-Listo Medellín cabina 8 -, dice
Consuelo del otro lado del vidrio sentada en una silla de rodachinas, con una
diadema que le hace lucir como si fuera la piloto ante la consola de mandos de
una nave que no lleva a otro planeta, pero si acerca a tierras lejanas con las
más próximas.
Su oficio es de los más importantes,
cualquiera puede ser chófer, o nombrado alcalde por decreto o secretario, pero
no cualquiera puede operar la consola de la central telefónica, para eso se
requiere ser inteligente.
La telefonista de esta historia inició
su labor en un cuartucho ubicado en la planta baja del palacio municipal, donde
a duras penas entraban ella y un usuario, a los demás les correspondía hacer
fila a la intemperie o aguardar hasta que el citador les indicara la hora en
que debían llegar a recibir llamada, o el turno en que podían hacerla.
Del oficio siempre estuvieron a cargo
mujeres, así como en la serie de televisión española, con el intríngulis que
implicaba para la sociedad una mujer con empleo y autonomía, tuvimos nuestras
propias chicas del cable: Alicia Paredes y Ángela Gómez, Flor Ángela Zapata,
Lola Bohórquez, Griselda Celis y Berta Henao, quien le entregó la consola de clavijas
a Consuelo Meza en 1960 junto a Magnolia Zapata.
El personero expidió un permiso para
iniciar la capacitación que consistía en sentarse en una silla al lado de la
operadora oficial, quien no se prestó mucho para la enseñanza, así que Consuelo
tuvo que aprender observando y tomando nota en una libreta.
La comunicación se lograba, recuerda,
utilizando una magneto, al que le daba manivela y este hacia conexión con la
central que estaba en Puente Iglesias y de allí se establecía la comunicación
con el destino final que podría tardar horas o días.
La central
telefónica era manual, por eso requería de la intervención de una telefonista
quien se encargaba de la conexión física del cableado que venia tanto de la red
exterior como de la red local, y facilitaba las llamadas entrantes y las salientes;
las conexiones se realizan por medio de cordones, clavijas jacks y llaves de
conmutación. Cuando se descolgaba el teléfono en una de las pocas casas que
podían darse el lujo de tener semejante artilugio, al instante se identificaba
en la central con la iluminación de unos botones que en hilera parpadeaban
ansiosos.
La central telefónica pertenecía al
municipio y en el año de 1966 el departamento después de ejercer una
diplomática presión la compró para unirla a su naciente monopolio, se instala
la nueva consola de disco y llegan al oficio Marion Restrepo, Nury Velásquez,
Consuelo Parra y Aurora Legro, Dora Agudelo y Consuelo Gonzáles y otras más que
la memoria no recuerda o la vista no alcanza.
Consuelo atendió varias situaciones de
emergencia que le prolongaba la estadía en la central más allá de las nueve de
la noche que era su horario de cierre, las tragedias de ahogados del cauca que
por aquel entonces eran mas habituales, incendios, la avalancha de las nubes;
en la inauguración de la catedral fue la encargada de facilitar las
comunicaciones para todos los visitantes que llegaron de distintas partes del
país.
Recuerda con orgullo la primera vez que
consiguió una comunicación con Bogotá, la primera en la historia de
Jericó, pues las comunicaciones sólo eran locales o departamentales.
El primer repique que atendía en la
mañana era el de monseñor Augusto Trujillo Arango, obispo de Jericó quien tenía
el ritual de llamar a su mamá todos los días antes de iniciar sus labores pastorales, Consuelo
era la encargada de facilitar esa conversación.
Durante veintitrés años trabajó como
telefonista y en 1983, sus labores fueron truncadas por los azotes de un
politiquero de turno quien la sacó del cargo antes del tiempo de jubilación,
para colmo la persona que llegó a reemplazarla le negaba las llamadas a Medellín,
impidiéndole la comunicación para buscar asesoría en su situación que le llevó
a la depresión después de haberse quedado insubsistente sin causa justa.
Al cumplir la edad consiguió la
jubilación y con los ahorros logró hacerse a una casa propia, otras chicas del
cable no lograron tal suerte.
Su actividad no terminó allí, desde
entonces ha estado al servicio de la comunidad vinculada a instituciones
cívicas, religiosas y culturales trabajando con ahínco, siendo una líder
reconocida y respetada, una voz tenida en cuenta y consultada por sus vecinos
quienes acuden a ella en busca de ayuda y consejo, una mujer intachable que
junto a su esposo hicieron una ejemplar familia, de valores humanos profundos y
de quienes la cercanía desde niño me ha llevado a sentirlos como parte de mi
familia.
Ahora que la comunicación se logra de
manera instantánea, y que se puede portar una central telefónica en el
bolsillo, es inquietante pensar como dejamos al otro en visto, no atendemos las
llamadas, incumplimos las citas, ignorando que hubo un tiempo no muy lejano, en
que para tener una comunicación urgente habría que esperar días o semanas; por
fortuna allí estaba Consuelo la chica del cable dispuesta a hacer todo lo
posible para conseguirla en unas cuentas horas.
Carlos Andrés Restrepo Espinosa
Que bonito, y que triste situación. Con un final un poco más feliz
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