miércoles, 21 de mayo de 2008

ESQUINAS


Senderos, Estancias y Nomenclaturas

POCILLO

Al muchacho de la esquina le decían pocillo, era un flacuchento de rostro enjuto y caminar parsimonioso, vivía en una casa que estaba recostada a la casa de enseguida; realmente todas las casas de esa cuadra estaban recostadas una a la otra como fichas de dominó, dicen los más viejos que una noche de temporada invernal la falla geológica sobre la que estaba ubicado el barrio falló y las casas empezaron a sacudirse en un afán precipitoso por tocar el suelo, pero como eran echas de bareque lo que hicieron fue soportarse una a la otra y así quedaron hasta el sol de hoy ya que al momento del desalojo ningún vecino quiso salir de un barrio en el que las casas se habían dado la mano una a la otra y de igual manera ellos se querían quedar allí para no olvidar que las casas también sienten y tienen sus intereses entre ellas.


Seguro este razonamiento barrial tuvo eco a la hora del desahucio colectivo pues los vecinos armados de palos no dejaron mover los enseres que también al interior de las casas quedaron recostados y empotrados en las paredes, nada que hacer; dejarlos allí -dijeron las autoridades-


Con el paso del tiempo la vida se reinventó. Alrededor crecieron altos edificios donde antes se desmoronaban pequeñas casitas, pero el barrio de pocillo se conservó hasta esa mañana en que él salió a repartir la leche como todos los días a las familias que tenían el trato con la tienda de Ramón Valverde.

Pocillo salió al umbral de la puerta de su casa y en el acto ritual de levantarla para poder encajarla en el marco inclinado no pudo ver ni escuchar el estruendo del claxon del bus urbano que se le venía encima derribando no solo su vida sino arrasando todas las casas que apoyadas unas a las otras no aguantaron la embestida del automotor y una tras otra dieron por terminada la caída que habían iniciado quince años atrás.


La ondulación del terreno se ve interrumpida por los abetos que descienden hacia un panorama en lontananza de gemidos lejanos, los demás se conforman con insistir en que eso tenia que pasar para que esos pobres mantecos desalojaran el lugar; suficiente mal le hacían ya a la ciudad con su presencia miserable y su falta de estatus.


La vida inicia no cuando se nace sino cuando alguien decide contarla, pocillo nunca existió a pesar de sus 22 años de vida, nadie sabia su nombre, ni con quien vivía y eso si que era difícil pues ya era suficiente su paso sin pena ni gloria por este relato para agregarle un personaje más a su vida repleta de indiferencias, por definición de estilo diremos que era un muchacho itinerante con una personalidad enteca, la juventud de su rostro disputaba apariencias con el surco de arrugas horizontales que exhibía en su frente cuando algo le molestaba, no era de palabras pero si de muchos gestos.
Su vida fue un gesto.


Rubicundo el pelamen de su cuello y mejillas, de labios resecos y saliva espesa que iba expectorando sobre el pavimento a su paso, era lo común al verle, lo destacado de su presencia, no más. Con el tiempo y un gran esfuerzo por recordarle lo primero en llegar a la memoria es su mano sujetando un garrafón rojo que va dejando el rastro con gotas de leche sobre los adoquines.

A su paso comentarios, molestas palabras mal nacidas de la boca de arrieros ó de practicantes del ocio callejero, pero él solo tiene un lado sensible a murmuraciones, por el oído que le entran los comentarios depende su respuesta irascible ó su serenidad.


Tendido por el suelo permaneció hasta que llegaron las autoridades encargadas de realizar el levantamiento de su cuerpo sin vida , tendida dos horas después sobre el desdichado una sabana de flores amarillas que trajo una mujer de su casa, inspeccionado por un juez una hora después de ser cubierto con la sabana, levantado del lugar hora y media después de ser escrito su apodo en el acta de defunción (nadie supo en vida su nombre menos en muerte, cuando el nombre recobra mas valor, por que es lo único que queda) y retirado del lugar seis horas más tarde de haber movido el auto motor y levantado la viga frontal del alero que le apretaba el pecho.


Pero las cosas son aquí de esa manera, ahora todos abandonan la esquina y regresan a su vida normal y eso es mucho que decir en este paraje de anormalidades, mañana nadie recordará nada y el incidente ira perdiendo importancia al transcurrir de los días, con el paso del tiempo todo será olvido y nadie recordará al muchacho de la esquina, al que le decían pocillo por que solo tenía una oreja.


MUJER EN BICICLETA

Por las calles de la madrugada los porteros ven pasar a las secretarias, yo veo pasar mi futuro en la parrilla de su bicicleta, desde los ventanales las arañas tejen sus costumbre de aleros a siemprevivas y la hojarasca se abre a la gracia de los radios que muelen la luz de las miradas, en la comisura de su boca se instalan los romeros de la plaza y en su blusa se presagian los aires de mi vocación de pastor en sus campos aún sin arar.


La memoria me queda después de su paso, me quedan las ganas y los motivos para aguardar su vuelta, también me quedan los zapatos en los que calzo las clemencias por mis huesos y el hambre del medio día que se vuelve nube de verano.


En la bolsa de cuero ABC que traigo de la escuela cargo todas las palabras que me sobran cuando rauda pasas y no alcanzo a gastarlas; las vuelvo poemas ó artificios para portarme bien desde tus pupilas a mis guerras personales con la ausencia.


La faldita de trasparencias sutiles se bate feliz por cuenta del mismo viento que se mete entre las piernas, el sol se queda a vivir en tus rodillas y abandonando mi pecho el corazón se va a seguirte en forma de cometa pegado a tu cabello.


Como una postal de otro tiempo te recuerdo, evocarte es sentirse de cualquier parte, es como estar en el fuego y sentir la frescura de una cascada, dejar de lado los trece y sentirse de treinta y aún sin canas responder a todas las mentiras que de grande puedas demandar.


Todos los callejones tienen como salida mi casa, por eso espero tranquilo a que aparezcas de nuevo con tu presencia elevada empujando con fuerza los pedales por el ascenso de mi calle donde se ponen las mariposas sobre las lámparas nocturnas para que tu travesía sea en penumbra y tu rostro logre impresionarme más de lo acostumbrado, tus poderes son tales que todo se aquieta a tu paso y te vas con una sonrisa de triunfo y la belleza te sigue dejando una calle tan fea e indiferente que solo provoca cerrar los ojos y desaparecer.


El porvenir contigo será de todos los colores, Benedicta tu inmulieribus, el calendario traerá todas las lunas llenas y las noches serán pocas para las mieles que nos traigan y yo seré lo inventado lo hecho y lo real, el procurador de tus buenas costumbres y el comendador de tus malos hábitos, lo demás será la vida manifestándose en su plenitud de equilibrio y proporción.


Sentado en el andén ensueño, la mujer de la bicicleta es un suspiro que dejo escapar cuando pasa en las mañanas y termina cuando regresa al atardecer, esa mujer guarda en sus ojos el misterio del mundo y presiento que no existo en el.


Me empeño en habitar para ella esta esquina donde la infancia me inició en sus mejores juegos y decido estar de variadas formas para que me note a su paso, me las arreglo para ir al deber con toda la voluntad y certeza del amor iniciatico.


Las guerras libradas para llegar a su cadera son justas; pero es imperativo advertir que los muertos en combate fueron más afortunados que quien sobrevivió para caer en la fatalidad de sus indecisiones.


Por las calles de la madrugada los porteros ven pasar a las secretarias, ella ve pasar mi futuro en la parrilla de una bicicleta.


BEATRICE TREINTA Y TANTOS AÑOS DESPUES

Cuando por fin nos vimos después de tantos años de saludos efímeros y besos en las mejilla, no era de más tomar un café y empezar a revolcar en la memoria las circunstancias que sostuvieron por tanto tiempo la necesidad de vernos, sentados en el café tratamos de hilar una conversación que sostuviera el andamiaje del encuentro.


La casa de Istmenia en vacaciones se hacia grande para los que llegaban pero pequeña para mí que me desplazaban de mi cotidiano corredor de juegos y de la silla de cuero rojo donde me hundía para ver en la difusa pantalla de televisión los programas permitidos a los niños, la llegada de las sobrinas de la ciudad era todo un acontecimiento en el que yo me hacia invisible para todos hasta que pasados los días acostumbrados a los nuevos visitantes y vencida mi timidez decidía aparecer por la casa y de manera sutil infiltrarme en el cauce del nuevo movimiento que la visita imponía en lo cotidiano, hasta terminar jugando con las niñas y correteando por los andenes de las casas vecinas.


Tal vez ese es el tema central de nuestra conversación en el café del centro comercial recordar cuando éramos niños pero de entrada dijiste que no te acordabas de nada, que había un vago recuerdo del niño de la casa de enfrente, pero que era un recuerdo aprendido de un tiempo después cuando con su hermana regreso y algo se dijo cuando pasé cerca sin verlas, algo así como que su mejor recuerdo de mi fue un día que yo no la ví, en adelante los pocos encuentros se dieron entre años a veces en semana santa otras en navidad , pero nada permanente, un como estas y hasta luego.


Entonces que hacemos aquí y por que dices que somos amigos si en realidad no tenemos tantas cosas en común como para justificarnos mientras nos miramos y que haremos mas tarde cuando el café nos quite el sueño y la noche se extienda a sus anchas sobre todo invitándonos a imitarla.


Hace un buen tiempo trabaje fuera del país, fueron días maravillosos en los que pude ser todo lo que mamá siempre quiso que fuera; una mujer autónoma, con la libertad de hacer lo que el dinero me permitiera sin depender de hombre alguno. Así levante una empresa para que otros la despedazaran luego, para eso fui formada, para producir con calidad y cumplir, es triste que luego todo el trabajo realizado se va por la borda y nadie se acuerda de nada, pero ahora he crecido mucho, la vida me ha enseñado a estar tranquila, soy menos ansiosa y aunque vivo con cierta austeridad porque llevo un buen tiempo sin trabajo me siento bien, estoy tranquila.


¿Yo? Pues yo no tengo tanto que contar del ahora, mis últimos recuerdos tuyos son de niños jugando en la pesebrera, escondiéndonos en el solar de Manuel y a veces se me confunden con las cosas que he deseado que hubiesen ocurrido; como tomar la mano de una niña pelinegra que se esconde conmigo bajo la escalera ó inventar un primer beso después de haberlos dado todos. Yo no me fui tan rápido del pueblo, me quede unos años mas y fui muchas veces al río y con el tiempo en mi casa apareció un televisor entonces ya no íbamos tanto por la casa de Consuelo y como tampoco volviste entonces las cosas cambiaron, Consuelo murió y la casa se volvió muy triste, Manuel muy callado y aunque envejeció muy rápido su vida siguió muy lenta supongo que con los nuevos padecimientos que la ausencia de su compañera le sumaron a su vida.


Mientras tanto yo crecía y cantaba, me gustó cantar desde muy niño y todavía lo hago, me gusta por que las canciones son como una extensión del tiempo, son la memoria cantada de mis asuntos pasados y pendientes, en mis canciones siguen vivos todos los que me construyeron hombre, siguen su existencia en los intervalos de las melodías que se van extendiendo como una alinea infinita desde el tiempo en que ocurrieron hasta el momento en que son renombrados, perpetuando sus consejos y enseñanzas.


Yo no he buscado ir demasiado lejos, creo que lo mas lejano es lo que se tiene en el aquí, donde se está y sin ambiciones siento que he volado tan lejos que he logrado verme desde cerca, lo demás han sido pretextos para estar solo y llorar un poco esas felicidades.


La verdad admiro mucho a la gente que ha hecho de su vida lo que siempre quiso, aunque debo confesarte que me parece bastante cursi el romanticismo llevado al exceso, el arte es algo que siempre me ha gustado pero en mi vida me dedicaría a algo así para sostenerme comentó ella mientras se limpiaba despiadadamente la comisura de los labios con la punta de una servilleta.


Quieres otro café, ahora estamos hablando más de lo debido. Con uno basta, ¿y el amor? ¿Los amantes? Mi despertar al mundo del afecto fue lento y amordazado por los juicios de mi madre para quien todo era indebido y pecaminoso, mi primer beso lo dí después de los veinte años y con alguien a quien no quería, un amigo me hizo el favor para poder tener de que hablar con mis amigas, el sexo vino después y cuerpos mas tarde el placer, cuando por fin descubrí que me fascinaba el sexo ya había adquirido la capacidad de aburrir a los hombres que se encontraban a mi lado, pues no soy en nada atenta, ni melosa, mucho menos me ocupo en hacerle saber al otro los afectos que me mueven hacia el, en resumidas no soy la típica mujer que quiere ser sometida por un hombre, amo la libertad y mi disposición para tomar lo que se me antoje cuando lo deseo, pero tampoco me gusta que me tomen para un momento y ya; si tengo sexo es con alguien que mínimo desee y por quien experimente algo de afecto, hace un buen tiempo no salgo ni estoy con alguien, los amigos que tengo son todos mas viejos que yo y no aguantan ni una salida a bailar.


Estás como jodida, -pienso mientras te sonrío y agrego-: entonces ¿qué sentido tiene que estemos aquí reprendiéndonos quimeras, escarbando fruiciones verbales sino vamos a terminar en la cama?

La verdad es que justo esta semana he decidido cortar con lo que más me gusta y pienso entrar en cuarentena sexual, solo por redimirme un poco, siempre es el momento justo para empezar a comportarse como una mujer decente.


Y por que ahora te da por la expiación de tus ingentes pecados, justo cuando aparezco por fin y nos vemos, cuando logramos concretar una cita anhelada hace 25 años, inventas semejante disparate, hay formas menos patéticas de decir no sin involucrar a los dioses en las voluntades del hastío y la esterilidad de las pasiones, la incapacidad de encontrarse en el afecto es capaz de inventar las fruslerías mas vanas con tal de no admitir la soledad que se mete en la cama todas las noches y atormenta y se despierta antes que uno a preparar el café matutino.


Yo no pretendo mucho, en realidad tengo otras tareas pendientes, no puedo negar que algo me seduce en vos; quizás ese recuerdo de infancias que no alcanza a resumirse en el tema de una cita, ó tus largas piernas ó los labios de mujer madura que se aferran a la intuición de tantos besos, pero no son el motivo suficiente para quedarme a repetir viejas historias, con el buen animo en mis labores cotidianas puedo porfiar al destino, pero hay empresas en las que no vale la pena agotarse y recuerdos que es bueno mandar a vacaciones permanentes.


Tampoco ando buscando esclavos para que habiten mis laberínticos jardines a esos recónditos parajes solo han de llegar los que sin decírselo conocen el sendero.


Tal vez te haga una canción ó te arroje al cesto de la basura aún siendo un esbozo de versitos escritos en la niñez.
Hasta luego.


SUR ó ESTE

Elígeme para una tarde de aguaceros lejos del mar; la montaña es perfecta ya que puedes ver como el agua pinta de verde lo que ya era verde; reverdecer en las cosas es bueno; algo dentro en uno –enjuvenece- mientras llueve, aunque los pensamientos van en sentido contrario a la tarde, de todos modos finaliza cuando inicia ese entramado de nudos entre tu carne y mis huesos que he decidido llamar abrazo.


Hacia el sur encontramos buenas montañas, la geografía ha sido generosa en esas latitudes pero no es el único lugar, en tu oriente próximo esta el valle de los lunares, tal vez si quisieras podríamos intentarlo, las montañas que el amor ha movido inútilmente están lo suficientemente lejos del valle lo que pensándolo bien, si quedó algo de utilidad a esas fatigas de fuerza y estoicismo, por lo menos ahora podemos ver que tanto avanzamos en sentido contrario cuando insistimos en acecharnos.


Del norte tanto hablamos que terminamos por obviar un lugar del que sabíamos tanto: las flautas de caña, la hojarasca, el vértigo de los árboles que nacían del cielo a la tierra, las vírgenes transparentes, los textos complejos, la poesía cruel que nos demandaba la vida, el arco de San Jorge y su cabeza rodante, las vocecillas malignas que se escondían bajo las sabanas provocando ya sabes que terrores en la piel.


Nos buscamos mucho y de cada hallazgo nunca pensamos en el inventario y sin embargo cuanta fatiga de cargar a cuestas ideas y pretextos, es mejor no ir al norte conocido; peor aún inventar otro, el norte tiene como función definir el curso, estabilizar la marcha, encadenarla al futuro y yo no espero encontrar por lo menos ahora el sendero, por eso el mejor lugar para ver llover es donde recién escampa.


Invítame pero no olvides todo lo que hemos procurado olvidar.


Me gusta de tarde por que las mañanas están demasiado novatas en eso de la nostalgia se perdería el principal capital de trabajo y los insumos para estos menesteres están por las nubes, sí, parece chiste, pero en las mañanas hay tanto color de optimismos que sería en vano. ¿Has visto cuando llueve temprano?, todo se oculta y se vuelve opaco, la luz parece de artificio y por mucho que las cosas se precipiten sobre sus causas la nostalgia no aflora y lo que provoca es un intenso deseo de que escampe rápido para seguir la vida sin tanta farsa.


¿Recuerdas nuestras visitas a la región central, donde siempre era de tarde para los diluvios de esperanza que albergaba nuestros más inquietos deseos? Iniciábamos con un poema de Eluard sentados a la sombra de los olivos que se extendían a lo largo del campo y al terminar el ultimo verso empezaba a brisar y la brisa traía un mensaje de muerte de no muerte ó la fertilidad creciendo en todo lo mirado, a rededor aparecían los encargos que traía la lluvia, nuevos colores, sensaciones delirantes, canturreos de dicha, empapados gravitábamos en ese vaivén frenético de músicas acaecidas por el golpeteo de las gotas en la piel y las fricciones de las ramas contra los cuerpos ahora en su desnudes de felicidades ajenos a propósitos de enmienda.


Elíjeme bucólica amiga de las devastaciones y desamparos para morirme una buena parte de la tarde cerca de tus desiertos, incluso expongo mi fatalidad por ir a tus frondas del suroeste donde las cascadas son de luz y el agua es el ofrecimiento que debe hacer el visitante, te ofrezco mi diluvio personal a cambio de tus territorios donde lloverse es dejar de ser uno para entrar en la totalidad de tus múltiples campos mujer destino.


AGONIA

Enfurecer eterno –pensó Aníbal- mientras veía pasar ante sus ojos lentos y audaces la figura tentadora que conducía a la cumbre más alta.

A los pies de las ciudades de alevosía llenas, enseñaba sus labios como puñales que traidores matan justo en el dulzor de su esencia.

Sin condenación las almas no se redimen; -pensaba Aníbal- mientras era flajelado y sus heridas ofrecidas a la ira de la emergente forma que se diluía con él en aquel instante fatal.

Los ojos se quemaron ante el resplandor de su boca, la ingravidez justo en la caída, desnudos ya nada puede ser ofrecimiento de muerte.

Un ángel canta al oído, el pulso sin tambalear irrumpe con un tremendo golpe al corazón, desde luego el espíritu no tiene que ir a ningún lado, después de muerta la pasión de que sirve una vida eterna sin el deleite del tacto y el cansancio.

Aníbal prescindía del milagro que amanecía en su rincón de adagios y pleonasmos, pero jamás del aroma atrapado bajo la carne calcinante, el habitar la morada de lo irredimible le hacia sentirse menos santo más innombrable.

En ocasiones se permitía el estoicismo de despreciar la noche y sus consteladas costumbres, las cárceles de la enajenación, los templos llenos de oro, pero jamás de la puesta del sol en la mejilla derecha de una mujer repentina ó acostumbrada.

Los tiranos se agazaparon bajo el capitel donde se alza su mirada, nada a sus pies se mueve sin su consentimiento, el mar se aquieta y espera sigiloso, las banderas se extienden encumbrando nubes y ambiciones.

Si me lo pides -pensaba Aníbal- la indignación sería un reto y el amor, por sobre todo lo habido seguiría siendo indigno ante tu presencia.

Vértigo en la esquina de los paraguas, acuden todos a celebrar la tarde que consagra las golondrinas en despedida.

Extasiados -pensaba Aníbal-, extasiados, ya no hay un para qué, no hay un todo, ni una necesidad, extasiados no importa que seamos dos traicionándonos de nuevo.

Conservó el futuro, las palabras nunca más fueron las mismas.

Allá donde el deseo de la muerte se transforma en vida están los viejos amigos prometiendo eternidad.


Carlos Andrés Restrepo E.

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