Estamos acudiendo a nuestro ocaso, nos persigue
la muerte, sorprende a nuestros amigos, los sueños sucumben, el sol rutilante
atraviesa con sus rayos la piel a falta de follajes, el bosque también tiene su
crepúsculo, la montaña llora su ausencia de musgos y líquenes; no lo había
querido asumir, pero es el momento de caer derrotado, de entender que se agotó
el tiempo y no alcanzamos a redimir los actos, pasó la vida y nos volvimos
viejos e inútiles, alcanzamos el Cum laude, pero la intranquilidad carcome el
sueño.
No lo quería asumir pero estamos arribando al fin de una generación, de nada sirvió ser bueno, de nada sirvió la entrega, los acontecimientos que definieron nuestra vida sólo servirán para que un comentarista de mal gusto urda a través de la red social, cómo hábil tarántula, su inexacta opinión de vida y muerte, faranduleando las honras fúnebres qué de estar vivos seguro nos avergonzarían.
No lo quería asumir pero estamos arribando al fin de una generación, de nada sirvió ser bueno, de nada sirvió la entrega, los acontecimientos que definieron nuestra vida sólo servirán para que un comentarista de mal gusto urda a través de la red social, cómo hábil tarántula, su inexacta opinión de vida y muerte, faranduleando las honras fúnebres qué de estar vivos seguro nos avergonzarían.
Es aterrador pero no hicimos nada, a pesar del
engreimiento qué aliena, el que eligió a Dios terminó encorvado, el que se
inclinó por la justicia engañó a todos, el que cantó se quedó sin voz, quien
dijo confíen, traicionó, quien lo dio todo por amor recibió desengaño, quien
nos instruyó en los misterios de la “umwelt” nos pisoteó el verdor de tantas
esperanzas, terminamos el camino y todo quedó igual.
Siempre tendremos el ocaso, la constante pérdida,
el arribo cotidiano de la sinrazón, nos conforta el arte, la literatura, la
ciencia, el abrazo de un amigo, la sopa de fideos de la mamá, el canto de un
cenzontle, la brisa fresca de verano en la montaña, pero cada día trae su noche
y cada cielo su abismo, cada qué un amigo muere morimos con él, ya no sé cuánto
de mí quede vivo. Temo más a no alcanzar a terminar este texto que a morir, me
agobia no poder caminar por mis
montañas, no besar a mi novia, no volar sobre el océano, no improvisar una
canción, no terminar de leer el libro que llevo a la mitad, no llegar a la cita
de las tres, no componer la canción qué me está rondando desde que era niño, me
abruma la idea de no llegar a tiempo al ensayo del coro, dejar que el café se
enfríe, no terminar la conversación con un amigo, no haber iniciado la
conversación con ese amigo.
La buena noticia es que muchas posibilidades
quedan al alcance: el olvido, el esfuerzo constante por borrar lo que nos dio
origen y qué nos avergüenza, nos queda el desdén, la fragilidad, el constante
darnos cuenta de haber vivido para el desencanto, la irremediable fatalidad que
nos mira desde el espejo y nos recuerda que ni con todo el oro del mundo
podremos comprar un día de juventud, un espasmo de virilidad o un segundo de
satisfacción.
Nos queda la decepción, lo pusilánime de nuestra palabra, descubrir que ser ventajosos es más efectivo que ser honestos.
Y sobre todo nos queda la sensación de no tener a quien admirar, mucho menos a quien respetar, y los pocos que teníamos se están yendo, no quería bajar la guardia, pero la derrota me está pisando los talones.
Nos queda la decepción, lo pusilánime de nuestra palabra, descubrir que ser ventajosos es más efectivo que ser honestos.
Y sobre todo nos queda la sensación de no tener a quien admirar, mucho menos a quien respetar, y los pocos que teníamos se están yendo, no quería bajar la guardia, pero la derrota me está pisando los talones.
Queda el instante en que cae una lágrima, la satisfacción íntima que solo deja ganancias en el alma.
Nos queda también la oportunidad de cambiar la narrativa y mejorar el final de manera que logremos la dignidad de tener sólo una muerte.
CODA
Si Adriano el gran emperador romano no podía
sentirse emperador frente a su médico, ¿qué será de nosotros ahora qué ha
muerto el que nos mantenía con vida?
CARLOS
ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA
carloscantante@gmail.com
Muy cierto todo eso nos deja la pérdida de una persona que nos abandona dejándonos tristes sin la presencia. Descansa en paz
ResponderEliminarEstamos de salida.
ResponderEliminar