Fui a tu casa, no se si por invitación u ocurrencia, allí estaba sentado en una silla, en un comedor sin mesa, en una casa sin gente, de repente tu apareciste vistiendo una salida de baño de seda con estampado de flores, olía a lila; en los sueños en ocasiones hay olores, te paraste frente a mi y soltaste el lazo que mantenía tu cuerpo a salvo de mi mirada, tu desnudez abrió ante mí un cuerpo delicado y blanco, tomaste mi mano y la pusiste sobre tu barriga y fue justo en ese momento en que empecé a notar que se iba hinchando en una redondez perfecta, sentí un nudo en la garganta al darme cuenta de tu estado, una angustia egoísta de no ser el artífice de aquel hecho me hizo llorar como un niño adelantandome al llanto del aún no nacido. De repente empecé a desvanecerme, supe que tenía que salir de aquel lugar y dejar que la vida transcurriera en los dueños de aquel sueño, cuando ya solo era visible mi mano aún acariciando tu vientre alcance a escucharte decir que no me fuera que yo era el hombre que había trastornado tu cuerpo, pero era demasiado tarde, ya estaba despierto y cambiando de lado en la solitaria cama.
martes, 10 de abril de 2018
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