William
Blake, dijo: “Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería
ante el hombre tal cual es: Infinito”, en su momento esta cita inspiró a
escritores, poetas, músicos, místicos e intelectuales a ir tras el significado
que ofrecía, atravesar el umbral y revelar todo aquello que contiene el
infinito. La puerta ofrece la posibilidad de ir al otro lado, de manera
simbólica permite el viaje del adentro al afuera, ese salir de si, que muchos
consideran el verdadero salto del hombre civilizado. Uno de estos hombres fue
Aldous Huxley quien la usa de epígrafe para introducir a su ensayo “Las puertas
de la percepción (1954)”, Huxley atraviesa su respectiva puerta utilizando la
mezcalina como pasadizo intentando demostrar que el cerebro selecciona lo que
quiere que asumamos como real, negándonos una percepción mas amplia del mundo,
los enteógenos serian una de las formas que le permitirían al hombre abrirse a
la comprensión del universo desde una conciencia expandida.
Quizás tras
una de esas puertas encontró Jim Morrison la inspiración para nombrar su Banda
The Doors y tras otra puerta encontró su camino de regreso, no sin antes
advertirnos desde su poesía, ora como chamán, ora como Dioniso que la tarea del
hombre consiste en atravesar todas las puertas que se crucen en su camino
porque no hay otro destino que el despertar de la conciencia humana.
Abrir las
puertas de la percepción tomó un camino más asociado al consumo de alucinógenos
que a una búsqueda intensa por comprender el universo mediado por otros
dispositivos como el arte, la literatura, la ciencia y hasta la misma religión,
tornándose la búsqueda de la comprensión del universo, en algo psicodélico*,
una moda o un cliché cultural, así la puerta de la percepción mística se cierra
para dar paso a un uso de puertas más domésticas, puerta que va y viene tipo
bar del lejano oeste, la puerta giratoria de algunos hoteles que te pueden
atrapar en un bucle si no saltas del otro lado, puertas de alcoba que azotan
amantes furiosas, puertas de presidios que encierran al hombre en sí mismo,
inmensas y ornamentadas puertas de templos que tienen como función hacernos
sentir pequeños, puertas del tren que avisan con chillidos que se van a cerrar
y puertas de casas en ruinas que se sostienen de la nada recordando que alguna
vez existieron secretos tras sus paredes.
La puerta fue
despojada de su ancestral poder de facilitar el paso del hombre de la caverna al
cosmos y fue de alguna manera superada por la ventana, más pequeña, por la que
el mundo entra en dosis mínima, a diferencia de la puerta que al abrirla te
expone a la calle, deja que el mundo entero entre trayendo la totalidad de lo
que es, la ventana te mantiene a resguardo, deja que entre un sol que a duras
penas atraviesa el espacio interno convertido en delgados hilos de luz, de vez
en cuando una leve brisa, el voceo de un vendedor, el rumor de un motor o el
canto de un pájaro, nada en su totalidad atraviesa las ventanas, por eso
ganaron y es a través de una ventana que ahora pretendemos comprender al mundo,
una ventana artificial a la que llamamos Windows por la qué nos llega la invención
de lo cotidiano, una ventana que nos mantiene a resguardo de enfrentar la
lucidez que se nos revelaría si abrimos las puertas de la percepción desde las
que Blake alcanzó a vislumbrar el universo en su conjunto.
Mientras las
puertas nos invitan a entrar en relación con los objetos y sus usos y con la
memoria qué estos traen de los hombres que se atrevieron no sólo a abrirlas,
sino a derribarlas, las ventanas nos aíslan, tras los visillos miramos el
universo de manera subrepticia, abrimos una sola ventana y a través de ella nos
llega todo lo que debemos creer, lo que damos por seguro, una ventana desdé la
qué somos manipulados, enajenados, perdemos felices la libertad, la manía
infantil de preguntar se resuelve con un clic, una ventana-pantalla que nos
trae el mundo en tiempo “real” a la tranquilidad de nuestro hogar, sin darnos
cuenta que en realidad es un ojo avizor qué husmea y al que le confiamos
nuestra intimidad que luego volverla en nuestra contra.
Ahora que las
puertas no se abren porque el afuera se tornó en el enemigo, si las abres te
puedes dar cuenta que afuera sigue la vida ondulando las frondas de los
árboles, sigue muy campante el sol brillando en los lentes oscuros de algunos
hombres que por autoridad u obediencia resultaron inmunes, el bullicio sigue en
las calles, los vendedores de fruta pululan, los pájaros cantan y la brisa
estremece los cables de energía, la muerte es un transeúnte que se pasea de
lado a lado porque desde su percepción
no hay puerta que le ataje, ni abundantes camas para recostar los despojos de
sus hijos, ni suficiente percepción para que ellos entiendan que la muerte no
es tan mala como una vida de ceguera hecha con engaños y miedo.
Si las
ventanas de la percepción fueran depuradas, no le quedaría al hombre otro
camino que saltar por la puerta.
Carlos Andrés
Restrepo Espinosa
*
“Psicodelico”
viene de dos palabras griegas, alma y manifestar, quiere decir: “que manifiesta
el alma”, el psiquiatra Humphrey Osmond, inventa la palabra a partir de los
experimentos que realiza con Aldous Huxley en torno al consumo de la mezcalina.
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