jueves, 27 de septiembre de 2018

MEMENTO



Cuando Mauricio mi tío cayó al suelo, yo estaba contemplando con ojos de asombro la catedral de Colonia, el templo gótico más importante de Alemania, justo en el momento en que levanto la mirada para entrar en consonancia con la luz que atraviesa los vitrales tan altos que se hace imposible advertir sus complejas formas, en ese mismo momento Mauricio clavaba su mirada en el anden de concreto, escalonado, desigual, tan bajo y oscuro que no alcanzó a ver las complejas deformaciones que le abrirían paso a su muerte.

El día es azul en Jericó, con dos nubes furtivas que el sol mira con desprecio, al mismo tiempo el día en Colonia es una tarde naranja, con un sol adormilado incapaz de llegar a su cenit.

En la esquina dónde cae Mauricio huele a pandequeso, café y pollo asado, el cemento húmedo desprende un tufillo de orín de perro y una señora barre la calle con rítmico acento, mientras las hojas juguetonas vuelven a caer dónde ya está barrido.

En el atrio, se aglomeran turistas para ver las fotos de la catedral cuando fue bombardeada durante la guerra, la concurrencia se extiende hasta la fila de ingreso donde hombres y mujeres con cámaras al pecho y coronados con gorras de béisbol, se aprestan a ingresar al epicentro del arte gótico, el calor espeso despierta un hedor a orín de perro en el atrio de este monumento europeo.

Dos mujeres que toman café cerca auxilian al hombre que tendido en el suelo esboza una sonrisa tímida, sin angustia, no alardea de su agónico estado, se deja llevar, es un hombre solitario que inicia su viaje de regreso a la nada.

Dejando atrás la catedral y su místico resplandor ojival, a pocos metros se alza el puente sobre el río Rin. Allí, los amantes dejan candados entrelazados con sus iniciales, es una forma de enlazar la relación, eso me espanta, una relación no puede tener ni candados ni cadenas, todo lo que se ata se asfixia. Camino hasta el otro extremo del puente, al regresar el Rin no es el mismo río, en  urgencias del hospital Mauricio deja caer una lágrima leve sobre la funda de la almohada en la que su cabeza no encuentra reposo.

Al lado de la catedral está el museo Ludwig, y otro de arte romano germánico, me nutro de arte, experimento una exquisita emoción estética,  de repente viene a mi mente la imagen de mi padre - ¿cómo disfrutaría si estuviera aquí? me digo, y cómo una epifanía viene una respuesta: - Aquí está, yo soy el, soy la forma que se inventó para ir más allá, soy sus ojos, su consciencia, su asombro, a través de mis ojos miran él, mi abuelo, mis tíos, porque nada de lo que soy es ajeno, es propio, es mi sangre, es mi piel la depositaria del estremecimiento de mi clan familiar -.

Al lado del hospital, donde preparan la ambulancia que llevará a Mauricio a la ciudad dónde esperan darle una esperanza de sanación, también hay un templo gótico, pero su belleza no es apreciada, sus dos torres de aguja se resisten al notable abandono y deterioro, y se hunden en el cielo azul como buscando un poco de dignidad en las alturas.

Días después mientras es mañana en Europa, ocurre la noche más larga de Mauricio, la definitiva, se va silente como fue su vida, discreto, impenetrable, murió sin detalles de lujo, ni rimbombante protocolo, al día siguiente muere el alcalde del pueblo, los habitantes lloran la pérdida del único hombre que en su magín cumplió con las expectativas que los vivos no cumplieron.

Siendo las diez y media de la noche en Düsseldorf, todavía con luz de día mi hermana envía un mensaje de texto breve, contundente. Mauricio se murió, al leerlo una sonrisa tímida y nerviosa se asoma en mi rostro, una lágrima me asiste al tiempo en que se desploma dentro de mi él templo que me soporta la existencia, una de sus columnas se acababa de vencer; el sol aquella noche, caprichoso, estuvo en lo más alto pretendiendo brillar una vez más de manera inútil.



CARLOS ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA


No hay comentarios:

Publicar un comentario

LA VIDA EN ROSA

- ¿Cómo le parece pues la propaganda que nos montaron aquí? - Me dijo el burro carretillero del pueblo mientras señalaba con sus labios en f...