Su labor no es sencilla, visto
con ojos religiosos se diría que es todo un apostolado, se requiere de vocación
y entrega para hacer su trabajo, con mas formación y mejores herramientas
podría cambiar el mundo, pero el sistema está diseñado para que todo siga igual,
a pesar del amor y la buena disposición lo único que consigue es ayudar en el
desarrollo de la mala educación, aunque el eslogan reza que “aquí estamos los
más educados”, la realidad es otra, al final
solo propaganda, mucha ínfula y de fondo obreros mal pagados inventando
ficciones lingüísticas para sobrevivir los unos y para persuadir el tiempo
nefasto que falta para la primera jubilación los otros, pues algunos se quedan a esperar la segunda, la
tercera y hasta la cuarta.
La protagonista de esta historia
es la profesora de la escuela de la vereda la Yaruma, ubicada en el municipio
de Salgar Antioquia, durante esta narrativa la nombraré la profe (para salvarla
del personaje de ficción que lleva como título este articulo), la profe es una persona
dulce y serena, comprometida con su labor, su escuela está llena de color, en
las paredes las vocales tienen alas de libélula, cuerpo de hormiga y antenas de
abeja, mariquitas de colores revolotean junto a corcheas que divagan sin
medida; al azar de una melodía libre de presunción de forma y estructura.
En una pared lateral el
principito levita entre estrellas de cinco puntas junto a mariposas, libros, planetas
y fulgurantes chorros de luz que caen sobre un niño que lee y que también
levita, sin darse cuenta que tal vez cuando cierre el libro caerá en el vacio
de la pared blanca en la que de la nada se sostiene, la profesora debe
esforzarse mucho para que el vacio no termine por arrasar también a los niños
que no están pintados y que caminan hasta dos horas para llegar a clase. El día que acompañé a la profe a la escuela
llagaron algunos a ayudar con el aseo, era el regreso de las vacaciones y en
cuanto las puertas se abrieron los infantes saltaron al interior del salón con
una felicidad en sus rostros que me hizo pensar en mi tiempo de escuela y en la
profe Amparo que llevo en el corazón, a Belén que me enseñó a leer, un Viva
para ella; ¡bendita sea entre las mujeres! y en Marleny que me enseñó: “…De Colores se visten las Flores en la
primavera…” y a quien veinte años después le estaba indicando como
potenciar su voz de contralto y regañé feliz hasta que afinó, pido disculpas
por la nostalgia.
Aprovechando mi última semana de
vacaciones, acepté la invitación de la profe para conocer su escuela, para dar
una idea coloquial de la ubicación del plantel diré que queda en la quinta porra, la salida fue temprano,
sin desayunar, tomamos un tinto aguachento e insípido, todo un insulto para un
pueblo cuya economía se mueve principalmente por el café, superado el mal sabor
de boca, emprendimos el viaje en moto por una carretera destapada, como todo
buen parrillero apretaba el sillín cual jinete de rodeo tratando de enderezar
mi tren posterior que como todo en mi vida iba inclinándose hacia la izquierda,
pero solo conseguía por momentos hacerle perder el equilibrio a la hábil
conductora, la buena noticia es que
hasta “La Clara” la carretera está en buen estado, la mala noticia es
que el camino no termina allí, se debe continuar hasta “La Santa Luisa” por las
vegas de las Andes y allí tomar un desvío por una carretera que cada vez se
hace más estrecha y empinada y que nunca termina; la idea de la perpetuidad me
fue calando y mi columna vertebral parecía que se fuera a partir en el
siguiente salto, pues durante el recorrido no dejamos piedra sobre piedra.
Por fortuna el paraje es hermoso
y durante el trayecto los niños nos saludaban, las señoras haciendo los
destinos en sus pocetas nos lanzaban un buenos días con una sonrisa que parecía
una flor naciendo de sus bocas, los trabajadores decían buenas, arrastrando la é como si nunca fueran a terminar de decir
la palabra y los otros motociclistas que encontrábamos en el camino meneaban
sus cabezas con ese ademán de levantar el testuz, que el casco agranda y que
uno corresponde de idéntica manera sin saber quién va debajo, después de
cincuenta minutos de recorrido que para mi espalda fueron nueve semanas y
media, llegamos a la escuela de la Yaruma - y yo que me quejo de tardar 15
minutos en llegar a mi trabajo-.
Ahora sí, a maleducar, y no es
que ésta sea la intención, ella al igual que otros profes tienen la buena
voluntad como dije al principio, pero las condiciones no son las justas para
realizar su trabajo, un compañero suyo tiene que dar las clases en el corredor
de una casa, no tiene sede para su escuela, las dotaciones que les dan son
obsoletas, los computadores llegan malos y los que no al año requieren de
mantenimiento que nunca se da, los libros de texto están salidos de contexto,
en el restaurante escolar tienen que hacer milagros para que el arroz alcance y
eso que su escuela es de las mejores, la profe me comentó que un niño llegó con una boletica que mandó
un padre de familia, diciendo que su niño no volvía a la escuela porque no
quería y que no lo iban a obligar, digo yo que hay padres que en su ignorancia
son asertivos, la profe sonríe y yo me avergüenzo un poco de mi falta de
esperanza en la educación.
La profe seguirá cumpliendo día a
día con su misión, es responsable, yo creo en ella y personas como ella siempre
incuban el optimismo, por lo pronto seguirá atendiendo las directrices de un
empleado público que funge de secretario de educación y que su mayor logro es
subir fotos en su perfil de facebook o de un coordinador que abusa de su
tiempo, de un alcalde que ignora, aguantará el dolor en su columna, enfermará
de los pulmones por cuenta del polvo de la carretera y seguirá extrañando a sus
hijos por cuenta de las distancias entre su trabajo y su familia. Para algunas
personas su empleo si es todo un trabajo.
Carlos Andrés Restrepo Espinosa