lunes, 3 de octubre de 2022

SANTITOS




“Ser un nuevo santo, es no tener seguidores, ni corrientes, es no tener una filosofía ni ocuparse de teologías de salvación y de eternidad. Los nuevos Santos nos invitan a responsabilizarnos por el día a día, creando como humanos la labor que nos brindará el pan nuestro, porque: ¿de qué sirve la chispa vital que nos asiste si no es menester propio provocar el milagro?”.
Extracto del libro: Los Nuevos Santos y sus Costumbres, de Andrés Restrepo. Pag 96


Santa Matilde de los Huertos y San John Jairo de los Dolientes,

-Protejan nuestros destinos-

Todos somos santos, tenemos la bendición en nuestras manos, el misterio en los ojos y el brillo incandescente en el aura, es nuestro arcano convertir en camino las acciones, servir al mundo, ser uno para todos, sembrar semillas, construir conciencia, abrir mentalidades, no ser serviles sino enseñar el valor en amor y en reciprocidad.

La santidad es un camino que se recorre antes de morir, es una herencia, la santidad es una invención, pero no humana, es creación mística del cosmos, santa es el agua, santo el viento, el fuego y la tierra que nos alberga, son más que elementos, son las formas físicas en que se nos revela el misterio de la vida. Ser santo es tener el poder de seguir habitando la tierra, estremeciendo las hojas en las acrobacias de su muerte, saciando la sed de los venados y quemando de naranjas los crepúsculos con la esperanzadora luz que volverá en la aurora. 

Todos estamos destinados a la santidad, pero no todos elegirán el camino, hay muchos distractores, por eso celebramos el advenimiento de la luz, la epifanía que nos revela el momento en que un santo se nos manifiesta en vida mientras recorre el camino de su santidad sin saberlo, los santos viven una vida mística sin aspavientos, viven coherentes a la libertad que los trajo al mundo, saben dar y enseñan el asombro de la reciprocidad, pero nos confrontan y en ocasiones nos incomoda vernos en su espejo, es más fácil dejarse llevar por la multitud, que escuchar la voz interna cuando nos habla en las palabras de un amigo. Afortunado el que encuentra quien le haga escuchar su propia voz.

Santa Matilde de los Huertos y San John Jairo de los Dolientes, fueron iniciadores de universos en un lugar en que la hostilidad los señaló, en un espacio donde los amigos de la oscuridad han gobernado. En medio de muchas dificultades hicieron su reino, son santos, ascendieron, fueron grandes maestros en vida y ahora en su nueva forma son brillo universal, herencia astral, sin preconizarlo en la tierra fueron místicos contemporáneos, ahora son nuestros nuevos guías espirituales.

Del nuevo día que la existencia nos trae son portadores de milagros, al invocarlos las flores se abren en su esplendor trayendo las semillas de nuevas mieles, los campos se alborotan con sus frutos y las dolencias mayores se vuelven menores y las menores responsabilidad propia de los que saben creer que un abrazo o una broma nos pueden sanar. Podemos pedirles todos sus favores y se harán posibles por nuestros propios medios.

A ellos debemos gratitud y memoria, es la única ofrenda, no son Santos comunes, no necesitan un día festivo, porque ellos son la fiesta inmarcesible, no se manifiestan a través de rezos, lo hacen cuando al hacer el bien los nombramos, habitan la elocuencia de nuestros actos. Encienden en nosotros la esperanza que va más allá de los sueños, la esperanza que vence a la misma muerte y nos iluminan en la creación de nuestro propio camino.

Hijos de un pueblo dónde la poesía ronda las calles para alumbrar a los mortales y donde la oscuridad repta para no dejarles ver hacia arriba, entregaron su vida al prójimo y ahora en su eternidad nos regalan la lucidez de hacer nuestro el camino y sus lóbregas jornadas, en pos de un mejor vivir.  Les antecedió Santa Laura y ella les abre el portal para ascender a un nuevo cielo.

Cuando el viento nos despeine es San John manifestando su presencia, anunciando que estamos vivos y que es menester propio trabajar responsables en forjar nuestros propios milagros, encontrando la sanación en los actos cotidianos, no en las medicaciones. 

En el dulzor de una mandarina, en el frescor del campo, en el movimiento constante de la luz que siembra de colores vivos todo aquello que miramos, siempre estará Santa Matilde invitando a convertir nuestra vida en una estrategia constante, en un proyecto personal, en dar lo mejor y compartir con los demás la sabiduría que vamos recogiendo cada vez que abrimos los ojos. 

Ese es su legado, su santidad nos bendice, se manifiestan a través de nosotros y nos revelan que cuando hacemos el bien a los demás estamos trabajando en nuestro propio bien. Benditos sean ahora y por siempre.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa


1 comentario:

  1. Increíble texto! Cómo siempre de un excelente escritor mi profe!

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