miércoles, 4 de junio de 2008

AL MÉDICO DEL PUEBLO


RECUERDOS Y OTRAS HERENCIAS

Advierto que el tinte epistolar de este texto carece de forma y relieve gramatical, la calidad de la escritura fue un don otorgado a otros, en mi caso ocurre como una necesidad de conexión, es quizás la única forma de crear un vinculo con lo que tengo además de la natural manera de establecer mi declaración universal de sujeto extraviado entre lo que es real y lo imaginado, que por falta de las palabras justas para definirlos no precisa en cuál de los dos lados se encuentra.

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El primer recuerdo que tengo tuyo es en una vieja construcción vencida por la humedad, arruinada por la indiferencia y soportada por dos guaduas. Allí bajo la aterradora idea de ver caer sobre nosotros el techo del caserón estamos: Jaime el profundo, Marta la deschavetada, Matilde la de gentil figura, yo el que ahora recuerda y otra persona más que no puedo precisar por lo borrosa que se ha vuelto en la memoria, todos en torno a un joven vestido de pantalón blanco y una camisa a cuadros blancos y negros, le escuchamos, cuenta sus experiencias, está próximo a graduarse de médico ó ya se graduó, pero habla y se ríe a carcajadas, yo que apenas empiezo a asomarme al mundo de los que cultivan el pensamiento lo escucho atento, también los otros que me han venido enseñando lo valioso de la información, del poseer conocimientos, lo escuchan.


Ese recuerdo se fijó en mí seguro porque esa noche el encuentro era para hacer técnica vocal, cantar ó ver una película y terminamos hablando de la vida y la muerte, formulando las preguntas que nunca habían surgido por no tener cerca a quien hacerlas.


Terminamos en la fruterita haciendo buena gala de la herencia de Jaime: “tragar”, embutidos de milo caliente, rosquitas y quesito; seguimos la charla que para esta altura ya había perdido su elocuencia y rayaba entonces en la desproporción del chisme, los buenos y malos chistes y las gratificantes carcajadas.


Disfruté mucho de ese encuentro y sobre todo, de serme permitido a mí desprevenido sujeto de diecisiete años el compartir con una nueva persona; desde ese día estiré el guache para sentirme orgulloso de ser amigo de John Jairo el hijo médico de don Martín.


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Vivir es irse desencantando profetizó Ernesto Sabato, muchos de los que han hecho parte de nuestro proceso con la vida ahora no están, aunque sigan vivos, nada es para siempre, pero creo en la resistencia del buen amor, en esa fuerza motora que preserva nuestros mas nobles ideales y los fortalece.


Anita está feliz por que ese muchacho Arcila es un santo; le curó el dolor de espalda, él sabe que no hace milagros pero sí que un abrazo, una caricia, una revolcada de pelo produce el mismo efecto que la ingestión de 25 mg de prozac, el doctor empieza a curar mientras sonríe y juega, por eso lo quieren y tal vez por eso decidió quedarse en el pueblo para servir, para ser útil a la comunidad que fue su raíz.

Estas son especulaciones mías también pudo quedarse por que es el mejor vividero del mundo, por que es el mejor pueblo de este lado de la galaxia, por que se hace la mejor parva de la tierra, por que no le gusta la ciudad, porque estaban sus amigos, en todo caso en el ejercicio de su devota profesión a todos nos ha dado lecciones y ha sido modelo a seguir por muchos que no dimos la medida y nos desviamos en el camino.

Ahora que no hablo desde el recuerdo sino desde la vivencia a mis treinta y tantos años, con mi recorrido y mis saberes que anuncio públicos y de libre acceso, conservo mi respeto y esa sensación hormigueante en el pecho cuando de el hablo ó me hablan, es un despropósito pensarle pasajero en la vida, otros pudieron serlo, no alcanzaron la estatura del recuerdo, la dicha de la evocación, pero alegra saber que cuando nos duela algo el está ahí para revolcarnos la cabeza y decirnos en medio de la naturalidad del caso: “lo mejor es que consigas unas hamacas pequeñas para los ojos por que se te van salir ya que estas jodido de la tiroides”, que risa, tanta risa que ni me hago la formula oficial, en cambio me tomo el jugo de tomate de árbol con rábano en las mañanas sugerido entre las mismas risas y desaparece el mal que me aqueja.


Entiendo ese estado mental que es todo lo que nos rodea ó no lo entiendo…


Que más da si el fluir también se ocupa de nosotros, a John le agradezco que haga parte de esa comunidad que tanto amo, debe ser por eso que nos resistimos al abandono total de la raíz, porque allí en el lugar que dejamos para seguir el impulso de nuestros sueños queda un hombre mirando al sudeste, conectándose, enviando y recibiendo información gracias a que entendió que no pueden seguir ocurriendo recuerdos en medio de casas a punto de precipitarse, arruinadas por la indiferencia y soportadas apenas por dos guaduas de paso, aunque las personas pueden levantarse y seguir, asimismo hay que luchar por la calidad del lugar que habitan.


CARLOS ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA

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