UBALDINA ISBELIA Y ELEONORA
Ellas se instalan en el andamiaje del día, caminan, se sientan, se abren al universo reinante como pétalos de una flor que desconocen.
Ellas vibran, aroman, se arrojan, a veces sonríen coquetas, otras miran con la fatalidad de quien no conoce la luz.
Hablan y cuando la hacen denuncian su búsqueda, manifiestan su amor y hasta desechan el abrazo, aunque después duela y les asuste la vida.
De derecha a izquierda en mi recuerdo, una está hecha de convicciones, es un tinglado de apuestas a cielos por verificar.
La otra se busca, se encuentra, se pierde, se reencuentra y se deja perder de nuevo; el extravío es su mayor placer.
La última lo atravieza todo con el delgado filo de su mirada y hace que lo mirado se yuxtaponga a lo por ocurrir, sabe de sobra lo que no sabe y se ríe buscando disimular las implicaciones de ese desdén.
Las tres caminan, devienen en hembras con costumbres de antaño y sin embargo son nuevas; juegan al vaivén, son sortilegios, sólo que en su tiempo la palabra no existía.
Alguien tiene que verlas, sospecharlas, la intuición no vale, de nada sirve tenerlas, basta entonces sentarse a su lado y ocurrir con ellas.
Bienaventurado el hombre que sabe leer los ojos de las mujeres... y más allá...
ResponderEliminar(AUNQUE CON ALGUNA DUDAS)
ResponderEliminarAlucinante, pensé que jamás volvería a saber de esto, me siento muy alagada por haber sido inspiración para tu pluma.