De niño tenía miedo a dos cosas, a que mis papas se murieran y a las
abejas. El primer miedo se fue disipando con el advenimiento de los años, la
madurez biológica me fue enseñando que
podemos vivir sin los papas, ya no oro para que estos no se mueran, en cambio
me entrego al disfrute constante de su existencia, haciendo una fiesta de cada
día así no esté a su lado; el segundo temor fue muy bien infundado, la
televisión estaba llena de programas que advertían que las abejas eran asesinas,
enemigas del hombre, en mis recuerdos está una película llamada “Enjambre”
(1978) que contaba cómo una gigantesca nube de abejas llegaba de África a un
pueblito de Texas matando animales y humanos, sembrando el caos y el terror
ante mis ojos de niño televidente. Sumado a esto en la torre del Santuario del
Corazón de María (que ahora llaman de la Madre Laura) y en la misma imagen de
la virgen, habitaban enjambres que en una oportunidad alguien las molestó y
salieron al ataque, aún no he sabido porque después de embestir al Padre Luis
Romeu se dirigieron a mi casa, y a mi
mamá que estaba en el patio la cubrieron, y si no es por un vecino que la
socorrió el miedo numero uno de esta historia habría sido un hecho y no una
anécdota; setenta y siete (77) aguijones les sacaron de la cabeza los médicos y
una semana después cuando se peinaba le seguían saliendo, nunca se explicaron
como no murió.
Siempre he reconocido que la principal formación en mi vida la he recibido
de la televisión, todavía en la universidad a mis estudiantes suelo incluir de
referentes a los Simpson, a la par con Lévi-Strauss para hablar de la
importancia de la miel y el tabaco en la construcción del mito y los
imaginarios que han acompañado al hombre como sujeto cultural. En fin, siguiendo
esa línea diré que por un tiempo la abejita maya me ayudó a mediar un poco la
fobia por estos “avechuchos”, pero luego apareció José Miel y este si fue
devastador; aumentó los temores a la muerte, la soledad, a los ejércitos de
avispas, las arañas peludas, los escarabajos malvados, casi no me alcanza la
juventud para reinstaurar una mediana salud mental, las personas de mi
generación entenderán perfectamente.
A casa llegaba la miel en botellas de aguardiente, de pucha y de media
pucha, “juepucha” me gusta esa forma de medir, el diccionario de la RAE dice
que pucha es otra cosa, pero me gusta la palabra; en ocasiones la miel se
cristalizaba, se metía la pucha al baño de maría y volvía la miel a su estado
natural, yo no tenia el entendimiento de que esa miel era producida por las
abejas, yo creía que era otro producto de la fabrica de licores, de niño uno ve
las cosas como son.
Mi último encuentro televisivo con las abejas, fue en una serie llamada
Black Mirror, en el capítulo llamado “Odio Nacional”, se narra como un hacker
controla con fines perversos a unas abejas robot que fueron diseñadas para
suplir la desaparición de estos insectos.
Para no espantarme mas y no dejar que sea solo ese medio el que me ilustre
una vez mas, me puse cita con un experto, quien me aleccionó en el tema y me
dejó estudiando y antojado de saber mas de las abejas y de mi medio ambiente,
que de la parrilla de programación de los nefastos canales que se ofrecen hoy día.
Olmedo lleva 35 años conviviendo con las abejas, son su pasión pero sabe
que no se puede confiar, sabe tratarlas, conserva los protocolos, las colmenas
deben estar mínimo a doscientos metros de caminos, viviendas, alejadas de
cualquier tipo de actividad humana o animal, si las abejas desaparecen también
lo hace el hombre, pero mas fácil desaparece el hombre que las abejas asegura
Olmedo.
Cada región tiene una flora especial y esta es la que le da las
características a la miel, su sabor, color y aroma, la calidad de la miel se
relaciona con el tipo de floración que haya en el momento, una miel de buena
calidad debe tener menos de un 15% de humedad; Jericó no es un lugar optimo
para la apicultura en términos de rendimiento, pero se sacan mieles de
excelente sabor y aroma, la miel cuando se cristaliza no se daña, de hecho ese
es su estado natural, la miel tiende a cristalizarse.
Desde niño Olmedo ha vivido en pos de las abejas, ellas le han enseñado
mucho, incluso mas de lo que los libros cuentan.
Ordenamos agua aromática y café y sigo aprendiendo, como lo mío es la
música pregunto por el sonido de las abejas, ellas producen sonidos distintos con
las alas, de agrupamiento, pecoreando, que es cuando están extrayendo la miel
de la flor, cuando viaja el enjambre, cuando exploran, cuando están irritadas,
cuando andan en la oscuridad, esto solo ocurre cuando se dispersan por algún
acontecimiento.
De la abeja también se ocupa la aerodinámica, la estudian porque los
ingenieros no se explican como hacen para volar, debido a que su cuerpo es muy
grande en relación a la pequeña dimensión de sus alas, si una abeja en pleno
vuelo escucha sobre las leyes de la aerodinámica, se caería, dice Olmedo con
una leve sonrisa.
Las abejas además de polinizar, de fabricar la miel, de ser estudiadas por
su vuelo, son utilizadas en la apiterapia, se usan las apitoxinas de su veneno
en el tratamiento de enfermedades como la esclerosis múltiple. También se ha
vuelto una práctica el apiturismo donde
se hacen visitas guiadas a las colmenas, se sensibiliza y se degusta.
Finalizamos el encuentro, fue grata la conversación es necesario despertar
la conciencia de que las abejas no son malas, es menester del hombre
protegerlas, en su conservación puede estar su futuro, si ellas se acaban se
acaba la comida. Hay personas que queman los colmenares, el uso de insecticidas
también cumple un papel esencial en su desaparición; la abeja es el animal más
defensivo del reino animal y el segundo más laborioso, pero hay prácticas
humanas ante las que ni con la inteligencia y el trabajo se puede sobrevivir.
Olmedo vuelve a su colmena yo tomo un bus y regreso a la ciudad intentando
recrear un nuevo zumbido en mis alas.
CARLOS ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA
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