Se sintió algo estúpido y aturdido cuando al llegar a la casa de su prometida portando un ramo de flores, la encontró en el portal besándose con otro.
Lo de estúpido le venía bien, a lo largo de su
vida una mezcla de ingenuidad y fe ciega le habían llevado a tomar una actitud
desprevenida ante las cosas que lo confrontaban, así es que en este momento, al
tiempo en qué el corazón quiere salirse de su pecho y por una manía de ver las
cosas como si fueran una película, imagina un movimiento avanti de la
cámara sobre su pecho, los latidos del corazón se advierten y luego retrocede
enfocando el ramo de rosas y se va alejando de manera ascendente, mostrando lo
pequeño y solo que está en la tierra. Ese
giro podría minimizar de alguna manera el dolor qué está sintiendo, pero la
escena en tierra es más contundente que aquella movida cinematográfica.
Aturdido, pero consciente de lo que ocurre ante
sus ojos, decide volver sobre sus pasos, sin perder de vista a su mujer en
besos de otro, respira profundo, una larga caminata hacia atrás, por una
relación particular entre espacio y desdén, sus pasos no tropiezan, es todo un dolly out, pero en lugar de alejarse
cada vez se acerca más a la escena en un perfecto zoom qué le permite ver la comisura
de los labios de su amada, y su lengua nadando entre las delicadas dentelladas qué ella le daba al
otro hombre.
No habían quedado en verse ése día, pero cómo el
fin de semana tenía programado un viaje de negocios y no podría estar para su
cumpleaños, decidió comprar un ramo de flores y aparecer de sorpresa, pero el
sorprendido fue el.
Superada la distancia suficiente, se volvió y
echo a correr con la esperanza de no ser visto, a salvo en su casa se quebró en
llanto, con intervalos de una risa nerviosa y tímida.
No comentó con nadie aquel asunto.
Dos meses después se casó con su prometida rodeado de mucho amor, pero sobre todo de una gran estupidez y aturdimiento.
Carlos Andrés Restrepo E
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