martes, 23 de octubre de 2018

DE CAMINADAS LARGAS, HELADO Y AVEMARIAS


En Moers la ciudad más grande en el distrito de Wesel, en Renania del Norte-Westfalia, Alemania, trabaja un amigo mío en una misión Italiana. Cuando yo era niño le escuchaba su prédica, al momento del sermón salía del altar y descendía las escalas y se ubicaba cerca a la feligresía, su discurso era cercano como su presencia, luego dejé de verlo, supe al cabo del  tiempo que andaba en Italia, veintidós años después volvimos a encontrarnos y me invitó a visitarlo en Alemania, su nuevo lugar de labores, así es que tomé un avión y allá me le aparecí. Me esperó en el Aeropuerto de Düsseldorf con dos amigos más, los tres hablando italiano aunque uno de ellos es colombiano y los otros dos Alemanes, hijos de inmigrantes de Italia; yo, ni italiano, ni alemán, pero animado por el deseo de aprender me dejé llevar por la idea de que les entendía perfectamente, cancelé el español y me dediqué a balbucir una particular forma de parlar la lengua de los papas.
Por obstinación o exceso de confianza me dejé llevar por esta idea y entablé complejas e interesantes conversaciones en las que mi única intervención era: molto bene, grazie, y oh lalá. Muchas palabras del italiano se parecen a las del español, pero no todas significan lo mismo, falsos amigos rondan por ahí, lo que me llevó a tener dos interesantes situaciones que se me  antoja narrar, la primera divertida, la segunda no tanto, diría que me arrimó a los instantes mas caóticos de mi vida como músico, pero no me adelanto mas y sigo en el orden prometido.
Mi anfitrión me presentó con su comunidad, y en una misa muy familiar me pidieron cantar algo a la virgen, lo primero que me vino a la mente fue Santa María del Camino, me entregaron una guitarra y me entoné, que sorpresa me llevé cuando todos se unieron a mi voz, ellos en su respectiva lengua y yo en la mía, al terminar aplausos, besos y felicitaciones. Alessandra una médica que apoya la misión, se acercó y me sugirió acompañarlos al día siguiente a Holanda y si era de mi gusto cantar en otra misa para que repitiera mi presentación, así es que acepté gustoso y al día siguiente me madrugué, mi interés en conocer y aprovechar el viaje no me impedía escuchar una misa más. Participé del acto religioso con más curiosidad que fervor y al final saqué a relucir de nuevo Santa María del Camino, el último éxito de los cañonazos religiosos que conocía.
Terminada la ceremonia, se hizo una reunión donde todos los participantes ofrecieron algo de comida y al final en un acto deferente hacia mí, me dijeron que si quería gelato o paseggiata, gelato es el helado italiano y ya lo había probado en varias oportunidades, mi apetito se incrementa  cuando estoy en un lugar nuevo, así que elegí lo segundo pensando que era un postre más grande o más elaborado. Mis anfitriones asintieron, nos levantamos y empezamos a caminar, supuse que nos dirigiríamos al lugar donde vendían la paseggiata, ya me la imaginaba yo como una especie de torta de helado con muchos chips de chocolate. El grupo avanzaba y cada que pasábamos por un lugar de dulces mi corazón se abría y decía - Aquí es, ¡llegamos! -, pero no, el grupo continuaba el recorrido sin detenerse, yo no entendía porque habían elegido un lugar tan lejano para el postre, después de una hora de camino y de pasar de largo por varias pasticcerie  (pastelerías), pregunté a uno de los acompañantes el porque de tan larga caminata, y con fatiga y mal humor me respondió que estábamos haciendo lo que ya había pedido, que yo había sido el gracioso que había pedido una caminada en lugar de helado.
Durante la paseggiata que se hizo casi de dos horas, en un recorrido en el que al final cuando todos entendieron el chiste decidieron invitarme a un tiramisú como premio de consolación, uno de mis nuevos amigos me invitó a una fiesta que haría veinte días después para celebrar los cincuenta años de casados de sus padres y que si cantaba para ellos la canción de la virgen María, yo acepté, y el tema quedó allí.
Veinte días después me estaban recordando la invitación pero yo me desentendí por completo de su segunda parte, toda la vida he sido invitado a reuniones, comidas y fiestas con la condición de que lleve la guitarra, en Alemania pensé que me salvaría del sino que me ha acompañado toda la vida, pero no fue así. El lugar donde se celebró la ceremonia fue la catedral de St Peter en Duisburg Rheinhausen, un templo menor pero con una arquitectura gótica digna de una catedral de capital. Llegué con ropa prestada para la ocasión, generalmente cuando viajo no cargo el esmoquin ni mi colección de zapatos de charol por cuestiones de espacio en la maleta, entré muy tieso y muy majo arrastrando la bota del pantalón y con las mangas de la camisa dobladas para que no me cubrieran hasta la segunda falange de mis dedos. Estaba buscando asiento en un lugar discreto en las bancas de atrás junto a una pila de agua bendita, cuando me agarra una señora y llevándome a rastras me ubica al lado del altar junto a un órgano tubular que parecía un dragón sonriendo, y me da una instrucción en puro alemán, en el alemán mas puro, contúndete y breve que había escuchado en mi vida, levanté la mirada para buscar a mi traductora que se encontraba en la primera hilera, en un segundo estaba a mi lado repitiendo en italiano lo que yo no había entendido en alemán; debo recordar que esto que ahora escribo en español me estaba ocurriendo en estas dos lenguas, no me explico como sobreviví, me ayudaron mucho los gestos y las palabras que me inventaba mezclar de pavor, ingles francés e italiano, de todas no armaba ni media.
 Al final logré entender la instrucción, debía pararme allí y cuando el sacerdote lo indicara entonaría el Ave María de Schubert.  Se me enfrió todo, el único Ave María que me sabia era el de Leonardo Fabio, les dije que no me la sabia que les cantaba con mucho gusto Santa María del Camino y de nuevo tronó una voz en alemán, - cante el Ave María y no es una opción -; insistí en zafarme de aquella situación diciendo que no era organista y que tampoco tenia guitarra, no había terminado de decirlo cuando un joven estaba subiendo al altar con una guitarra blanca que parecía un bizcocho de novia, respiré profundo, de lo alto del templo una luz lánguida atravesó un rosetón e iluminó el rostro de un ángel de piedra que juro me guiñó el ojo, lo ignoré y continué con mis lamentos: - pero es que no se me la letra, ni recuerdo bien la melodía-, y al segundo me habían instalado una tableta en su respectivo atril y con conexión a internet, no tenia escapatoria, la ceremonia empezó y yo solo tenia temblor en las manos y un templo repleto de italianos calabreses que miraban fijamente, por el susto olvidé la melodía de la canción y solo pensaba en la de Leonardo Fabio y en esa otra de los chicos: …ayúdame, ave María, ave María…
El sermón avanzaba, me tape un oído y mentalmente trataba de recordar la melodía, al final logré superponer la voz imaginada de Andrea Bocheli sobre mi confusa mente, a pocos minutos antes de que el cura me diera la entrada tengo la idea de que perdí el conocimiento, cuando reaccioné toda la feligresía en silencio me miraba con expectativa. Cerré los ojos, mi mano izquierda hizo la posición de sol mayor y la derecha empezó a hacer un arpegio de seis notas, de repente mi voz se abrió paso en aquel templo entonando el Ave María, no lo podía creer estaba cantando en Europa, en una catedral gótica mi voz reverberaba de forma celestial, me habitaba una extraña fuerza, no era yo quien cantaba, alguien mas poderoso lo hacia a través de mi, era aquello toda una experiencia mística, no supe cuando terminé para ese momento estaba en otro plano, lo terrestre ya no era lo mío. Volví en si con el estruendoso aplauso que cundió en el templo como aleteos de aves ante la supremacía del vuelo de la mayor de todas.
Esa misma tarde me compartieron el registro de video hecho en varios ángulos y se alcanzaba a ver como me habían salido alas mientras cantaba, eso pasa cuando el diablo hace ostias.

CARLOS ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA

1 comentario:

  1. Que chévere máster. Un par de buenísimas anécdotas de un viajero que escribe a todo detalle

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