era digna, el futuro se mostraba ante sus bates en color rosado, los fulgores del cielo estallaban en un azul profundo que asistía desde la aurora hasta los arreboles de la tarde que besaban las montañas verdes, el canturreo de las aves coreaban la magnificencia de aquella creación que dios había hecho por mediación de hidalgos hombres para demostrar que en aquellos predios baldíos, después de ser desterrados los indios, su voluntad se hacía presente. 

Es difícil precisar cuándo aquel paraíso terrenal se convirtió en un simple pueblo cargado de nostalgias de un pasado glorioso, fue tan gradual la transformación que sus habitantes se fueron acomodando a las nuevas formas de vida, su cultura cambió de tal manera, que seguían creyendo ser los mismos, pero cada vez más decadentes, las instituciones se corrompieron, el civismo se desvaneció a tal punto que el sentido de pertenencia era solo una expresión que usaban los más viejos para lamentarse, mientras otros veían normal que los valores y el respeto ya no eran parte esencial de la interacción social de sus habitantes. Un particular fenómeno se dio entonces, unos decidieron vivir en un pueblo imaginado con sus delirios de grandeza, se llenaron de museos para evocar lo que fue y maquillar lo que estaba ocurriendo, se declararon los más cultos, se embelesaron en sus mutuos elogios e ignoraron el mal gusto, la mala educación, el oportunismo y las demás prácticas que en el trascurrir de los días bajo ese cielo azul iban llenando de oscuridad la memoria, dejando de lado el compromiso de asumir los nuevos vericuetos en que su historia se iba diluyendo y los otros se dedicaron simplemente a habitar el pueblo a su manera sin miramientos ni normas.

Las calles del jugar golosa se llenaron de muchas motos, de automotores que a grandes velocidades pasaban dejando rostros de espanto entre los peatones que cada vez estaban más desvalidos, las noches de divisar la luna y recitar poesía se volvieron inseguras, los comerciantes subieron los precios sin control, las autoridades perdieron su autoridad para dar paso a la permisividad de la tolerancia con fines políticos, los libre pensadores abandonaron el lugar porque vieron amenazada su filosofía, los campesinos vendieron sus predios a extranjeros que fueron convirtiendo la gran despensa de alimentos en fincas de veraneo custodiadas por cámaras de seguridad, los caminos riales se volvieron carreteras privadas, las servidumbres franqueadas por cercas eléctricas, y las casas del pueblo se fueron quedando sin familias y al final fueron vendidas o usurpadas para ser convertidas en locales comerciales. Todo esto ocurrió sin sutilezas, fue de frente, ante los ojos complacidos de los lideres del pueblo que veían en esto un fortalecimiento de la economía, la fortuna dejó de lado los sueños de ser un pueblo modelo del mundo para dar paso a un gran centro comercial que al cerrar sus puertas quedaba vacío y en sus calles tristes ni los perros se arriesgaban a deambular.

Los que habitaban el pueblo imaginario se reunían en sus logias privadas para celebrar efemérides de asuntos que eran irrelevantes para los que habitaban el pueblo real, exponían en salas elegantes cuadros sin valor y ofrecían cocteles y cenas de gala para regocijarse de permanecer incólumes a pesar de los cambios, para ellos el pueblo seguía siendo un remanso de sus lánguidas existencias.

La idea de semaforizar la población que a estas alturas llamaban ciudad, fue un acto desesperado del gobierno local, la falta de medidas estrictas respecto a la movilidad habían creado un caos en las vías que era casi imposible transitarlas, no había ley posible que controlara un descuido de muchos años, incluso el proyecto de peatonalizar algunas calles seguía después de veinte años sin ser aprobado. Los primeros incidentes no fueron tomados en serio, era común que las personas caminaran por la mitad de la calle, era una práctica de toda la vida, los pueblos son para los que van a pie con la lentitud que la vida pueblerina le otorga a sus pasos, pero el afán asaltó de repente y la velocidad vino a cobrar vidas. 

Las fachadas de las casas eran obstruidas por filas de carros que los turistas dejaban parqueados al garete, dejando un solo carril para que transitara la vida y los míseros humanos.

Primero pasó con los ancianos, fueron cayendo atropellados por jovencitos que en sus motos se sentían los reyes del mundo, - ¿Qué tiene que hacer un viejo en la calle? - dijo un dirigente - ¡Que no los dejen salir! - declaró - y así se fue volviendo tan común el asunto que atropellaban a diestra y siniestra sin que nada pasara, siempre había una justificación para dejar libre al motorista y a la víctima en el hospital o en el cementerio. Luego fueron los niños las víctimas, señoras que paseaban sus mascotas, empleados que salían de su trabajo, llegó a tal la situación que los mismos conductores empezaron a estrellar su humanidad ante la indiferencia de las autoridades, quienes lamentaban su deceso en declaraciones públicas mientras en las calles la velocidad del progreso seguía cobrando vidas.

Un día en la esquina del bar el minero, una moto elevó por los aires a un ciudadano yugoeslavo que era el dueño de una de las hosterías más lujosas del pueblo, por fin se encendieron las alarmas y en consejo de gobierno, reunidos con los comerciantes, se pusieron de acuerdo que debían tomar medidas extremas, ya que nunca se pensó en la educación y el civismo se había perdido había que proceder como en las grandes urbes.

En el año 2034 ya abandonados por nuestro señor, se dio el decreto municipal en el que se entregaba el contrato de semaforización a una empresa europea y se debían iniciar las obras de inmediato.

En una masiva reunión que unió por fin a la iglesia, a los dirigentes políticos, y comerciantes se discutió sobre los puntos en que debían ubicarse los nuevos semáforos, ilusión que llenaba de esperanza de un nuevo orden municipal en los tiempos que corrían.

El primer punto de la reunión era el de designar los lugares en que debían ubicarse los nuevos guardianes de la movilidad, fue unánime la decisión de que el primero sería en la esquina donde la victima extranjera había caído y además se debería ubicar una placa conmemorativa en honor de aquel hombre que dio su vida para que el pueblo pudiera reaccionar, este sería el primero en instalarse y debía servir para guiar la movilidad entre la calle y la carrera, no era un punto tan complejo como el de la esquina de Casablanca que sí era la encrucijada que más vidas había cobrado, pero como eran víctimas locales carecían de importancia capital.

El tercero fue dispuesto en la esquina de los bares de tango, el cuarto en el cruce de la circunvalación que daba a la salida del pueblo y el quinto en la esquina de la casa del escritor más insigne, sugerencia de un grupo de nostálgicos que levantaron sus copas brindando tras la aprobación de los demás, así pues, quedaron ubicados los primeros de otros que seguramente vendrían después de esta prueba piloto que auguraban sería un éxito.

El siguiente tema de la reunión tenía que ver con el diseño, otorgación del centro de control y disposiciones varias, entre ellas uno de los asistentes propuso que como aquel era un pueblo distinto a los demás, con un legado histórico de peso y haciendo uso de una retórica que subsistía en algunos pobladores, propuso que las luces de los semáforos no fueran las convencionales, debemos mandarle un mensaje al mundo de ser el primer pueblo que tiene en sus semáforos unas señales de color propia, así el debate se dio y la iglesia votó por el rosado para indicar la señal de pare, los políticos propusieron el azul como señal de advertencia y los comerciantes por el verde como señal de avanzar en homenaje al verde que solían tener las montañas en tiempos pretéritos.

La decisión estaba tomada, una vez más en las sucesivas ocurrencias que habían caracterizado a esta particular casta a lo largo de su historia, un disparate de más los llenaba de júbilo al imaginar el gran aporte estético y de fina coquetería que estaban dando a las viejas normas de tránsito.

Y se llegó el feliz día de la inauguración. Se batían los pañuelos blancos en los balcones del marco de la plaza central, tras la indicación del alcalde de encender las luces, la oriflama bicolor ondeaba en las astas enhiestas del parque, las palomas revoloteaban, un olor a carne asada emanaba de los veintitrés restaurantes circunvecinos y se mezclaba con el humo de los incensarios que los monaguillos meneaban al compás de los toques marciales de la banda, mientras el cura bendecía el semáforo principal y le arrojaba agua bendita con un aspersor de oro. Los motociclistas en las esquinas del pueblo aceleraban sus motos ansiosos de transitar bajo las normas del nuevo sistema. Cuando las luces parpadearon en sus círculos como ojos de un monstruo que venía a devorarlos, nunca entendieron las señales de aquel guiño único en el mundo y todos aceleraron al mismo tiempo chocando entre ellos, motos contra motos, carros contra carros, los peatones atónitos vieron cómo se retorcían las latas de los automores y rasgaban la carne humana, una mezcolanza nauseabunda de sangre y aceite corría por las calles, los húmeros atravesaban la piel y asomaban curiosos rasgando los ropajes de marca, ayes de dolor cundieron en medio del pánico, ninguno sobrevivió.

El día de la inauguración del primer sistema de semáforos en aquel año del 2034 el señor se volvió a acordar de su pueblo y los libró de la plaga que los había carcomido por años.

Al día siguiente los de a pie pudieron transitar por las calles solitarias, camino al cementerio a enterrar con cierto regocijo en sus rostros la acumulación de sus errores del pasado.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa.


MIRAR DE FRENTE

  -No mires con disimulo, mira fijamente - aconseja Gurdjieff a su hija. Desde pequeño escuché decir que los ojos son el espejo del alma, ...