SAL MUNUZ*
Desde las
frugales noches de sumeria
a las intrigantes
líneas cuneiformes
dirigidas hacia
arriba o hacia abajo
como una señal en
el camino que debe seguirse,
el morenazo acadio
mira inquieto,
a donde quiere ir
le sigue, le señala.
No puede vivir
sin la obstinación que los dioses le heredaron,
guarda en sus
tablillas de apuntes, las palabras
que le recuerdan las tierras de Senaar,
sin ellas nunca
entenderá el misterio de los dominios
del sur de
Mesopotamia donde un día, no muy lejano,
caerá rendido
entre la grieta de la divinidad
y entenderá
porqué los estudiosos que llegarán
en tiempos
futuros sabrán de su existencia a través
de los delirios
garabateados en la piel de arcilla de su amante.
Andrés
Restrepo Jericó 2011-12-26
*Vulva Mujer
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