viernes, 18 de febrero de 2022
viernes, 4 de febrero de 2022
PARSLEY, SAGE, ROSEMARY AND THYME
Cantar lo cotidiano, decir lo que se ama en una estrofa, inventar un estribillo que se vuelva pegajoso, por ejemplo: Antón tiruriruriru, Antón tirurirurá, y aprovechar la atención lograda para decir un par de verdades en las estrofas, algo con función social, que hable de cosas profundas, del hombre y sus vacíos, de su soledad, de su miedo a morir y de los errores en los que incurre por querer permanecer.
El que canta ahuyenta penas, dice
una canción y San Agustín asegura que el que canta bien ora dos veces, el
que canta bien, lo que excluye a los que mal cantan, así que quien desafina
o padece disritmia, ni ora ni ahuyenta penas, pero puede hacer llover cuando
hace sol y esas sí que son las gracias del señor.
El canto es sanador, deberíamos
cantar sin la pretensión de agradarle a las deidades con oído absoluto, cantar
como hace una amiga mía que pese a su consumado esfuerzo le salen de la
garganta graznidos, ella es muy bella y cuando canta los pájaros le contestan,
¿para qué más? -le digo- y ella sonríe agradecida, no halla agresión alguna en
mi comentario, otros si se molestan, ¡respete! -dicen- como si ser honesto en
asuntos estéticos fuera una ofensa.
Cantar es sanador digo, porque,
aunque no seamos virtuosos el solo hecho de dejar pasar el aire por las cuerdas
vocales con intensión musical ya es un ejercicio de profundidad, contrario al
que la usa para prorrumpir en delirantes demandas. “Pobre del cantor que nunca sepa, que
fuimos la semilla y hoy somos esta vida. Pobre del cantor que un día la
historia lo borre sin la gloria de haber tocado espinas”.
A Pablito lo conocí por mis
amigos mayores, los que cuando yo era un pichón de “gnóstico” ellos ya eran sabios,
no solo con mis amigos conocí de cantos, también de poesía, de historia y de
acrobacias aéreas, de lo sagrado de la amistad, del buen comer, del saber
respirar, del buen dormir y cosas varias. Yo fui afortunado con mis amigos,
ellos no tanto conmigo, yo les vivo agradecido, ellos marcaron mi vida, con el
correr del tiempo también marcaron distancia, a ellos mi canto silencioso y
cotidiano.
Los días tienen sabor y/o aroma,
nosotros los pueblerinos todavía tenemos esa capacidad, en mi caso el domingo huele
y sabe a algodón de azúcar a palomitas de maíz y a pollo asado, el lunes huele
a desinfectante de piso, el martes huele a ropa recién aplanchada, el miércoles
huele a dulce de guayaba, el jueves sabe a mazamorra pilada con panela
machacada, el viernes huela a pachulí y el sábado a perro lloviznado y a
incienso, cada quien tendrá su inventario de olores, estos me los inventé por
buscar conversa o para introducir la idea del siguiente párrafo y es que el
cantar además de sanar nos devuelve la memoria del tiempo, el aroma de los días
idos, el sabor de lo cotidiano y nos devela que tan lejos estamos del lugar que
tanto decimos amar.
Perejil, salvia, romero y
tomillo, plantas con propiedades místicas, que usamos en la cocina y también
para embellecernos, plantas tan mágicas como el cilantro que alivia el
estreñimiento, el llantén que evita el cáncer, la flor de sauco que ayuda a
respirar mejor, y la lengua de vaca que alivia los males de la boca. Plantas
como cantos que brotan de la tierra y nos recuerdan las pócimas mágicas de las
abuelas, cantos que nos conectan con lo mas entrañable que nos define, estos
pagos donde señorean la desmemoria y otros demonios, pero que nos permiten
seguir viviendo.
Que mi canto reinventado y
soportado en otros cantos sea con ustedes ¡oh, queridos hermanos de comarca! Qué
mi canto nos lleve al país del ayer, si van a mi pueblo en la montaña recuerden
que en el campo se siembra: perejil, salvia, romero y tomillo y ahora brotan en
este canto con mi más honesto deseo, que recuperemos un poco del amor perdido.
Carlos Andrés Restrepo Espinosa
martes, 1 de febrero de 2022
ORIGAMI
Me pliego para no quedarme en una sola pieza, me pliego para transformar mis costumbres en algo más qué dichas cotidianas, lo hago para perder de vista mis límites, la cuadrícula de mí plano original.
Me pliego por cuestiones de espacio, para no abusar con mi presencia, me pliego para abaratar costos, para no gastar en empaquetaduras, para evitar el sermón, el cielo y el infierno del amor.
Me pliego porque todo estandarte cuando es arriado de su voluptuosa asta, debe descansar doblado en la Mansedumbre de un cajón.
Carlos Andrés Restrepo Espinosa
Moers Alemania
30 de Diciembre de 2021
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