En la quinta temporada de la serie de televisión Once upon a time (había una vez), los
protagonistas muy empecinados en hacer el bien van a parar al inframundo que no
es el infierno, lugar cuidado por Hades que no es el diablo; este es un lugar al que se llega atravesando un rio llamado
Aqueronte en una barca conducida por una persona de malas pulgas llamada Caronte,
quien solo deja subir a su embarcación a aquellos que paguen el pasaje, cobra
un óbolo. Por eso los antiguos griegos cuando enterraban a sus muertos les
ponían una de esas monedas debajo de la lengua, los muertos pobres debían vagar
cien años por las riveras del Aqueronte hasta que Caronte los dejaba subir
gratis a su barca, claro que después de un siglo de espera ya no parece tan gratuito
el viaje.
En varios capítulos de la temporada los personajes de
cuentos de hadas conviven con los personajes de este mito griego, como no
llevan dinero es Rumpelstiltskin quien con sus conocidas mañas les ayuda a
tomar la barca facilitándoles unos cuantos pases de cortesía. La misión es
rescatar al capitán Garfio que es un amigo entrañable de Blanca Nieves, en esta
serie no se puede tomar la versión oficial de los Cuentos de Hadas con mucho
rigor histórico. Al llegar al inframundo
se dan cuenta que este lugar está lleno de personas que están en tránsito hasta que puedan trascender a su gracia final
porque tienen un asunto pendiente y hasta que no lo resuelvan no pueden
continuar el viaje. El punto es que ninguno recuerda o quiere enterarse de cuál
es su deuda y se quedan allí para siempre en el inframundo, un lugar donde no
están ni vivos ni muertos, condenados a la insatisfacción perpetua.
A pesar de conocer el mito, llama la atención el enfoqué
que los creadores de la serie: Edward Kitsis y Adam Horowitz le dan al tema, y se
me antojó suponer que yo era un personaje más de esta historia y me pregunté
cual es mi asunto pendiente así que decidí ocuparme un poco en divagar sobre el
tema y seguir fabulando, con el permiso de ustedes.
De uno a diez diga usted que tan dichoso está, ¿Cuál fue
su última apuesta por algo temerario?, arriésguese a pensar por un breve
momento en eso que tanto ha deseado toda la vida y aún es algo pendiente a
pesar de que ya su calendario ha consagrado
varias primaveras y por momentos, para tranquilizar su conciencia se ha dicho
que es asunto del pasado y que ya está demasiado viejo para esas tonterías.
Digamos que un genio maravilloso se le aparece en la
esquina, este es un genio que nunca ha vivido en lámparas maravillosas, uno de
esos genios que uno se encuentra en un bus, en un parque o en la fila de una de
esas diligencias que quisiera nunca tener que hacer, uno de esos genios con los
que compartes mingitorio, un genio normalito, que suda y siente afecciones
igual que usted, pero que a diferencia suya las disimulan y eso lo hace parecer
sabio. Este genio se aparece y le ofrece un único deseo, de todas las cosas que
están pendientes y que han configurado tu gran frustración en la vida puedes
elegir algo que te lleve a la realización personal y es perentorio decirlo al
instante, de lo contrario ese genio se irá a la cantina siguiente o al burdel o
a la capilla de la otra cuadra a ofrecerle su dadiva a otro más arriesgado que
vos.
Ese genio te habla de manera intima y te confiere un
deseo, ¿Cuál sería? ¿Tienes claro qué tienes pendiente? Es posible que la
redención sea precisamente la culminación de esa deuda que nos arrastra hasta
en los sueños y nos deja cotidianamente la sensación de insatisfacción a pesar
de los bienes alcanzados, del matrimonio envidiable, de esa carrera exitosa,
del deseo voluptuoso por siempre consumado.
Está bien no nos ruboricemos, sé que es incomoda la
pregunta, a mi me deja cierta sensación de ser un persecutor como dirían los
sicólogos, con esta invitación a la reflexión, para cada uno hay un deseo
pendiente a ser cumplido ¿cuánto tiempo más lo vas a postergar? ¿Qué disculpa
será la que justifique el miedo a aceptar que el genio dador de deseos reside
en cada uno y que tintinea constantemente su campanilla de provocación?
¡Oh! genio acaríciame con tu eco de campanario y deja que
viaje a eso que nunca me permití, quiero ser un astronauta, un iluminado asceta,
un ventrílocuo, un fabricante de muñecas inflables, un piloto de globo
aerostático, un vendedor de algodón de azúcar, un guerrero de espada y escudo, un reparador
de alfombras maravillosas, un coleccionista de besos, mago de circo, sacerdote
antes del concilio de Letrán, un catador de vinos, pulidor de diamantes,
barbero, comerciante, literato y jamás un doctor, en cambio ser un vestuarista
de damas en playboy.
Disculpa la familiaridad con la que me dirijo, ha de sonar muy coloquial, la verdad es que escribo en una noche de
arrabal, una noche de tangos y vahos mezclados; ese tufillo de billar que trae
ciertos dejes de urea, anís y nicotina, el genio que me tocó en gracia lejos de
estar iluminado por los dioses es un pobre mequetrefe que conoce los avatares
de la vida, ha transitado los vericuetos que yo no y heme aquí sin afanes
tratando de solazarme en un lugar de mala muerte donde suelen estar las
personas de buena vida. Heme aquí sin que me preocupe el inframundo, la
realización personal, el chismorreo de mi gente, pueblo voraz que tanto amo, me
quita y nada da, heme aquí transando con mi genio la dicha de tener todo
pendiente y darme el gusto de morir sin
monedas en la boca.
Carlos Andrés Restrepo Espinosa
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