lunes, 12 de febrero de 2024

LA VIDA EN ROSA

- ¿Cómo le parece pues la propaganda que nos montaron aquí? - Me dijo el burro carretillero del pueblo mientras señalaba con sus labios en forma de trompeta la librería gigante con pasarelas que invadía el espacio público de la plaza, - Ahora bendito sea mi Dios, me voy a quedar sin trabajo todo el fin de semana, y quién sabe hasta cuándo, porque desde el martes nos tienen sin poder arrimar a la plaza. ¿Será que usted me puede dar cualquier ayudita? Porque esta gente ni siquiera piensa en nosotros, muy duro, muy duro; esa propaganda nos quita mucho a nosotros, no me dio tiempo de reaccionar -. El burro se alejó frunciendo el ceño de su frente tostada por el sol de estas montañas que ha carreteado a diario y batiendo sus fuertes y largos brazos en señal de desaprobación.

Me quedé pensando: Este de burro no tiene nada, no podría encontrar mejor manera para definir el conjunto de artificios que se habían apoderado de su sitio de trabajo y a mí que no logra convencerme ningún festival que se venda como incluyente, pese a que me he permitido participar de algunas de sus puestas en escena, que no han logrado movilizar en mi mayor emoción que la decepción, me motivó esta reflexión. Esto no es cultura, esto es el mercado del arte, la literatura de consumo y por tanto la única manera de entenderlo es desde la publicidad, por eso todo lo que vemos es una propaganda que se camufla en el discurso de la cultura y de la educación, pero que el balance final es de cuantos almuerzos se vendieron en los restaurantes, cuántas camas se ocuparon y cuantas personas asistieron a los eventos, mucho ruido, pero yo que soy de aquí y que también he sido de allá, no veo a los jericoanos participando de nada, ni como asistentes, ni como ponentes, ni como artistas, y eso que dizque es un pueblo donde pululan los artistas como semillas del diente de león.  Me aventuro en una conjetura, Jericó es solo la locación para un ejercicio básico de la hiperrealidad y me apoyo en Umberto Eco que dice en la estrategia de la ilusión que “…para hablar de cosas que se quiere connotar como verdaderas, esas cosas deben parecer verdaderas. El “todo verdadero” se identifica con el “todo falso”. La irrealidad absoluta se ofrece como presencia real…”. Así todo se presenta hermoso ante las miradas de los visitantes y las que se asoman a través de las pantallas de televisores y dispositivos móviles que captan las cámaras amaestradas por ojos especializados en el trueque del signo por la cosa, sustituyendo así, lo obvio por lo aparente y conformándose con el calco o su duplicación como si fuera el espacio real.

La emoción estética es reemplazada por la experiencia, “Ven y vive la experiencia” dicen los anuncios; la experiencia es un producto al que debes llegar a través de narrativas de consumo y las narrativas se establecen en la necesidad de conversar ¿Qué mejor escenario para vender que aquel que se funda en las conversaciones?

No tienes que leer, ven y escucha al que escribió y al que leyó en una amena conversación que de seguro no vas a entender, pero que te hará lucir muy bien, toda narrativa entraña una ilusión y toda ilusión necesita de su propaganda, se venden ilusiones productos en su mayoría efímeros y entre más fugaces, mayor necesidad de propaganda para que el cliente no perciba la conclusión sino la prosecución de esa ilusión más allá de los escenarios cuando estos se desmonten para ser utilizados en otro lugar.

Las ferias al igual que los festivales son eventos de mercadeo, donde todo se vende con la ilusión de que todo es gratis y de acceso público, es tal la ilusión que la exclusión y la discriminación social pasan desapercibidas, todo es color de rosa, muy tiesos y majos transitan los turistas intelectuales adictos al olor a libro y al roce social.

El arte y la cultura fueron superados por la ilusión del turismo, las casas de la cultura ahora son agencias turísticas donde el objetivo no es la preservación de un patrimonio intangible, sino un proyecto de manejo de masas de cualquier índole que visitan pueblos y lugares sin un objetivo, simplemente el de visitar. Alguien se ha preguntado ¿A qué vienen realmente los turistas a Jericó? El turismo ahora es la cultura y la cultura es el turismo emancipado de un objeto o un objetivo emocional estético y sensorial, donde ya la experiencia que se le vende al sujeto como observador es simplemente una experiencia logística más no sensitiva, con una propaganda muy bien consolidada y ante eso ¿Qué hacer? Sabrá el burro.



Carlos Andrés Restrepo Espinosa


lunes, 11 de diciembre de 2023

ALQUIMIA


Las cicatrices eran la evidencia de sus aventuras pasadas, los surcos de carne trémula que se extendían a lo largo de su piel trazaban los mapas del territorio que estaba dispuesto a no volver a recorrer. 

El problema con el pasado es que se resiste a permanecer atrás, siempre busca un pretexto en la memoria para regresar. Abiertos los ojos ante aquella triquiñuela, había optado por el silencio con el propósito de que lo dejado a sus espaldas se disolviera en la bruma del olvido y lo había conseguido, estaba viviendo en la coherencia del presente continuo, pero ella resultó ser aficionada a la espeleología y con el primer beso profano lo mas profundo de su caverna y se dio a revelar cada una de las fisuras que ya habían sanado y excavó hasta lo mas profundo desvelando su vitriol y exponiendo a la luz todo aquello que pertenecía a lo más profundo de su abismo.

Lo que había rectificado en su camino ahora volvía a encararlo poniendo de presente una alquimia que ya había transformado su pesadez en vuelo. 

Asumió el desdén sin desconsuelo, regresó al fondo con la esperanza de que la misma energía que lo hundía de idéntica manera lo traería de nuevo a flote. Confiado en su poder personal se entregó a vivir. 


Carlos Andrés Restrepo Espinosa




 

martes, 5 de diciembre de 2023

ROSADO, AZUL Y VERDE

 



El día de la inauguración del primer sistema de semáforos del pueblo la gente se agolpó para ver cómo cambiaba la luz de color, en acto multitudinario se hicieron los respectivos honores, izaron los heraldos, sonó el himno de la comarca por los altavoces y el burgomaestre leyó un discurso en el que prometió que ahora si reinaría el orden. - Con este instrumento que nos trae la modernidad, declaramos que el progreso es ya un hecho, no seremos más un villorrio, desde ahora somos una ciudad pujante digna de ser imitada por los demás pueblos de la región - y  agregó elocuente con voz quebrada, han sido años de oscuridad, pero ahora con la luz de este nuevo habitante del pueblo, que auguramos no sea el primero, se iluminará el camino para que los ancianos, los niños, las mujeres y los honorables hombres de nuestra ahora ciudad, se sientan tranquilos al cruzar las calles, los tiempos en que el motor dominaba, terminaron. Aquí en este memorable momento la historia se parte en dos.

Al terminar su alocución dio una instrucción con voz chillona, como de payaso de circo: ¡Que se encienda la luz!  y al instante los semáforos empezaron a parpadear indecisos guiñando sus tres ojos, hasta estabilizarse, el pueblo estalló en ovaciones, las señoras en los balcones batían pañuelos, algunos sollozaron, era el gran acontecimiento del siglo en aquel pueblo enmarcado en altas colinas, tan altas que el ego de sus habitantes andaba por las nubes y no les dejaba ver lo absurdo de su festejo.

Desde su fundación el pueblo había sido concebido como una aldea, por tanto, su desarrollo urbanístico estuvo pensado para el desplazamiento de semovientes que venían de las veredas cargados de las riquezas que sus campos brotaban, y para los ilustres ciudadanos, que al caminar por las calles empedradas con sus zapatos de carramplón no se lograba diferenciar si el sonido era de los cascos o del calzado de los parroquianos. Eran los tiempos del señor del año 1850, las araucarias y los chaquiros de la plaza apenas eran brotes inocentes que les auguraba una larga vida como guardianes silenciosos de la historia que apenas se vislumbraba en el afán colonizador de su fundador.

No está muy claro si por voluntad o por capricho de las dinámicas propias de la sociedad que allí se fue construyendo, que a pesar de la postura conservadora que se fue gestando, tal vez por la presencia de la doctrina católica, así mismo se manifestó entre algunos habitantes una mirada más libertaria de la vida y entre gamonales y terratenientes, aparecieron escritores, poetas, músicos y otras osadas formas de pensar, con una locura tan exquisita que sentaron un precedente en las generaciones que habrían de marcar el devenir futuro de aquella naciente aldea.


Desarrollo y prosperidad se alcanzaron gracias al trabajo de las primeras familias que llegaron a colonizar, al llegar la energía eléctrica nacieron industrias, tuvieron moneda propia, se volvieron capital de departamento, el campo era una gran despensa de alimentos, la vida era digna, el futuro se mostraba ante sus bates en color rosado, los fulgores del cielo estallaban en un azul profundo que asistía desde la aurora hasta los arreboles de la tarde que besaban las montañas verdes, el canturreo de las aves coreaban la magnificencia de aquella creación que dios había hecho por mediación de hidalgos hombres para demostrar que en aquellos predios baldíos, después de ser desterrados los indios, su voluntad se hacía presente. 

Es difícil precisar cuándo aquel paraíso terrenal se convirtió en un simple pueblo cargado de nostalgias de un pasado glorioso, fue tan gradual la transformación que sus habitantes se fueron acomodando a las nuevas formas de vida, su cultura cambió de tal manera, que seguían creyendo ser los mismos, pero cada vez más decadentes, las instituciones se corrompieron, el civismo se desvaneció a tal punto que el sentido de pertenencia era solo una expresión que usaban los más viejos para lamentarse, mientras otros veían normal que los valores y el respeto ya no eran parte esencial de la interacción social de sus habitantes. Un particular fenómeno se dio entonces, unos decidieron vivir en un pueblo imaginado con sus delirios de grandeza, se llenaron de museos para evocar lo que fue y maquillar lo que estaba ocurriendo, se declararon los más cultos, se embelesaron en sus mutuos elogios e ignoraron el mal gusto, la mala educación, el oportunismo y las demás prácticas que en el trascurrir de los días bajo ese cielo azul iban llenando de oscuridad la memoria, dejando de lado el compromiso de asumir los nuevos vericuetos en que su historia se iba diluyendo y los otros se dedicaron simplemente a habitar el pueblo a su manera sin miramientos ni normas.

Las calles del jugar golosa se llenaron de muchas motos, de automotores que a grandes velocidades pasaban dejando rostros de espanto entre los peatones que cada vez estaban más desvalidos, las noches de divisar la luna y recitar poesía se volvieron inseguras, los comerciantes subieron los precios sin control, las autoridades perdieron su autoridad para dar paso a la permisividad de la tolerancia con fines políticos, los libre pensadores abandonaron el lugar porque vieron amenazada su filosofía, los campesinos vendieron sus predios a extranjeros que fueron convirtiendo la gran despensa de alimentos en fincas de veraneo custodiadas por cámaras de seguridad, los caminos riales se volvieron carreteras privadas, las servidumbres franqueadas por cercas eléctricas, y las casas del pueblo se fueron quedando sin familias y al final fueron vendidas o usurpadas para ser convertidas en locales comerciales. Todo esto ocurrió sin sutilezas, fue de frente, ante los ojos complacidos de los lideres del pueblo que veían en esto un fortalecimiento de la economía, la fortuna dejó de lado los sueños de ser un pueblo modelo del mundo para dar paso a un gran centro comercial que al cerrar sus puertas quedaba vacío y en sus calles tristes ni los perros se arriesgaban a deambular.

Los que habitaban el pueblo imaginario se reunían en sus logias privadas para celebrar efemérides de asuntos que eran irrelevantes para los que habitaban el pueblo real, exponían en salas elegantes cuadros sin valor y ofrecían cocteles y cenas de gala para regocijarse de permanecer incólumes a pesar de los cambios, para ellos el pueblo seguía siendo un remanso de sus lánguidas existencias.

La idea de semaforizar la población que a estas alturas llamaban ciudad, fue un acto desesperado del gobierno local, la falta de medidas estrictas respecto a la movilidad habían creado un caos en las vías que era casi imposible transitarlas, no había ley posible que controlara un descuido de muchos años, incluso el proyecto de peatonalizar algunas calles seguía después de veinte años sin ser aprobado. Los primeros incidentes no fueron tomados en serio, era común que las personas caminaran por la mitad de la calle, era una práctica de toda la vida, los pueblos son para los que van a pie con la lentitud que la vida pueblerina le otorga a sus pasos, pero el afán asaltó de repente y la velocidad vino a cobrar vidas. 

Las fachadas de las casas eran obstruidas por filas de carros que los turistas dejaban parqueados al garete, dejando un solo carril para que transitara la vida y los míseros humanos.

Primero pasó con los ancianos, fueron cayendo atropellados por jovencitos que en sus motos se sentían los reyes del mundo, - ¿Qué tiene que hacer un viejo en la calle? - dijo un dirigente - ¡Que no los dejen salir! - declaró - y así se fue volviendo tan común el asunto que atropellaban a diestra y siniestra sin que nada pasara, siempre había una justificación para dejar libre al motorista y a la víctima en el hospital o en el cementerio. Luego fueron los niños las víctimas, señoras que paseaban sus mascotas, empleados que salían de su trabajo, llegó a tal la situación que los mismos conductores empezaron a estrellar su humanidad ante la indiferencia de las autoridades, quienes lamentaban su deceso en declaraciones públicas mientras en las calles la velocidad del progreso seguía cobrando vidas.

Un día en la esquina del bar el minero, una moto elevó por los aires a un ciudadano yugoeslavo que era el dueño de una de las hosterías más lujosas del pueblo, por fin se encendieron las alarmas y en consejo de gobierno, reunidos con los comerciantes, se pusieron de acuerdo que debían tomar medidas extremas, ya que nunca se pensó en la educación y el civismo se había perdido había que proceder como en las grandes urbes.

En el año 2034 ya abandonados por nuestro señor, se dio el decreto municipal en el que se entregaba el contrato de semaforización a una empresa europea y se debían iniciar las obras de inmediato.

En una masiva reunión que unió por fin a la iglesia, a los dirigentes políticos, y comerciantes se discutió sobre los puntos en que debían ubicarse los nuevos semáforos, ilusión que llenaba de esperanza de un nuevo orden municipal en los tiempos que corrían.

El primer punto de la reunión era el de designar los lugares en que debían ubicarse los nuevos guardianes de la movilidad, fue unánime la decisión de que el primero sería en la esquina donde la victima extranjera había caído y además se debería ubicar una placa conmemorativa en honor de aquel hombre que dio su vida para que el pueblo pudiera reaccionar, este sería el primero en instalarse y debía servir para guiar la movilidad entre la calle y la carrera, no era un punto tan complejo como el de la esquina de Casablanca que sí era la encrucijada que más vidas había cobrado, pero como eran víctimas locales carecían de importancia capital.

El tercero fue dispuesto en la esquina de los bares de tango, el cuarto en el cruce de la circunvalación que daba a la salida del pueblo y el quinto en la esquina de la casa del escritor más insigne, sugerencia de un grupo de nostálgicos que levantaron sus copas brindando tras la aprobación de los demás, así pues, quedaron ubicados los primeros de otros que seguramente vendrían después de esta prueba piloto que auguraban sería un éxito.

El siguiente tema de la reunión tenía que ver con el diseño, otorgación del centro de control y disposiciones varias, entre ellas uno de los asistentes propuso que como aquel era un pueblo distinto a los demás, con un legado histórico de peso y haciendo uso de una retórica que subsistía en algunos pobladores, propuso que las luces de los semáforos no fueran las convencionales, debemos mandarle un mensaje al mundo de ser el primer pueblo que tiene en sus semáforos unas señales de color propia, así el debate se dio y la iglesia votó por el rosado para indicar la señal de pare, los políticos propusieron el azul como señal de advertencia y los comerciantes por el verde como señal de avanzar en homenaje al verde que solían tener las montañas en tiempos pretéritos.

La decisión estaba tomada, una vez más en las sucesivas ocurrencias que habían caracterizado a esta particular casta a lo largo de su historia, un disparate de más los llenaba de júbilo al imaginar el gran aporte estético y de fina coquetería que estaban dando a las viejas normas de tránsito.

Y se llegó el feliz día de la inauguración. Se batían los pañuelos blancos en los balcones del marco de la plaza central, tras la indicación del alcalde de encender las luces, la oriflama bicolor ondeaba en las astas enhiestas del parque, las palomas revoloteaban, un olor a carne asada emanaba de los veintitrés restaurantes circunvecinos y se mezclaba con el humo de los incensarios que los monaguillos meneaban al compás de los toques marciales de la banda, mientras el cura bendecía el semáforo principal y le arrojaba agua bendita con un aspersor de oro. Los motociclistas en las esquinas del pueblo aceleraban sus motos ansiosos de transitar bajo las normas del nuevo sistema. Cuando las luces parpadearon en sus círculos como ojos de un monstruo que venía a devorarlos, nunca entendieron las señales de aquel guiño único en el mundo y todos aceleraron al mismo tiempo chocando entre ellos, motos contra motos, carros contra carros, los peatones atónitos vieron cómo se retorcían las latas de los automores y rasgaban la carne humana, una mezcolanza nauseabunda de sangre y aceite corría por las calles, los húmeros atravesaban la piel y asomaban curiosos rasgando los ropajes de marca, ayes de dolor cundieron en medio del pánico, ninguno sobrevivió.

El día de la inauguración del primer sistema de semáforos en aquel año del 2034 el señor se volvió a acordar de su pueblo y los libró de la plaga que los había carcomido por años.

Al día siguiente los de a pie pudieron transitar por las calles solitarias, camino al cementerio a enterrar con cierto regocijo en sus rostros la acumulación de sus errores del pasado.


Carlos Andrés Restrepo Espinosa.


martes, 7 de noviembre de 2023

173


Según la pseudociencia de la numerología, el número 1 simboliza el comienzo de todo, representa el ego y está regido por el sol, del cual toma el sentido de individualidad, la identidad y la energía paterna, su aspecto negativo es la arrogancia y el positivo la integridad, domina los demás números, simboliza la expresión divina.

-El número 7 - dijo Hipócrates - por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas. Es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la luna cambia de fase cada siete días; este número influye en todos los seres sublimes -. Simboliza la trascendencia, la espiritualidad y la ilusión e indica la búsqueda de aprendizaje y la perfección. La inmensa mayoría de símbolos de siete elementos en el mundo entero derivan del modelo celeste de las siete esferas. Su aspecto negativo es la insensibilidad y la introversión.

Bajo la regencia de Júpiter, el 3 representa el juego. Es arquetipo del niño y tiene que ver con abundancia y con la gestación creativa, tiene mucha influencia en la parte mental y en la social. En la antigüedad fue considerado el número perfecto ya que representaba el tiempo, la materia y el espacio, está asociado al triángulo símbolo de la lógica, así mismo es el número de la conclusión, su aspecto negativo es el orgullo que lo lleva a ser entrometido y controlador.

En el marco del aniversario, encontré en la internet un video institucional que buscaba enaltecer las virtudes de Jericó y se centraba en la esencia de sus gentes, algo me incomodó en su mensaje, no soy tan conformista, me molesta esa capacidad de enmascarar la realidad con frases publicitarias e ideas de cajón que pretenden hacer ver a un pueblo con una crisis de gentrificación rampante y otros demonios, como una estampa de la Revista Atalaya, donde todo es leche y miel. En respuesta a este malestar se me ocurrió el ejercicio de escudriñar el significado de cada uno de los números que componen la sumatoria de años; hago de mi malestar un llamado a la reflexión, yo también soy Jericó, puede que no tenga poder político o económico, pero si tengo narrativas y ensueño una sociedad conectada con su memoria, aciertos y desaciertos, que aproveche la oportunidad para evaluar el estado de su historia y que no se limite a una campaña publicitaria maquillada donde venden una ilusión, controlando con cierto toque de indiferencia, los rasgos negativos que también nos definen y que si los pusiéramos en evidencia podrían mejorar, en lugar de disimular con estéticas advenedizas.

Pongámonos de acuerdo en algo ¿Qué es esencia, y cuál gente? ¿La de las redes sociales que hablan y expresan melancolía pero que viven lejos? ¿La que resiste en las montañas? o ¿los neojericoanos sin arraigo, sin ancestros, pero si con muchas ganas de lucro? Porque hasta de los pueblos vecinos que nos miraban con recelo, ya están llegando a comerciar, porque la esencia de esté terruño es el negocio, el billete, sino pregúnteles a los políticos que camuflan su afán de poder y de ganar en el deseo de servir ¿Servir? ¿A quién? A ellos mismos.

Veamos lo tremendo de esta esencia: Venga y monte un negocio, las venas del pueblo están abiertas, venga y chupe, le vendemos un andén, si quiere llévese la calle entera, se la dejamos baratica al mejor postor, aprovechen que estamos botados, apúrense que quedan pocos adoquines, venga e instale su mesa, y venda lo que sea, no importa la calidad, venda y bien caro para que alcance a pagar los altos cánones de arrendamiento, y si corre con suerte consiga empleados y si los consigue aguante su decidía para trabajar, porque parte de la esencia de los de aquí es la pereza, aquí también hemos producido vagos con altos estándares de calidad, salga a la plaza para que vea.

Lo esencial es invisible a los ojos poetisa de Saint-Exupéry, así que no se fíen de la esencia que se visibiliza, alguna trampa ha de tener, igual que las promociones o los avisos de gratis, en este paraíso del mercado nada lo es, por algún lado te descuentan esa ilusión.

Vengan y aprovechen, estamos desmantelando la esencia, lleve casas con arquitectura republicana venidas a menos y construya mansiones tipo Beverly Hills, de puertas para adentro todo se puede, el patrimonio es solo de dientes para afuera.

Lleve montañas, lleve cielos azulados, lleve potreros, nuestra esencia es vender, nos queda un pedazo de río, un rabo de nubes, nos queda una tarde de lunes agonizando, nos queda un vaho a orines al lado de la Casa de Gobierno, nos quedan dos esquinas libres para que parquee su humanidad y se siente a ver el caos hermoso que le tenemos reservado.

La esencia nostra es creernos mejores así seamos los peores, aquí cualquiera es poeta, escritor o historiador, lo mejor de nosotros es el chisme, y se está acabando porque ya no sabemos quién es quién, esto está perdiendo la gracia, nos quedamos sin insumos. Venga le echamos el último cuento que nos queda, la propina es voluntaria, le guardo el casco en 2 mil, orinada a niqui, vaso de agua de la canilla a 4 mil, tinto amargo a 10 mil. La mirada despectiva se la encimamos y el trato austero de los meceros es cortesía de la casa.

Honestamente los números que más nos interesan son los que suman pesos, no los que suman años de memoria, identidad y espiritualidad, eso ya no se usa.

Venga que la esencia se está acabando, le vendemos el último cuncho, pero no se duerma que ya tenemos 400 solicitudes del extranjero, porque la esencia de los de aquí, es que ya no son los de aquí. Nos vendamos para vendernos en porciones tan dosificadas que no se notó el cambio, y cuando abrimos los ojos, Jericó ya no era nuestro.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa

 

viernes, 3 de noviembre de 2023

Y DOLOS

Yo creí que era esplendente, el brillo traslucía en sus ideas, le celebrábamos todo,

sus flatulencias eran recibidas con gratitud, decía: -miren aquí y todos mirábamos,

decía: -miren allá, y seguíamos sus larguiruchas señales. Era nuestro ídolo, todo

lo que tocaba se volvía verde esperanza, era el profeta del Umwelt y otras

cuestiones que no entendíamos, pero dado su entusiasmo lo aceptábamos como

fieles seguidores. Ahora todo es decepción. Ese es el inconveniente con la

idolatría, los ídolos se rompen, pelan el cobre, se caen de su pedestal y no hay

remiendo que les devuelva su gracia.


Todo lo que decía lo asentíamos con vehemencia, era nuestro modelo, nos

enseñó el amor por la naturaleza, señalaba las estrellas y nos convenció de ser

una leve brizna en el infinito, éramos nada ante su sapiencia, pequeños ante su

arrogancia. Pero los ídolos se despedazan, y cuando la fe ciega desaparece se

hacen añicos, es justo y necesario que así sea.


En instantes de nuestras vidas tenemos referentes, influencias buenas,

generosas, en apariencia sensatas, pero cuando pasa el tiempo y corre el velo de

nuestra mirada entendemos su desacierto, sus incoherencias. Está bien, todos

tenemos derecho a cambiar, el malo puede convertirse en bueno, el príncipe en un

sapo, la princesa en una bruja y la bruja en un murciélago, en fin, cada uno verá

que hace con su metamorfosis, cómo se ocupa de su alquimia íntima.


Ya no quedan modelos que nos inspiren, solo presiento una multitud de sombras

atávicas revolviéndose en el fango de su hedonismo, evidenciando una

ostentación que se aleja de lo sagrado, prima el negocio sobre la cultura y la fatiga

estética sobre la emoción, y los que tienen voz tienen discursos adormecedores,

palabrerías rimbombantes, y risotadas inoportunas.


Vano fue el esfuerzo de seguir un ídolo, ahora liberado de tales herencias siento

que no debo lamentar haberlo perdido.

A estas alturas del relato ya no me importa si es alto, mira las estrellas o si es


diminuto cuál enano que cabe en una hendija de la decepción.


Ahora tengo mi propia mirada del mundo, reconozco que mucho de lo que en

algún momento me enseñó, define el ser con criterio y carácter que soy y que no

estoy dispuesto a perder, así los ídolos se vengan a menos y se disuelvan en el

polvo del desengaño, la enseñanza y la experiencia nos debe quedar con-sagrada

en el altar de nuestra gratitud, porque después de todo, ¿De qué sirve haber

aprendido, si no sabemos mirar con conmiseración a estas pobres almas

atribuladas que un día fueron tanto y ahora de tanto ser ya nada son?.

El ocaso es terrible. 


Carlos Andrés Restrepo Espinosa

LA VIDA EN ROSA

- ¿Cómo le parece pues la propaganda que nos montaron aquí? - Me dijo el burro carretillero del pueblo mientras señalaba con sus labios en f...