Imaginamos la existencia y para tener
control sobre los acontecimientos derivados de dicho acto aprendimos a dominar
el tiempo, así satisfacemos las expectativas de felicidad, las aspiraciones de
tener una vida armoniosa.
Una forma de medición del tiempo es
la cósmica, cuya menor unidad es el día, y el otro el más abstracto es aquel
que se funda en la hora, dando así origen a una suerte de instrumentos desde
los más antiguos cómo relojes de arena y de sol o clepsidras, hasta relojes de
torre, de pulso y ahora los celulares que contienen en una aplicación todas las
posibles formas de medición del tiempo.
Poder medir el tiempo posibilita
una mecanización del hombre en lo colectivo e individual, queda sometido a una
manipulación tan sutil que posiblemente no advierta y considere normal, ya que
no tiene reparo en justificar sus fallas o inconsistencias en que no le alcanzó
el tiempo.
El tiempo en los relojes es una
ilusión, el de los calendarios obedece a una función social, pero sujeto a los
ritmos del universo. Detengámonos en la noción del tiempo que nos da el
reloj, en verdad cuando decimos espérame un segundo o llego en cinco minutos, ¿somos
totalmente consecuentes con cumplir cabalmente con dichos tiempos?
Si pensamos en la medición del tiempo
ligado al día y la noche, sería más cómodo, decir llego en la noche, salgo al
amanecer, pero los signos que ocurren durante el día y la noche, desplazamiento
de la tierra reflejado en la bóveda celeste, fases de la luna y del sol,
movimiento de las mareas, permiten que el hombre haga una medición más exacta y
así tener un aparente control del universo.
Las primeras formas de medición del
tiempo estuvieron bajo el control de los sabios y poderosos en forma de
calendarios en las culturas babilónica y egipcia.
En la Roma Republicana los sacerdotes
tenían el control del tiempo, agregaban o quitaban días del calendario de
manera arbitraria con interés económico, pues las calendas las movían a su
antojo, para adelantar días de pago de deudas o intereses y se justificaba esta
maña por el desajuste entre el año romano y el solar.
En el medioevo se da el paso del
control del ritmo del tiempo del poder cívico al religioso, pasó de indicar los
cambios en las actividades públicas a un tiempo rural o campesino basado en las
activistas agrícolas y ganaderas, el control efectivo lo hacían los monasterios
mediante la campana que servía de aviso de las horas canónicas, sobre las que
se establecía la duración y pausas de la jornada laboral, al final, en la
revolución industrial los relojes terminarían en lo alto de los templos
convertidos en el instrumento de medida del paso del tiempo por
excelencia.
El reloj publico en las ciudades europeas
se convirtió en el centro rector de la organización de sus ritmos diarios a tal
punto que cuando una ciudad era sublevada lo primero que hacían era castigarla
quitándole su reloj o campana que era percibido como símbolo de poder.
El sábado 28 abril del 2018 alrededor
de las cinco de la tarde se escuchó un estruendo en la catedral de Jericó que
alertó a las parroquianos quienes corrieron hacia el atrio para saciar su
curiosidad, al entrar se dieron cuenta que el cable que soportaba una de las
pesas del reloj se había vencido viniéndose a tierra con todo el peso de su
tiempo, abriendo un boquete en el piso del coro; siguiendo su recorrido hasta
llegar hasta la entrada del campanario, cerca de la puerta de acceso a la nave
izquierda, aquella fue la ultima hora del reloj que tantos años acompañó a los
habitantes en su devenir intimo ligado a historias cotidianas, citas,
compromisos, pactos, aquí como en la Europa de reyes y señores el reloj fue el
motor que organizó los ritmos de la vida, sus campanas resonaron en la
frecuencia de cada palpito de sus habitantes, por eso y es comprensible que a
muchos visitantes o extranjeros les incomodare su constante sonar, les
desespera, no soportan que les recuerden cada cuarto de hora que tienen menos
tiempo por vivir, en cambio los lugareños celebran que la vida haya sido
gastada y disfrutada en estos parajes donde vivir es por momentos tan
independiente del tiempo que la inmortalidad campea por ahí en esquinas, calles
y jardines.
El primer reloj del que se puede dar
cuenta lo construyó y donó un mecánico vecino del pueblo, el Señor Pedro María
Velilla, su máquina perfecta del tiempo tenia tres muestras que indicaban: año,
mes, día, hora, minutos, segundos y fases lunares, fue instalado el 10 de abril
de 1892, de este primer reloj no se sabe que destino tuvo después de la
demolición de la antigua catedral, el reloj actual donado por Salvador Abad en
1923, fue traído de Frankfurt Alemania y estuvo en la Curia, luego en el
planchón de la catedral al frente de la notaría, en una torre de madera a la
que se accedía por unas escaleras de guadua, para el año de 1962 finalmente fue
instalado en la torre de la nueva catedral por el Señor Simón Pedro Estrada
bajo las instrucciones de un técnico alemán, el señor Estrada fue el encargado
de darle mantenimiento y le sucedió en la tarea su hijo John Darío desde 1967
hasta el 31 de diciembre de 2017.
La persona encargada de dar mantenimiento
hasta el último latido del reloj fue el señor Juan José Román. El reloj se aquietó,
ahora el tiempo anda suelto, haciendo de las suyas con su vértigo de siglos
estelares, las campanas no anuncian las horas idas, pero se ha vuelto más
notorio el envejecimiento de los habitantes del pueblo.
Ofrezco las fuentes que sirvieron para este viaje en el
tiempo.
Revista Jericó Número 36 del 2001
Datos ofrecidos por el señor Jhon Darío Estrada Hijo de
Don Simón Pedro estrada.
La organización social del tiempo, en Historias del
Tiempo del Fondo de Cultura económica
El orden de la memoria de Jacques le Goff
CARLOS ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA
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