Según los historiadores, el origen del circo se remonta a las primeras civilizaciones desde el lejano oriente hasta el occidente próximo, muchas de las actividades que luego serían utilizadas para el entretenimiento, como la acrobacia, el contorsionismo y el equilibrismo, estaban asociadas con la preparación de guerreros o con actos rituales; hace más de 3000 años había malabaristas en Mesopotamia compitiendo contra las leyes de la naturaleza y contra otros compañeros de la tribu para ver cual elevaba más sus pelotas.
El término circo viene del latín “circus” y hace referencia
al escenario en que se reunían los romanos a ver competencias de caballos,
peleas entre animales y hombres, entre hombres con hombres “del mismo modo en
el sentido contrario”, muchas de estas prácticas se conservan en la actualidad
en los concejos, parlamentos y congresos en el globo terráqueo y curiosamente
también se les suele denominar circos, a esto cabe agregar sin ánimo de
ofender, que los saltimbanquis, juglares y magos, fueron los precursores de los
artistas de los circos actuales.
El payaso actual es heredero de esa tradición, por eso su
actuación se basa en contar chistes, se viste de manera llamativa, hace
piruetas, brinca de un lado para el otro buscando el aplauso, es decir la
aceptación de grandes y chicos, en ocasiones su función no es buena pero el
solo verle, da risa, y esa risa tiene origen en que de alguna manera ese payaso
nos recuerda nuestra propia miseria, nuestros defectos, él es el fiel retrato
de la sociedad. Qué risa.
El circo, como empresa de espectáculos nace en Gran Bretaña
en 1770 y de allí se extiende por toda Europa dando origen a compañías tan
famosas como el Circo Renz en Alemania, el Cirque d´hiver (circo de invierno)
en Francia, el circo Sanger en Gran Bretaña y saltando el charco en Estados
Unidos nacen numerosos circos como el Barnum & Bailey y el Famoso Ringling. Aunque se originan en Inglaterra es en U.S.A.
donde se amplían como espectáculo los Freak Show (espectáculos de fenómenos)
donde las maravillas que el señor hacía en los humanos eran exhibidas ante un
público que se agolpaba afuera de las carpas para ver al hombre elefante, a la
mujer con dos cabezas, al hombre con manos de puerco y a esa “cosa” con piel
escamosa con nombre aún por definir (el lector tiene amplia libertad de
asociación).
En chile ser payaso es toda una profesión tan respetable como
ser abogado en nuestro país y no estoy haciendo un chiste, en Rusia por decreto
de Lenin todos los circos pasaron a ser propiedad del estado quien regula y
subvenciona todo lo pertinente al espectáculo circense, aunque después de la
caída de la unión soviética algunos gozan de autonomía como el Gran Circo de
Moscú.
Cuando yo era niño los circos llegaban una vez al año, se
instalaban en terrenos que el municipio les alquilaba y allí se quedaban largas
temporadas, generalmente eran circos pobres, muchos de empresarios venidos a
menos que ofrecían una variedad de rutinas, algunas atrevidas, otras un tanto
ingenuas, pero que divertían y lograban tener una buena audiencia en sus
funciones vespertinas y nocturnas, los payasos utilizaban chascarrillos y
palabras incisivas que calaban en el público que luego introducían en la vida
cotidiana; recuerdo una rutina de una burra que no tenia mas gracia que las
guirnaldas que le ponían, pero que el payaso con el arreo lograba que ella
tomara la dirección en la que estaba el objeto que alguien del público había señalado,
al finalizar el acto el payaso decía con voz chillona: “aplausos pa´ la burra”.
Esto generó el tiro que por mucho tiempo se utilizó en la escuela cada que
alguien hacia mal la lección, no faltaba el payaso del grupo que decía:
“aplausos pa´ la burra”. Los circos
anunciaban su despedida con dos o tres semanas de anticipación, por lo que
durante ese periodo todos los días eran su última función, esta práctica
también heredó otro dicho que todavía suele decirse de alguien que anuncia su
partida y no se va, “se despide más que circo pobre”.
En mi magín los circos siguen acampados en una planicie que
había al lado de la escuela Madre Laura, un terreno al que llegaban los circos
y las ciudades de hierro, pero que realmente llamábamos rueda de chicago y a
las que solo se podía ir a escondidas de los papás porque según ellos los
tornillos de las atracciones estaban mohosos y sueltos, pero esa es otra
historia.
El vecindario próximo al lugar donde se instalaba el circo
era el sector de Boyacá y en la mitad de la loma vivía mi tía Delia, yo pasaba
mas tiempo en su casa que en la mía, tenía de primera mano el acontecer del
circo, algunos artistas hacían amistad con los habitantes del sector y
terminaban viviendo en piezas que les ofrecían o alquilaban por la temporada,
otros más aventajados conseguían parejas que al partir les seguían en su
itinerancia o se quedaban suspirando anhelando un pronto regreso, recuerdo en
especial al payaso “Chuchín” que se alimentaba en la casa de la tía, desde que
entraba hacia chistes que todos celebraban y asentían de manera casi
reverencial ante aquel extraordinario personaje, que además era un completo
gigoló y traía rendidas a sus pies a muchas jovencitas con las que se daba cita
en el andén de la misma casa, bajo la complicidad de mis primos.
No solamente llegaron circos pobres, también grandes
compañías tanto de teatro y vodevil como de zarzuela, que eran unas formas
circenses más elevadas, como: la carpa teatro de la Compañía Martín, además
llegaron Frutos de mi Tierra del maestro Jaime Santamaria, la Compañía de
Efraín Arce Aragón, la Orquesta Típica de Enrique Rodríguez y cantantes como
Ortiz Tirado y Lucho Ramírez, a ofrecer
sus espectáculos en el teatro Santa María para las élites intelectuales, esto
ocurrió antes de que yo naciera, pero Raúl Restrepo y su hermano León,
estuvieron ahí, para verlo por mí.
En el lugar donde llegaban los circos se erigió un conjunto
de casas de interés social, este nuevo emplazamiento desterró los circos a
mangas y potreros ubicados en lugares marginales del casco urbano, los últimos
circos que visité ya de grande y buen mozo, fue uno de carpa en la cancha de
arenilla aledaña al morro, había una contorsionista con rasgos peruanos que se
parecía mucho a la malabarista y esta era idéntica a la que bailaba el “canchis
canchis” que a su vez tenia la misma cara y contextura de la que vendía las
boletas en la taquilla. El show central era un hipnotizador, pidió ayuda del público,
me ofrecí, cuando estuve en la pista, con discreción me susurró al oído:
ayúdeme, sígame la corriente, sino me quedo sin trabajo, ese día me realicé
como actor de reparto, el público creyó que me habían hipnotizado.
Un fin de semana de puente en que fui a saludar a la familia,
pasó una moto promocionando un circo, un simulacro realmente, se presentaba en
el coliseo, el empresario era un chileno que hacía de payaso y de animador,
pese a la austeridad y a la falta de elenco, tenía buenas rutinas y un agudo
sentido del humor, al día siguiente fui invitado a la emisora del pueblo a un
magazín y casualmente el otro invitado era el payaso del circo quien resultó
ser una persona excepcional, se le notaba su formación académica, era un payaso
hecho y derecho, entre muchas cosas contó que era de un pueblo que había
sufrido los estragos de la extracción del cobre y que la necesidad de comer lo
habían llevado a elegir la carrera de payaso.
¡Un momento! Acabo de tener una epifanía, en el pueblo
necesitamos urgente un circo para que cojan oficio todos nuestros futuros
payasos.
Carlos Andrés Restrepo Espinosa
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