jueves, 8 de noviembre de 2018

LA CHICA DEL CABLE

 -Listo Medellín cabina 8 -, dice Consuelo del otro lado del vidrio sentada en una silla de rodachinas, con una diadema que le hace lucir como si fuera la piloto ante la consola de mandos de una nave que no lleva a otro planeta, pero si acerca a tierras lejanas con las más próximas.

Su oficio es de los más importantes, cualquiera puede ser chófer, o nombrado alcalde por decreto o secretario, pero no cualquiera puede operar la consola de la central telefónica, para eso se requiere ser inteligente.

La telefonista de esta historia inició su labor en un cuartucho ubicado en la planta baja del palacio municipal, donde a duras penas entraban ella y un usuario, a los demás les correspondía hacer fila a la intemperie o aguardar hasta que el citador les indicara la hora en que debían llegar a recibir llamada, o el turno en que podían hacerla.

Del oficio siempre estuvieron a cargo mujeres, así como en la serie de televisión española, con el intríngulis que implicaba para la sociedad una mujer con empleo y autonomía, tuvimos nuestras propias chicas del cable: Alicia Paredes y Ángela Gómez, Flor Ángela Zapata, Lola Bohórquez, Griselda Celis y Berta Henao, quien le entregó la consola de clavijas a Consuelo Meza en 1960 junto a Magnolia Zapata.

El personero expidió un permiso para iniciar la capacitación que consistía en sentarse en una silla al lado de la operadora oficial, quien no se prestó mucho para la enseñanza, así que Consuelo tuvo que aprender observando y tomando nota en una libreta. 

La comunicación se lograba, recuerda, utilizando una magneto, al que le daba manivela y este hacia conexión con la central que estaba en Puente Iglesias y de allí se establecía la comunicación con el destino final que podría tardar horas o días.

La central telefónica era manual, por eso requería de la intervención de una telefonista quien se encargaba de la conexión física del cableado que venia tanto de la red exterior como de la red local, y facilitaba las llamadas entrantes y las salientes; las conexiones se realizan por medio de cordones, clavijas jacks y llaves de conmutación. Cuando se descolgaba el teléfono en una de las pocas casas que podían darse el lujo de tener semejante artilugio, al instante se identificaba en la central con la iluminación de unos botones que en hilera parpadeaban ansiosos.

La central telefónica pertenecía al municipio y en el año de 1966 el departamento después de ejercer una diplomática presión la compró para unirla a su naciente monopolio, se instala la nueva consola de disco y llegan al oficio Marion Restrepo, Nury Velásquez, Consuelo Parra y Aurora Legro, Dora Agudelo y Consuelo Gonzáles y otras más que la memoria no recuerda o la vista no alcanza.

Consuelo atendió varias situaciones de emergencia que le prolongaba la estadía en la central más allá de las nueve de la noche que era su horario de cierre, las tragedias de ahogados del cauca que por aquel entonces eran mas habituales, incendios, la avalancha de las nubes; en la inauguración de la catedral fue la encargada de facilitar las comunicaciones para todos los visitantes que llegaron de distintas partes del país. 
 
Recuerda con orgullo la primera vez que consiguió una  comunicación con Bogotá, la primera en la historia de Jericó, pues las comunicaciones sólo eran locales o departamentales.

El primer repique que atendía en la mañana era el de monseñor Augusto Trujillo Arango, obispo de Jericó quien tenía el ritual de llamar a su mamá todos los días antes  de iniciar sus labores pastorales, Consuelo era la encargada de facilitar esa conversación. 

Durante veintitrés años trabajó como telefonista y en 1983, sus labores fueron truncadas por los azotes de un politiquero de turno quien la sacó del cargo antes del tiempo de jubilación, para colmo la persona que llegó a reemplazarla le negaba las llamadas a Medellín, impidiéndole la comunicación para buscar asesoría en su situación que le llevó a la depresión después de haberse quedado insubsistente sin causa justa. 

Al cumplir la edad consiguió la jubilación y con los ahorros logró hacerse a una casa propia, otras chicas del cable no lograron tal suerte.

Su actividad no terminó allí, desde entonces ha estado al servicio de la comunidad vinculada a instituciones cívicas, religiosas y culturales trabajando con ahínco, siendo una líder reconocida y respetada, una voz tenida en cuenta y consultada por sus vecinos quienes acuden a ella en busca de ayuda y consejo, una mujer intachable que junto a su esposo hicieron una ejemplar familia, de valores humanos profundos y de quienes la cercanía desde niño me ha llevado a sentirlos como parte de mi familia.

Ahora que la comunicación se logra de manera instantánea, y que se puede portar una central telefónica en el bolsillo, es inquietante pensar como dejamos al otro en visto, no atendemos las llamadas, incumplimos las citas, ignorando que hubo un tiempo no muy lejano, en que para tener una comunicación urgente habría que esperar días o semanas; por fortuna allí estaba Consuelo la chica del cable dispuesta a hacer todo lo posible para conseguirla en unas cuentas horas.



Carlos Andrés Restrepo Espinosa

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