lunes, 14 de marzo de 2016

TANIA


Su labor no es sencilla, visto con ojos religiosos se diría que es todo un apostolado, se requiere de vocación y entrega para hacer su trabajo, con mas formación y mejores herramientas podría cambiar el mundo, pero el sistema está diseñado para que todo siga igual, a pesar del amor y la buena disposición lo único que consigue es ayudar en el desarrollo de la mala educación, aunque el eslogan reza que “aquí estamos los más educados”, la realidad  es otra, al final solo propaganda, mucha ínfula y de fondo obreros mal pagados inventando ficciones lingüísticas para sobrevivir los unos y para persuadir el tiempo nefasto que falta para la primera jubilación los otros, pues  algunos se quedan a esperar la segunda, la tercera y hasta la cuarta.

La protagonista de esta historia es la profesora de la escuela de la vereda la Yaruma, ubicada en el municipio de Salgar Antioquia, durante esta narrativa la nombraré la profe (para salvarla del personaje de ficción que lleva como título este articulo), la profe es una persona dulce y serena, comprometida con su labor, su escuela está llena de color, en las paredes las vocales tienen alas de libélula, cuerpo de hormiga y antenas de abeja, mariquitas de colores revolotean junto a corcheas que divagan sin medida; al azar de una melodía libre de presunción de forma y estructura.

En una pared lateral el principito levita entre estrellas de cinco puntas junto a mariposas, libros, planetas y fulgurantes chorros de luz que caen sobre un niño que lee y que también levita, sin darse cuenta que tal vez cuando cierre el libro caerá en el vacio de la pared blanca en la que de la nada se sostiene, la profesora debe esforzarse mucho para que el vacio no termine por arrasar también a los niños que no están pintados y que caminan hasta dos horas para llegar a clase.  El día que acompañé a la profe a la escuela llagaron algunos a ayudar con el aseo, era el regreso de las vacaciones y en cuanto las puertas se abrieron los infantes saltaron al interior del salón con una felicidad en sus rostros que me hizo pensar en mi tiempo de escuela y en la profe Amparo que llevo en el corazón, a Belén que me enseñó a leer, un Viva para ella; ¡bendita sea entre las mujeres! y en Marleny que me enseñó: “…De Colores se visten las Flores en la primavera…” y a quien veinte años después le estaba indicando como potenciar su voz de contralto y regañé feliz hasta que afinó, pido disculpas por la nostalgia.

Aprovechando mi última semana de vacaciones, acepté la invitación de la profe para conocer su escuela, para dar una idea coloquial de la ubicación del plantel diré que queda en la quinta porra, la salida fue temprano, sin desayunar, tomamos un tinto aguachento e insípido, todo un insulto para un pueblo cuya economía se mueve principalmente por el café, superado el mal sabor de boca, emprendimos el viaje en moto por una carretera destapada, como todo buen parrillero apretaba el sillín cual jinete de rodeo tratando de enderezar mi tren posterior que como todo en mi vida iba inclinándose hacia la izquierda, pero solo conseguía por momentos hacerle perder el equilibrio a la hábil conductora, la buena noticia es que  hasta “La Clara” la carretera está en buen estado, la mala noticia es que el camino no termina allí, se debe continuar hasta “La Santa Luisa” por las vegas de las Andes y allí tomar un desvío por una carretera que cada vez se hace más estrecha y empinada y que nunca termina; la idea de la perpetuidad me fue calando y mi columna vertebral parecía que se fuera a partir en el siguiente salto, pues durante el recorrido no dejamos piedra sobre piedra.

Por fortuna el paraje es hermoso y durante el trayecto los niños nos saludaban, las señoras haciendo los destinos en sus pocetas nos lanzaban un buenos días con una sonrisa que parecía una flor naciendo de sus bocas, los trabajadores decían buenas, arrastrando la é como si nunca fueran a terminar de decir la palabra y los otros motociclistas que encontrábamos en el camino meneaban sus cabezas con ese ademán de levantar el testuz, que el casco agranda y que uno corresponde de idéntica manera sin saber quién va debajo, después de cincuenta minutos de recorrido que para mi espalda fueron nueve semanas y media, llegamos a la escuela de la Yaruma - y yo que me quejo de tardar 15 minutos en llegar a mi trabajo-.

Ahora sí, a maleducar, y no es que ésta sea la intención, ella al igual que otros profes tienen la buena voluntad como dije al principio, pero las condiciones no son las justas para realizar su trabajo, un compañero suyo tiene que dar las clases en el corredor de una casa, no tiene sede para su escuela, las dotaciones que les dan son obsoletas, los computadores llegan malos y los que no al año requieren de mantenimiento que nunca se da, los libros de texto están salidos de contexto, en el restaurante escolar tienen que hacer milagros para que el arroz alcance y eso que su escuela es de las mejores, la profe me comentó  que un niño llegó con una boletica que mandó un padre de familia, diciendo que su niño no volvía a la escuela porque no quería y que no lo iban a obligar, digo yo que hay padres que en su ignorancia son asertivos, la profe sonríe y yo me avergüenzo un poco de mi falta de esperanza en la educación.

La profe seguirá cumpliendo día a día con su misión, es responsable, yo creo en ella y personas como ella siempre incuban el optimismo, por lo pronto seguirá atendiendo las directrices de un empleado público que funge de secretario de educación y que su mayor logro es subir fotos en su perfil de facebook o de un coordinador que abusa de su tiempo, de un alcalde que ignora, aguantará el dolor en su columna, enfermará de los pulmones por cuenta del polvo de la carretera y seguirá extrañando a sus hijos por cuenta de las distancias entre su trabajo y su familia. Para algunas personas su empleo si es todo un trabajo.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa


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