miércoles, 1 de abril de 2020

INFORME VIRTUAL DE MI SITUACIÓN ANALOGA





SER O NO SER

Ser o no ser, pero en casa, ya es hora de ir dejando de lado la gazmoñería y asumir que estamos grandecitos y lo suficiente postmodernos para entenderlo ¿Que nos controla? Si, desde siempre ¿Que nos implantan virus y otras matufias? Pero por supuesto, y ¿Qué hemos hecho? Nada, seguir eligiendo de manera incorrecta, comprando marcas extranjeras mientras el producto de nuestros campesinos se pudre y a los pocos que les compran deben dejarlo en consignación, con el riesgo que esto implica.  ¿Qué es muy duro estar en casa? Puede ser, pero es más duro que los mismos dirigentes que auspician a empresas extranjeras a que vengan y contaminen el agua de nuestros ríos y quebradas buscando oro, ahora estén de adalides de nuestra salud y bienestar, tratando de encerrarnos, mientras ellos se pasean por las calles libres de los flujos contaminantes que producen esos seres humanos de menor cuantía que somos todos los de ruana ¿Desde cuándo les empezó a preocupar nuestra salud? Desde nunca, lo único que quieren es tener control de nuestros cuerpos, desde la imposición de la limpieza que viene desde los tiempos de la plaga, a la irrupción en la vida sexual, el cuerpo atormentado por el pecado, doblegado y sometido al castigo, en prisión, el cuerpo  que se debe ocultar, el cuerpo aislado y torturado; no son más que las formas en que los poderosos han tenido el control para que nuestros mocos no les lleguen a ellos cuyas flemas son divinizadas y perfumadas con Shumukh de Spirit de Dubai  y cubiertas con pañuelos de seda de Stuart Hughes.  Para corroborar lo que digo les ofrezco leer a Michel Foucault, que debe estar revolcándose en su tumba en este momento.

Ser o no ser, pero no vivir en el engaño, hasta un punto es pertinente el cuidado de sí, pero no por la contingencia sino de tiempo completo y que el estado también cuiden de nosotros no solo en la conminación voluntario-obligatoria al encierro,  también con políticas  de sanidad en lo público. La última vez que ingresé al metro olía a producto antiséptico, se respiraba un aire de hospital, no está mal para un medio masivo de transporte y ¿Por qué no era así antes? Todo el tiempo viajamos compartiendo gérmenes y bacterias, en eso consiste nuestra biología y ¿Seguirán ofreciendo jabón y desinfectante en las universidades públicas cuando este miedo planetario pase?

HE AHÍ EL DILEMA

Ser o no ser, pero no apeste a otros, así no tengas nada que contagiar y además de lidiar con el peso de lo cotidiano, con la manera fatídica en que los noticieros farandulean la información, se deben entregar informes, como este que ahora me ocupa sin los suficientes insumos para dar cuenta de un proceso, ya sea porque nuestro país vive constantemente una crisis que se ve reflejada en la universidad que es el escenario más fehaciente del intríngulis del sistema educativo colombiano, afectando con sus coletazos políticos y sociales el proceso de formación para el cual fuimos contratados, o porque en el mundo se ha decretado que debemos guardar cuarentena porque un virus nos puede matar, como si la muerte no se escabullera debajo de la puerta y no supiera volar y entrar hábilmente por las celosías de las ventanas, desde las que parapetados esperamos a que se muera el vecino, pero nosotros no.

Vete a la casa, no pongas en riesgo nuestra salud, ni la de los demás, llénate de miedo,  ni se te ocurra salir a la calle porque te pueden arrestar, pero eso si no se te pase por la cabeza ocupar ese tiempo que de alguna manera te está devolviendo la vida para que compartas con tu familia, o lo ocupes leyendo, escribiendo, haciendo ejercicio, regalándote la oportunidad para la reflexión que te ayude a sacar de la situación un mejor provecho, quien quita que el COVID-19, haya venido a depurarnos en la quietud y el silencio, tan necesario en medio de este ruido que amplifica el miedo ya no por los medios masivos de comunicación sino a través de mensajes reenviados, por familiares y amigos.

No, este tiempo debe ser usado para que sigas trabajando desde casa, justificando el porque te deben reconocer económicamente tus servicios, pase lo que pase no podemos dejar de producir, les interesa ganar, a costa de todo lo que como seres humanos podamos perder, a las empresas no les importa la persona sino el operario, visto como la máquina de juego de azar a la que le echan una moneda y esperan arroje billetes.

En un capítulo de los Simpson el abuelo de la familia le expresa a su nieto que el dinero no cambia a las personas, sino que les permite mostrarse como realmente son, la frase es un lugar común, el expresidente de Uruguay José Mujica, tiene su propia versión, dice: - El dinero revela lo que somos-, esto me lleva a pensar que la pandemia como acontecimiento social nos está permitiendo mostrarnos como realmente somos, acaparadores, timoratos, ingenuos, ignorantes, oportunistas y abusivos, por emplear algunos adjetivos que saltan a la vista solo yendo al mercado o viendo los indicadores económicos en los noticieros.

Hay un virus que se me antoja más inquietante, el de la virtualidad, el de la digitalización, resuenan en boca de dirigentes, rectores y coordinadores estas palabras con una seguridad tal que pareciera que fueran conocedores de lo que están hablando, y sobre todo y más inquietante que el depositario de dicha virtualidad sea la internet, ahora tenemos que educar, informar, ofrecer contenidos, justificar la ausencia, a través de la red, la misma que cuando vamos a pedir una cita médica, o requerir de un medicamento o retirar dinero para ponernos al día con un cobrador, resulta estar siempre caída.

Tenemos que ser virtuales en una semana y urden las capacitaciones a medias, hágase docente virtual en una tarde, usando aplicaciones advenedizas, incompatibles, en redes que siempre están caídas, usando una banda ancha que de repente se ralentiza o simplemente te anuncia que estas conectado pero sin acceso, así es nuestra educación de improvisada, ordenan  en un tono de seriedad que suena como a un latigazo sobre el lomo, que ofrezcas una clase diseñada para la presencialidad de manera virtual, sin la previa reflexión y la preparación adecuada, no importa, conéctate que aquí somos de facto los más innovadores; y del otro lado, el del estudiante, vive en una casa que fue desconectada por falta de pago y no tiene computador porque aunque no lo crean aquí todavía viven muchos pobres.

Finalmente cumples con tu labor, trabajas intentado cambiar el mundo, porque todavía crees en esas fantasías, te ajustas al sistema, sucumbes a la necesidad de simpatizarle al jefe porque además de sujeto virtual, todavía tienes algunas funciones análogas, que te hacen necesaria una manutención económica, pagar el internet y comprar papel higiénico que todavía sigo sin entender por qué es  elemento fundamental de la canasta familiar en esta crisis,  al final cuando estas al día, entregas tu informe y  te dicen que no volverás a ser contratado hasta nueva orden.  Las cosas así las dispone Dios, por seguir en la línea de lo virtual.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa
carloscantante@gmail.com

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