jueves, 23 de noviembre de 2017

VENDAVAL

Un vendaval sacude los árboles, la lluvia cae en oleadas, llueve de abajo hacia arriba, y de arriba hacia los lados, el agua empieza a subir por los andenes, en cada trueno un grupo de muchachos a mi lado lanzan carcajadas burlonas, pretenden con sus risotadas ocultar el pánico que tienen, caen rayos, los truenos son profundos, cómo si vinieran del fondo de la tierra, todo se estremece.  Por momentos amaina, pero es como si el viento tomara impulso para arreciar con más fuerza, no parece furioso, parece un loco despiadado acabando con todo lo que está en pie, la gente corre de un lado a otro, lo hacen por hacer parte del remolino, pues no hay a dónde ir, los truenos ahora parecen venir de adentro de mi corazón, palpita, se asusta, del alto cielo caen piedras de cristal, rompen los parabrisas de los coches, rasgan las telas de las marquesinas, a un metro de distancia no se puede ver, los muchachos ahora guardan silencio, sus rostros arrepentidos miran con espanto.

Hago un inventario de sonidos, cual el trueno más profundo, cual el temperamental, cual el tímido, les asigno edades, cuatrocientos años, mil seiscientos, un mes, una semana, ¿hay truenos recién nacidos?  ¿tienen padre o madre? ¿cuándo nacen mueren de inmediato? ¿puede un trueno atemorizar con su estrépito en varias oportunidades?
¿La lluvia que cae, sube y cuando cae recuerda el vértigo de la primera caída?

Un olor a alcantarilla pulula, las calles son ríos por los que pasan navegando zapatos, chaquetas, gorras, carros, cascos y paraguas abiertos girando con su mástil hacia arriba, objetos varios, decorativos, que van jugando entre los remolinos de agua negra cómo un calidoscopio, desde mi ubicación privilegiada siento todo, escucho un constante ruido ondulante, presiento las caídas, desgarres, deshojes, el derribamiento de la ciudad, aunque el ojo por momentos se extravía, al oído nada se le escapa.

Puedo adivinar lo que le va a pasar a la señora que quedó atrapada dentro del carro, me mira desde la ventanilla que limpia con la manga de su suéter, ella va a morir, me mira con esperanza, yo también voy a morir y la miro con decepción, un rayo cae sobre el techo de la cafetería dónde me resguardo, una cortina de humo invade el recinto, el techo se incendia, el agua aviva las flamas , ahora llueven gotas incandescentes, abruma el calor, me acomodo en mi asiento, me maravillo con todo lo que veo, yo soy tormenta en la tormenta, soy agua y fuego, los muchachos huyeron por salvarse de las llamas , cayeron en una zanja y se ahogaron, sus gritos no sirvieron de nada.

Inmóvil entre el fuego y el agua que cada vez sube más y cae menos, cierro los ojos y me entrego al deleite del claro oscuro, del cálido y frío, en la oquedad de mi mirada se alza una serpiente que se muerde la cola, ingenuo creo ser uno entre todas las cosas, al segundo me desvanezco en la inconsistencia de la nada. 

Carlos Andrés Restrepo E.

Medellín 19 de septiembre de 2017

sábado, 18 de noviembre de 2017

CONJURO

No mirar, quedarse en quietud,

no decir nada, para qué mal gastar las palabras.
evadir el espejo humeante que te dice que eres sombra aquí y allá,
No seguir los pasos de nadie,
no incurrir en el deseo de perpetuar la noche, ni el amor.
No tocar las fechas, los cuerpos ni los recuerdos.
dejar ir lo ido, no aprehender lo que vuela,
no embalsamar lo que aun late.
no tomar café después de las cuatro de la tarde,
besar solo los labios, lo demás se puede prescindir.
no acostumbrase al verano,
no comer demasiados hongos si no hay cerveza al alcance.
rezar un ave maría solo por el placer de hacerlo a una mujer
no hay mas dios que valga la pena.
lavar las manos después de pagar lo que sea.
no opinar sobre palomas en vuelo, ni políticos ni artistas famosos.
no tirar piedras al rio, pueden regresar saltando felices hacia ti.
no esperar, mejor salir en busca, vivir inquieto.
vivir a pulmón libre.
no esperar la muerte con mucha seriedad
reír ante lo inevitable, que es finalmente un chiste.
Carlos Andrés Restrepo
Medellín 12 de noviembre de 2017




domingo, 15 de octubre de 2017

DE CRONOTOPOS

Alguien ha visto un cronotopo por aquí?, ¿Este cronotopo a quien se le cayó?
¿qué es un cronotopo?, ¿una especie de bicho de tierra?  Como su nombre lo indica, es algo que tiene que ver con la esencia de las relaciones temporales y espaciales que se dan en la literatura, me dice una compañera, muy bonito, le respondo mientras me tomo un café y le busco el cronotopo a todo lo que me topo, vea pues, en que lío me he metido y yo que soy soluble en todo; inquieto me arrojo a la búsqueda de lo indisoluble del espacio y del tiempo, entendiendo que es en la categoría y en la forma de la literatura donde debe estribar mi enfoque.

Debo reconocer humildemente que la primera vez que escuche del bicho ese que llaman cronotopo fue en el salón de clase, ahora que soy grande y hago una maestría por puro placer, (en mi vida casi todo lo hago por puro placer, hasta sufrir), sufro con toda la vehemencia que puedo, me arrastro por insondables trechos de abandono habitando un tiempo y espacio que no existen más que en las pasajeras lágrimas que a veces decoran la mueca triste y desencajada de mi llanto, tengo un privado solariego donde me regodeo de ser un hombre sólo y triste, sospecho  que puede ser que haya creado un cronotopo de la tristeza, pero que va, es imposible, porque para eso se necesita ser capaz de llegarle con las palabras, aunque sea a los talones de la imagen y yo de cronotopos esta es la hora en que no sé nada.

Tengo entendido que Macóndo es el cronotopo de la obra de García Márquez; a Onetti le correspondió Santamaría, el cronotopo lo crearon ellos, pero es el lector quien termina dándole vida al leerlos, es decir, que el cronotopo termina siendo ese lugar que determina en la imaginación todas las posibilidades de que sea cierto lo que tengo de lo que leí; termino con la ciudad entera metida en la cabeza, con todas su coordenadas, calles, desvíos, parques y construcciones en ocasiones más nítidas y claras que las de la ciudad en que vivo.

Pero resulta que el asunto se vuelve complejo porque cronotopo es más que la ciudad, que el espacio, que el tiempo, que los marcajes que definen un territorio literario; hay cronotopos de todo, según el texto, las formas del tiempo y del cronotopo en la novela que debí leer para aleccionarme en el tema y que terminó ocasionando en mi quemaduras de tercer orden complejo; así es que entre el cronotopo del amor que se deriva del encuentro, el de la guerra, el del naufragio, el del mundo ajeno, el de la aventura, el del repente y precisamente, me encuentro con el cronotopo del camino, una dupla compleja; encuentro y camino.

Me universalizo en este motivo, las funciones de estos dos,  tienen una fuerte presencia en casi todas las obras y para no seguir entre las ramas y darle un poco a la idea fundacional de este texto de dar cuenta del cronotopo en una novela que tuviera a bien leer o en mis haberes de lector por puro placer y que me cae como anillo al dedo,“El Libro de los Placeres Prohibidos” de Federico Andahazi, me adentro en la búsqueda del cronotopo perdido, en actitud cronotopística, o cronotopoyetica, sea cual sea el término que le confiera más estatus a estas letras, me voy adentrando en el tema de esta novela, que al parecer no tiene ni pisca de herencia griega, pero que buena si está, como Ulva, la Madre de todas las putas del Monasterio de las Adoratrices de la sagrada canasta, un burdel extravagante y lujurioso ubicado a orillas del Rhin y del cual voy a intentar dar cuenta.

La novela transcurre en tres lugares de manera simultánea, voy a decir que el cronotopo del encuentro es el que hace aquí su trabajo, múltiples encuentros públicos se dan cita, los unos en el burdel, los otros ante un tribunal y el tercero el encuentro de Gutenberg con su preciado invento: la imprenta; los destinos de los personajes de esta novela se enfrentan al encuentro, los unos con la muerte, aquellos con el placer, los otros con la cárcel.

Si bien ya lo dije en los párrafos anteriores, es bueno insistir en la relación entre el cronotopo del encuentro y el del camino, pues aparentemente los personajes en cuestión no tienen nada en común y hacen sus vida de manera independiente pero el camino termina encontrándolos.

Gutenberg enfrenta ante el tribunal los cargos por plagio y copia ilegal de Biblias; es el peor estafador que recuerde el Imperio Romano Germánico, Zelda es la bella prostituta a la que en el primer capítulo desuellan viva, (este es el primero de una serie de asesinatos que ocurrirán en el monasterio) y el tercer personaje que hace su recorrido es el Fiscal que acusa a Gutenberg, un clérigo también copista llamado Sigfrido de Maguntia; aquí el cronotopo del encuentro tiene la función compositiva de la intriga y el motivo que completa en este caso es la pérdida,  todos terminan perdiendo, no hay ganador al final, cuando coincidan en la historia cada uno habrá perdido su camino.

Pero quiero regresar al encuentro; hay en el fondo de esta historia un papel fundamental a través de los ritos religiosos, el cronotopo del encuentro tiene una significación muy profunda, pues las tres historias convergen en motivos meramente religiosos y las convicciones que mueven a sus protagonista los ponen en contacto entre ellos, quizás sin saberlo, pero con la certeza de que más allá de la metáfora una historia soporta a la otra, cada personaje es sucedáneo, muy a pesar de lo que crea el lector.

La naturaleza no es cíclica en la vida de Gutenberg, pero a pesar de los desmanes de su aventura el encuentro le trae a este héroe la compensación del amor:

(…)"Al ver a su futura esposa, Johannes reconsidero sus resientes pensamientos: la soledad, su vida de anacoreta en las ruinas de San Arbogasto, las noches de insomnio, la tenebrosa compañía de los ladrones muertos; nada en este mundo podría ser más horroroso que aquella entidad indefinible disfrazada de mujer.
Nada, salvó la miseria. Sólo cuando hubo considerado esta última certidumbre, el novio avanzo hacia Ennelin, se inclinó ante sus pies y declaró:
-Soy el hombre más feliz del mundo” (…)

Un puente en común quizás con “Cándido” de Voltaire; se puede precisar en esta desdichada situación del personaje, pues ante semejante monstruosidad de mujer que le deparaba el futuro, sólo algo le confortaba, era rica y la dote ofrecida por su padre le alcanzaría para llevar a cabo su empresa de construir la primera imprenta, "la satisfacción sigue a la pasión cuando ya no es posible desde el punto de vista biológico" concluye el narrador de la historia ante este evento.

El "de repente" (otra forma del cronotopo) aparece y es entonces cuando todos los personajes se encuentran; la casualidad hace que coincidan, de repente, las Adoratrices tienden una trampa al asesino y este cae, ellas lo apresan, lo llevan al tabernáculo de la Diosa Babilónica Ishtar, donde sin quitarle la casulla negra que cubría su cabeza le brindan todos los placeres que hombre jamás había recibido sobre la tierra.

Johannes Gutenberg, es dejado en libertad pero de repente se queda pobre, su invento no le trajo beneficio alguno, termina viviendo de la caridad y tras muchas penurias el Arzobispo Adolfo de Nassau le otorga el título de caballero y le da una canasta de frutas, (mucho en comparación a la indigencia).

Las adoratrices de la Sagrada canasta simultáneamente vuelven a abrir las puertas para el servicio de clérigos, nobles, políticos y demás personas prestantes de la sociedad Germánica.

Precisamente por esos días Sigfrido de Maguntia desapareció sin dejar rastro; un dato que considero importante de hacer mención: cuando las adoratrices le quitan la casulla al asesino, descubren que el asesino es el copista Maguntia; el mismo que persiguió hasta el final tanto a Gutenbergcomo a las adoratrices ahora moría de placer entre las bocas abrasadoras de las enardecidas devotas, su cuerpo sirvió de pergamino sobre cuya superficie Ulva la puta Madre escribe uno de los más bellos ejemplares del libro de los placeres prohibidos, el destino le deparo convertirse en el preciado rollo que en vida quiso destruir.


Un final pragmático que hace que los acontecimientos se den y los personajes encuentren su lugar definitivo, cada uno a su manera constituye desde la obscenidad hasta la virtud el desenlace de una sola vida, de un solo lugar y de un tiempo que no alcanza a disolverse; pues los tipos que dieron origen a sus historias fueron impregnados por el sudor y la sangre que la pasión por la vida los llenó de muerte.

CARLOS ANDRÉS RESTREPO E

lunes, 9 de octubre de 2017

DE DON GREGORIO Y OTRAS CUESTIONES

HACE TREINTA Y PICO DE AÑOS A DON GREGORIO MARTINEZ
LE ROBARON LA CUCHARITA Y NO SE QUÉ MAS

Machirungo saca yucas le decían, campesino de Viena…   De bien adentro de Boyacá, tan adentro que para llegar a él había que seguir una instrucción bastante compleja, pero a buen entendedor las palabras le bastan y hasta le sobran, un par de gestos de más y adentrado en el sendero la misma vía lo encamina a uno, pero !ay! y ¿si la palma ya no está? y ¿si la palma la cortaron o si se amarchitó después de tanto floreo?,
-Compadre, busted por qué escribe tan enredado, vea que la gente no entiende, ya se metió con una canción que ni es de aquí, y desvió el cuento -Pues así no macito le digo: palma es palma aquí o en Cafarnaúm, que esas no tienen sino corazón pal sufrimiento y d´eso estamos untados todos, y deje hablar y no interrumpa que apenas me estoy entonando-
Como le iba diciendo, porque yo en esas cosas me entiendo;  dizque un muchacho muy buen mozo y afanado por conocer al autor de un cuento de un Sebastián y unas princesas, que estaba como medio mocho,
-¿el Sebastián estaba mocho compadre?,  No me joda, el cuento; el cuento estaba incompleto-   
Y en la curiosidad de saber cómo terminaba la historia del Sebastián y para hacerle una representación radial, pues el muchacho de esta historia como que tenía la maña de investigador y p´a nutrir su acervo popular, que a bien la irían calando con el paso del tiempo tales intereses, se dió a la búsqueda de un señor Gregorio que vivía en la vereda´ e  Velandia del Municipio de Saboya y que le había hecho llegar el cuento en una hojita porque no había más, y las de plátano que si abundaban, pues no le servían de a mucho para la escritura.

-Como flojongo el cometario compadre, mejor siga con la chachara-
Pues el mozo llego hasta Saboya entrado en ajanes, porque la gente que va de la capital al pueblo es así, ansina sea del mismo campo, pero naide sabía en Saboyá donde vivía Don Gregorio, pero sus mañas se traen los coterráneos y su dirección le dieron:

“abajito de Saboya hay un ramal que parte hacia el lado del rio, a mano derecha yendo de aquí pa´ bajo, parte por ahí, baje al rio y sigue, que ahí no hay mas extravíos hasta un sitio que se llama la Palma, después de la palma queda arriba otro sitio llamado el cruce donde quedan dos caminos, uno que va para monterusi y otro que va para tronco negro, hasta ahí le sé decir”
Tal parece que el muy jodido se las arregló preguntando y así llegó a un rancho de dos piecitas hecho de tapia pisada y paja;  paja la que echaron ese día después de que se presentó el mozo: -soy Jorge  y vengo por el resto del cuento que me quedó debiendo-, garlaron como el diablo manda, porque Dios solo acompaña rosarios, se hicieron visita y el señor Gregorio no resultó ser tan señor, era un muchacho humilde casi llegando a los treinta, apuntalado en dos muletas, porque se había tropezado con una bala por ahí en el camino, como le viene pasando a media humanidad desde hace rato en este país.


Yo no soy de por aquí
Yo vengo el lao el carrizo
Machirungo saca yucas
Hasta la tierra que piso.

Así se le presento Gregorio que de cantas estaba bien afilado, para hacerle saber al joven que aunque no tuvo mucha escuela, al verbo no le hacia el feo.

Eso si, después de la conversa entró el aján y había que volver a Chiquinquirá porque “Canta el pueblo”, el programa Radial del curioso visitante,  tenía que salir al aire y es ahí que hablan de papas y de huevos tibios, y no están ni tibios que el aján se acaba y se quedan.

¿Oiga compadre, y esta historia es verdad o invento suyo?, pues yo no le sostengo nada, pero que los huevos tibios hacen quitar el aján, lo hacen quitar.
Y ahí mismo se pusieron a entrarle a lo de las papas y el huevo, y como todo huevo requiere su sal, para tal menester entró a  circular una cucharita bien particular, misma a la que el Joven Jorge le rayó el ojo, y más cuando supo que era tallada en un hueso de canilla de res por el mismo Gregorio, más entusiasmo le puso y siendo su turno de echar la sal y revolver el huevo, se la llevó al mascadero y la relamió para dejarla limpiecita y  lo que le había bailado al ojo se le salió en la lengua:
Don Gregorio yo le robo la cucharita porque ésta se va conmigo y se la fue empacando con otras tres papas y un huevito de más.
A lo que Gregorio no tuvo más que asentir porque cómo le va  hacer tal desaíre a una visita tan respetable, ni mala gente que juera, y canillas de res es lo que sobra.
Pues, como dicen por ahí que lo que viene por agua viene mojado, parece que a los quince días al mochilero se le alzaron con los papeles, la cucharita y otras cositas de las que no quiso acordarse, sin saber el paradero de la cucharita ni qué oficios nuevos estaba teniendo, solo le quedo la rabia postrimera al robo y bailándole en la sesera un estribillo: la cucharita se me perdió.  Así fue naciendo una canción que terminaría siendo tarareada, cantada, silbada, mascullada, convirtiéndose casi en un himno, pues a todos en este país de ladrones alguna vez nos ha pasado un cacho.

Compadre, y entonces ¿qué pasó con Don Gregorio, sí se la repuso por otra igual?
-y para qué si igual se la iban a robar-
De la historia quedó la canción y eso sonaba hasta por los codos de los colombianos, eso la pedían en radio Furatena como en radio colibrí, en ondas de la montaña como en Cartago y titiribí, esa canción ya no era de un mochilero sino patrimonio de los oyentes, y así el mochilero empezó a ser más conocido y famoso.

Como que le convino la robada de la cucharita, sino se la roban no hay canción, pues mire le digo, que es más importante una cuchara perdida que el señor que las hacía, que sigue vivito y renguiando y que la historia lo hizo viejo desde que era joven.
Del mochilero dicen que todavía canta y encanta, que le sonrió la buena ventura, que de la cucharita vinieron mas canciones, ficciones y funciones y que anda por ahí ya más cuidadoso no vaya y le roben otras chucherías de su mochila.
Y a Gregorio  le quedó la contentura de ser popularizado en una canción, pero eso no sirvió de mucho porque con eso no se compran papas ni huevos pa tibiar…

Compadre este cuento me dejó como alelado, pero dígame ¿quién se lo contó?, -se le cuenta el milagro pero no el santo; así este sea de Somondoco-
Bueno, después de todo no estuvo tan enredado el cuento, yo le tengo perecita a busté con esa forma  rebuscada de narrar, eso le pone tiros de aquí, dichos de allá, a veces muy rococó y otras muy chachachá, pero la verdad esta vez si le entendí.
Vea compadre como todo lo que nace de la cultura popular, eso se hace pa´ despistar.

Carlos Andrés Restrepo





martes, 19 de septiembre de 2017

ENCUENTROS




Pidió un yogurt, le miré los pies, ella reparó mi cabello y luego puso la mirada un poco más debajo de la pretina de mí pantalón, no tuvo recato, yo sentí una punzada; giró de nuevo y pregunto qué tan bajo en grasa era el producto que tenía en sus manos mientras lo agitaba ingenuamente, y yo seguía con mi punzada en el mismo lugar y en creciente fragor.

Eligió uno de frutos rojos, al pagar no miró a la tendera, volvió de nuevo su mirada hacia mí, pero esta vez hizo como que no era conmigo y eso me dolió en el alma, esperaba que su mirada volviera sobre algún punto estratégico de mi geografía, que se yo, algún peñón por ahí que antes no hubiera advertido, pero no, una vez más fui víctima del coqueteo callejero que no conduce a nada. El único consuelo que me queda es que al alejarse pude verle de nuevo sus pies de paquidermo y para tranquilizarme dije en voz alta como para que solo yo me escuchara: ¡Jum ¡de la pisada que me salve.

La conocí en un viaje entre Copacabana y la Paz, en cierta parte del camino hay que descender del bus y hacer parte del trayecto en balsa por el lago Titicaca, al tomar el pequeño barco me tocó compartir con ella el retablo que quedaba para tomar asiento, sonreí y me sonrió, sus ojos se agigantaron en la oscuridad y los míos echaron chispas, mi respiración cambio su pesado ritmo de altura y galopó la sangre como fuego por el carril izquierdo de mi arteria principal. Un encanto de mujer, me habló en portugués y le entendí todo, me sorprendió mi inteligencia, casi aplaudo mi capacidad de entender su lengua de manera tan fluida; esa su lengua deliciosa, que navegante de su boca anunciaba en cada frase oleadas de ebriedad, que viva el gigante del sur me digo, encontré mi amor, pienso en cómo le cambia la vida a uno, alejarme tanto para encontrar lo que siempre estuvo cerca. Mientras la embarcación surca el inmenso lago, ella con su voz, da una mortal singladura en mi corazón, canta para mí en voz baja, tan baja como para que solo yo la escuche una canción de chico buarque que dice: Ah si ya perdimos noción de la hora, cuéntame ahora con qué cara debo seguir.

Al llegar a La Paz, el bus nos dejó a las puertas de un cementerio, eran las tres de la mañana, el ambiente tenía un perfume de mango maduro, ella me convido a su hostal, era eso o amanecer recostado en un mausoleo, así que accedí. El tipo de recepción me miró con desprecio cuando escuchó mi acento de jericoano y eso que hablé en portugués para no levantar sospechas, fuimos hasta su cuarto, me dió un beso en la mejilla, quedamos en vernos al día siguiente para tomar un café, cerró la puerta y nunca más la volví a ver.

Profe su clase me gusta mucho, lo dijo con esa obscenidad que acoge todo lo que se dice a los dieciocho años, - que bueno - le respondí -, y ¿qué te gusta del tema que estamos trabajando? -, - usted Profe, usted-.

Procuré evadir la incomodidad recogiendo apresuradamente los libros que aún estaban sobre el escritorio, a los sesenta años es muy factible que ese comentario hiciera mella, pero no sucumbir ante tal despropósito era lo mínimo que podría hacer, no por asuntos éticos, sino por causas peléticas de esas que se tornan peludas, y es que yo conozco mi corazón más que cualquier mujer y para dolores los que tengo en la rodilla me bastan.

El tema de moda era el amor líquido de Bauman que algún profesor ocurrente trajo a la universidad y ahora todos para sentirse intelectuales lo traían a colación: Bauman y su modernidad líquida, Bauman y su amor líquido, Bauman y su iliquidez, buen tipo ese Zygmunt, le digo a la estudiante cuando me pregunta: ¿porqué se perdió el vínculo en las relaciones actuales?, y ¿porqué ya nadie quiere comprometerse y el para siempre se disuelve en el presente constante?, yo le digo que eso es pura superstición, que se deje de teorizar y que ame sin métodos, la mitad de la vida queremos ser libres y la otra fingimos que lo somos. Le recomendé leer a Ayn Rand, le dije que había sido una de las mujeres más inteligentes he influyentes del siglo XX y que por eso nadie la conoce y sus ojos brillaron y me entregó un chocolate y me dijo - Profe usted me llena, no hay otro hombre que desee más en la vida que a usted - y yo le creí, se que soy un encanto, pero igual perdió la materia.

Estaba sentado frente al mostrador de la tienda de Narigón tomando sirope con bizcocho, cuando una delicada mano se posó en mi hombro - ¿puedo acompañarlo?- Sin esperar la respuesta acercó una silla y se sentó a mi lado, pidió un jugo de Mora, tenía un suéter rojo y un lazo blanco en la cabeza, no llevaba los lentes de siempre, las pecas en sus mejillas se me antojaron más notorias, - ¿qué haremos hoy? - preguntó cómo para entrar en confianza y dentro de mi saltó el gentil hombre y el animal de costumbres en franca lid. Digamos que ella abandono el jugo y yo él sirope y coincidimos en un merlot con cierto toque empireumático, me contó de su novio idiota, leyó un poema de su inspiración, la escuché atento pretendiendo encontrar algún error para ponerme por encima de ella, pero su escritura era buena, no encontré que decirle, acepte su compañía hasta mi casa.

Cuando el bus frenó perdió el equilibrio y se vino sobre mí, - disculpe - me dijo, - pierda cuidado, estoy acostumbrado a que las mujeres se me abalancen de esa manera -, sonríó y dijo que le encantaban los tipos con buen sentido del humor a lo que le sugerí intrépido sin perder la oportunidad, que se soltara de la barra, para que tuviera un resto de vida muy divertida.

Es usted todo un Don Juan, una curva permitió que esta vez se viniera sobre mi con tal sutileza que pude percibir su olor y sentir el roce de sus largas pestañas en mi mejilla, casémonos le dije, sonriendo dijo si, seremos muy felices. Dicho esto, anunció su parada y en la siguiente esquina se apeó del bus. Yo continué mi recorrido volviendo a la lectura de Bauman con un gesto sonriente.

Carlos Andrés Restrepo E









lunes, 4 de septiembre de 2017

EL DIABLO


- Silvio - (por decir cualquier nombre) - éntrate para la casa, te tengo muy dicho que no te me relaciones con esos diablos -, se escuchaba la socarrona voz de una mamá tras asomar su cabeza por el postigo de la ventana y acto seguido volviendo a esconderla como hace una tortuga en su caparazón.

Afuera su hijo departía con el diablo. Que gusto haber sido ese muchachito que tuvo el privilegio de jugar con semejante personaje, los juegos en la calle a lo sumo eran capar cometas, jugar al arroyuelo con un trompo, quemar papeletas, jugar a los protagonistas de las películas vistas en el cinema del pueblo, chutar pelota y como en las calles estaba prohibida la diversión, había que ir a las mangas cercanas a pasar las tardes, unas veces al plan de Juan de dios, o a la manga de los Rendón o a la cancha del volga.

En aquellos tiempos habían ciertas variables como ir al río a bañarse y de regreso traer guayabas, pescar briolas en las quebradas, apostar carreras, las niñas jugaban mamacita con ollitas de plástico y tacitas de peltre, y los niños más audaces al tintín corre corre.

Pero jugar con el diablo, pocos se dieron ese gusto. El diablo era otro niño, de lo más común, de tez morena, zanquilargo, de buenos modales, este diablito no era más diablo por viejo, sino por inquieto, coleccionaba atardeceres, él no elevaba cometas, se elevaba en las cometas pues les ponía fragmentos de sus sueños, eran las más raras y exóticas de la cuadra, también fabricaba pirinolas con cera y las adornaba con chochos; este diablito carajito poseía un estrépito de inquietud en sus modales, era obediente, pero hacía lo que le daba la gana, honraba a padre y madre a la vez que fabricaba para sí una honradez inherente solo a su sueño, ser dueño de sí mismo.

Un hermano mayor porque el diablo no está solo en la vida, y familia tiene, le había enseñado la alquimia de transformar el barro, dicen que este diablo moldeaba figuras con arcilla, esos eran sus juguetes, que también terminaban adornando repisas y pesebres.  Hacer hombrecillos con barro es un pasatiempo milenario, hasta algún dios por ahí le dio por lo mismo y su creación le cogió ventaja y todavía sigue por ahí haciendo de las suyas, este diablo fue más cuidadoso dejó inmóviles sus creaciones, como debe ser.

Algunos niños hicieron caso omiso a sus madres y se hicieron muy amiguitos del diablo, así que se dedicaron a hacer diabluras, fue la mejor niñez que pudieron tener, conocieron de sus pueblos más que sus calles, se adentraron en los portales que la imaginación les abría y viajaban por tiempos sin tiempo en otros mundos sin pasarse de la cuadra, trascendieron los universos que reinan tras las ventanas, debajo de los sótanos, escudriñaron las montañas, atisbaron duendes, domaron los vientos con cometas de colores, exploraron los matices de la tarde y pintaron la tristeza de azul y la alegría de amarillo, el diablo era un artista de la felicidad de ser niño y toda ocurrencia era una fiesta

El diablo creció y fue llamado de otra manera, León (por no decir cualquier nombre) y se volvió un diablo hecho y derecho, justo, honrado, honorable, de una vida impecable, un diablo silencioso pero no taimado, supo poner en cintura y con vehemente actitud a quien se le pasara de la raya, quizás por eso aunque ya no es el diablo, cierto sino de desprecio social le sigue acompañando.

En el primer piso del edificio donde vivo en la ciudad, reside un señor muy simpático, el mismo se define como el abuelo – Hola soy el abuelo mucho gusto -, me saluda de repente cuando estoy atravesando la portería - oíste ¿vos quién sos que andas siempre con una guitarra y una muchacha bonita al lado? -, halagado le respondo que simplemente soy Andrés Restrepo, - yo soy también Restrepo, y ¿serás de Jericó? - tras mi respuesta positiva agregó - de niño viví en ese pueblo y mi mejor amigo fue el diablo si algún día lo ve dígale que saludos de Chuma (pongámosle Bernardo para ser justos), dígale también que un amigo como el nunca más tuve y que los mejores recuerdos siguen correteando las calles del pueblo donde fui un niño feliz -.

La última vez que estuve en el pueblo me encontré al diablo, andaba en su paseo matutino, me contó que estaba cumpliendo años, ya andaba en los noventa menos cinco, pero no los revela, parece de ochenta y cinco, se ve estupendo.

A su edad nunca fue rey del infierno ¿quién puede ser rey si está en el infierno? La vida de este diablo como la de cualquier hombrecito hecho de barro, ha sido de cal y de arena (por seguirle la fábula al material de esta construcción). En esta aldea tan santa hacerle un sano homenaje al diablo se me antoja justo, este diablo tiene en su cabeza la historia de su pueblo y de su gente, sabe quién es quién, los sabe a todos de memoria, él es más institución que cualquiera de las que se pregonan memorables, cívicas e inmarcesibles, es más culto y más sabio que los que figuran en los anaqueles de la historia oficial, de un exquisito gusto por la música, excelente conversador, este diablo es la memoria viva de todo eso que somos y no sabemos, de todo eso que sabemos y no somos.

Quisiera yo de niño haber sido su amigo, eso sí, me queda decir con orgullo que soy sobrino del diablo.


CARLOS ANDRES RESTREPO ESPINOSA

sábado, 17 de junio de 2017

INFRAMUNDO


En la quinta temporada de la serie de televisión Once upon a time (había una vez), los protagonistas muy empecinados en hacer el bien van a parar al inframundo que no es el infierno, lugar cuidado por Hades que no es el diablo; este es un lugar  al que se llega atravesando un rio llamado Aqueronte en una barca conducida por una persona de malas pulgas llamada Caronte, quien solo deja subir a su embarcación a aquellos que paguen el pasaje, cobra un óbolo. Por eso los antiguos griegos cuando enterraban a sus muertos les ponían una de esas monedas debajo de la lengua, los muertos pobres debían vagar cien años por las riveras del Aqueronte hasta que Caronte los dejaba subir gratis a su barca, claro que después de un siglo de espera ya no parece tan gratuito el viaje.

En varios capítulos de la temporada los personajes de cuentos de hadas conviven con los personajes de este mito griego, como no llevan dinero es Rumpelstiltskin quien con sus conocidas mañas les ayuda a tomar la barca facilitándoles unos cuantos pases de cortesía. La misión es rescatar al capitán Garfio que es un amigo entrañable de Blanca Nieves, en esta serie no se puede tomar la versión oficial de los Cuentos de Hadas con mucho rigor histórico.  Al llegar al inframundo se dan cuenta que este lugar está lleno de personas que están en tránsito hasta  que puedan trascender a su gracia final porque tienen un asunto pendiente y hasta que no lo resuelvan no pueden continuar el viaje. El punto es que ninguno recuerda o quiere enterarse de cuál es su deuda y se quedan allí para siempre en el inframundo, un lugar donde no están ni vivos ni muertos, condenados a la insatisfacción perpetua.

A pesar de conocer el mito, llama la atención el enfoqué que los creadores de la serie: Edward Kitsis y Adam Horowitz  le dan al tema, y se me antojó suponer que yo era un personaje más de esta historia y me pregunté cual es mi asunto pendiente así que decidí ocuparme un poco en divagar sobre el tema y seguir fabulando, con el permiso de ustedes.
De uno a diez diga usted que tan dichoso está, ¿Cuál fue su última apuesta por algo temerario?, arriésguese a pensar por un breve momento en eso que tanto ha deseado toda la vida y aún es algo pendiente a pesar de que ya su calendario ha consagrado  varias primaveras y por momentos, para tranquilizar su conciencia se ha dicho que es asunto del pasado y que ya está demasiado viejo para esas tonterías.

Digamos que un genio maravilloso se le aparece en la esquina, este es un genio que nunca ha vivido en lámparas maravillosas, uno de esos genios que uno se encuentra en un bus, en un parque o en la fila de una de esas diligencias que quisiera nunca tener que hacer, uno de esos genios con los que compartes mingitorio, un genio normalito, que suda y siente afecciones igual que usted, pero que a diferencia suya las disimulan y eso lo hace parecer sabio. Este genio se aparece y le ofrece un único deseo, de todas las cosas que están pendientes y que han configurado tu gran frustración en la vida puedes elegir algo que te lleve a la realización personal y es perentorio decirlo al instante, de lo contrario ese genio se irá a la cantina siguiente o al burdel o a la capilla de la otra cuadra a ofrecerle su dadiva a otro más arriesgado que vos. 

Ese genio te habla de manera intima y te confiere un deseo, ¿Cuál sería? ¿Tienes claro qué tienes pendiente? Es posible que la redención sea precisamente la culminación de esa deuda que nos arrastra hasta en los sueños y nos deja cotidianamente la sensación de insatisfacción a pesar de los bienes alcanzados, del matrimonio envidiable, de esa carrera exitosa, del deseo voluptuoso por siempre consumado.

Está bien no nos ruboricemos, sé que es incomoda la pregunta, a mi me deja cierta sensación de ser un persecutor como dirían los sicólogos, con esta invitación a la reflexión, para cada uno hay un deseo pendiente a ser cumplido ¿cuánto tiempo más lo vas a postergar? ¿Qué disculpa será la que justifique el miedo a aceptar que el genio dador de deseos reside en cada uno y que tintinea constantemente su campanilla de provocación?
¡Oh! genio acaríciame con tu eco de campanario y deja que viaje a eso que nunca me permití, quiero ser un astronauta, un iluminado asceta, un ventrílocuo, un fabricante de muñecas inflables, un piloto de globo aerostático, un vendedor de algodón de azúcar,  un guerrero de espada y escudo, un reparador de alfombras maravillosas, un coleccionista de besos, mago de circo, sacerdote antes del concilio de Letrán, un catador de vinos, pulidor de diamantes, barbero, comerciante, literato y jamás un doctor, en cambio ser un vestuarista de damas en playboy.

Disculpa la familiaridad con la que  me dirijo, ha de sonar muy coloquial,  la verdad es que escribo en una noche de arrabal, una noche de tangos y vahos mezclados; ese tufillo de billar que trae ciertos dejes de urea, anís y nicotina, el genio que me tocó en gracia lejos de estar iluminado por los dioses es un pobre mequetrefe que conoce los avatares de la vida, ha transitado los vericuetos que yo no y heme aquí sin afanes tratando de solazarme en un lugar de mala muerte donde suelen estar las personas de buena vida. Heme aquí sin que me preocupe el inframundo, la realización personal, el chismorreo de mi gente, pueblo voraz que tanto amo, me quita y nada da, heme aquí transando con mi genio la dicha de tener todo pendiente y  darme el gusto de morir sin monedas en la boca.

Carlos Andrés Restrepo Espinosa





martes, 6 de junio de 2017

DELIRIO

A través de ti el universo confabula,
una miríada de rocas cósmicas espera
La orden de tus ojos para saltar al vacío.
Imposible no sucumbir ante el desparpajo
De tu boca y sus concubinas dulzuras,
A pesar de la abstinencia que trato de inventar
Para alejarme un poco de tu monumental pecado
Pido un deseo y tu desnudez se arroja a mi costado.
Trato con las manos de comprobar tal dicha
Pero solo encuentro espuma y luminiscencia hueca
Donde antes estaba el milagro.
A través de ti podrían figurarme escandalosas proezas,
Levantar sospechas,
Conmover al infierno,
Ser tildado de prevaricador de inocencias
(Gustoso aceptaría todos los cargos)
Pero mi luz partió hace  tiempos a otro encuentro
Y  lo que ahora vez ya no existe,

Solo soy un pasado que en presente sueña.

C.A

miércoles, 3 de mayo de 2017

ANGEL




Los ángeles son criaturas celestiales que fueron creados a la par con la fundación del mundo, carece esta columna de datos específicos de dicha creación, la hora y el lugar y cuáles fueron los primeros y quien los hizo, lo que se puede afirmar por cuenta de la angelología, es que estos seres hechos de algo inmaterial, es decir que están hechos de nada, tienen el deber de asistir a Dios. Están presentes en el cristianismo, el judaísmo y en el islam.

Como son seres de extraordinaria pureza Dios los ha destinado para la protección de los hombres asignando a cada mortal uno de ellos, algo así como un guardaespaldas que es conocido como ángel de la guarda o ángel custodio, existen otros que son los ángeles caídos, según cuentan son todos los que siguieron a luzbel, cuando se rebeló contra Dios, esos ángeles viven aquí en la tierra y dada la carestía tuvieron que buscar empleo junto a los mortales, deben estar haciendo trabajos domésticos u holgazaneando, no comen ni se procrean y además son eternos viven muy aburridos y para entretenerse asesoran a los políticos en cuestiones de dudosa moral y todas esas cosas políticamente correctas.

Hay tres jerarquías o esferas de ángeles, en la primera se ubican los serafines, querubines y tronos, en la segunda las dominaciones, virtudes y potestades y en la tercera los principados, los arcángeles y ángeles, me centraré en tres de estos seres, la orden de mayor jerarquía son los serafines encargados del trono de Dios, ellos tienen tres pares de alas, con ellas se cubren desde la cara hasta los pies porque el brillo de su jefe los puede dejar ciegos y para eso tienen esos emplumados apéndices, hacen parte de esta misma jerarquía los querubines que son los guardianes de la luz y las estrellas, estos tienen dos pares de alas.

En la tercera jerarquía están los arcángeles estos atienden el departamento administrativo de los cielos y se entienden con los esfuerzos del hombre, los que más han remojado prensa son Miguel, el encargado de la guerra y la seguridad celestial, muy diestro enel uso de la espada y enemigo acérrimo de Luzbel, su hermano preferido cuando esté vivía en el cielo, Rafael quién es el encargado de la salud, el sanador de Dios, en caso de que Dios se enferme, también ha sido traducido del hebreo como medicina de Dios, Rafa tiene la virtud de ser accionista de muchos hospitales que llevan su nombre y por último tenemos al arcángel Gabriel que es el que hace los mandados, es él quien más trabajo tiene a lo largo de las historias bíblicas: Que vaya y le dice esto al profeta Daniel, que sale de ahí y se va para donde Zacarías y Marta y les lleva la buena nueva del Bautista, de paso se trae unos “pandequesos” de donde Jaime Henao,  de ahí se va a revelarle a Mahoma el capítulo 96 para que lo incluya en la edición del Corán…y que ojo le queda mal a María y que cuidado la deja esperando.

Finalmente están los ángeles, la orden inferior de la jerarquía angelical, estos son los que más se entienden con los hombres y sus asuntos,  tienen apenas un par de alas.

El veinticuatro de diciembre del año pasado llegando a la esquina del pollo farsante un local comercial que ha servido de referente geoespacial para los residentes de Jericó, me encontré con el único habitante de la tierra que goza de hacer parte de dos de las jerarquías angelicales, incluso siendo dos entidades de la tercera, aunque parece caído del zarzo no es un ángel caído, tras el encuentro me saluda con un gesto noble y me ofrece su sonrisa diáfana.

No nos veíamos hacia un buen tiempo y en cuanto me vio se levantó del quicio donde suele estar sentado y vino a mí con los brazos abiertos, le dije: ¡hola Querubín!, simultáneamente otra persona que pasaba le dijo:¡adiós Serafín!, enseguida tuve un pálpito, pues cuando él iba a mi casa a llevar algún mandado me decían: recíbale el encargo a Ángel, esta revelación de repente me sacudió, sentí como los vellos de los brazos se me erizaban y empecé a ver a este personaje común y doméstico como a un ser extraordinario y fuera de lo normal.

Me tendió los brazos y sonrío, le di un abrazo de lado, un prendedor de fantasía en forma de cruz le bailaba en el bolsillo de la camisa y despedía destellos como anunciando aquel estado de agnición en que yo iba a entrar, noté que su ojo derecho había perdido la luz pero el izquierdo brillaba por los dos. Este personaje tiene la virtud de sonreír al mismo tiempo en que habla, es honesto, inofensivo, trabajador y hace mandados, tiene el poder de la ubicuidad, por donde uno pasa ahí está, manías de los ángeles.

Su nombre terrestre es Ángel Hernández Peláez, de los Hernández de toda la vida, dos hermanos suyos Gabriel y Emilio fueron cantantes, Emilio fue integrante del trío de Hoy, muy reconocido en el país en los años cincuenta, grabaron varios discos y acompañaron en varias oportunidades a Lucho Ramírez, una de las voces más prolíficas del bolero y el bambuco en Colombia.

Ángel tenía una casita por la calle de Andes, vivía con su hermana Lucila hasta que ella se fue a vivir a la capital, desde entonces Ángel quedó rodando por ahí. Su principal labor era la de blanqueador o pintor de cal,  donde veía una pared con manchas y humedades aparecía ofreciendo sus servicios, cogía las goteras, empañetaba y dejaba impecables los frentes de las casas de la gente que para entonces se esmeraba en corregir sus máculas.

Al cabo del tiempo, sin alientos y sin quien le contratara se dedicó a hacer mandados, nunca ha pedir limosnas, intercambia servicios por comida o pantalones que le quedan marraneros y zapatos que nunca le combinaban.

La gente por afecto empezó a nombrarlo de las tres maneras mencionadas; ahora pienso que su oficio actual es el de ser Ángel, trabaja en una comunidad compleja recordando la humildad, el servicio y la honradez, es un infiltrado de los cielos, hace poco estuvo viviendo en Medellín y regresó a su pueblo, yo creo que haciendo uso de su jerarquía de Serafín fue a dar una vuelta por el trono celestial y de repente se vio con su jefe y al no alcanzar a desplegar una de sus seis alas no cubrió su cara y semejante destello divino arrebató la luz de su ojo, querubín, pensando en lo caro que le había salido ese saludo decidió regresar al pueblo que le vio nacer, quizás convencido de que es el lugar que espera le vean morir.



CARLOS ANDRES RESTREPO ESPINOSA

martes, 2 de mayo de 2017

ESPIRITU LIBRE




Dizque hizo arte Pop, Op (tical) y arte conceptual, al mismo tiempo en que lo hacían en Europa, para ello utilizó los materiales más inconsistentes, latas, tornillos, armas en desuso, resortes, palas, picas, tubos; hasta un bollo le parecía hermoso, lo hubiera perfumado porque por fortuna nunca pensó como el político ese, su vida es decir su obra estaba compuesta de objetos, era un “objetologo”. Se me antoja decirlo así aunque el definía a esa manía de acumular chécheres como arte objetual, intención que se valida no en la obra sino en su condición de ser artista, sus obras más representativas son “el argonauta” y “el virrey”, “Arbolarma”, “el chatarrodonte” “el jardín” hecho con armas blancas decomisadas en Pereira y quien sabe cuántas mas, pues no era de los que hace arte para vender, debe ser por eso que nunca fue nadie aunque lo fue todo, condición de los que saben hacer, nunca llegan a figurar.
Vivió como le dio la gana en el principito una casa que tuvo en la Florida, zona rural próxima a Pereira, hace poco retornó a la nada, era un hombrecillo extraño, huraño pero rodeado de gente, ermitaño pero montaba en Jet, vagabundo pero pasaba largas temporadas inmóvil, todo un personaje de cuento, de cabello blanco y ensortijado que se unía a una barba blanca como de profeta; solía llevar calada una boina vasca, lo recuerdo de camisa y un chaleco, pantalones tipo jean, zapatos deportivos y una mochila terciada en su hombro izquierdo. Su forma de vida incomodaba a muchos en su pueblo natal, donde vivió hasta los ocho años, cuando su familia liberal tuvo que huir de aquella comarca conservadora, pero en Pereira se destacó como uno de los artistas más influyentes e importantes de la ciudad, yo diría que del país.

Este extraordinario personaje me simpatizaba, no fui su amigo, me llevaba años luz, y para ser amigo de una persona así se requiere de mucha estructura mental, sin embargo cuando venía de visita no faltaba el saludo y el abrazo.
Cuando publicó su novela coclí coclí al que lo ví lo ví, me regaló un ejemplar autografiado, cuando se cansaba de su ostracismo se aparecía por el pueblo, siempre iba a nuestra casa y se sentaba en la silla de peluquería que usaba mi abuelo Josepe, miraba el guadual de enfrente del corredor y decía que esa era la silla del pensamiento, se quedaba en silencio y alguna vez una lagrima furtiva rodó por su mejilla para ir a perderse en su enmarañada barba blanca, con el tiempo tuvimos que guardar la silla porque todo el que se sentaba en ella terminaba gimoteando.

En una de sus visitas al pueblo propuso hacer una escultura con tubos viejos del acueducto y herramientas en desuso del municipio, él mismo eligió el lugar donde quería erigir su creación, en una colina sobre la planta de tratamiento del agua dio vida a su “chatarrodonte”, una mezcla de dinosaurio con transformers, un animal silencioso que abre sus fauces de lata como clamando por agua a los dioses de la montaña para digerirla con su costillar de picas y tubo madre del acueducto municipal.

Un dìa estábamos conversando en la esquina de casa blanca cuando pasó León Valencia arrastrando su humanidad, con una sucia cobija terciada al hombro como la capa de un superhéroe, luego de saludarlo se volteó y susurrado me dijo: ahí va el único espíritu libre de este pueblo, en ese momento no entendí que quería decir, algún día lo entendería.
Es probable que muchos lectores con todas las pistas que he dado todavía no sepan de quien estoy hablando, pues es de hombres el olvido y el desdeño una cualidad muy nuestra, no lo voy a decir, pero dejaré que se haga visible en la siguiente anécdota de la misma manera en que de repente aparecía por Jericó abrazando y saludando a todo el que se encontraba.
Haciendo el trámite para pedir la visa a Estados Unidos, mientras esperaba a ser llamado por el cónsul para la entrevista, crucé saludo que luego se tornó en conversación con el vecino de fila, un señor muy dicharachero que había venido desde Pereira y estando los dos en las mismas, nos entregamos al deleite de la conversa. Yo en estado de alerta, porque el señor hablaba sin parar y a un volumen muy generoso y no me dejaba escuchar el llamado que iban haciendo por los altoparlantes, el caso es que cuando mencione Jericó el señor dijo Martin, yo le respondí al que lo vi lo vi y se abalanzó sobre mí, me dio un abrazo emocionado por conocer a un coterráneo del artista que más admiraba en el mundo. Al final escuché mi llamado, me despedí y salí huyendo un poco adolorido de los  enérgicos abrazos que el ilustre admirador de Martin Alonso Abad me había brindado en su honor.

Tres meses después cuando estaba tomando un barco rumbo a las Bahamas (todavía no me la creo), vi como un turista enfundado en bermudas, playera, gafas oscuras y gorra de niño explorador abría sus brazos y se venía hacia mí con todo el peso de su abrazo gritando - Jericoano le tengo un regalo -, después de dejarme sin aire, sacó de su bolso un librillo con el título de “Monumentpsiquicia”, el último libro que había publicado Martin; agradecí el regalo y en el viaje le pagué “escondidijo” a peso a los abrazos de mi nuevo amigo.  Durante mi estadía en el norte leí el cuento de Martín, y aunque es toda una mamadera de gallo objetual con todos aquellos convidados de piedra, hay que reconocer que se adelantó a los creadores de la película una noche en el museo.

Martin vivió como un niño, actuaba con frescura, hablaba de manera muy ocurrente, pero pensaba muy bien lo que decía, su forma de vida para mi es una inspiración, tras su partida se va el último espíritu libre de mi pueblo, eso lo entiendo ahora perfectamente.

CODA
Es muy bello el paraje donde está ubicado el “chatarrodonte”, estando allí ilusioné un parque de esculturas objatuales de varios artistas, en conmemoración de Martín, ojala alguien con influencias lea esto y le entusisme.


sábado, 18 de marzo de 2017

ESTA NOCHE

Esta noche lloro por cuestiones poéticas
Las lágrimas caen en mi vino y cuando bebo un trago me da más tristeza,
Esta noche no tengo promesas para ofrecer,
Esta noche descubro que no tendré una Matilde que cuando muera ponga sus manos en mis ojos,
Esta noche cuando acabe el vino seguiré  bebiendo llanto,
Esta noche entendí que la espera es otra forma de soledad.
Esta noche recupere el miedo y todo lo que creí propio se esfumó

Esta noche todo nada fue olvido.

Andrés Restrepo

domingo, 1 de enero de 2017

AÑO NUEVO

Faltando cinco para las doce luis estiró la mano y brindo, -me quedan cinco minutos de vida- los demás entre la gazapera de la ocasión chocaron las copas, hicieron otros comentarios, el de Luis perdió importancia, la canción de fondo repetía casi lo mismo: faltan cinco para las doce el año va a terminar.

Nadie supo que pasó por la cabeza de Luis durante aquellos cinco minutos, en el mundo nacieron mil doscientos cincuenta niños a razón de doscientos cincuenta por minuto, se quemaron cantidades descomunales de pólvora, una mujer desnuda salió al balcón a gritar el mundo se va a acabar y tomó delantera, en la autopista un hombre acelera su coche para llegar pronto a casa, una pareja de enamorados en una colina se toman de las manos y miran las estrellas; no sienten la vida, se besan y desaparece el tiempo.

Por urgencias llega una ambulancia con una mujer mal herida, pasará el calendario pero no llegará viva  al fin de enero, el celador de la fábrica termina la ronda, se sienta enciende el radio toma un sorbo de café, en el cielo se avista la estación espacial internacional, unos niños juegan a la rueda rueda de pan y canela, un tipo en una moto acelera constantemente en la esquina, don Alberto cierra la tienda, en la cocina se acaban las papas y la salsa de ciruela, el locutor en una emisora vocifera: ¡arrepentíos!,  un cura sin dejar de roncar cambia de posición en la cama, del otro lado del mundo Luisa ve por primera vez el mar.

En cinco minutos escribo estas palabras para contar que Luis hace unos instantes levantó la copa brindo y ninguno de sus compañeros lo escucho, afuera en la calle la gente se alborota, las campanas  del reloj empiezan a indicar que es el momento, todos se abrazan y hacen un corrillo para contar las campanadas, una, dos tres cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doceeeeeeeeee.  El año nuevo empieza y Luis con toda su humanidad se desploma, sus amigos se ríen, indiferentes  le hacen a un lado y siguen la fiesta.

Carlos Andrés Restrepo E.


LA VIDA EN ROSA

- ¿Cómo le parece pues la propaganda que nos montaron aquí? - Me dijo el burro carretillero del pueblo mientras señalaba con sus labios en f...