Eran mas los motivos para huir, pero decidió quedarse,
se acostumbró a las diatribas vespertinas, al camisón de media luna,
a la boca de alquitrán y al cabello enmarañado asaltando su rostro.
Miró con Tranquilidad la puerta entreabierta, divisó las dalias guindadas a la cornisa del cielo-raso; sonrió para si mismo y murmuró dos sutiles maldiciones -las cosas podrían ser peores-
Le quedaban algunas cosas en las que podía tener autonomía; sus pensamientos, la yema de los dedos, el rabillo del ojo, la capacidad de crear zozobra, el abandono y un par de gatos.
Instalado en su tragedia personal, dejó caer su humanidad en la mecedora y entre arrullos
fue entrando en el reino de los silentes.
Andres Restrepo
22-06-2010
Hermosas imágenes leo...
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