Filantropía viene del griego (philos) y (ánthropos) que quiere
decir amor (o amante de, amigo de) y hombre respectivamente, pero no se transcribe
como amante de los hombres seguro para evitar malestar en la cultura, sino que
reza en los diccionarios de los hombres de bien, con el encabezado de siempre:
Dícese de aquel que profesa amor por la humanidad.
Los hombres más ricos del planeta destinan parte de sus ganancias
a obras de caridad, generalmente los destinatarios son los más pobres de los
países subdesarrollados, cuando hacen un
donativo se esmeran en que su nombre o la marca que les representa queden
publicados en los principales medios, es muy necesario que las personas menos
favorecidas sepan quién fue el que les regaló un mendrugo de pan y les alivio
del hambre por un día; otros de estos filántropos se esconden tras
corporaciones y desde allí controlan el planeta, deciden de qué nos vamos a
enfermar el próximo año, cuál será la
droga milagrosa que nos salvará y por supuesto son los dueños del laboratorio
que ha de producirla, saben desde ya como nos vestiremos en el siguiente
verano, cuándo ocurrirá el próximo tsunami y donde comprar barato para después
vender a descomunales precios.
Esos mismos hombres crean fundaciones para evadir impuestos y al
mismo tiempo figurar ante la opinión pública como almas caritativas
desprendidas de sus bienes, pero la verdad es que no dan puntada sin dedal
estos amantes de la humanidad.
Inquieta saber qué pasa con tanto donativo y tanta obra social,
hay demasiados programas para los menos favorecidos, planes de vivienda,
desarrollo social, educación y salud y no se acaba la pobreza, por el contrario
todos los días hay más pobres, los que se muestran con sus ropas raídas y que
desde su aspecto se sabe que son pobres y los pobres vergonzantes, esos que sin
tener nada aparentan que lo tienen todo; conozco poblaciones enteras así, digo
que es muy curioso que contando además de los ricos con los políticos que
ofrecen soluciones para combatir la pobreza en cada temporada electoral,
todavía la mitad de los habitantes del planeta tienen que vivir con menos de
dos dolores al día, más de mil millones de personas viven en pobreza absoluta y
peor aún cada año mueren de desnutrición entre trece y dieciocho millones de
seres humanos en el planeta, según cifras de Naciones Unidas.
Mientras tanto los países de occidente gozan de unos lujos
exagerados, solo el 20 por ciento más rico de la población de los países
desarrollados consume el 86 por ciento de los bienes del mundo y como tienen
tanto dinero, lo único que hacen para equilibrar su superávit de riqueza es
salir a comprar cachivaches que no tendrán ningún uso, terminarán ocupando
habitaciones completas en sus opulentas casas y cuando mueran crearán museos personales
de objetos inútiles.
Lo complejo de ese modelo es que nosotros que somos un país
vergonzante lleno de regiones vergonzantes y de pueblos en idéntica situación, lo
hemos venido copiando y ahora para parecer ricos, negamos la pobreza y nos
metemos en deudas que nunca terminaremos de pagar. Sin ser economista sospecho
que por ahí va la nueva filantropía, brindarle al otro la posibilidad de que se
endeude para tenerlo esclavizado de por vida y en eso, hay muchos poniéndole el
alma; así que la pobreza nunca se va a acabar porque los pobres son el motor de
los ricos, ese desequilibrio es necesario para que haya desarrollo y la
civilización continúe con su plan maestro de privilegiar un sistema social en
el que para ser alguien hay que ser rico y para ser rico hay que mantener pobre
al de al lado.
Algunas personas que han poseído grandes fortunas y que no
entraron en esas dinamias del capitalismo como le llaman a esto que describí de
manera bucólica, terminaron arruinadas, quizás por sus exageradas obras de
caridad o porque otro lobo se las arreglo para quedarse con sus bienes; por ahí
escuché a alguien decir que uno recibe su respectivo castigo por cada acto
bondadoso, debe ser cierto, pues los espejos son muchos.
Todo este preámbulo lo hice para hablar en este último párrafo de
Antonio, el último filántropo del que tengo noción, un hombre que hizo su
riqueza con trabajo honesto y limpio, creó su propio emporio comercial
iniciando con la compraventa de café heredada de otro gran señor de apellido
Londoño y luego pasó a la finca raíz, la construcción, teniendo éxito en cuanto
negocio emprendía y aunque fue víctima de varios timos, siempre salió a flote y
a su paso ayudó a que otros también se hicieran con su patrimonio, fue el motor
económico de su pueblo, no pensaba como banquero porque ponía la generosidad
por encima de la ganancia. Antonio regaló casas, fincas, carros, dio donativos
a la Iglesia, pagó la pintura de templos, levantó casas para pobres, regaló
mercados, invitó a guaro, tuvo una oficina en el marco de la plaza en la que recibía
a cuanto menesteroso llegaba a pedirle desde cincuenta centavos para un café,
hasta el costo total de una cirugía a corazón abierto y creo que ese corazón
abierto de hombre generoso y noble, de ciudadano honorable no le sirvió de
mucho a la hora de su venida a menos; ahora vive de manera austera pero digna
con sus dos hermanas, transita las calles de un pueblo donde le miran de
soslayo, algunos le han dado la mano, pero no todos, jamás en la forma en que
él se la dio a los más necesitados, incluso a los que no necesitaban.
Antonio fue el último filántropo y en su ocaso se puede apreciar
como esa noción no existe en sus semejantes, la ingratitud es notoria, vivimos
ahora otros tiempos.
Carlos Andrés Restrepo E.