miércoles, 29 de abril de 2009

III.CONJURO



Rutilante abismo en que hoy caigo,

viejo amor de dentro que no nombro,

estrella fugaz que invento para soportar mi deseo.


Ahora aquí, silencioso y solitario han de verme en medio de la secreta compañía de las páginas sin línea de mis días.

han de verme entre unas piernas pueriles desandando mis antiguos impulsos, las melancolías que imaginé llorando bajo un árbol mientras la tarde se hacia llovizna.

He conjurado el tiempo y los delirios han vuelto de regreso con su padre cansados del mi mismo que tanto los hostigó en su feliz pasado.

¿Dónde están las monjitas de pana y acento español?,

¿qué se hizo el río?,

¿dónde el miedo al dar vuelta en la esquina en que se perdía de vista el corredor donde tejía Gabriela los escarpines que nunca vio usar a su infanta?


Se preguntan a través de mí las amigas de mi mamá hechas memoria en la postrimería de mi última desazón y yo con mi corazón relleno de muñeca de trapo les pinto ojitos amarillos como signos de interrogación a sus rostros enmohecidos por la perdida de la realidad en que fijaban sus recuerdos.


Guardando silencio, sin respuesta caminamos por la calle vacía de construcciones, vidrieras y reflejos.

Desde el extremo derecho de la ventana sobre la cabecera de la cama sale un hilillo de oro que va a morir en el portarretrato que está sobre una tablita sostenida por dos adobes forrados en papel regalo, sobre la frente de una mujer sonriente termina su luminiscencia, señalada ahora, antes hecha de menos en el conjunto de objetos de fácil nombre en el cuartito de descanso, ya parecen cobrar importancia sus ojos de mirada sempiterna encendidos como el único vestigio de que afuera es de día aunque adentro todavía es la noche.


De cualquier manera llegará la mañana dorando los techos y volviéndole el color a lo que antes fueron grises pensamientos fantasmales, llegará el nuevo día aunque las puertas estén cerradas y no existan persianas para la ventana donde se asoma la aurora, llegará con su costumbre de alegrar y desordenar las calles, las ventanas desojarán sus postigos y los transeúntes no sabran que solo existen para su prisa y nada más.


Llegará el nuevo dia recordando el imposible volver al ayer.


(Tomado de Avenida 11 de Mayo de Andrés Restrepo)

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