lunes, 11 de diciembre de 2023

ALQUIMIA


Las cicatrices eran la evidencia de sus aventuras pasadas, los surcos de carne trémula que se extendían a lo largo de su piel trazaban los mapas del territorio que estaba dispuesto a no volver a recorrer. 

El problema con el pasado es que se resiste a permanecer atrás, siempre busca un pretexto en la memoria para regresar. Abiertos los ojos ante aquella triquiñuela, había optado por el silencio con el propósito de que lo dejado a sus espaldas se disolviera en la bruma del olvido y lo había conseguido, estaba viviendo en la coherencia del presente continuo, pero ella resultó ser aficionada a la espeleología y con el primer beso profano lo mas profundo de su caverna y se dio a revelar cada una de las fisuras que ya habían sanado y excavó hasta lo mas profundo desvelando su vitriol y exponiendo a la luz todo aquello que pertenecía a lo más profundo de su abismo.

Lo que había rectificado en su camino ahora volvía a encararlo poniendo de presente una alquimia que ya había transformado su pesadez en vuelo. 

Asumió el desdén sin desconsuelo, regresó al fondo con la esperanza de que la misma energía que lo hundía de idéntica manera lo traería de nuevo a flote. Confiado en su poder personal se entregó a vivir. 


Carlos Andrés Restrepo Espinosa




 

martes, 5 de diciembre de 2023

ROSADO, AZUL Y VERDE

 



El día de la inauguración del primer sistema de semáforos del pueblo la gente se agolpó para ver cómo cambiaba la luz de color, en acto multitudinario se hicieron los respectivos honores, izaron los heraldos, sonó el himno de la comarca por los altavoces y el burgomaestre leyó un discurso en el que prometió que ahora si reinaría el orden. - Con este instrumento que nos trae la modernidad, declaramos que el progreso es ya un hecho, no seremos más un villorrio, desde ahora somos una ciudad pujante digna de ser imitada por los demás pueblos de la región - y  agregó elocuente con voz quebrada, han sido años de oscuridad, pero ahora con la luz de este nuevo habitante del pueblo, que auguramos no sea el primero, se iluminará el camino para que los ancianos, los niños, las mujeres y los honorables hombres de nuestra ahora ciudad, se sientan tranquilos al cruzar las calles, los tiempos en que el motor dominaba, terminaron. Aquí en este memorable momento la historia se parte en dos.

Al terminar su alocución dio una instrucción con voz chillona, como de payaso de circo: ¡Que se encienda la luz!  y al instante los semáforos empezaron a parpadear indecisos guiñando sus tres ojos, hasta estabilizarse, el pueblo estalló en ovaciones, las señoras en los balcones batían pañuelos, algunos sollozaron, era el gran acontecimiento del siglo en aquel pueblo enmarcado en altas colinas, tan altas que el ego de sus habitantes andaba por las nubes y no les dejaba ver lo absurdo de su festejo.

Desde su fundación el pueblo había sido concebido como una aldea, por tanto, su desarrollo urbanístico estuvo pensado para el desplazamiento de semovientes que venían de las veredas cargados de las riquezas que sus campos brotaban, y para los ilustres ciudadanos, que al caminar por las calles empedradas con sus zapatos de carramplón no se lograba diferenciar si el sonido era de los cascos o del calzado de los parroquianos. Eran los tiempos del señor del año 1850, las araucarias y los chaquiros de la plaza apenas eran brotes inocentes que les auguraba una larga vida como guardianes silenciosos de la historia que apenas se vislumbraba en el afán colonizador de su fundador.

No está muy claro si por voluntad o por capricho de las dinámicas propias de la sociedad que allí se fue construyendo, que a pesar de la postura conservadora que se fue gestando, tal vez por la presencia de la doctrina católica, así mismo se manifestó entre algunos habitantes una mirada más libertaria de la vida y entre gamonales y terratenientes, aparecieron escritores, poetas, músicos y otras osadas formas de pensar, con una locura tan exquisita que sentaron un precedente en las generaciones que habrían de marcar el devenir futuro de aquella naciente aldea.


Desarrollo y prosperidad se alcanzaron gracias al trabajo de las primeras familias que llegaron a colonizar, al llegar la energía eléctrica nacieron industrias, tuvieron moneda propia, se volvieron capital de departamento, el campo era una gran despensa de alimentos, la vida era digna, el futuro se mostraba ante sus bates en color rosado, los fulgores del cielo estallaban en un azul profundo que asistía desde la aurora hasta los arreboles de la tarde que besaban las montañas verdes, el canturreo de las aves coreaban la magnificencia de aquella creación que dios había hecho por mediación de hidalgos hombres para demostrar que en aquellos predios baldíos, después de ser desterrados los indios, su voluntad se hacía presente. 

Es difícil precisar cuándo aquel paraíso terrenal se convirtió en un simple pueblo cargado de nostalgias de un pasado glorioso, fue tan gradual la transformación que sus habitantes se fueron acomodando a las nuevas formas de vida, su cultura cambió de tal manera, que seguían creyendo ser los mismos, pero cada vez más decadentes, las instituciones se corrompieron, el civismo se desvaneció a tal punto que el sentido de pertenencia era solo una expresión que usaban los más viejos para lamentarse, mientras otros veían normal que los valores y el respeto ya no eran parte esencial de la interacción social de sus habitantes. Un particular fenómeno se dio entonces, unos decidieron vivir en un pueblo imaginado con sus delirios de grandeza, se llenaron de museos para evocar lo que fue y maquillar lo que estaba ocurriendo, se declararon los más cultos, se embelesaron en sus mutuos elogios e ignoraron el mal gusto, la mala educación, el oportunismo y las demás prácticas que en el trascurrir de los días bajo ese cielo azul iban llenando de oscuridad la memoria, dejando de lado el compromiso de asumir los nuevos vericuetos en que su historia se iba diluyendo y los otros se dedicaron simplemente a habitar el pueblo a su manera sin miramientos ni normas.

Las calles del jugar golosa se llenaron de muchas motos, de automotores que a grandes velocidades pasaban dejando rostros de espanto entre los peatones que cada vez estaban más desvalidos, las noches de divisar la luna y recitar poesía se volvieron inseguras, los comerciantes subieron los precios sin control, las autoridades perdieron su autoridad para dar paso a la permisividad de la tolerancia con fines políticos, los libre pensadores abandonaron el lugar porque vieron amenazada su filosofía, los campesinos vendieron sus predios a extranjeros que fueron convirtiendo la gran despensa de alimentos en fincas de veraneo custodiadas por cámaras de seguridad, los caminos riales se volvieron carreteras privadas, las servidumbres franqueadas por cercas eléctricas, y las casas del pueblo se fueron quedando sin familias y al final fueron vendidas o usurpadas para ser convertidas en locales comerciales. Todo esto ocurrió sin sutilezas, fue de frente, ante los ojos complacidos de los lideres del pueblo que veían en esto un fortalecimiento de la economía, la fortuna dejó de lado los sueños de ser un pueblo modelo del mundo para dar paso a un gran centro comercial que al cerrar sus puertas quedaba vacío y en sus calles tristes ni los perros se arriesgaban a deambular.

Los que habitaban el pueblo imaginario se reunían en sus logias privadas para celebrar efemérides de asuntos que eran irrelevantes para los que habitaban el pueblo real, exponían en salas elegantes cuadros sin valor y ofrecían cocteles y cenas de gala para regocijarse de permanecer incólumes a pesar de los cambios, para ellos el pueblo seguía siendo un remanso de sus lánguidas existencias.

La idea de semaforizar la población que a estas alturas llamaban ciudad, fue un acto desesperado del gobierno local, la falta de medidas estrictas respecto a la movilidad habían creado un caos en las vías que era casi imposible transitarlas, no había ley posible que controlara un descuido de muchos años, incluso el proyecto de peatonalizar algunas calles seguía después de veinte años sin ser aprobado. Los primeros incidentes no fueron tomados en serio, era común que las personas caminaran por la mitad de la calle, era una práctica de toda la vida, los pueblos son para los que van a pie con la lentitud que la vida pueblerina le otorga a sus pasos, pero el afán asaltó de repente y la velocidad vino a cobrar vidas. 

Las fachadas de las casas eran obstruidas por filas de carros que los turistas dejaban parqueados al garete, dejando un solo carril para que transitara la vida y los míseros humanos.

Primero pasó con los ancianos, fueron cayendo atropellados por jovencitos que en sus motos se sentían los reyes del mundo, - ¿Qué tiene que hacer un viejo en la calle? - dijo un dirigente - ¡Que no los dejen salir! - declaró - y así se fue volviendo tan común el asunto que atropellaban a diestra y siniestra sin que nada pasara, siempre había una justificación para dejar libre al motorista y a la víctima en el hospital o en el cementerio. Luego fueron los niños las víctimas, señoras que paseaban sus mascotas, empleados que salían de su trabajo, llegó a tal la situación que los mismos conductores empezaron a estrellar su humanidad ante la indiferencia de las autoridades, quienes lamentaban su deceso en declaraciones públicas mientras en las calles la velocidad del progreso seguía cobrando vidas.

Un día en la esquina del bar el minero, una moto elevó por los aires a un ciudadano yugoeslavo que era el dueño de una de las hosterías más lujosas del pueblo, por fin se encendieron las alarmas y en consejo de gobierno, reunidos con los comerciantes, se pusieron de acuerdo que debían tomar medidas extremas, ya que nunca se pensó en la educación y el civismo se había perdido había que proceder como en las grandes urbes.

En el año 2034 ya abandonados por nuestro señor, se dio el decreto municipal en el que se entregaba el contrato de semaforización a una empresa europea y se debían iniciar las obras de inmediato.

En una masiva reunión que unió por fin a la iglesia, a los dirigentes políticos, y comerciantes se discutió sobre los puntos en que debían ubicarse los nuevos semáforos, ilusión que llenaba de esperanza de un nuevo orden municipal en los tiempos que corrían.

El primer punto de la reunión era el de designar los lugares en que debían ubicarse los nuevos guardianes de la movilidad, fue unánime la decisión de que el primero sería en la esquina donde la victima extranjera había caído y además se debería ubicar una placa conmemorativa en honor de aquel hombre que dio su vida para que el pueblo pudiera reaccionar, este sería el primero en instalarse y debía servir para guiar la movilidad entre la calle y la carrera, no era un punto tan complejo como el de la esquina de Casablanca que sí era la encrucijada que más vidas había cobrado, pero como eran víctimas locales carecían de importancia capital.

El tercero fue dispuesto en la esquina de los bares de tango, el cuarto en el cruce de la circunvalación que daba a la salida del pueblo y el quinto en la esquina de la casa del escritor más insigne, sugerencia de un grupo de nostálgicos que levantaron sus copas brindando tras la aprobación de los demás, así pues, quedaron ubicados los primeros de otros que seguramente vendrían después de esta prueba piloto que auguraban sería un éxito.

El siguiente tema de la reunión tenía que ver con el diseño, otorgación del centro de control y disposiciones varias, entre ellas uno de los asistentes propuso que como aquel era un pueblo distinto a los demás, con un legado histórico de peso y haciendo uso de una retórica que subsistía en algunos pobladores, propuso que las luces de los semáforos no fueran las convencionales, debemos mandarle un mensaje al mundo de ser el primer pueblo que tiene en sus semáforos unas señales de color propia, así el debate se dio y la iglesia votó por el rosado para indicar la señal de pare, los políticos propusieron el azul como señal de advertencia y los comerciantes por el verde como señal de avanzar en homenaje al verde que solían tener las montañas en tiempos pretéritos.

La decisión estaba tomada, una vez más en las sucesivas ocurrencias que habían caracterizado a esta particular casta a lo largo de su historia, un disparate de más los llenaba de júbilo al imaginar el gran aporte estético y de fina coquetería que estaban dando a las viejas normas de tránsito.

Y se llegó el feliz día de la inauguración. Se batían los pañuelos blancos en los balcones del marco de la plaza central, tras la indicación del alcalde de encender las luces, la oriflama bicolor ondeaba en las astas enhiestas del parque, las palomas revoloteaban, un olor a carne asada emanaba de los veintitrés restaurantes circunvecinos y se mezclaba con el humo de los incensarios que los monaguillos meneaban al compás de los toques marciales de la banda, mientras el cura bendecía el semáforo principal y le arrojaba agua bendita con un aspersor de oro. Los motociclistas en las esquinas del pueblo aceleraban sus motos ansiosos de transitar bajo las normas del nuevo sistema. Cuando las luces parpadearon en sus círculos como ojos de un monstruo que venía a devorarlos, nunca entendieron las señales de aquel guiño único en el mundo y todos aceleraron al mismo tiempo chocando entre ellos, motos contra motos, carros contra carros, los peatones atónitos vieron cómo se retorcían las latas de los automores y rasgaban la carne humana, una mezcolanza nauseabunda de sangre y aceite corría por las calles, los húmeros atravesaban la piel y asomaban curiosos rasgando los ropajes de marca, ayes de dolor cundieron en medio del pánico, ninguno sobrevivió.

El día de la inauguración del primer sistema de semáforos en aquel año del 2034 el señor se volvió a acordar de su pueblo y los libró de la plaga que los había carcomido por años.

Al día siguiente los de a pie pudieron transitar por las calles solitarias, camino al cementerio a enterrar con cierto regocijo en sus rostros la acumulación de sus errores del pasado.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa.


martes, 7 de noviembre de 2023

173


Según la pseudociencia de la numerología, el número 1 simboliza el comienzo de todo, representa el ego y está regido por el sol, del cual toma el sentido de individualidad, la identidad y la energía paterna, su aspecto negativo es la arrogancia y el positivo la integridad, domina los demás números, simboliza la expresión divina.

-El número 7 - dijo Hipócrates - por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas. Es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la luna cambia de fase cada siete días; este número influye en todos los seres sublimes -. Simboliza la trascendencia, la espiritualidad y la ilusión e indica la búsqueda de aprendizaje y la perfección. La inmensa mayoría de símbolos de siete elementos en el mundo entero derivan del modelo celeste de las siete esferas. Su aspecto negativo es la insensibilidad y la introversión.

Bajo la regencia de Júpiter, el 3 representa el juego. Es arquetipo del niño y tiene que ver con abundancia y con la gestación creativa, tiene mucha influencia en la parte mental y en la social. En la antigüedad fue considerado el número perfecto ya que representaba el tiempo, la materia y el espacio, está asociado al triángulo símbolo de la lógica, así mismo es el número de la conclusión, su aspecto negativo es el orgullo que lo lleva a ser entrometido y controlador.

En el marco del aniversario, encontré en la internet un video institucional que buscaba enaltecer las virtudes de Jericó y se centraba en la esencia de sus gentes, algo me incomodó en su mensaje, no soy tan conformista, me molesta esa capacidad de enmascarar la realidad con frases publicitarias e ideas de cajón que pretenden hacer ver a un pueblo con una crisis de gentrificación rampante y otros demonios, como una estampa de la Revista Atalaya, donde todo es leche y miel. En respuesta a este malestar se me ocurrió el ejercicio de escudriñar el significado de cada uno de los números que componen la sumatoria de años; hago de mi malestar un llamado a la reflexión, yo también soy Jericó, puede que no tenga poder político o económico, pero si tengo narrativas y ensueño una sociedad conectada con su memoria, aciertos y desaciertos, que aproveche la oportunidad para evaluar el estado de su historia y que no se limite a una campaña publicitaria maquillada donde venden una ilusión, controlando con cierto toque de indiferencia, los rasgos negativos que también nos definen y que si los pusiéramos en evidencia podrían mejorar, en lugar de disimular con estéticas advenedizas.

Pongámonos de acuerdo en algo ¿Qué es esencia, y cuál gente? ¿La de las redes sociales que hablan y expresan melancolía pero que viven lejos? ¿La que resiste en las montañas? o ¿los neojericoanos sin arraigo, sin ancestros, pero si con muchas ganas de lucro? Porque hasta de los pueblos vecinos que nos miraban con recelo, ya están llegando a comerciar, porque la esencia de esté terruño es el negocio, el billete, sino pregúnteles a los políticos que camuflan su afán de poder y de ganar en el deseo de servir ¿Servir? ¿A quién? A ellos mismos.

Veamos lo tremendo de esta esencia: Venga y monte un negocio, las venas del pueblo están abiertas, venga y chupe, le vendemos un andén, si quiere llévese la calle entera, se la dejamos baratica al mejor postor, aprovechen que estamos botados, apúrense que quedan pocos adoquines, venga e instale su mesa, y venda lo que sea, no importa la calidad, venda y bien caro para que alcance a pagar los altos cánones de arrendamiento, y si corre con suerte consiga empleados y si los consigue aguante su decidía para trabajar, porque parte de la esencia de los de aquí es la pereza, aquí también hemos producido vagos con altos estándares de calidad, salga a la plaza para que vea.

Lo esencial es invisible a los ojos poetisa de Saint-Exupéry, así que no se fíen de la esencia que se visibiliza, alguna trampa ha de tener, igual que las promociones o los avisos de gratis, en este paraíso del mercado nada lo es, por algún lado te descuentan esa ilusión.

Vengan y aprovechen, estamos desmantelando la esencia, lleve casas con arquitectura republicana venidas a menos y construya mansiones tipo Beverly Hills, de puertas para adentro todo se puede, el patrimonio es solo de dientes para afuera.

Lleve montañas, lleve cielos azulados, lleve potreros, nuestra esencia es vender, nos queda un pedazo de río, un rabo de nubes, nos queda una tarde de lunes agonizando, nos queda un vaho a orines al lado de la Casa de Gobierno, nos quedan dos esquinas libres para que parquee su humanidad y se siente a ver el caos hermoso que le tenemos reservado.

La esencia nostra es creernos mejores así seamos los peores, aquí cualquiera es poeta, escritor o historiador, lo mejor de nosotros es el chisme, y se está acabando porque ya no sabemos quién es quién, esto está perdiendo la gracia, nos quedamos sin insumos. Venga le echamos el último cuento que nos queda, la propina es voluntaria, le guardo el casco en 2 mil, orinada a niqui, vaso de agua de la canilla a 4 mil, tinto amargo a 10 mil. La mirada despectiva se la encimamos y el trato austero de los meceros es cortesía de la casa.

Honestamente los números que más nos interesan son los que suman pesos, no los que suman años de memoria, identidad y espiritualidad, eso ya no se usa.

Venga que la esencia se está acabando, le vendemos el último cuncho, pero no se duerma que ya tenemos 400 solicitudes del extranjero, porque la esencia de los de aquí, es que ya no son los de aquí. Nos vendamos para vendernos en porciones tan dosificadas que no se notó el cambio, y cuando abrimos los ojos, Jericó ya no era nuestro.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

 

viernes, 3 de noviembre de 2023

Y DOLOS

Yo creí que era esplendente, el brillo traslucía en sus ideas, le celebrábamos todo,

sus flatulencias eran recibidas con gratitud, decía: -miren aquí y todos mirábamos,

decía: -miren allá, y seguíamos sus larguiruchas señales. Era nuestro ídolo, todo

lo que tocaba se volvía verde esperanza, era el profeta del Umwelt y otras

cuestiones que no entendíamos, pero dado su entusiasmo lo aceptábamos como

fieles seguidores. Ahora todo es decepción. Ese es el inconveniente con la

idolatría, los ídolos se rompen, pelan el cobre, se caen de su pedestal y no hay

remiendo que les devuelva su gracia.


Todo lo que decía lo asentíamos con vehemencia, era nuestro modelo, nos

enseñó el amor por la naturaleza, señalaba las estrellas y nos convenció de ser

una leve brizna en el infinito, éramos nada ante su sapiencia, pequeños ante su

arrogancia. Pero los ídolos se despedazan, y cuando la fe ciega desaparece se

hacen añicos, es justo y necesario que así sea.


En instantes de nuestras vidas tenemos referentes, influencias buenas,

generosas, en apariencia sensatas, pero cuando pasa el tiempo y corre el velo de

nuestra mirada entendemos su desacierto, sus incoherencias. Está bien, todos

tenemos derecho a cambiar, el malo puede convertirse en bueno, el príncipe en un

sapo, la princesa en una bruja y la bruja en un murciélago, en fin, cada uno verá

que hace con su metamorfosis, cómo se ocupa de su alquimia íntima.


Ya no quedan modelos que nos inspiren, solo presiento una multitud de sombras

atávicas revolviéndose en el fango de su hedonismo, evidenciando una

ostentación que se aleja de lo sagrado, prima el negocio sobre la cultura y la fatiga

estética sobre la emoción, y los que tienen voz tienen discursos adormecedores,

palabrerías rimbombantes, y risotadas inoportunas.


Vano fue el esfuerzo de seguir un ídolo, ahora liberado de tales herencias siento

que no debo lamentar haberlo perdido.

A estas alturas del relato ya no me importa si es alto, mira las estrellas o si es


diminuto cuál enano que cabe en una hendija de la decepción.


Ahora tengo mi propia mirada del mundo, reconozco que mucho de lo que en

algún momento me enseñó, define el ser con criterio y carácter que soy y que no

estoy dispuesto a perder, así los ídolos se vengan a menos y se disuelvan en el

polvo del desengaño, la enseñanza y la experiencia nos debe quedar con-sagrada

en el altar de nuestra gratitud, porque después de todo, ¿De qué sirve haber

aprendido, si no sabemos mirar con conmiseración a estas pobres almas

atribuladas que un día fueron tanto y ahora de tanto ser ya nada son?.

El ocaso es terrible. 


Carlos Andrés Restrepo Espinosa

miércoles, 13 de septiembre de 2023

SONATA


Dios creo al hombre y el hombre inventó el ruido y con éste, pobló la tierra de un batiburrillo tan estrepitoso que desde entonces no volvió a escuchar a Dios, porque Él habla en el silencio y el hombre no entiende ese lenguaje, por eso grita, estridula, vocifera, gruñe y en ocasiones canta. Una única y feliz época se prestó para el buen cantar, pero duró poco, en adelante todo fue estridencia, saturación, decibeles irrumpiendo las frecuencias sagradas; el solfeggio se volvió un mito y el niño solo ante el caos sigue cantando, como anunciaron Deleuze y Guattari en su complejo ritornelo.  Son un par de filósofos que me procuraron muchas canas cuando era un novicio estudiante de la estética, ahora puedo decir que los entendí viendo la película Gravity (2013) del director Alfonso Cuarón, justo cuando la protagonista se enfrenta al caos de la caída, en la radio de su cápsula un niño canta ¡Fantástico! Eso sí que es una agnición, entre más perdido éste el humano, entre más ruido tenga dentro de sí, con mayor razón tendrá que manifestarlo en el exterior.  Eso explica que un pueblo en torno a sus fiestas no tenga otro escenario que un tablado en el centro de la plaza en torno al ruido, a un volumen tal que ni el más remoto pensamiento de silencio tiene la oportunidad de manifestarse en esas tristes almas que de dicha beben, gritan y bailan sin encontrar una estrategia para evitar su propio caos.

Existe tanto ruido que no podemos permitirnos un segundo de silencio, la banda sonora de la cultura popular no llama a engaños, y que no se diga que estoy siendo clasista porque el mal gusto, además de la propensión de ofrecer eventos musicales desconociendo la relación entre el umbral de la audición y la presión sonora de la fuente de sonido, un ejercicio básico para entender el universo del decibelio, no escapan a eventos de alta curaduría intelectual nacidos del heno de Abraham y parodiados por estos pagos. En la última ocasión “yo vide una moza umbrosa despellejar el lomo de mis abuelos” en plena plaza de Bolívar y Parque de Reyes, con la anuencia y aplauso de sordos, sordas y sordes, porque con tanta rabia contra lo masculino, el yunque, el martillo y el estribo terminaron de yunca, martilla y estriba y la calle un cuadro de ezquizofonía digno de lo que “semos”.

Lo del ruido es tan tremendo que puedo escuchar el ruido que va profiriendo esta columna que escribo pasado el tiempo de la entrega, con la intención tal vez de solo escribir por escribir sin una idea en concreto, pienso en que la próxima vez puedo pedir que publiquen mi pagina en blanco y quizás así, sea más coherente con este intento de sordina.

Mis dedos sobre el teclado hacen mucho ruido y no me dejan apreciar el vértigo de esta caída constante, eso me recuerda a un personaje de Ray Bradbury, se llama Hollis, está cayendo en picada y antes de entrar en la atmosfera terrestre y volverse cenizas, se pregunta qué hacer para enmendar la mezquindad de sus actos. Hay mucho ruido en su mente y además está solo, lo único que anhela finalmente es que alguien lo vea cuando se vuelva una bola de fuego y en efecto, cuando ya no hay ruido, cuando no hay pensamientos, cuando el silencio por fin acalla al personaje, un niño que pasea con su mamá ve una estrella fugaz pasar por el polvoriento cielo de Illinois, y pide un deseo.

Toda una utopía pensar en el silencio como un camino espiritual, en algunos conventos se practica y algunas personas por cansancio o esnobismo, por preciados instantes callan, pero después hacen más ruido porque es más fácil unirse al feliz torbellino que asumir la responsabilidad de nuestro silencio íntimo.

Así, que me entrego al ruido, yo que soy todo corazón de mango del Sinú, aquí estoy gritando para que alguien en algún cielo polvoriento o potrero del planeta, entienda mi mensaje o al menos sepa que alguna vez existí.

 

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

jueves, 10 de agosto de 2023

ACTO NÚMERO ÚNICO

Albeiro trabaja caminando, sube y baja las escalas que conducen al salón del segundo piso llevando en un charol metálico, almuerzos, postres, cafés, empanadas y sonrisas, otras variadas formas de felicidad que el restaurante de vieja data ofrece a una clientela que parece estancada en el tiempo, salvo una que otra vez en que una jovencita de atractivos contornos ingresa acompañando a un hombre que dada la juventud de su acompañante se ve mas viejo, que los demás viejos que estancados en el tiempo son atendidos por Albeiro.

Escritores, poetas, periodistas, bohemios, payasos y hasta mis tías y otras especies menos opulentas, pero que al ingresar al salón reciben un halo de intelectualidad casi místico, son atendidas por Albeiro que afanado sube y baja y en su frente que se extiende sin ton ni son por el resto de su cabeza, se reflejan las lámparas del cielo raso que como calderas parecen derretirle y va halando a su paso, servilletas de las mesas de confianza para secar el sudor de su generosa frente.

Al que madruga dizque Dios lo ayuda, pero el decir popular no aplica en la ciudad, aquí el que madruga encuentra todo cerrado y lo atracan mas rápido. Albeiro es estratega, conoce la ciudad y ha sabido esquivar sus pormenores, madruga lo suficiente para encontrar todo abierto y termina justo a tiempo para gozar del tiempo en familia y otros asuntos que no se alcanzan a ver desde mi mesa de comensal.

Hasta este punto del relato he omitido el nombre del restaurante y lo he referido como salón, dicha prudencia al no decir Salón Versalles tiene que ver con la consideración por el protagonista, no falta el lector sagaz que descubra cuál es el Albeiro en mención, así que para mantener a salvo su identidad en esta ficción, seguiré usando el termino salón, a secas.

Los kilómetros al día que recorre son todo un misterio, hay días de días, los martes son los más movidos, igual que los sábados y el resto de la semana, su trabajo debería estar entre los deportes de alto rendimiento, a lo largo de su vida le ha dado mas vueltas al mundo yendo y viniendo de la cocina al salón, que los pasos que dio la reina Isabel yendo de la cama al living (nótese el delicado homenaje a la cultura argentina con este sencillo comentario).

El lugar de trabajo tiene dos plantas, en la planta baja esta la panadería, la cocina y un salón a modo de cafetín, donde los aromas cálidos de la comida se mezclan con los perfumes y los afanes de los clientes. En la planta alta está el salón más amplio y aireado, goza de una galería con imágenes, placas y recortes de prensa en honor a su dueño y fundador. Estos dos ambientes son distintos, tienen sus propios habitantes, hay personas que, yendo toda la vida, nunca han subido, incluso se dice que hay personas que después de haberse sentado en el segundo piso a tomar un café, nunca más volvieron a bajar, se quedaron para siempre habitando el lugar, como si fueran parte del mobiliario.

Albeiro es un viajero entre estas dimensiones, lo hace de manera tan natural que el proceso de “desmolecularización” ni se le nota, en el casi pelo, tal vez un poquito, pero eso es nada con la vitalidad que ofrece al cliente con sus firmes zancadas inter dimensionales, ha llegado a un punto en que ni sube ni baja las escalas, si está en la cocina y un cliente lo requiere en la segunda planta basta un clic de sus dedos y se materializa al instante portando una jarra de café y una copa de helado ante los ojos del comensal, que asombrado le da una propina extra por su ágil servicio.

La experiencia y los años en el oficio le han permitido darse ciertas licencias, Albeiro es más que un hombre común y corriente que cumple con una función social, es más que un empleado que lleva a cabo una tarea, en realidad Albeiro es un actor, y actúa como mesero y cuando está en su trabajo más arduo del medio día, Albeiro recuerda que es un actor que funge ser mesero y cuando recuerda que es un actor al instante también recuerda que es un fantasma y desaparece en medio de las mesas, dejando caer al vacío, una jarra de metal y dos pocillos.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa


martes, 4 de julio de 2023

ORÍGENES


Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón y Naasón a Salmón, y de estos Narizón y Orejón dieron origen a la estirpe de la que vendría luego Carlos Andrés Restrepo Espinosa, oriundo de la vereda Estrella Vieja del municipio de Jericó, territorio de nacimiento de su madre Otilia del Socorro Espinosa Vera, hija de Gabriela Vera Sierra y Antonio Espinosa Meza. El abuelo Antonio fue hijo único de Antonio Espinosa (Toño) y de Carmen Emilia Meza y la abuela Gabriela, hija de Zoila Rosa Sierra García y de José María Vera Rojas, Zoila era hija de María de la Paz García y Emilio Sierra hijo de Dionisio Vera y de Buenaventura Rojas. 

De estos dulcísimos entrecruzamientos vinieron muchos hijos (porque les gustaba meterse en la cama desde las cinco de la tarde y había que matar el tiempo mientras llegaba el sueño), todos nacidos y criados en las montañas de Jericó donde sus placentas y ombligos están sembrados entre los cafetales, junto a los enterramientos de sus ancestros en guacas portadoras de volantes de uso y cerámicas de marrón inciso, bajo el frescor del sombrío de naranjos, chachafrutos y guamos. Desde la tierra conectados en la memoria de una finca que el abuelo llamaría La Amapola por los cercos vivos de esta flor que asistía el camino de entrada a la casa principal con su cortejo de olores, que a esta distancia del relato, parece que hablaran. Famosa por su alto contenido de alcaloides que salen de la exudación de su savia a través de incisiones hechas en su fruto, la finca también era famosa por incisiones similares.

También traigo en mí la sangre de Raúl José Restrepo Gómez, el antepenúltimo de seis hombres, tres mujeres y otros seis seres que murieron recién nacidos, hijos de José María Restrepo Bohórquez (Josepe) el barbero del pueblo y María Magdalena Gómez Zapata, ama de casa de oficio, y se dice que hacia los mejores pandequesos de este lado de la galaxia. El abuelo “Josepe” era hijo de Sinforiano Restrepo y Dolores Bohórquez Ramírez y la abuela Magdalena hija de Bernardo Gómez (Bernardino) y Mercedes Zapata. Nacidos en el casco Urbano y conocidos por ser albañiles, artistas y pintores de brocha gorda.

Este linaje familiar construyó los templos y las casas de las colonias nacientes en las montañas del suroeste y adornó con sus dones a tan excelentes grandezas diocesanas quienes con el pasar de los tiempos les hicieron a un lado, como se suele tratar a los artistas, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

En este entretenido - entretejido, yo soy el hijo de Raúl y de Otilia y tengo una hermana a quien amo llamada Natalia Marcela y como somos dizque civilizados nuestras placentas descansan en la húmeda oquedad de una bolsa negra que sigue ardiendo, quien sabe en qué horno del progreso. Los ombligos después de haber estado guardados en el álbum de fotos, junto a un mechón de pelo y las manchas de los piecitos que hacían de huella digital al momento de ser registrados como ciudadanos de este impensable país, fueron plantados junto a un rosal de rosas rojas con muchas espinas como mi apellido. ¡Ah! También tengo un hermano medio, que no suma ni para medio hermano y a quien intento amar por cuestiones de sanación, pero no se deja, así que lanzo una saeta: “Corazón no seas caballo, aprende a tener vergüenza, al que te quiera querer que te quiera y al que no, no le hagas fuerza”.

Y así de manera incisiva me la paso tejiendo palabras para no olvidar mi nascencia, aunque en ocasiones la desmemoria es mi aliada, por ejemplo, no me he casado, no me he procreado o por la gracia de los dioses no lo recuerdo, así es que en mí, hasta ahora no se posterga el apellido y los hijos que no tendré, auguro no se pudran en las cloacas. 

Existen más formas de ser eterno y dejar legados, se me ocurre que debo buscar, al igual que mis ancestros, un gran motivo para irme a la cama desde las cinco de la tarde a matar el tiempo mientras me llega el sueño.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa.


lunes, 5 de junio de 2023

EL SUTRATMA


Iván arrea vaquitas, ellas saben que él está viejo y se manejan bien, atienden su silbido con entereza y con correcto temple asumen los gestos que hace con sus manos. Si en ocasiones llega una vaquilla díscola que no sabe atender la sabiduría de su guía, Iván no se agota arrastrando la terquedad de la novicia de ordeños y ataos, enciende un cigarrillo y exhalando el humo sonríe, sabe que le faltan muchas trashumancias para llegar a ser una vaca sagrada; Iván nunca las maltrata, en el primer poste que se encuentra enlaza la soga plateada y espera a que la mamona se aquiete y desde la altura de sus casi ochenta años aguarda, no antepone su afán al de la vaquita, lo importante es hacer el recorrido, no llegar.

Su trabajo es profundo, desde joven ha estado al servicio del ganado, sus herramientas han sido un sombrero aguachento, un perrero y una soga que a fuerza de tensiones y dobleces es resistente y ofrece según la ocasión, unos tonos plateados o dorados. Iván lleva la ropa holgada, las botas de cuero se asoman debajo del doblez de la manga del pantalón, raídas en sus puntas y con el cierre lateral abierto sobre los tobillos, no parece el calzado mas adecuado para su labor, pero cual pulgarcito con sus botas de siete leguas, remonta caminos polvorientos, mangas, potreros y hasta cruza quebradas abriéndose paso para llevar hasta el fin del mundo, si es preciso, sus preciadas encomiendas.

Todo un proceso de crecimiento espiritual ha sido para Iván entablar conversación con las vacas en las largas jornadas de camino. Un martes de feria salió de Támesis rumbo a Jericó arriando él solo cuarenta reses para ir entregándolas en el camino.  Las conversó desde la salida, de un modo en que solo él sabe, las ordenó, dicen que las reza, solo les conversa, no hay mejor persuasión que una buena conversación; salió con ellas y las fue dejando en el recorrido, la primera entrega la hizo en Riofrío, la segunda en el Alto de la Selva, en Estrella Vieja se quedaron otras y siguió para Jericó con las últimas.  

Iban siendo las diez de la noche cuando estaba bajando a Puente de Lata, “la cachirula” una  de las últimas vacas que traía con su atao, le dijo, así no más, viéndolo un poco agotado y como por buscarle conversa - Iván no olvides que  la energía nos llega por dos canales diferentes: uno es el del Sutratma o energía de la vida, viene directamente de la realidad espiritual y ancla en el corazón, y otro es el del Antakarana o hilo de la conciencia, que nos llega directamente de nuestra propia alma y ancla en el cerebro ¿Has pensado qué te tiene agotado justo en este momento? Así como los hilos de la vida se anclan a tu mundo racional y emocional, de idéntica manera la soga con que nos guías en el camino nos va indicando tu estado de ánimo, es importante para nosotras confiar en tu guía, un buen pastor tiende el hilo luminoso y afloja para dejar que el camino sea una experiencia mística -.

Así es el asunto con las vacas cuando ponen tema, Iván acostumbrado a estos viajes, le responde muy avezado - Es cierto, nuestra vida está atravesada por hilos, las experiencias que vamos teniendo en el camino son tejidos, el hilo del espíritu es el mismo del Ego inmortal, soy la individualidad que reencarna una vida tras otra, por eso, es importante estar atento a la urdimbre, los hilos deben facilitar la conexión entre mundos, pero se debe procurar no crear enlaces covalentes y cuidarse mucho de los enlaces covalentes dobles, estos enredan la vida como  la pita de elevar cometas entre el bolsillo de un niño. Así que no estoy agotado, aprovecho el camino para desandar las penas que es muy distinto -.

Hubo un tiempo más próspero, incluso había mucha competencia en el oficio, hoy día, los dueños de las vacas usan otra forma de transporte y ya no se les ve pasar por ahí caminando tranquilas, asistidas por el silbido y el canto de vaquería que la voz de su pastor hace resonar en los potreros ordenando el universo vacuno en su respectiva vía láctea.

Cuando va por los campos arriando sus vaquitas, encuentra “El lugar donde todos sus sueños se hacen realidad”, es su íntima dimensión, el recorrido de un día para él es un instante sin pensamientos, sin intención, libre de proyecciones, es uno solo con la res, conectados por el cordón plateado de su destino, vive consciente en el ahora, para no morir para siempre, entiende que todo es una ilusión, que las percepciones engañan la mayoría de las veces. Desde este sitial, Iván habita su milagro cotidiano, camina, respira, silba y arreando se observa como parte esencial de la naturaleza, es un hombre original que hace de su oficio el extraordinario encuentro con lo divino.

A Iván le queda poco trabajo por hacer, su oficio se ha ido perdiendo, entre los camiones y la vejez se ha ido su labor, en ocasiones le buscan para que arree algún animalito, y recorre jornadas enteras entre carreteras y potreros, por una paga que siempre se queda en deuda. Las vaquitas llegan a su destino y el pobre Iván por más que se mueve, no alcanza a trashumar sus incertidumbres. Es un hombre sabio, le ven por ahí silencioso, pocos saben de sus trascendentales conversaciones, en apariencia solitario pero asistido por un hato de historias.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa


miércoles, 31 de mayo de 2023

ISAURA

La visita se prolongó sentados en la piedra del frente de la casa, en la finca la amapola, en estrella vieja, propiedad del Abuelo Antonio y que a estas alturas llamábamos con sorna: “la finca de los Jotros”, pese a que podíamos ir cuantas veces quisiéramos, teníamos claro que tenía otro dueño y que poco a poco seriamos desterrados de allí, por eso cada que nos reuníamos toda la parentela,  terminábamos en aquel lugar ideal para contar cuentos de espantos y aparecidos, de la madre monte, de la patasola y del hojarasquín, cada noche que pasábamos con los parientes surgía una nueva historia, el tío Carlos tenía la manía de improvisar, contaba de la vez en que se le apareció una bruja y lo dejó trepado en un palo de aguacate, seguro un poco influenciado por la lectura de Tomás Carrasquilla, pero el deleite para todos era escucharle, aquella noche se prolongó la historia de la bruja y nosotros los del pueblo debíamos regresar, así es que cogimos carretera entrada la oscuridad. 

 Cuándo tomamos el desecho por la finca de Don Rubén, sentí un viento frío que salía del guadual y escuché un siseo enrarecido, un hombrecillo con un rostro horrendo me miró levantando las cejas, mientras masticaba las hojas con vellos que cubren la guadua en la parte baja de sus talles, la piel del  cuello se me erizó y rápido tomé la mano de mi mamá que no se dio por enterada del suceso.

La luz de una migaja de luna iluminaba a duras penas serpenteante entre las hojas de los árboles que rodeaban la carretera.

Los rezagos de la conversación se vinieron con nosotros al camino, yo rogaba para que los grandes dejaran el tema ahí, pero con más ganas alentaban la conversación y aparecían nuevas historias de terror mientras transitábamos por la vía oscura y densa.

Al ir de la mano de mi mamá, por momentos optaba por cerrar los ojos, la diferencia no era mucha entre la noche y la tiniebla de mis ojos cerrados, con tal de no ver las sombras a lo largo del recorrido me arriesgaba a dar tumbos contra las piedras sueltas de la maltrecha vía. Por momentos abría los ojos para ver si reconocía el paraje y siempre veía unos bultos blancos cómo ansíanos sentados a la vera del camino, apretaba la mano de mi madre y le decía: mire ese viejito que está ahí sentado y ella sonreía y aclaraba, cuál viejito, no ve que es un calvario, eso no le restaba terror al asunto, una carretera llena de calvarios es un recordéris de que ese lugar está lleno de almas en pena, ¿y qué nos libra de que el bulto seamos nosotros?.  Pero ésta reflexión no estaba a la altura de mi edad, al igual que esta escritura, pero como es una voz en off, confío en que los calvarios no son espantos y que el lector no sea un critico literario radical.

La subida entre “puente e´lata” y Castalia se me hizo eterna, con los ojos cerrados el tiempo se vuelve infinito, pero los oídos se agudizan, así que además de escuchar las aterradoras historias que no paraban de contar mis odiosos primos, podía escuchar los abrojos de los arroyuelos ondulando entre el croar de las ranas y los grillos que crispaban en torno. Cantos de pájaros nocturnos que parecían risotadas de mujer, por momentos venían de la lejanía, lleno de espanto me colgaba del brazo de mi mamá que amorosamente me cobijaba.

A unos pasos de Castalia abrí el ojo, ya me sentía en confianza, la conversación había cambiado, las luces de las casas iluminaban la carretera y un fresquito me llegó dando seguridad a mis pasos, resuelto decidí avanzar solo para demostrarme valentía, me adelanté del grupo y cuando lo advertí estaba solo en medio de la oscuridad que volvía a reinar.

A unos metros del caserío divisé una casita a la vera derecha del camino, una luz mortecina iluminaba su frente desvencijado y lleno de enredaderas, disminuí el paso pero no podía dejar de caminar, ni de mirar, algo me impulsaba en dirección a la casa, al acercarme vi el rostro de una anciana que me acechaba desde la ventana, cerré los ojos, pero la seguía viendo, sonreía con una mueca desdentada, un ojo apagado y el otro le brillaba, la escasa luz se colaba por aquella mirada vacía, su cabello blanco lo recogía en una moña, fumaba un tabaco que iluminaba con su luz rojiza su aterrador rostro. La anciana soltó una risa similar a los pájaros que había estado escuchando y acto seguido me oriné.

-Niño venga le digo, -alcancé a escuchar cuando recuperé la voluntad y salí poniendo pies en polvorosa y no paré hasta la plaza del pueblo donde caí desmayado y meado de miedo, literalmente.

Aura viene de aurora, la que trae la luz del nuevo día, la anunciadora, es la diosa romana del amanecer, hermana del Sol y de la Luna. Aurora vuela por los cielos para anunciar la llegada del amanecer y con las lágrimas que derrama por la muerte de uno de sus hijos, se crea el rocío. Isaura es el femenino de Isauro, nombre étnico utilizado en su origen para denominar a los habitantes de Isauria una antigua región frente a Chipre.  Con afán de consolar y dejando volar su erudición mi mamá se esmeró en explicar que aquella mujer no era mas que una señora que vivía sola, que era buena y que jamás le haría daño a nadie, además de magnificar su nombre me contó de su familia, de la soledad que a algunas personas las vuelve invisibles, a otras fantasmas y las mas favorecidas las vuelve un cuento.

Pese a los esfuerzos de mi mamá aquella noche me dejó marcado, nunca mas volví a pasar después de las seis de la tarde por el lugar.

Isaura murió y la casa quedó igual, ahora de grande paso por allí y debo confesar, siento nostalgia por aquella viejecita de la que nunca sabré que me quiso decir, en la aterradora noche de nuestro encuentro.

 

Carlos Andrés Restrepo Espinosa.

lunes, 17 de abril de 2023

SALUDARTE


Saludo y no me contestan, buenos días y el otro voltea el mostacho o se hace el de la vista gorda y si es ella, cambia de andén mirando al suelo o finge mirar la hora o buscar algo entre el bolso; en otros casos veo a Ovidio Nasón bien narigudo indicar un inesperado cambio de ruta, la última vez vi la frente de Teresa, no la de Carranza en cuya frente el cielo empieza, sino la Marquesa tipiti tipitesa, dejando rodar su corona, por el gusto de no corresponder el saludo. Reitero que este pueblo es de gentes nobles y algunos de sangre azul, que no se les nota mucho en el “atisbido”, pero su rancio abolengo tienen, algunos bien asintomático., y cuando no quieren darte el saludo se lo toman en serio, son maestros en el arte del escamoteo.

Lo cierto del enfoque de esta escritura es que los señores y las señoras de un pueblo que conozco tienen una extraña manía de no saludar, Buenos días dice uno y se hace el pendejo el otro, o inventa cualquier pretexto como los que enuncié en el primer párrafo, mismo que escribí con unas ganas infinitas de jugar y despachar al lector amargado que me desprecia el saludo.

Una rutina típica es la que paso a relatar: Salgo de mi casa con el dispositivo de saludar instalado en la cara, pelo mis muelas con tal fluidez que se me ve hasta la “congargalla”, debo aclarar que es una costumbre de las personas del lugar, saludar por el nombre, decir el nombre trae implícito el saludo, además se dice cantado. Y ahí voy saliendo de mi casa y en frente veo a la vecina, -Doña Ceciiiilia -, responde -Hola Andréeees -, y quedamos saludados, ella sigue barriendo la calle y yo sigo el camino con mi satisfacción de haber dado el primer saludo del día con éxito. Tomo aire y me preparo a repartir saludos a todo el que me encuentro en el camino, ese ritual me agrada, y una ñapa del saludo es que el señor de las verduras te diga “precioso” y tú se lo puedas decir, es un triunfo de la cultura del amor y no tuvimos que salir a marchar para ganarnos el derecho, el deleite de lo simple y de lo genuino ocurre porque sí.

Voy saludando, regando con mi sonrisa los buenos deseos y al dar vuelta en la esquina me encuentro a un sujeto digno del saludo y este cambia de andén para esquivar mí sonrisa que ya empezaba a asomar en mi carita redondita como un arcoíris en flor, con los ojos chispeantes de destellos mágicos. Yo transfigurado, siendo en cuerpo y alma el más saludador de los saludadores, soy ignorado y siento como mi flujo cósmico se va al piso y un profundo vacío me invade, las lágrimas no tardan en asomar por el balcón de mi mirada (nótese lo trágico de la situación) y me entrego a contemplar cómo la energía vital de mi voluntad se va por la reja de la alcantarilla más cercana. Resulta que más tarde me encuentro de nuevo con el sujeto que vamos a llamar Óscar (por usar cualquier nombre) y esta vez decido ignorar, cobrar venganza, unirme a la estirpe de escamoteadores de saludos, y ¿cómo es que esta vez sí me lanza un saludo?, un saludo tan amoroso y cordial, me canta el nombre y me encima, - ¿qué hay por tu casa? ¿qué hay por allá? -, me da rabia por lo inoportuno y entonces respondo con un saludo que nace de mis ganas de no saludar, que llega cuando ya no me interesa.

No te lo tomes personal, así somos aquí, pienso que es una manía propia del lugar, una costumbre derivada de los intríngulis sociales, que entrañan discordias, amantes, hijos bastardos y otras cuestiones. Ahora tengo la sospecha de que es un asunto universal, los humanos se repelen, no se soportan y de manera oportunista aprenden a convivir y a socializar, el saludo es una declaración de voluntad y de deseos de bienaventuranza, vine a darte salud (a salud-darte; dice el doctor Gil). En Europa en la edad media, existían los saludadores, personas que salían por las calles a ofrecer salud, una especie de chamanes que con el tiempo fueron desapareciendo y dejaron el hábito del saludo, así nos quedó la costumbre cultural de desearnos salud, no  importa si somos correspondidos o no, se convirtió en una forma protocolaria de dar el buen día, un poco desconectado de la exclamación de júbilo por la existencia del otro, pero de alguna manera es  una celebración constante de la vida, un recordéris que seguimos dando palo. En aras de superar el malestar de los no saludadores, invito a darle la sagrada importancia y saludo a todos mis lectores, en especial a los que hayan abandonado esta columna cuando di vuelta en la esquina.

 

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

lunes, 13 de marzo de 2023

LUISA CAMINA PEGADA A LAS PAREDES


Un golpe de calor le sonrojó las mejillas, le sobrevino la ira, sintió un leve mareo y la luz que dejaba ver todo a su alrededor como si alguien hubiese movido un interruptor se apagó y nunca más volvió a ver.

Como es sano reaccionar en estos casos, se palpó la cara con las manos para comprobar si seguía presente, es propio del ciego repentino pensar que se desaparece como las cosas alrededor. Sus dedos recorrieron la cara, el pecho y descendieron hasta las amplias caderas comprobando con sigilo que todo seguía en su respectivo lugar, pero no lo veía, Luisa en aquél momento angustiante, se dio el lujo de reflexionar - Ahora entiendo la diferencia entre ser y estar, para mis manos estoy, pero para mis ojos dejé de ser -.

Tanteando con las manos en medio de la oscuridad que lo impregna todo, se levanta de la cama y busca la pared para guiarse hasta la cocina, una mujer ciega también tiene sus necesidades y una de ellas es el café matutino y dada la tiniebla, nada mejor que un café oscuro para entrar en confianza.

Parece que Luisa nació para ser ciega, con pericia resuelve los asuntos domésticos, lava, barre, dobla, sacude, cocina, no hay verbo que corresponda al orden natural de su casa que se le escape de conjugar en primera persona. Luisa vive sola y eso hace su ceguera más íntima.

Tanteando, descubre un nuevo mundo de formas que se va creando a su alrededor al hacer contacto con sus dedos que se han vuelto más delgados, largos y sensibles.

A pesar de su ceño fruncido, que ya era así antes de quedarse ciega y del timbre de su voz que ofrece hasta en el más amable saludo un tono de regaño, Luisa es una mujer sociable, así es que decide un día salir a recorrer el pueblo, llega hasta la puerta de su casa pegada de la pared, atraviesa el dintel de madera, saca la gruesa llave de hierro del ojo  de la chapa que es el único al que en esa casa le entra la luz, guarda la llave en la pretina de su vestido de flores como suelen llevar los pistoleros su arma y pegada a la pared empieza su paseo.

La casa de Luisa está ubicada en una zona periférica, vive en una especie de arriendo solidario, un pago simbólico a una sociedad de beneficencia le permite vivir de manera digna, hasta el día en que se muera o de repente se vuelva una mujer adinerada y deba salir del lugar para dar paso a otra persona viva o más necesitada. En su pesimismo sabe qué de allí saldrá entre cuatro tablas, porque a los pobres lo único que les llega de repente es la notificación anual de su pobreza o en su caso una ceguera repentina.

Pero volvamos al paseo. Luisa pegada a la pared avanza por el andén de su casa, las paredes con telarañas le son familiares, el bahareque ofrece una textura amigable y cálida, sus dedos van quedando impregnados de cal, es su hogar sentido desde afuera, pero al pasar a la siguiente casa siente un sorpresivo cambio de temperatura, un escalofrío le recorre la piel al tiempo en que un tufillo nauseabundo se le cuela por su celebérrima nariz, ocurre que cuando el ojo deja de atisbar, los dedos, la nariz y el oído agudizan en profundidad sus sentidos y Luisa descubre al contacto con las paredes de cada una de las casas, los asuntos que se cuecen en sus cocinas, las mañas que se urden en sus camas, los secretos que se guardan detrás de las paredes.

Luisa que no ve, pegada a las paredes, lo sabe todo sin verlo, porque en ocasiones incluso para los que ven, la realidad se escamotea y de tan evidente pasa desapercibida.

La primera vez que la vi caminar pegada de las paredes me llamó la atención, confieso que sonreí al ver sus ademanes, la manera en que sus brazos se prolongaban sobre la pared buscando las comisuras, salientes de ventanas o picaportes para guiarse, se desplazaba de lado porque al mismo tiempo pegaba la oreja, si alguna vez fue cierto que las paredes tenían oídos fue en esta oportunidad.  Daba unas zancadas contundentes y sus rodillas se asomaban debajo de su vestido de señora. A pesar de la seguridad que el tacto, el oído y la nariz le habían otorgado, siempre tuvo un obstáculo y es que producto de la mala gestión de la planeación arquitectónica del pueblo a cargo de los pésimos funcionarios, que a lo largo de la historia habían ocupado el cargo, los andenes del pueblo presentaban una discontinuidad que parecen La Cordillera de los Andes, así es que Luisa tropieza y trastabilla dando unos alaridos que alertan a algún transeúnte que salta en su auxilio, pero en muchas ocasiones cae al piso bajo la amorosa indiferencia de los demás transeúntes.

Luisa conoció la vida íntima de todos los habitantes del pueblo, se cargó con sus miserias, contuvo en su corazón infinidad de emociones, se congestionó con la maledicencia de unos, se contrarió con las incoherencias de otros.  No es sencillo de repente ser el portador de los secretos de tantas almas, experimentaba el poder de la omnipresencia, era portadora de todas las pasiones humanas y a cambio, sólo tenía soledad y una ceguera que le permitía entender con claridad la hechura de la que estaban amasados sus semejantes. Luisa era como un Dios que todo lo sabe sin verlo, pero que está presente y no hace nada porque no es su deber, su deber es caminar pegada de las paredes.

Un día de repente sus ojos se llenaron de luz, como si alguien hubiese encendido un interruptor, el mundo y sus formas regresaron, pero ya había visto tanto que decidió seguir haciéndose la de la vista gorda.

Todos los días sale al pueblo a caminar, ya no lo hace pegada de las paredes se apoya en un bastón, camina silente, no se detiene a conversar con nadie.  Pasa a mi lado, la saludo con un ¿Hola Luisa cómo estás? y siguiendo de largo responde - Mejor qué usted -.

 

Carlos Andrés Restrepo Espinosa 

lunes, 20 de febrero de 2023

URIEL ESTÁ ENTRE NOSOTROS



El hombro derecho me duele hace un buen tiempo, busqué ayuda de un médico comercial, un bioenergético, un fisioterapeuta, un chamán, hasta acudí a un sueño lúcido, pero el dolor ha persistido.  El 31 de diciembre pasado, bajando de las nubes resbalé y caí sobre el hombro que ya dolía, ahora eran dos dolores o el mismo pero amplificado, más la tierra en el codo y la dignidad perfumada con yaragua peludo. 

Andrés cae por tercera vez, culpé al camino pantanoso, culpé a la lluvia del día anterior, también responsabilicé a la suela gastada de mis zapatos, pero la verdad es que caí y un hombre debe asumir cuando cae, sin culpar el porqué, ni el cómo, yo caí tres veces bajando de las nubes el 31 de diciembre del 2022, caí cuan largo era, una vez de lado, otra de frente y la última de culos sobre el pantano, después de haber subido como una gacela en celo, caí cuál hombre bíblico, entregado al poder de la gravedad, con toda la gravedad de mi cuerpo.

Nicolás que al subir se fatigó para que yo me sintiera un titán, ahora firme, como si sus zapatos tuvieran garras, me veía caer sonriente, como si cobrara venganza con su sutil silencio.
Compadecido de mi visible dolor me propuso invocar a Uriel, con suerte lo encontraríamos en el camino, sonreí siguiendo la corriente, ¡claro que sí! -le dije- con suerte lo encontramos desocupado- tal vez está de vacaciones y entregó la regencia del sol, con razón el día esta tan gris.
Mientras buscaba apoyo poniendo los pies de lado en el pedregoso camino, mi mente pseudointelectual empezó a hurgar información. A saber, de mis escasos conocimientos teológicos Uriel es nombrado en el Libro de Enoc (20:1-8): Uriel (20:2) es el primero en la lista de siete, seguido de Rafael, Raguel, Miguel, Sariel, Gabriel y Remiel. Allí, intercede ante Dios por la humanidad, durante el período de los Vigilantes caídos y sus hijos, los Nephilim.  ¡Mentiras! a quién quiero engañar, esos datos los busqué después, cuando me senté a escribir este relato, pero volvamos al camino de la cruceta donde estoy siendo sarcástico con la invitación de Nicolás a invocar a Uriel.

Al llegar al pueblo y no haberlo encontrado en el camino, Nicolás me propuso irlo a buscar a su casa, le seguí el juego y en el camino se nos unió Ricardo que había quedado con nosotros para subir a la montaña, pero se le pegaron las cobijas y a modo de reparación quería invitarnos a un salpicón.
Bajamos por la calle de Macondo y dimos vuelta a la izquierda por la carrera sexta en dirección a la cárcel, continuamos de frente, como si no fuera suficiente con las caídas bajando de las nubes, con mi dolor creciente en el hombro que ahora comprometía la espalda, el cúbito, el radio, el carpo, el metacarpo y hasta el “metafórico” para que alcancen a imaginar mi dolor, este par me tenían caminando y del “salpiconcito”, nada.
Por fin llegamos a una casa sencilla del sector las quebraditas, Nicolás se asomó por la ventana, saludó y preguntó por el tío Uriel, no estaba, pero al instante se manifestó en la calle aproximándose a nuestro encuentro, después de todo si sirvió haberlo convocado.
Entenderá el lector que a esta altura del dolor y del cuento, Nicolás siempre tuvo en su mente a su tío y yo al Arcángel, pero los asuntos mágicos no riñen con la vida cotidiana como verán.
Uriel saluda con una amorosa actitud: - ¿niños como están? -bienvenidos a mi casa, abraza a su sobrino. Una breve antesala y a mi dolor. 

Le cuento mi queja, -tranquilo niño que de aquí sale aliviado, saca una caja de mentol, me toma del brazo y su cabeza se gira en dirección a una lámina de Jesús de Nazaret pegada en la pared, la mira con profundidad mientras musita algo parecido a una oración y pidiendo permiso al habitante de mi cuerpo sus manos van justo a la fuente del dolor, sus movimientos son sutiles pero contundentes, -esto va para largo, sentencia, -es mejor que tome asiento, cierra los ojos y al tiempo en que masajea con experticia cada uno de los centros de mi malestar va recitando un mantra casi inaudible pero constante, Ricardo toma la quena que lleva en su mochila y como es natural en la casa de un intermediario de Dios, una guitarra se materializa y mientras Uriel hace su trabajo, Ricardo y Nicolás recrean música para ayudar en mi sanación.

Cerré los ojos, un escalofrió me sobrevino y una necesidad inmensa de llorar me asaltó, por un momento no sentí el peso del cuerpo, el dolor se fue desvaneciendo para dar paso a una agradable sensación de levedad, en la claridad de mis ojos cerrados me vi de niño cayendo, cuantos raspones en la rodilla, cuanto mertiolate calcinante…  Apareció la imagen nítida, soy un niño volando, llevando una capa roja que mi papá usaba en la peluquería para cubrir a sus clientes, volaba y caía en picada sobre un andén de piedra zafándose mi hombro derecho en el aterrizaje, lloré. Otilia mi madre aparece volando, con unas alas gigantes de color blanco y me levanta del suelo y me impone sus manos, las manos de Uriel ahora son sus manos y me dice: “sana que sana”, ofrenda su saliva sobre mi herida, me levanta en su angelical vuelo y ya no hay más dolor.  Abro los ojos nublados por mi aguacero de lágrimas y veo a tres seres luminosos danzando a mi alrededor.  La música envuelve el recinto.

Consciente de este advenimiento del amor, agradezco el ritual del que soy testigo, entiendo que la creencia es más efectiva que la fe ciega, creo en el poder curativo que se despierta cuando alguien te ofrece su buena voluntad y estos tres ángeles voluntarios me conectaron con un dolor que tenía que resolver de niño y ahora a mis cuarenta y tantos giros sobre el sol, entiendo que soy hijo del tiempo, que sigo siendo un niño que vuela y aunque cae, el suelo no es su destino.

Uriel termina su labor, me impone su mano derecha para cerrar el conjuro que convocó a tantas jerarquías, Ricardo y Nicolás se van silenciando sutilmente, un olor dulzón invade el lugar. 
-Listo niño -dice el gentil sanador, -vaya con bien.

Todos estamos llamados a ser sanadores ¿Cuál es el acto mágico que hacemos para hacer de la existencia un milagro constante, una ofrenda amorosa con aquellos que sienten dolor?
Salí de su casa ligero de equipaje como si estuviera estrenando cuerpo, la calle a pesar del caos propio del día brillaba, todo era más amigable.  En la plaza me esperaba el salpicón, que como buen mortal disfruté como un regalo de los Dioses que habitan en la tierra.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa.

viernes, 20 de enero de 2023

MÁQUINA DE COSER INTERESTELAR

 


En la edad de la inocencia, hace ya mucho tiempo, las máquinas de coser, eran como una nave espacial en la que de niño me subía y no alcanzaba los pedales y cuando los alcancé el viaje fue directo al hospital porque me atravesé los dedos con la aguja, me hice un lindo bordado en zigzag en la falange del dedo índice de mi mano derecha, el viaje al hospital fue por el escándalo de sangre en la tela, me atendió un médico de apellido Medina que tenía la virtud de ser el más malo del mundo por aquellos tiempos, me receto asawin y me remitió con doña Aura Restrepo (la modista qué me confeccionaba hacía los pantalones de “terlete” azul de la escuela), Ella estaba más preparada para retirar las puntadas.

La máquina de coser Singer de mi tía Delia cumplía varias funciones, además de herramienta de costura, era centro de sala, mesa de comedor, escritorio y para mi fantasía infantil centro de controles de la nave espacial que me llevaba en las sórdidas tardes en qué me dejaban al cuidado de la tía, a otras galaxias dónde descubría planetas y entrenaba el klingon en mis negociaciones con la confederación de planetas.  Cada pedalazo a la máquina me impulsaba a una nueva dimensión, experiencias infantiles que me facilitaba el canal 1 de la tv estatal en dos enlatados que llenaron mi niñez de magia y al mismo tiempo de ciencia: Star trek y Sankuokai.

Este artefacto han tenido para mí una connotación muy especial, era un juego prohibido.  Todo aquello que me indicaban no hacer, ahí estaba el hijo de misia Otilia, acometiendo el principio infantil de la desobediencia, virtud por demás que me ha acompañado a lo largo de la vida, pero de esos desacatos me ocuparé cuando zurza otras costuras.

En mis primeros encuentros con la máquina, no alcanzaba los pedales, así que me paraba cerca y posaba un pie sobre el pedal y la máquina daba un tirón provocando un sonido agudo como de motor de motocicleta con resfriado,  recuerdo que la primera vez, del susto salí corriendo y tropecé con un tapete de terciopelo en el que un león saltaba sobre una gacela, el impulso; supongo que por cuestiones cinéticas del pedal que mi mente infantil no alcanza a comprender, me lanzó al otro extremo de la habitación, desde entonces me quedó una cicatriz así de grande en la frente y un pánico adicional a los leones de terciopelo.

El tiempo pasó tan vertiginoso como la idea de un escritor al pasar la página. La máquina dejó de ser el centro de atracción para los juegos infantiles, quedó abandonada en un rincón de la casa, fue reemplazada por una maquina eléctrica “Starlet”, más silenciosa y de puntadas más finas, cuyo accionar era con un pedal pequeño que no tenía la fuerza suficiente para alcanzar la estratósfera.

Mis viajes se quedaron sin la nave que los catapultara más allá de las estrellas.  Haciendo memoria, el último gran viaje fue al hospital y luego a la casa de doña Aura, dónde después de quitarme las puntadas que unió mis dedos en el saludó del señor Spock, me permitió jugar sin cautelas ni miramientos con una máquina pequeña que se ajustaba a mi tamaño.  Desde entonces no he parado de viajar, cada vez un nuevo destino, en mi último viaje estelar por el espacio tiempo, estoy habitando el cuerpo de un hombre grande que juega a ser escritor y recuerda como de niño jugaba con la máquina de coser de su tía.

Debo darme prisa y terminar esta misión, porque mi nave está próxima a despegar y me espera una nueva aventura.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

martes, 10 de enero de 2023

NOTAS DE VIAJE

*

En Roma el tomate huele a tomate y sabe a tomate, las sombras caminan descalzas sobre el sampietrino, el sol orea la sonrisa de las muchachas, en Roma los indigentes chatean en sus celulares mientras sus perros imploran una moneda, en Roma los perros tienen ganado el cielo.


Una lituana ofrece su liturgia desde la barra de un bar, alza, ordena, profiere salmos libidinosos, elijo no ser un fariseo, le escribo una notica en una servilleta y le sonrío, ella me guiña el ojo izquierdo, pido otra birra. Ella alcanzará el cielo a través de mi bolsillo.

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Camino de Trieste yo vide una moza que saciaba su sed con un cono de helado.

Tímidamente entreabre sus pequeños labios, una delicada lengua se asoma y entra en contacto con el cremoso chocolate que al paso de la medrosa puntita va describiendo líneas sinuosas. Estampa por instantes formas que parecen corazones o signos de interrogación, sus movimientos son lentos, presentidos, respira por la nariz y cierra los ojos, conserva la calma, por instantes parece que meditara, que es su forma de orar.  De repente el recato desaparece y como poseída expone su lengua flamígera dejando profundas singladuras en aquel helado que pasa de ser una bola a un sugestivo volcán próximo a una erupción, no se detiene, danza, piquetea, se arremolina, dibuja mapas, surca y en cada hendidura el helado va desapareciendo, dejando al final, expuesto entre su puño, un barquillo mordisqueado pero firme, ante la súbita llegada del estiaje.

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Llueve en Berlín, en los arroyos juguetean las hojas que el verano ha ido marchitando, amanece lloviendo y no huele a café, no pasan las muchachas en bicicleta, un tufillo de vapores fétidos se alza por las cornisas que dan al cuarto desde donde miro el día llover.

Del otro lado en una ventana idéntica a la mía, una mujer me mira, ella no sabe las cosas en que pienso, sólo mira, como si yo fuera la lluvia.

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Leo empezó a morir por los pies, el primer síntoma se hizo notorio cuando se descalzó en el tren, un hedor invadió el vagón a tal punto que los demás pasajeros reaccionaron con exclamaciones y muecas de horror, el no se daba por aludido, por mi cuenta y con el fin de poner mi lealtad de amigo a prueba, hice acopio de fuerzas para no sucumbir en la arcada, con delicada maña, meto la mano en mi bolso y abro un pequeño frasco de perfume,  tras dejar caer un poco en la palma de la mano, me la paso luego por la nariz, aspirando hasta el fondo el dulce aroma que con dificultad logra disimular la mortífera epidemia que pulula y deja entrever en el aire una calavera con dos fémures entrecruzados.

Superado el trayecto entre Triviso y Venezia, calzó de nuevo sus extremidades y nos apeamos del tren, sentí un poco de vergüenza al escuchar los rumores de los demás pasajeros.  En la noche, para terminar esta fétida historia, caminando por la plaza de San Marcos, Leo metió el pie en un charco y el grito que dio al contacto con el agua fue tal, que perdió el conocimiento, su cuerpo se vino al suelo y al momento en que iba a morir, alcanzo a decir: ¡creo que metí la pata¡

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En Innsbruck las mujeres sonríen en verano, en invierno toman vino caliente y miran con frialdad. El verano es como un bicho que se les mete en la piel y las embriaga de sol.  Kathia trabaja en un bar, va y viene llevando cervezas y otras cuestiones, las montañas próximas, como sus senos, aunque muestran los estragos del verano, tienen latente la nieve hiriente en la que se puede hendir las aspas de un beso.

Camino por las estrechas calles del centro de Innsbruck, ciudad tan vieja como una nueva amiga, tan mía y ajena como el amor de una mujer que por primera vez abre su puerta.

Tropiezo con una tarde de lluvia, busco cobijo en un bar, me abriga un canto con acento alemán, existen mujeres que son como flores en el devenir de la primavera.

En Austria me fumo un tabaco mientras miro a una mujer que solitaria a mi lado espera, y ninguno de mis gestos le agrietan la nieve de sus colinas.

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En Trivento un café longo con Grappa me tomo sentado en la esquina de la vía della pescheria, el sol calienta las calles por las que desfilan bellas mujeres contemporáneas de la canícula, las italianas que en mi vida jamás fueron motivo de antojo, “quindi mi piacciono”, exquisitas, justas y necesarias, un verano sin ellas sería cómo un invierno sin nieve.

El tren viaja entre campos de cultivo de uva, de la uva hacen el vino, al cultivo de uva le dicen vid, el muchacho que viaja a mi lado se llama David y habla de termodinámica con otro estudiante, Io no parlo italiano, ni me llamo David, pero doy mi vida por amor mientras viajo entre los campos de la vid.

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Visito la casa donde nació Puccini, en Lucca Italia, un lugar de ensueño, camino por sus callejuelas que atrapan el fresco en sus angostos paredones y altas cornisas, tomo un orzo en el café de la esquina azul que existe desde 1878, Tomasso cuenta muchas historias, no para de hablar, es un apasionado de su país para él la Toscana es la mejor tierra de Italia y lo es.

A las doce del medio día tomamos una copa en el Bar Dante, los toscanos hablan alto, además de los sabores Italia entra por los oídos, con rasgos contundentes, como entra por lo oídos de la mujer deseada una propuesta de amor.

Los domingos se descansa o se bebe con Tomasso y se conoce el mundo desde al abismo de una copa, en compañía de Dante.

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Sunila nació en la india, su madre la abandonó en un cajoncito de madera en una vega del Ganges, su hermano siamés la acompañó irremediablemente en el infortunio. Una familia italiana los adoptó, se los arrebató a los brazos de la muerte para darles unos brazos de blanquecina europea. Sunila y su hermano crecieron, los separaron, pero siguieron unidos por el corazón. Si Sunila se deprime su hermano llora y cuando él sonríe ella baila. Cuando crecieron les diagnosticaron una enfermedad sin nombre que no permite que el cerebro almacene recuerdos, ellos solo se recuerdan entre sí. 

Para sus padres cada día es una nueva adopción.

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-Me siento una mierda, -pero estoy vivo, dijo, luego nos reímos, de eso se trata, reír cuando la vida es un chiste, un chiste mal contado, luego salió a flote Adriano, la imagen en que entra en la muerte con los ojos bien abiertos, morir en la literatura es más sublime que en la realidad me dijo a lo que repuse -¿quién asegura que somos reales?, eso le dio un giro a la conversación y pasamos de lo trascendental a algo más práctico, -¿viste que culo tiene la kardashan? Nos reímos una vez más, ¿sabes? -Triunfamos de la muerte, cada vez que nos reímos de la vida, porque invertimos bien nuestro mejor capital, el tiempo, y lo gastamos en lo que nos dio la gana. Nos regalamos vida en esta vida y nos permitimos tiempo para atesorar lo más valioso que nos quedará, los recuerdos, por eso ni la vida, ni la muerte nos van a aniquilar. Luego como dos hombres sinceros nos mandamos besos, nos dijimos te amo y la llamada se cortó, diez minutos más tarde Gian Paolo murió.

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Por treinta mil euros te llevo de África a Europa, no importa que no seas refugiado, dame tu dinero y llegarás de oriente a occidente en un suspiro, el mundo...los musulmanes siguen siendo Europa... hoy soy un moro cristiano que vende globos en Roma. 




CARLOS ANDRES RESTREPO ESPINOSA


MIRAR DE FRENTE

  -No mires con disimulo, mira fijamente - aconseja Gurdjieff a su hija. Desde pequeño escuché decir que los ojos son el espejo del alma, ...