miércoles, 5 de noviembre de 2008

OBSTINATO

No tengo problema alguno si muestro mi debilidad cuando escribo, adentro mio hay tanto por decir que de nada han servido las valentías; todas ellas han terminado en fracasos y ni que decir de los estoicismos, vanas ínfulas que siempre terminan derrotadas por las blancas piernas abiertas de una mujer imaginada y al final vuelta realidad solo a la hora del dolor, en el momento de decir no estas Me voy.

Tampoco tengo problema en delatar al sucio sujeto que soy, es inevitable mi defecto de cosa pequeña; de hombre del tumulto a pesar del intento de ser árbol con las ramas dispuestas a los gorriones y destellos de luz.

Tengo cosas más urgentes: por ejemplo buscarme por instinto en las fuentes de los parques, adivinarme entre las sabanas revueltas de una cama ajena, pensar en direcciones distintas, en cada vuelo debilito las alas, lo de ángel ya no es tan importante, me gusta esperar sentado o de pie en la esquina de mi obstinación, los apetitos han menguado, por fortuna, ese pequeño detalle aminora lo ansioso que se ocultaba en mis instintos medios.

Mis gestos bonachones ya no se advierten en mi derruida cara, miro a través de mi prevención las intimidades y espero a que desaparezcan entre mis dedos las caricias tomadas por asalto.

No me apena dejar ver el tamaño de mis desmesuras, la indiscreción de mis palabras queriendo ser dueñas de si mismas, me acomodo con facilidad en las versiones audaces y descaradas que hacen de mi los otros, juro que no entro en liza con lo que dudo saber de mi a ciencia cierta, algo sabrán más los otros por eso están afuera y yo adentro de estos pesados huesos y mi tibia carne.

No me cuesta admitir todo lo terrible, lo absurdo y lo malo que me habita ya que es lo que me enuncia en cualquier situación vivida con corazón y sin el, con entrega o abandono, porque es más poderoso mi desden que un beso, mi desconfianza que un abrazo y mis dudas mas enraizadas que la impronta de las buenas voluntades de los que dicen amarme.

Voy caminando intranquilo entre los cipreses, intranquilo, pero después de todo caminando.

CARLOS ANDRÉS RESTREPO

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