lunes, 7 de septiembre de 2020

MONOLITOS

Siempre sospeché que algún día los monolitos se vendrían abajo, tanto por su propio peso como por su levedad, cuando dejaran de ser significativos para el hombre y he aquí que se llegó el día; los templos, los museos, santuarios, claustros y centros comerciales se vinieron abajo, cayeron sin tener que ser derribados, perdieron su funcionalidad, los actos que el hombre había consagrado a ellos retornaron a su ámbito cotidiano, las cuatro paredes de una habitación en la que una pantalla centellea reflejos de un mundo exterior que se tornó en su enemigo número uno. 

Por primera vez una procesión de semana santa se hizo sentado frente al televisor, las clases prácticas tornaron a teóricas, las clases teóricas se volvieron virales, abundaron los maestros de cualquier cosa, pululan las recetas para subir las defensas, yoga para las mascotas, cursos de inglés para ser engañados en dos lenguas y una insistente invitación a quedarse en casa, pero sin dejar de consumir: Ordena ya este carro, esos zapatos, estas gafas, este adminículo que tiene mil usos, comprar por comprar y lo básico, nuestros alimentos, se los estamos encargando a un mensajero que no tiene la más remota idea de escoger una fruta, seleccionar los tomates y menos el arte de regatear un precio. 

Por un momento reinó el silencio, las avenidas populosas se prestaron para las cámaras que hicieron tomas postapocalípticas, sin que Hollywood desembolsara un peso para detener el tránsito, los ricos se escondieron en las suites de sus rascacielos, los acomodados en sus fincas y los pobres en sus ranchitos, eso sí con cerros de papel higiénico porque no hay pantalón que contenga el exceso de miedo. Los centros comerciales cerraron sus puertas, evoqué “La caverna” de Saramago y sus palabras al respecto: “la caverna la escribí para que las personas salgan de la caverna”. De repente la vida social no ocurrió en los pasadizos laberínticos de estos lugares, en los que cada que buscas la salida te encuentras con otra tienda, lugares en los que te cobran para que puedas comprar, fundados sobre subterráneos en los que se amontonan vehículos que sus torpes dueños suelen gastar horas intentando ubicar para regresar a sus casas, los centros comerciales despojaron el sagrado ritual de alimentarse, con el despropósito de las comidas rápidas, llegó a tal punto su banalización, que hasta la misa de los católicos celebraban en sus pasarelas de moda. Estas cavernas cerraron sus fauces y dejaron de deglutir a los humanos como sabe dar cuenta un niño de un helado de chocolate, cerraron sus puertas y de repente la vida fue mejor.


Las universidades también cerraron, la educación dejó de ocurrir en sus edificios, en sus bulliciosas zonas de estudio, en sus parqueaderos (algunos más suntuosos que sus aulas de clase), el espíritu investigativo abandonó sus bulevares plagados de humo de cigarrillo, puntos de café y otras misceláneas, sus porterías con hombres armados escudriñando las mochilas de los estudiantes como si fueran delincuentes, bajaron sus rejas dejándoles en libertad, por fin salían de la edad media, ya no se volvía al presidio para poder ser educado. Los profesores dieron sus clases en calzoncillos y sin bañarse, y los estudiantes se quedaron en sus camas alternando sus lecciones con bulliciosos actos sexuales online, dormidos o viendo a la par una serie de televisión. 

Cundió además por primera vez, la idea de que el campus universitario sobraba si se podía estudiar desde casa y que, si no había que pagar por un pupitre, pues el costo de la educación era excesivo. Para llegar a esta conclusión antes se hacían marchas de protesta, ahora esta epifanía se manifestaba en un coro de susurros y de memes que a las directivas de las instituciones empezó a ofender por lo sutil de su armonía, como respuesta pusieron sus carreras en promoción como las rebajas de “La feria del brasier y solo KuKos” pague una y le enseñamos media, despidieron a cientos de profesores y encargaron a unos cuantos de vigilar las plataformas, donde yacen ahora en cursos virtuales los conocimientos y experiencias vitales que lograron exprimir de la memoria de los docentes caídos. 

Los templos cerraron sus puertas obligando al hombre a enfrentarse con su divinidad interna, los mediadores entre Dios y los mortales se quedaron callados, las bibliotecas vacías, los intelectuales se entregaron al llanto y a la oración, los militares apoderados del planeta aprovecharon para tener el control absoluto de todas aquellas libertades, que al hombre se le estaban devolviendo con la venida abajo de sus monumentos. Estaba convencido que de estas ruinas simbólicas se alzaría un nuevo hombre, triunfante, con la autonomía suficiente para emprender la construcción de su propia forma de relacionarse con el mundo, capaz de gestionar su economía sin tener que venderse, un profesor dueño de su saber sin escalafón que indique cuánto vale su conocimiento, un médico que sane, no que recete, un cura que salve no que crucifique, una mujer conectada con la divinidad de ser dadora y formadora de vidas y si no era mucho pedir, que el vendedor de aguacates te entregue en la bolsa los que compraste no los que lleva estripados y asoleados. 

Siempre tuve la sospecha de que algún día todo lo que dañaba al hombre se vendría abajo, pero esta ilusión no duró mucho, en cuanto empezamos a dar muestras de lucidez los dirigentes del mundo cerraron filas, desde el alcalde de mi triste pueblo hasta el jefe de la nación más poderosa de la tierra se las han arreglado para erigir un nuevo templo que albergue la oscuridad de todos los hombres, el miedo. Y aquí vamos una vez mas de compras con los bolsillos rotos, embadurnados de alcohol ocultando la vergüenza detrás de un inútil antifaz, santurrones, bobalicones y héroes pretendiendo esquivar a la muerte, negándonos la vida. 


¡Abran las universidades, Catedrales y centros comerciales que no aprendimos nada! 


Carlos Andrés Restrepo Espinosa

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  -No mires con disimulo, mira fijamente - aconseja Gurdjieff a su hija. Desde pequeño escuché decir que los ojos son el espejo del alma, ...