jueves, 9 de agosto de 2018

ABEJAS


De niño tenía miedo a dos cosas, a que mis papas se murieran y a las abejas. El primer miedo se fue disipando con el advenimiento de los años, la madurez biológica  me fue enseñando que podemos vivir sin los papas, ya no oro para que estos no se mueran, en cambio me entrego al disfrute constante de su existencia, haciendo una fiesta de cada día así no esté a su lado; el segundo temor fue muy bien infundado, la televisión estaba llena de programas que advertían que las abejas eran asesinas, enemigas del hombre, en mis recuerdos está una película llamada “Enjambre” (1978) que contaba cómo una gigantesca nube de abejas llegaba de África a un pueblito de Texas matando animales y humanos, sembrando el caos y el terror ante mis ojos de niño televidente. Sumado a esto en la torre del Santuario del Corazón de María (que ahora llaman de la Madre Laura) y en la misma imagen de la virgen, habitaban enjambres que en una oportunidad alguien las molestó y salieron al ataque, aún no he sabido porque después de embestir al Padre Luis Romeu se dirigieron  a mi casa, y a mi mamá que estaba en el patio la cubrieron, y si no es por un vecino que la socorrió el miedo numero uno de esta historia habría sido un hecho y no una anécdota; setenta y siete (77) aguijones les sacaron de la cabeza los médicos y una semana después cuando se peinaba le seguían saliendo, nunca se explicaron como no murió.  

Siempre he reconocido que la principal formación en mi vida la he recibido de la televisión, todavía en la universidad a mis estudiantes suelo incluir de referentes a los Simpson, a la par con Lévi-Strauss para hablar de la importancia de la miel y el tabaco en la construcción del mito y los imaginarios que han acompañado al hombre como sujeto cultural. En fin, siguiendo esa línea diré que por un tiempo la abejita maya me ayudó a mediar un poco la fobia por estos “avechuchos”, pero luego apareció José Miel y este si fue devastador; aumentó los temores a la muerte, la soledad, a los ejércitos de avispas, las arañas peludas, los escarabajos malvados, casi no me alcanza la juventud para reinstaurar una mediana salud mental, las personas de mi generación entenderán perfectamente.

A casa llegaba la miel en botellas de aguardiente, de pucha y de media pucha, “juepucha” me gusta esa forma de medir, el diccionario de la RAE dice que pucha es otra cosa, pero me gusta la palabra; en ocasiones la miel se cristalizaba, se metía la pucha al baño de maría y volvía la miel a su estado natural, yo no tenia el entendimiento de que esa miel era producida por las abejas, yo creía que era otro producto de la fabrica de licores, de niño uno ve las cosas como son.

Mi último encuentro televisivo con las abejas, fue en una serie llamada Black Mirror, en el capítulo llamado “Odio Nacional”, se narra como un hacker controla con fines perversos a unas abejas robot que fueron diseñadas para suplir la desaparición de estos insectos.

Para no espantarme mas y no dejar que sea solo ese medio el que me ilustre una vez mas, me puse cita con un experto, quien me aleccionó en el tema y me dejó estudiando y antojado de saber mas de las abejas y de mi medio ambiente, que de la parrilla de programación de los nefastos canales que se ofrecen hoy día.

Olmedo lleva 35 años conviviendo con las abejas, son su pasión pero sabe que no se puede confiar, sabe tratarlas, conserva los protocolos, las colmenas deben estar mínimo a doscientos metros de caminos, viviendas, alejadas de cualquier tipo de actividad humana o animal, si las abejas desaparecen también lo hace el hombre, pero mas fácil desaparece el hombre que las abejas asegura Olmedo.

Cada región tiene una flora especial y esta es la que le da las características a la miel, su sabor, color y aroma, la calidad de la miel se relaciona con el tipo de floración que haya en el momento, una miel de buena calidad debe tener menos de un 15% de humedad; Jericó no es un lugar optimo para la apicultura en términos de rendimiento, pero se sacan mieles de excelente sabor y aroma, la miel cuando se cristaliza no se daña, de hecho ese es su estado natural, la miel tiende a cristalizarse.
Desde niño Olmedo ha vivido en pos de las abejas, ellas le han enseñado mucho, incluso mas de lo que los libros cuentan.

Ordenamos agua aromática y café y sigo aprendiendo, como lo mío es la música pregunto por el sonido de las abejas, ellas producen sonidos distintos con las alas, de agrupamiento, pecoreando, que es cuando están extrayendo la miel de la flor, cuando viaja el enjambre, cuando exploran, cuando están irritadas, cuando andan en la oscuridad, esto solo ocurre cuando se dispersan por algún acontecimiento.

De la abeja también se ocupa la aerodinámica, la estudian porque los ingenieros no se explican como hacen para volar, debido a que su cuerpo es muy grande en relación a la pequeña dimensión de sus alas, si una abeja en pleno vuelo escucha sobre las leyes de la aerodinámica, se caería, dice Olmedo con una leve sonrisa.

Las abejas además de polinizar, de fabricar la miel, de ser estudiadas por su vuelo, son utilizadas en la apiterapia, se usan las apitoxinas de su veneno en el tratamiento de enfermedades como la esclerosis múltiple. También se ha vuelto una práctica  el apiturismo donde se hacen visitas guiadas a las colmenas, se sensibiliza y se degusta.

Finalizamos el encuentro, fue grata la conversación es necesario despertar la conciencia de que las abejas no son malas, es menester del hombre protegerlas, en su conservación puede estar su futuro, si ellas se acaban se acaba la comida. Hay personas que queman los colmenares, el uso de insecticidas también cumple un papel esencial en su desaparición; la abeja es el animal más defensivo del reino animal y el segundo más laborioso, pero hay prácticas humanas ante las que ni con la inteligencia y el trabajo se puede sobrevivir.

Olmedo vuelve a su colmena yo tomo un bus y regreso a la ciudad intentando recrear un nuevo zumbido en mis alas.




CARLOS ANDRÉS RESTREPO ESPINOSA

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