martes, 15 de octubre de 2019

IR A LA DERIVA





¿Acaso nos movemos? ¿Hace cuánto no bailamos? ¿Nos mecemos? ¿Cómo vamos a lograr estar a la deriva si el cybernete está estático? ¿Cómo suponer un futuro si el presente no tiene el vaivén del equilibrista?

Al comienzo estaban los griegos y su forma de nombrar las cosas, Kubernao era el término utilizado para comandar un barco y kybernetes era el timonel, al pasar esta palabra al latín quedaría cybernetes y en el argot de los marinos más vulgares se adaptaría el termino kubernao en gobierno, dando origen a la palabra gobernar.

Kubernetica para Platón era la habilidad para conducir o manejar. En los tiempos que corren el matemático norteamericano Norbert Wiener reinventó la palabra cibernética para indicar la teoría de control y comunicación, ya sea en un organismo vivo o en una máquina, algo así como la ciencia del gobierno o autogobierno en los organismos vivos y del autocontrol operativo en las maquinas.

El término cibernética empezó a asociarse con robots y con la internet y su segura explicación la hallará el inquieto lector que ahonde más en el tema, por lo pronto, diré que es en el término ciberespacio que inicia el concepto, lugar donde seguimos explorando, jugando y aprendiendo, en el acto de compartir información, de desplazarnos cual cybernetes en aquel inmenso océano informático.

Un niño sueña de grande ser el mayor de su pueblo y cuando lo consigue no hace nada, porque su rumbo nunca fue coherente con su viaje infantil de llegar a la luna. Lo que constituye el futuro no es más que el presente y el presente cambia cada instante, así que lo que permite mantenerse en el cauce es conservar la incertidumbre sabiendo que en el transcurrir del viaje el vaivén es lo que nos mantiene en curso.  El biólogo y epistemólogo chileno Humberto Maturana, nos invita a esta reflexión cuando nos pregunta que tan dispuestos estamos a la convivencia, a acometer el acto pedagógico de hacer posible al otro a través de un amor sin expectativas, sin reclamos, sin prevenciones, dejando el espacio para el aprendizaje y el feliz encuentro en la confianza, empero, ¿Si estamos siendo honestos cuando politizados volvemos promesas las responsabilidades éticas y en consignas la veracidad del compromiso? 

Por razones biológicas nacemos confiando en el entorno que nos recibe, crecemos creyendo en lo que nos dicen y convertidos luego en sujetos culturales empezamos a elegir al que promete el cambio, cuando lo primero que sabemos que pasará es que todo seguirá igual, porque si cambiamos entonces el entorno se nos puede tornar hostil; aquel que piensa que el cambio está en poder de una persona, esta asumiendo una postura bastante ingenua y no muy alejada de la idiotez, lo sensato es pensar en qué debemos conservar cada vez que queremos un cambio.


El candidato baila para simpatizar, pero se nota a leguas su arritmia, no baila bien porque no está en su cauce, no sabe ir a la deriva porque no sabe que tensar y aflojar son el misterio que hacen que la flecha impacte en el ave invisible y distante del cambio que promete y que nunca conseguirá.

De niños nos mecen, de grandes bailamos, nos estremece el viento, nos estruja la caída constante y la capacidad de seguir inventando pasos para mantenernos en el camino y de viejos trastabillamos hasta encontrar una mecedora que nos permita el engaño del movimiento mientras estemos estáticos.

Entonces, ¿Si la vida es movimiento que hacemos tan estáticos? ¿Cuántas horas rendidas ante aquel que sabemos que ni baila, que suena más de lo que truena, que taimado engaña y profiere cambios en la quietud de su matufia? 

Un hombre en su ocaso ya no sueña, delira, aquel delirio se aferra al cybernete y muy tarde comprende que gobernar no es tomar el poder sino sentir el placer del timón en sus brazos, sintiendo el vaivén, la lucidez que da saber que el rumbo se mantiene en la constante inestabilidad.



CODA
Cuando yo sea viejo y habite mis lóbregos cuarteles de invierno junto al poeta uruguayo, sabrás que ya no me importa que creas en mí y que, en lugar de voto, lo que ofrezco es un exvoto a la virgen ingente que se toma una cerveza en una callejuela de Coyoacán, místico lugar donde ahora empino el porrón y mastico un puñado de chapulines que parecen escapar de mi mano, pero de nada les sirve tal hazaña, igual ya están muertos. Hace tiempo perdimos el norte, ya no hay salto posible que nos salve del rumbo fijo que nos condena al estruendo final.

CARLOS ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA
www.andrescanta.blogspot.com




No hay comentarios:

Publicar un comentario

LA HACEDORA DE DESTINOS

Todos los días se levanta a las cuatro y media de la mañana para hacer los destinos y cuando el resto de sus semejantes se levanta a las sei...