En ocasiones es mejor hacerse el muerto, luchar contra todo
no tiene sentido. Enfrentar la sombra es
el camino asegura Jung, que no es lo mismo la desolación que la soledad, estar
solo es estar lleno de uno mismo promete Osho. Nos educaron mal, el amor no tiene sentido,
querer, desear y amar no son mas que las manifestaciones de una persona
inmadura e insegura de sí, dice muy campante el señor Riso, que el que ama
incondicionalmente fue que de niño no recibió atención y ahora la busca en la entrega
total a su amada o amado, dice en vos alta y casi regañando el magnánimo Jodorowsky.
Que hay que superar las adicciones emocionales y borrar la programación producto
de la mala educación familiar que repite patrones generación tras generación y
retornar al diseño original, se copian y parafrasean influenciadores y
youtubers, con tal convicción que parecen recitando un credo.
A mis cuarenta y tantos tacos, me tocó enfrentar una pena de
amor, ¡que pereza!, con lo despejado y acaramelado que estaba, no se lo deseo a
nadie, es una situación muy bochornosa, pasas de tenerlo todo a experimentar el
vacío absoluto y eso es mucho que decir porque nadie puede experimentar el
vacío y seguir vivo para seguirse hundiendo en la depresión, pero, exagerar las
cosas es uno de los componentes del estado del duelo, sentirnos victimas es
excitante y como ya no está la novia para tranquilizarnos en sus brazos
entonces armamos las narrativas necesarias para descargar todo nuestro
desconsuelo en parientes y amigos que a la vez avivan su interés morboso
preguntando o haciendo conjeturas, porque despierta un particular afrodisiaco
escuchar las penurias de amor ajenas.
Ahí estaba yo, llorando, moqueando, haciendo muecas ante el
espejo, preguntándome hasta cuando esa desdicha, ¿por qué me pasó a mí?, si lo
di todo, si soy tan buen partido, todavía con la dentadura en condiciones
idóneas para echarle a la muela suculentas viandas y la esperma urgente y roja
la sangre, como canta Víctor Heredia, ¿por qué me hicieron a un lado del camino?
Al elegir ser la víctima, es más
sencillo culpar al otro y de repente los reproches y los reparos se vuelcan
sobre el comportamiento de la otra parte y eso es muy agobiante, que
agotamiento, que desplome de energía implica culpar y buscar explicaciones.
Mi noción de amor me llegó en los discos, nadie me enseñó a
amar, por eso no tendría porque responsabilizar a nadie de mis fracasos o
aciertos en el amor, si es que se les puede llamar así, pero siendo honesto a
quién se le ocurre cantar: “Yo no nací para amar, nadie nació para mí, yo
solo fui un loco soñador no más.” En términos terapéuticos ni las
canciones, ni la poesía es mucho lo que ayudan a salir de las tinieblas. Caí
como cualquier mortal en la necedad de buscar respuesta en todo, me leí el
tarot, conversé con un terapeuta, salí de viaje, consulté con la almohada, pase
noches en vela, llamé a los amigos que había abandonado por concentrarme en mi
pareja, invité a salir a una desconocida, me provoqué quemaduras innecesarias de
tercer grado y como mi forma de amar la aprendí en los discos, deje de escuchar
música, en cada canción no advertía más que un síntoma alarmante de la
deplorable salud mental del compositor, en fin, con tanto ruido en la cabeza
todas las decisiones que iba tomando eran motivadas por los consejos que los
demás me daban, de repente todos son terapeutas, sanadores, sabios prominentes
que tienen la fórmula mágica para superar la situación: no la llame, bloquee el
contacto, cambie de cerradura, si es posible de casa, de ciudad, de país, no
visite los lugares que acostumbraban juntos, no piense, no suspire, no llore,
no coma, abrace la tristeza, tome agua de apio, sóbese con mejorana el pecho,
duerma con los pies hacia la cabecera de la cama. Al final ocurrió la epifanía,
NO SIRVE NADA, mi único remedio fue tomar agüita para no deshidratarme y
empoderarme de la energía de mis emociones y seguir llorando hasta hacer
corriente con las lágrimas.
No recuperé a la persona de mis anhelos, ni el apetito, ni el
entusiasmo. El amor no caduca, pero las
relaciones sí, cuando alguien se va nos deja el espacio para que llegue otra
persona y esa renovación es hermosa, así es la vida. Por lo pronto desconfío de tanto gurú del
amor, después de perderme en la idea de que tenía que encontrarme, de repente
tomé conciencia de que lo que me sucedía era normal, y nada extraordinario,
todos han pasado por lo mismo, la vida está tejida por historias de amor rotas
y hay cosas más relevantes de las que ocuparse, tuve otra mirada de mi propio
ser, mi forma de pensar se transformó, todavía no entiendo muy bien lo que estoy
diciendo, pero me siento tranquilo con la sensación al decirlo, decidí hacerme
el muerto, la idea me llegó de un personaje de Murakami, el señor Honda, en la
novela Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, “no se debe oponer
resistencia a la corriente” hay que ir con ella, si nos oponemos a su curso,
todo se seca y el mundo se ve envuelto por las tinieblas, ¿y si no hay
corriente?, hay que esperar y lo mejor es hacernos los muertos, solo así
podremos flotar cuando esta llegue.
Carlos Andrés Restrepo
Espinosa